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198 Años de la toma de Puerto Cabello: mitos y anécdotas

Luis Heraclio Medina Canelón
Abogado — Historiador

En esta sem­ana cel­e­bramos la toma de Puer­to Cabel­lo, pun­to final a dom­i­nación de la coro­na españo­la en Venezuela.  Puer­to Cabel­lo había per­maneci­do en manos real­is­tas durante toda la guer­ra des­de que la plaza fuera per­di­da por el entonces coro­nel Simón Bolí­var en 1812. A difer­en­cia de otras ciu­dades que pasa­ban alter­na­ti­va­mente de manos real­is­tas a repub­li­canas, por once años inin­ter­rumpi­dos el pabel­lón del rey ondeó en Puer­to Cabello.


Para 1823 el enclave español de Puer­to Cabel­lo con­sti­tuía una ame­naza: por una parte, servía de base de opera­ciones para ataques a tier­ra firme ya que de allí partieron var­ios con­tin­gentes real­is­tas (de llaneros y cori­anos prin­ci­pal­mente) que trataron de recon­quis­tar espa­cios a favor de la coro­na en el occi­dente y en los llanos. Muchos creen que luego de Carabobo no se com­bat­ió más, pero no es así; después del tri­un­fo de Carabobo des­de Puer­to Cabel­lo salieron unidades mil­itares para tratar de tomar Valen­cia y los llanos, pro­ducién­dose com­bat­es en Nagua­nagua y los llanos cojedeños. Igual­mente ase­gu­raron posi­ciones en el occi­dente del país (Zulia, Fal­cón y Yaracuy).

Asimis­mo, existía el temor de una nue­va fuerza expe­di­cionar­ia que viniera des­de Europa, Puer­to Rico o Cuba, para reestable­cer el dominio español y un impor­tante puer­to era un pun­to clave para lograr esta incursión.

Pero para enten­der la acción que cel­e­bramos en estos días hay que saber cómo era aquel Puer­to Cabel­lo, muy dis­tin­to geográ­fi­ca­mente hablan­do al que cono­ce­mos hoy, ya que durante el siglo XX se mod­i­ficó mucho el panora­ma: se ganaron al mar impor­tantes lenguas de agua que rode­a­ban a la antigua ciu­dad que llam­a­ban “puente aden­tro” o “la ciu­dadela” y que esta­ba por lo tan­to ais­la­da y sep­a­ra­da de los arra­bales o “puente afuera”. Aque­l­la ciu­dad “puente aden­tro” esta­ba tam­bién pro­te­gi­da por una serie de for­ti­fi­ca­ciones o “balu­artes”, varias mural­las y esta­cadas y un foso inun­da­do de unos dos met­ros de pro­fun­di­dad. Esta parte esta­ba sep­a­ra­da de los arra­bales por un puente levadi­zo. Hoy no exis­ten esos balu­artes, ni las esta­cadas y las zonas que esta­ban sumergi­das y llenas de manglares han sido drenadas y rel­lenadas y urbanizadas.

Entonces, en 1823 era casi imposi­ble pen­e­trar en la ciu­dadela, rodea­da por agua, manglares y fortificaciones.

Mas allá, y sep­a­ra­do de la ciu­dad, está el Castil­lo San Felipe.

Existe en mucha gente la errónea creen­cia de que en noviem­bre de 1823 Páez con sus llaneros asaltó el castil­lo San Felipe, pero eso es una fábu­la que proviene de los artis­tas autores de los escu­d­os del esta­do Carabobo y del munici­pio Puer­to cabel­lo, donde rep­re­sen­tan una fan­tasía de llaneros a cabal­lo asaltan­do el castil­lo. Eso no ocur­rió jamás.

Lo que pasó en real­i­dad es que Páez asedió a Puer­to Cabel­lo por bas­tantes días, logran­do tomar posi­ciones, entre ellas cap­turó el Fortín Solano y algún otro balu­arte. Tam­bién logró cor­tar­le el sum­in­istro de agua que le lle­ga­ba por el río que fue desvi­a­do, dejan­do al pobla­do sin agua y con las pro­vi­siones escasas.

Toma de Puer­to Cabel­lo, por Pedro Castil­lo, en la Casa Páez de Valencia.

Así las cosas, los repub­li­canos obtienen por medio de un escla­vo del señor Istue­ta, lla­ma­do Julián, la pre­cisa infor­ma­ción de cómo lle­gar has­ta la ciu­dad vade­an­do el manglar por una sen­da, donde si bien el agua les lle­ga­ba has­ta el pecho, no era más pro­fun­da que eso. Con esta valiosa infor­ma­ción Páez evi­taría un asalto frontal que causaría muchísi­mas bajas con un resul­ta­do incier­to, y podría más bien inten­tar un ataque sor­pre­sa, por un lugar dónde no lo esper­arían, en lo que hoy lla­maríamos una “operación tipo comando”.

