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José Macario Yépez y su personalidad histórica

 

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista


La vida del padre Macario Yépez estuvo íntimamente vinculada a la tradición espiritual de Barquisimeto. Representó a esta ciudad ante el parlamento nacional en varias oportunidades. Igualmente fue fundador y redactor de El Correo de Occidente. Adquirió una deuda considerable para construir el templo de la Concepción y fue acusado de conspiración y muerte del gobernador de la provincia 

La infan­cia de José Macario tran­scurre en su natal Bar­quisime­to, en donde pres­en­cia los días del pavoroso ter­re­mo­to de 1812. Pero tam­bién es tes­ti­go del trági­co año 14, cuan­do la lucha inde­pen­den­tista mostra­ba su ros­tro más macabro y la ciu­dad mon­u­men­tal qued­a­ba en ruinas.

Pres­bítero y mae­stro José Macario Yépez en 1830

Según el acu­cioso his­to­ri­ador Lino Irib­ar­ren Celis, José Macario provenía de una famil­ia de ori­gen tocuyano, con propiedades y tier­ras en la Ciu­dad Madre, por ello, algunos ensay­is­tas infirieron que el sac­er­dote había naci­do en esos para­jes. 

Otros inves­ti­gadores coin­ci­den que José Macario nació en los primeros días de abril de 10799, en Bar­quisime­to, toda vez que el 23 de ese mes, recibió su bautismo. José Macario vivió en esta ciu­dad has­ta los 16 años, cuan­do se trasladó a El Tocuyo, con el propósi­to de ini­ciar estu­dios de gramática. 

Su madre, doña María Jose­fa Tovar, era ori­un­da de Quí­bor, y su padre, don Fran­cis­co Paula Yépez, nat­ur­al de El Tocuyo, quienes con­tra­jeron nup­cias en Bar­quisime­to. 

Una referencia barquisimetana

Uno de los bar­quisimetanos de may­or trascen­den­cia en la his­to­ri­ografía larense es sin duda el pres­bítero José Macario Yépez, quien rep­re­sen­tó para la primera mitad del siglo XIX, una de las más altas cum­bres del pen­samien­to y la políti­ca. 

A juicio del his­to­ri­ador Lino Irib­ar­ren Celis y del cro­nista Eliseo Sotel­do, el mae­stro Yépez rep­re­sen­ta para Bar­quisime­to un hito, un hom­bre de extra­or­di­nar­ios dotes int­elec­tuales, un gran polemista, un elocuente orador y un bien­hechor en el cam­po de la cul­tura, de la moral y del pro­gre­so de la cap­i­tal larense. 

Sotel­do detal­la que la influ­en­cia del mae­stro Yépez, mar­có pau­ta en la vida espir­i­tu­al de Bar­quisime­to, porque “Con el ejem­p­lo de sus vir­tudes y de sus prédi­cas morales, el mae­stro José Macario Yépez, mar­có el cli­ma de iden­ti­dad espir­i­tu­al, de com­pren­sión y de sol­i­dari­dad social entre los habi­tantes neosego­vianos”. 

En una inves­ti­gación del anal­ista políti­co y abo­ga­do, Jorge Ramos Guer­ra, refiere que Yépez adquir­ió una deu­da con­sid­er­able para edi­ficar el tem­p­lo de la Con­cep­ción de Barquisimeto. 

En una cor­re­spon­den­cia, apun­ta Ramos Guer­ra, envi­a­da al doc­tor Manuela Anto­nio Briceño, fecha­da en Bar­quisime­to el 3 de sep­tiem­bre de 1853, “Soy deu­dor de cer­ca de 2.000 pesos de can­ti­dades que me prestaron en dinero en
efec­ti­vo para con­cluir por mi cuen­ta y ries­go, y sin esper­an­za de reem­bol­so, el tem­p­lo par­ro­quial de esta ciudad”.

Refiere Irib­ar­ren Celis, que a los 13 años de edad, José Macario pres­en­cia la espan­tosa hecatombe del ter­re­mo­to del 26 de mar­zo; el saqueo de la ya destru­i­da ciu­dad por la sol­dadesca real­ista y la emi­gración de numerosas famil­ias patri­o­tas hacia San Car­los, huyen­do de Monteverde. 

Asimis­mo, es tes­ti­go de encar­niza­da per­se­cu­ción, el enjui­ci­amien­to y el destier­ro de los mejores hom­bres de la ciu­dad. Ve con hor­ror a ciu­dadanos hon­or­ables esclav­iza­dos en la con­struc­ción del cuar­tel El Cam­pa­men­to bajo el con­trol mil­i­tar de Oberto. 

Es espec­ta­dor del más cru­el de los exce­sos de las tropas desen­fre­nadas de Ceval­los; sufre en fin, con su pueblo, gran parte de aquel largo dra­ma que se ini­ció con el sis­mo y se pro­lon­ga has­ta 1821.

Su iniciación apostólica

Sub­raya Irib­ar­ren Celis, que en abril de 1819, José Macario, ya deci­di­do a optar por una car­rera al ser­vi­cio de Dios, par­tic­i­pa como aspi­rante por una beca cor­re­spon­di­ente a los jóvenes de Bar­quisime­to para ingre­sar al Real Cole­gio Tri­denti­no de Caracas. 

Envía entonces el joven Yépez una cor­re­spon­den­cia al pro­vi­sor y vic­ario gob­er­nador del Arzo­bis­pa­do, pres­bítero José Vicente Maya, a fin de atender
dicha solic­i­tud “… de seguir estu­dios en la cap­i­tal y no tenien­do medios sufi­cientes para some­terme a ellos, estoy en pre­tender la beca sem­i­nar­ia a que como uno de sus hijos ten­go derecho”.

