CrónicasSemblanzas

El enfermero más antiguo de Cabudare

 

Es considerado un patrimonio viviente del municipio Palavecino, por su conducta intachable y vocación de servicio. Más de 45 años ininterrumpidos ejerciendo labores de enfermero y médico rural. Fue asimismo concejal, presidente del ayuntamiento cabudareño y heredero de un apellido de estirpe histórica

 
En una casa amplia de techo alto y tejas cen­te­nar­ias, con un por­tal en madera que evo­ca tiem­pos remo­tos, de colum­nas colo­niales con un zaguán reple­to de plan­tas orna­men­tales, vive don Felipe Cruz Ponte Hernán­dez, recono­ci­do enfer­mero y hom­bre de gran valía entre los moradores de la sin­gu­lar comar­ca cabudareña.
 
Esta casona está mar­ca­da para siem­pre con el estig­ma de un apel­li­do glo­rioso, pues perteneció al valiente gen­er­al Nicolás Patiño, primer Pres­i­dente Con­sti­tu­cional del Gran Esta­do de Barquisimeto.
 
Entre recuer­dos gratos y la vista sega­da por los años, tran­scur­ren los días de este hom­bre ejem­plar. Su aun lúci­da memo­ria deja escur­rir entre las gri­etas los instantes efímeros de su juven­tud remo­ta con relatos fasci­nantes del Cabu­dare rur­al, de cuan­do no existía la luz eléc­tri­ca y sólo algu­nas esquinas ostenta­ban faroles de kerosén “que se encendían mucho antes de lle­gar el ocaso”.
 
Tam­poco existían los automóviles y las pocas calles exis­tentes eran de tier­ra. Las casas se podían con­tabi­lizar fácil­mente y la may­oría esta­ban con­stru­idas de bahareque. “pero el pueblo tenía una gran activi­dad com­er­cial”, apun­ta en uno de sus libros don Vidal Hernán­dez, his­to­ri­ador y tío de este emi­nente enfermero. 
 
Más de 45 años de ser­vi­cio como enfer­mero y fun­cionario públi­co es la cuen­ta de este noble ciudadano
En ese esce­nario, y fru­to del amor de Isabel Hernán­dez y José María Ponte, nació Felipe, el 20 de abril de 1918, en una casona col­in­dante con la calle Real, muy cer­cana a la fron­dosa cei­ba que res­guardó al Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var en su primera visi­ta al afa­ble poblado.
 
Allí tran­scur­rió su infan­cia, y a tem­prana edad asis­tió a la Escuela Fed­er­al Número 16, apren­di­en­do las primeras letras bajo la direc­ción de los insignes mae­stros Petra Oroz­co y Vir­gilio Arza­ga, com­par­tien­do el pequeño recin­to educa­ti­vo con Jesús María Agüero y Dante José Rojas Val­bue­na, entre otros nota­bles hijos de este pueblo.
 

El enfermero de Cabudare

 
La pasión ardorosa del joven Felipe y su abne­ga­do espíritu de ser­vi­cio lo llevó a inscribirse en un cur­so medio de enfer­mería dirigi­do por los doc­tores Hon­o­rio Sigala, Pres­i­dente del esta­do Lara, y Pedro Rodri­go Ortiz, quienes lo emplazaron a realizar tales estu­dios debido a que Cabu­dare carecía de un enfer­mero y él, servi­dor incans­able, exhibía ese per­fil.
 
Así, a los diecisi­ete años de edad, y luego de dos años, ya Felipe esta­ba cer­ti­fi­ca­do para “colo­car inyec­ciones, sutu­rar heri­das, diag­nos­ticar enfer­medades y rec­etar medica­men­tos”, apun­ta con una mar­ca­da y radi­ante son­risa este enfer­mero, blasón y glo­ria de la comar­ca cabu­dareña.
 
Si bien es cier­to que don Felipe Ponte dedicó cuarenta y cin­co años de ser­vi­cio como pro­fe­sion­al de la enfer­mería, antes, y por razones de salud públi­ca, don Héc­tor Rojas Meza, otro cabu­dareño y hom­bre de letras, ejer­ció estas fun­ciones, en 1918, como con­se­cuen­cia fatal de la Gripe Española.
 
