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Con los Reyes Magos celebramos la primera Epifanía del Señor

 

Juan José Peralta
Periodista


El seis de enero de cada año celebramos que los tres magos, Gaspar, Melchor y Baltasar según la tradición cristiana aparecen del oriente para adorar la primera manifestación de Jesucristo como niño, ofreciéndole tres regalos, simbolizando cada uno la majestad, la sacralidad y la perpetuación ante la muerte. Esta celebración es conocida como una de las tres epifanías de la religión católica.

De ori­gen griego, epi­fanía sig­nifi­ca “man­i­festación”, es un acon­tec­imien­to reli­gioso. Tam­bién es una fies­ta cris­tiana en la que Jesús toma pres­en­cia humana en la tier­ra, es decir, Jesús se da a cono­cer. Para muchas cul­turas las epi­fanías cor­re­spon­den a rev­ela­ciones o apari­ciones  donde los pro­fe­tas, chamanes, médi­cos bru­jos u orácu­los inter­preta­ban visiones más allá de este mundo.

El tér­mi­no epi­fanía puede enten­der­se, según Gia­co­mo Can­no­bio, en la Bib­lia de los Seten­ta, como una tra­duc­ción del con­cep­to de “glo­ria de Dios”, que indi­ca las huel­las de su paso o su presencia.

En el Nue­vo Tes­ta­men­to, en las car­tas pauli­nas tardías, se refiere a la entra­da de Cristo en el mun­do, pre­sen­ta­da como el emper­ador que viene a tomar pos­esión de su reino, en latín adven­tus, de ahí el tiem­po de Advien­to como preparación a la Navidad.

A par­tir de este sig­nifi­ca­do, el tér­mi­no se usó en Ori­ente para indicar la man­i­festación de Cristo en la carne y a par­tir del siglo IX para des­ig­nar la fies­ta de la rev­elación de Jesús al mun­do pagano. Esta es la fies­ta que se sigue cel­e­bran­do cada 6 de enero.

En la nar­ración de la Bib­lia, Jesús se dio a cono­cer a difer­entes per­sonas y en difer­entes momen­tos, pero el mun­do cris­tiano cel­e­bra como epi­fanías tres even­tos. La antes dicha Epi­fanía de los de magos de Ori­ente, la Epi­fanía a San Juan Bautista en el río Jordán y la Epi­fanía a sus dis­cípu­los y comien­zo de su vida públi­ca con el mila­gro en Caná, donde ini­cia su actuación pública.

La Biblia no revela sus nombres

De los Reyes poco se sabe, sólo lo que cuen­ta el Evan­ge­lio de Mateo. Naci­do, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, lle­garon a Jerusalén unos magos pre­gun­tan­do “¿dónde está el Rey de los judíos que ha naci­do? Vimos su estrel­la en Ori­ente y ven­i­mos a ado­rar­le”, cono­ci­da como la Epi­fanía del Señor, con que la Igle­sia con­mem­o­ra este día.

La Bib­lia no habla del número de los magos, o sabios, ni tam­poco sus nom­bres. Ha sido la tradi­ción pos­te­ri­or la que ha iden­ti­fi­ca­do su número y nom­bres. Los restos de los magos, según la tradi­ción católi­ca, des­cansan en la Cat­e­dral de Colo­nia, en Alemania.

Esta epi­fanía cel­e­bra la lle­ga­da de los magos de Ori­ente por el nacimien­to de Jesús de Nazaret, es decir, la rev­elación de Jesu­cristo a los paganos y es una de las fies­tas litúr­gi­cas católi­cas más antiguas, mucho más que la mis­ma Navi­dad. En Egip­to y Ara­bia se cel­e­bra­ba el sol­sti­cio de invier­no, en el año 361.

La Epi­fanía del Señor se empezó a cel­e­brar en Ori­ente en el siglo III y en Occi­dente durante el siglo IV y se les llamó magos porque en la antigüedad así se llam­a­ba a sabios o eru­di­tos y sólo en el evan­ge­lio de Mateo se les nom­bra sin pre­cis­ar sus nom­bres, ni que fuer­an reyes ni tam­poco tres.

Fue en el siglo III cuan­do se estable­ció que fuer­an reyes por los rega­los y las icono­grafías que los rep­re­sen­tan y tam­bién se estable­ció como tres. Fue en el siglo XV cuan­do se les ubi­ca de dis­tin­tas razas rep­re­sen­tan­do las exis­tentes en la Edad Media y a los tres con­ti­nentes entonces cono­ci­dos: el blan­co Mel­chor rep­re­senta­ba a los europeos, Gas­par a los asiáti­cos y el negro Bal­tasar a los africanos.