Aho­ra bien, si bien el pobla­do esta­ba toma­do a san­gre y fuego, no ocur­rió lo mis­mo con el castil­lo. Allí su coman­dante el coro­nel Manuel Car­rera y Col­i­na ter­ca­mente tra­ta de resi­s­tir, en la esper­an­za de que pudier­an lle­gar apoyos por mar, pero el día diez de noviem­bre pro­pone una capit­u­lación que Páez acep­ta en todas sus partes.  Cin­co días después der­ro­ta­dos, pero con hon­or, las últi­mas tropas real­is­tas en Venezuela, con lágri­mas en los ojos proce­den a arri­ar la ban­dera españo­la con el fon­do del redoble de tam­bores y en cor­rec­ta for­ma­ción y se embar­can en naves colom­bianas rum­bo a Cuba.

Castil­lo San Felipe de Puer­to Cabello

Para finalizar, tres anéc­do­tas o datos curiosos sobre la toma de Puer­to Cabello:

El últi­mo ofi­cial del rey en rendirse a los patri­o­tas en la guer­ra de inde­pen­den­cia, el coro­nel Manuel Car­rera y Col­i­na, coman­dante del Castil­lo San Felipe, no era español; era vene­zolano, cori­ano, para más señas. La región de Coro fue siem­pre leal al rey y de allí partieron muchos de los más fieros defen­sores de la monar­quía. Esto rat­i­fi­ca, una vez más, que la guer­ra de inde­pen­den­cia no fue una guer­ra con­tra una nación inva­so­ra: era una guer­ra en la que lucha­ban her­manos con­tra her­manos, unos que querían la sep­a­ración con­ta los que lucha­ban por estar unidos a la madre patria.

Gen­er­al José Abreu de Lima.

Como otro dato curioso, uno de los per­son­ajes impor­tantes de la toma de Puer­to Cabel­lo es el coro­nel José Abreu de Lima. No era vene­zolano; era brasileño. Fue uno de los más fieles ofi­ciales del Lib­er­ta­dor, como int­elec­tu­al fue redac­tor del Correo del Orinoco, y como sol­da­do com­bat­ió en Pan­tano de Var­gas, Boy­acá, la deci­si­va de Carabobo y la naval de Mara­cai­bo y remató en la últi­ma de Puer­to Cabel­lo. Com­pañero de Sucre en las batal­las del Sur y tenaz defen­sor de la Colom­bia de Bolí­var.  Acom­pañó al Lib­er­ta­dor en sus últi­mos días en San­ta Mar­ta. Adver­sa­do por San­tander tuvo que irse de Colom­bia y luego tuvo acti­va vida políti­ca en su Brasil natal.

Un per­son­aje clave para la acción fue el negro Julián Ibar­ra o Istue­ta (un escla­vo de la famil­ia Ibar­ra primero y luego de los Istue­ta), que fue quien guio a las tropas por el manglar para poder entrar en la ciu­dadela. Luego de la vic­to­ria, Páez lo nom­bró capitán del ejérci­to, y le regaló una mula con sus aper­os, una bue­na casa en Puer­to Cabel­lo y 500 pesos. 

Una for­tu­na que el escla­vo jamás hubiera imag­i­na­do ten­er. Pero el negro Julián esta­ba libre de sus dueños, pero seguía escla­vo de su igno­ran­cia y sus bajas pasiones. Se dedicó a las malas com­pañías y al juego. No tra­ba­jó y en poco tiem­po empeñó la mula, vendió los aper­os, gastó los 500 pesos en jue­gos y tam­bién perdió la casa.

Ima­gen mera­mente referencial

Un aci­a­go día jun­to con otros antigu­os esclavos asaltaron a un modesto com­er­ciante que venía en un bote con su famil­ia con algún dinero pro­duc­to de la ven­ta de su agri­cul­tura. Asesinaron al com­er­ciante, a su esposa, la sirvien­ta y a los tres trip­u­lantes del bote. Una pequeña niña se salvó escon­di­da, pero lo vio todo. Al poco tiem­po recono­ció al “capitán” Julián, quien fue enjui­ci­a­do y ahor­ca­do por el ter­ri­ble homicidio.

Fuentes

Dao, Miguel Elías. El Negro que le dio la espal­da a la Glo­ria. Cor­po­ración Uni­ver­so. Cara­cas. 1981

Dao, Miguel Elías. El Últi­mo Bastión de Castil­la. Impre­so­ra Artes. 1972

De Armas Chit­ty. His­to­ria de Puer­to Cabel­lo. Edi­ciones del Ban­co del Caribe C.A. Cara­cas 1974

Antecedentes Históri­cos de la Guardia de Hon­or. Rincón Pacheco, José Ruper­to y otros. Imprenta Nacional Cara­cas. 1968

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

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