Con su hija Car­men de Rodríguez, quien obtu­vo como lega­do la labor de enfer­mera, ofi­cio que ejer­ció durante muchos años
-Recuer­do que los médi­cos, algunos prove­nientes de Cara­cas, eran muy rígi­dos. Las clases comen­z­a­ban con el can­tar de los gal­los y sin pér­di­da de tiem­po prin­cip­i­a­ban las char­las, algu­nas con prác­ti­cas inclu­idas y regaños a cada rato al momen­to de una equiv­o­cación, expli­ca don Felipe con el recuer­do ínte­gro en su ani­ma­da tertulia.
 
Sostiene que al cur­so de enfer­mería asistieron recono­ci­das parteras de ofi­cio de ese Cabu­dare aldeano, como: María Agusti­na Valero, Bár­bara López, Feli­pa Giménez, entre otras, “y apro­baron el cur­so con muy buen rendimien­to académico”.
 
Recuen­ta tam­bién que la úni­ca bot­i­ca exis­tente en Cabu­dare era regen­ta­da por el doc­tor Fer­rer, grad­u­a­do en Méri­da, “y era un hom­bre muy ser­vi­cial y espe­cial, la may­oría de veces la gente acud­ía a su far­ma­cia a solic­i­tar algu­na med­i­c­i­na y al ver el cos­to, desilu­sion­a­dos la regresa­ban, pero él les decía llévela y luego me la paga. Llegó a este mun­do con la expre­sa mis­ión de hac­er­le bien a la humanidad”.
 

Un largo transitar

-La med­icatu­ra era una casita vieji­ta de car­ri­zo y tejas donde habían dos camas sola­mente y esta­ba ubi­ca­da frente a la plaza Bolí­var de Cabu­dare, en la calle San­ta Bár­bara, donde es hoy la sede de la Inspec­toría de Trán­si­to Ter­restre. Allí tra­ba­jé como enfer­mero trein­ta y ocho años, recuen­ta don Felipe Ponte con añoranza.
 
Remem­o­ra Naudy Salguero, pri­mogéni­to de don Felipe y ex con­ce­jal del munici­pio, que “era ruti­na de papá abrir todos los días, a la cin­co de la mañana, el dis­pen­sario médi­co. Pero sus ini­cios fueron en el Hos­pi­tal de la Cari­dad, lo que es hoy el Museo de Bar­quisime­to”. 
Don Felipe Ponte es heredero de un lina­je históri­co. Su famil­ia llegó a Venezuela, proce­dente de España, en el siglo XVII
En fasci­nante rela­to, Salguero describe, que “se lev­anta­ba a la hora que fuese nece­sario para diri­girse, des­de su casa de habitación has­ta cualquier lugar, para sum­in­is­trar­le el tratamien­to a algún enfermo”.
 
La mís­ti­ca y ded­i­cación demostra­da por don Felipe tenía un sel­lo espe­cial, “y cuan­do el tratamien­to era con­tin­uo y amer­i­ta­ba su sum­in­istro o con­trol muy segui­do, papá era la per­sona más rig­urosa en cuan­to a eso se refer­ía. Era como esos médi­cos de cabecera que dor­mían en una sil­la o catre muy cer­ca de los pacientes”, nar­ra Salguero sin adver­tir su pro­fun­da admiración.
 
Don Felipe Ponte es un hom­bre alto, con voz agu­da, de buen talante y audaz con­ver­sador. Des­cubre en su mira­da y gestos, que en su época de mozo, fue un hom­bre apuesto y elegante.
 
-Papaí­to luego de salir de la med­icatu­ra, se iba a pie a recor­rer los caseríos forá­neos como El Plac­er, El Tamarindo, El Taque, Papelón, El May­al y Coco e´ Mono, para vis­i­tar a los enfer­mos y rec­etar­los. En ese ínterin se llev­a­ba una libre­ta y un maletín que con­tenía difer­entes solu­ciones y todo el mate­r­i­al de enfer­mería”, comen­ta Car­men de Rodríguez, enfer­mera e hija de don Felipe, al tiem­po que se ane­ga­ban sus ojos de lágri­mas fáciles.
 