La pal­abra “mago” proviene del per­sa ma-gu-u-sha, que sig­nifi­ca sac­er­dote y pasó al griego como cas­ta de sac­er­dotes per­sas o babilo­nios estu­diosos de las estrel­las en su deseo de bus­car a Dios. Del griego pasó al latín y de allí llegó como mago al español.

Cuen­ta la tradi­ción en el Evan­ge­lio de Mateo que los magos vinieron de Ori­ente guia­dos por una estrel­la has­ta Belén y en el camino vis­i­taron a Herodes el Grande en Jerusalén (cen­tro hoy de con­frontación entre país­es) y le pre­gun­taron por el nacimien­to del Rey de los Judíos. Tras con­sul­tar a los escribas ver­sa­dos en la Bib­lia, el monar­ca les con­tó que el niño debía nac­er en Belén según las pro­fecías y les pidió de regre­so con­tar­le el sitio exac­to para ir él tam­bién a ado­rar­lo, pero su per­ver­sa inten­ción era dar­le muerte.

Lo encontraron en Belén

Los magos hal­laron en Belén a Jesús recién naci­do, lo ado­raron y le dieron oro, rep­re­sen­tan­do su nat­u­raleza real, pre­sente con­feri­do a los reyes, incien­so que rep­re­sen­ta su nat­u­raleza div­ina, emplea­do en el cul­toa Dios y mir­ra, com­puesto embal­samador para los muer­tos, rep­re­sen­tan­do el sufrim­ien­to y muerte futu­ra de Jesús. Por el hecho de traer tres dones, se dio por sen­ta­do que eran tres los per­son­ajes que los traían, aunque algu­nas tradi­ciones han señal­a­do que eran cua­tro, siete y has­ta doce magos.

El reli­cario de los Reyes Magos es el sar­cófa­go de oro más vis­i­ta­do en Europa y fue dis­eña­do por el orfebre medieval Nicholas de Ver­dun, en el que se guardan los hue­sos de los Tres Reyes de Ori­ente. El reli­cario que mandó con­stru­ir Felipe de Heins­berg, comen­zó a realizarse en 1180 y se ter­minó en el año 1225, tiene tres escul­turas de oro de los pro­fe­tas y após­toles y esce­nas de la vida de Cristo. Los restos mor­tales de los Tres Reyes Magos que cruzaron miles de kilómet­ros hace más de 2 mil años para ado­rar al niño Jesús recosta­do en su pese­bre al lado de sus padres, José y María, reposan en la Cat­e­dral de Colo­nia, Alemania

Adver­tidos por un sueño de las inten­ciones del rey Herodes, los magos no volvieron a Jerusalén y lo evadieron, entonces el mal­va­do ordenó dar muerte a todos los niños menores de dos años res­i­dentes en Belén, episo­dio cono­ci­do como la matan­za de Belén. Un nue­vo men­saje celes­tial advir­tió a José de la ame­naza y él huyó a Egip­to con María para sal­var al niño.

La primera vez que se les men­ciona como cono­ce­mos hoy a los Reyes Magos es en la igle­sia de Apol­li­naire Nuo­vo (Róde­na, Italia) donde el friso de la ima­gen está dec­o­ra­do con mosaicos de medi­a­dos del siglo VI con la pro­ce­sión de las vír­genes, con­duci­da por los tres per­son­ajes vesti­dos a la usan­za per­sa y de gor­ro fri­gio y la inscrip­ción de sus nombres.

El Papa Fran­cis­co con­tó que “los Magos con­sigu­ieron super­ar aquel momen­to críti­co de oscuri­dad en el pala­cio de Herodes, porque creyeron en las Escrit­uras, en la pal­abra de los pro­fe­tas que señal­a­ba a Belén como el lugar donde había de nac­er el Mesías. Así escaparon al letar­go de la noche del mun­do, reem­prendieron su camino y de pron­to vieron nue­va­mente la estrel­la, y el Evan­ge­lio dice que se llenaron de inmen­sa ale­gría”. Her­mosas pal­abras de Fran­cis­co al señalar que “un aspec­to de la luz que nos guía en el camino de la fe es tam­bién la san­ta “astu­cia”, una vir­tud. Se tra­ta de esa sagaci­dad espir­i­tu­al que nos per­mite recono­cer los peli­gros y evi­tar­los. Los Magos supieron usar esta luz de “astu­cia” cuan­do, de regre­so a su tier­ra, deci­dieron no pasar por el pala­cio tene­broso de Herodes”. Astu­ta­mente le sac­aron el cuerpo.

CorreodeLara

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