Este his­to­ri­ador cita que San­ti­a­go Vil­la­lon­ga, hom­bre acau­dal­a­do de la región, regi­dor decano de Bar­quisime­to y cus­to­dio de los intere­ses de la Coro­na, “has­ta el extremo de haber efec­tu­a­do via­je a Cara­cas para denun­ciar ante el capitán gen­er­al la con­spir­ación rev­olu­cionar­ia que en 1808 se lle­va a efec­to en Bar­quisime­to” había sufra­ga­do la beca de estu­dios de José Macario des­de 1819 has­ta 1824, “demostran­do gran apli­cación al estu­dio y con­duc­ta ejem­plar”. 

Simultánea­mente, José Macario sigu­ió estu­dios en la Uni­ver­si­dad de Cara­cas, en donde obtu­vo el títu­lo de bachiller en Filosofía en 1822, y dos años más tarde, se graduó de mae­stro en la mis­ma especialidad. 

El 11 de junio de 1824, el ya mae­stro José Macario, solic­itó al vic­ario capit­u­lar de Cara­cas, doc­tor José Suárez Agu­do, le despachara letras dimiso­rias con el propósi­to de diri­girse a Méri­da a ordenarse con el obis­po de aque­l­la dióce­sis, Lazo de La Vega, acto que se con­sumó el 10 de octubre de ese año, en el Monas­te­rio de San­ta Clara.

Defendió a la iglesia y a su pueblo

José Macario fue posee­dor de un gran sen­timien­to cris­tiano de amor y altru­is­mo en sus primeros años como evan­ge­lista. Con deber sagra­do asume pos­turas al ser­vi­cio de la sociedad, de los más nece­si­ta­dos, de la igle­sia y en defen­sa de la vida espir­i­tu­al de su pueblo. 

Pos­te­ri­or­mente, rige este sac­er­dote la mem­o­rable escuela de La Trinidad y Gramáti­ca Castel­lana, fun­dan­do la Cát­e­dra de Filosofía y Latinidad, des­de donde habrán de ger­mi­nar emi­nentes hom­bres la patria, como Vicente Amen­gual, Nicolás Gil, los doc­tores Tamayo, Can­de­lario Varela, Anto­nio María Sotel­do, entre
tan­tos otros. 

Pron­to asum­ió José Macario con tem­ple de acero, la defen­sa de los dere­chos de la igle­sia ame­naza­dos por las refor­mas de las cor­ri­entes políti­cas de la época, impues­tas a la orga­ni­zación eclesiástica. 

Ascendente carrera política

Ramos Guer­ra describe en su libro La Con­fe­sión del Cólera, que Yépez se iden­ti­ficó con la causa con­ser­vado­ra y alcanzó difer­entes escaños como diputa­do ante el Con­gre­so Nacional, en el peri­o­do 1841–1844, además con­sigu­ió la vicepres­i­den­cia de la Cámara de Rep­re­sen­tantes entre 1842–1843.

Pro­ce­sión de la ima­gen de la Div­na-Pas­to­ra. Plaza Macario Yépez 1956

Fue senador en rep­re­sentación de Bar­quisime­to en 1846 y pre­sidió la Jun­ta Region­al para repa­tri­ar los restos mor­tales del Lib­er­ta­dor Simón Bolívar. 

Las labores de peri­odista no pudieron fal­tar, fun­dan­do y redac­tan­do El Correo de Occi­dente, vocero infor­ma­ti­vo de la Aso­ciación de Con­ser­vadores de Bar­quisime­to, del cual era su vicepres­i­dente para 1849. 

La conspiración

En el año de 1854, el pres­bítero José Macario Yépez, jun­to a otras per­son­al­i­dades de la ciu­dad, se vio involu­cra­do en el asesina­to del gob­er­nador de la Provin­cia Bar­quisime­to, Martín María Aguina­galde y del jefe políti­co de Cabu­dare, José Par­ra, hecho ocur­ri­do el 12 de julio del cita­do año.

El cro­nista Sotel­do asien­ta, que el mae­stro Yépez fue detenido y traslada­do a Cara­cas, “pero poco duró pre­so. Fue liberado”.

Sacrificio del sacerdote

“El hecho que mar­có su vida (la de José Macario Yépez) y lo per­petúa en la his­to­ria de la patria, es la acti­tud asum­i­da en 1856, cuan­do una ter­ri­ble epi­demia diezma­ba a la población de Bar­quisime­to, y ante la pres­en­cia de la sagra­da ima­gen de la Div­ina Pas­to­ra, traslada­da des­de el pueblo de San­ta Rosa a la ciu­dad, ofrece su vida a cam­bio de la errad­i­cación de la peste. 

Sucedió que el padre enfer­mó de cólera que degen­eró en tifus, lo cual pro­du­jo su muerte el 16 de junio de ese año 56. Sus restos fueron deposi­ta­dos en el cemente­rio de San Juan”, ano­ta el cro­nista Soteldo.

Fuente: Lino Irib­ar­ren Celis, Sem­blan­zas Neosego­vianas del Pro­cer­a­to de Bar­quisime­to. Cara­cas 1966
Eliseo Sotel­do. Ano­ta­ciones Históri­c­as de la Ciu­dad de Bar­quisime­to 1801–1854
Jorge Ramos Guer­ra. La Con­fe­sión del Cólera. Bar­quisime­to 1998

CorreodeLara

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