Por otra parte, Arge­nis Latiegue, describe que a don Felipe se le veía cam­i­nan­do en difer­entes sec­tores de Cabu­dare, “con su maletín, una guayabera blan­ca y un som­brero de ala cor­ta como el del doc­tor José Gre­go­rio Hernández”.
 
Pero don Felipe trascendió las fron­teras y sus angus­ti­a­dos deseos de aten­der a la población lo lle­varon a tier­ras sanareñas, donde per­maneció dos años “en el puesto de socor­ro del pobla­do, donde dor­mía en un cuar­ti­co con­tiguo a la sala de cura”.
 

Hijo Ilustre de Palavecino

La labor mer­i­to­ria de don Felipe Ponte fue recono­ci­da años más tarde, pero al enter­arse de que el Con­ce­jo Munic­i­pal lo nom­braría Ciu­dadano Hon­or­able del Dis­tri­to, aquel 12 de octubre de 1974, pade­ció por un instante de des­dicha, pues, aun insiste “que sólo cumplía con un tra­ba­jo, y lo hacía colo­can­do toda mi vol­un­tad al ser­vi­cio de la gente”.
Naudy Salguero, su pri­mogéni­to, heredó parte de la trayec­to­ria de su famil­ia, pues ha
ejer­ci­do 
como con­ce­jal de Palave­ci­no en var­ios periodos
En ese entonces, y en acuer­do de la Cámara Munic­i­pal, rubri­ca­da por su pres­i­dente Pas­tor Alber­to Pala­cios, se le otorgó una bonifi­cación de estí­mu­lo y una pen­sión vital­i­cia, de 600 bolí­vares de los de antes, que luego, y por igno­ran­cia de los ediles elec­tos del gob­ier­no rev­olu­cionario, sus­pendieron la insignif­i­cante asi­gnación, con un infe­liz ale­ga­to pro­pio de la inopia atre­v­i­da.
 
Pero quizá el reconocimien­to más sig­ni­fica­ti­vo y mere­ce­dor lo efec­tuó el gob­ier­no region­al en con­jun­to con el Ejec­u­ti­vo nacional al inau­gu­rar el mod­er­no Ambu­la­to­rio de Cabu­dare, el 10 de noviem­bre de 1994, y reg­is­trar como su epón­i­mo a don Felipe Ponte Hernández.
 
Al acto asistieron diver­sas per­son­al­i­dades, tan­to nacionales como locales, incluyen­do al entonces gob­er­nador del esta­do Ibrahim Sánchez Gal­lar­do y Car­los Segu­ra como alcalde de Palavecino.
 
Más tarde, en el año 2006, don Felipe se hizo acree­dor de la Orden Cristóbal Palave­ci­no, en su Ter­cera Clase, máx­i­ma dis­tin­ción que con­fiere la munic­i­pal­i­dad palaveci­nense “a los más dis­tin­gui­dos ciu­dadanos en reconocimien­to a los méri­tos, ser­vi­cios y aportes”.
 
En ese entonces, la primera autori­dad munic­i­pal ofre­ció públi­ca­mente la con­struc­ción de una casa nue­va para “el hijo ilus­tre de Palave­ci­no”, pero nue­va­mente, el enfer­mero de Cabu­dare quedó en el lúgubre silen­cio e ingra­to olvi­do, pero con la frente en alto y la con­cien­cia serena.
 
Hoy se le divisa sat­is­fe­cho de su ejem­plar pro­ced­er. Hoy y has­ta el con­fín de los sig­los, será ejem­p­lo impere­cedero.
 

Digno representante del pueblo

Felipe Ponte tam­bién par­ticipó acti­va­mente en la políti­ca cabu­dareña, y como mues­tra ejem­plar lo encon­tramos rep­re­sen­tan­do con hidal­guía los intere­ses de su ter­ruño, en 1945, como pres­i­dente del Cabil­do en com­pañía de Domin­go Guédez, Vicente Castil­lo, José de los San­tos Guédez, Daniel Mozón, Augus­to Casamay­or, Hora­cio Mogol­lón, Nel­son Linarez, Mar­cos Sánchez y como sec­re­tario interi­no: Pom­peyo Rojas, “pero cuan­do el golpe a Rómu­lo Gal­le­gos, el 24 de noviem­bre de 1948, nos sac­aron a empu­jones de nue­stros car­gos, que eran ad honorem”.
 
De igual for­ma está pre­sente en la direc­ti­va del Con­ce­jo Munic­i­pal en 1949, con el car­go de Síndi­co Procu­rador, en el 52, ya como con­ce­jal, admin­is­tra la segun­da vicepres­i­den­cia del ayun­tamien­to, y del 56 al 58 ocu­pa nue­va­mente el car­go de procu­rador local.
 
Al restable­cerse la democ­ra­cia vene­zolana, el 23 de enero de 1958, don Felipe Ponte pre­side la Jun­ta Admin­is­tra­ti­va del naciente con­ce­jo democráti­co, en com­pañía de Jus­to Rivero, Anto­nio Pérez, Juan Irene Vásquez, Agustín Gómez, Roseliano Pala­cios y Julio Álvarez Casamay­or. 
 

Un apellido de abolengo

Según inves­ti­ga­ciones del his­to­ri­ador Tay­lor Rodríguez Gar­cía, Cro­nista Ofi­cial del munici­pio Palave­ci­no, reseña que don José María Ponte, padre de don Felipe, fue miem­bro de la Jun­ta de Socor­ro fun­da­da en Cabu­dare para com­bat­ir la gripe española.

Asimis­mo, señala que el apel­li­do Ponte es muy antiguo en juris­dic­ción cabu­dareña, “pues ya para finales del siglo XVIII ya existía la famil­ia Ponte en la aldea, apare­cen unos propi­etar­ios de unidades de pro­duc­ción en el camino que va hacia Sarare, exac­ta­mente en la hacien­da Los Cristales”.
 
Desta­ca el inves­ti­gador que la famil­ia Ponte que se asien­ta en la ciu­dad tenían raíces canarias, “pues encon­tramos un Juan de Ponte que donó dinero en efec­ti­vo para la con­struc­ción de la igle­sia matriz San Juan Bautista de Cabu­dare, en febrero de 1818, así como tam­bién con­cedió un ter­reno en el pleno cas­co central”. 
 
Rodríguez sostiene que el his­to­ri­ador José Ramón Brito rescató para la his­to­ria el nom­bre de Juan de Dios Ponte, quien fue Gob­er­nador de la Provin­cia de Bar­quisime­to y entre sus políti­cas desar­rol­ladas le otorgó cuan­tiosas con­tribu­ciones a los pequeños pro­duc­tores agrí­co­las. Tam­bién tra­jo para Cabu­dare el primer ser­vi­cio de aguas blancas.
 
Otro Ponte de vital impor­tan­cia es un homón­i­mo de don Felipe, quien fue nom­bra­do por el Gen­er­al en Jefe José Tadeo Mon­a­gas, el 15 de abril de 1856, Primer Coman­dante del batal­lón N° 3 de la Mili­cia Nacional del Can­tón Gua­nari­to de la Provin­cia de Portuguesa.
 
Aco­ta el cro­nista, que el referi­do Felipe Ponte, antes, en 1835 apun­ta en un trascen­den­tal doc­u­men­to local­iza­do en el Archi­vo Gen­er­al de la Nación, las primeras estadís­ti­cas ofi­ciales sobre Cabu­dare.  
 
-Pero el primer Ponte que llegó a Cara­cas, en julio de 1603, se llamó Juan de Ponte y que tres años más tarde ocupó el car­go de Procu­rador Gen­er­al de la nación, dato que recoge el cro­nista Ismael Sil­va Mon­tañés, en sus cua­tro grandes tomos tit­u­la­dos Hom­bres y Mujeres del Siglo XVI Vene­zolano, y no es casu­al que nos encon­tremos con otro Juan de Ponte, un siglo después en Cabu­dare, ano­ta Rodríguez. Igual­mente es glo­ria de Cabu­dare don José Anto­nio Ponte.
 

Luis Alberto Perozo Padua

Foto desta­ca­da: En esta pin­tu­ra desta­ca don Felipe Ponte en sus años mozo, es propiedad del Ambu­la­to­rio de Cabu­dare, insti­tu­ción que lle­va su nombre

CorreodeLara

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