CrónicasHistoria

Operación Caracas: El Porsche que desafió el océano, las leyendas y la historia

Luis Alber­to Per­o­zo Padua
Peri­odista espe­cial­iza­do en cróni­cas históricas
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@LuisPerozoPadua

En noviem­bre de 1955, bajo el rég­i­men de Mar­cos Pérez Jiménez y su estrate­gia de mod­ern­ización, Porsche envió un 550 Spy­der en mis­ión espe­cial a Cara­cas. Vuela por aire, com­pite con­tra Fer­rari y Maserati en el Primer Gran Pre­mio del país, y comien­za una saga de ges­tas, ven­tas clan­des­ti­nas y renacimien­tos en pis­tas lejanas. Un via­je úni­co que refren­da el rol de Venezuela en la his­to­ria automotriz

 

Marcos Pérez Jiménez veía en el auto­movil­is­mo un escaparate mod­er­no; no solo impul­só autopis­tas y avenidas, sino que con­ven­ció a fab­ri­cantes como Porsche para traer su escud­ería a Cara­cas. Así nació la Operación Cara­cas: la fábri­ca ale­m­ana autor­izó que el Porsche 550 RS Spy­der (cha­sis #550‑0030) fuera car­ga­do en un avión DC‑6 para ase­gu­rar su par­tic­i­pación en el Gran Pre­mio de Cara­cas del 6 de noviem­bre de 1955.

La lle­ga­da del Spy­der a la pista de Los Próceres, un paseo mon­u­men­tal reple­to de sím­bo­los nacionales fue la mate­ri­al­ización de una estrate­gia: mostrarse ante el mun­do como una nación mod­er­na, al niv­el de Italia o Alemania.

El Pres­i­dente Pérez Jiménez entre­ga el tro­feo del Gran Pre­mio Inter­na­cional de Venezuela al famoso pilo­to argenti­no Juan Manuel Fan­gio — Cir­cuito de Los Próceres 1955

David vs Goli­at en el cir­cuito urbano

Esa mañana, entre 25 coches de élite, el audaz 550 Spy­der com­pi­tió en un traza­do urbano de 4 km frente a car­ros impul­sa­dos por leyen­das como Fan­gio, en un Maserati, o Fer­rari. El Porsche, con motor bóx­er de 1.5 L y ape­nas 550 kg, hizo his­to­ria al quedar octa­vo, resisten­cia pura frente a los gigantes.

Solo 10 autos ter­mi­naron la car­rera debido a las duras condi­ciones del cir­cuito, que incluía largas rec­tas y cur­vas cer­radas, sobre asfal­to áspero.

El desem­peño del Spy­der con­solidó a Porsche como una mar­ca a respetar, espe­cial­mente frente a Fer­rari y Maserati, y se con­vir­tió en oda mecáni­ca a la visión autori­taria del dic­ta­dor sobre el progreso.

Tras el even­to, Porsche evitó los costes de retorno ven­di­en­do el Spy­der local­mente. El Dr. Sosa Izquier­do lo adquir­ió, y luego llegó a manos de Car­los Tai, quien lo pasó a Flori­da para cor­rer en Sebring. Allí fue rec­haz­a­do por “viejo” y vendido.

Esta odis­ea refle­ja la cul­tura vene­zolana de la época: coches de car­rera con­ver­tidos en tesoros civiles, ven­tanas de la mod­ern­ización dic­ta­to­r­i­al que pron­to se difumina­ban con el fin del régimen.

La epopeya americana

El coche rea­parece en 1963, en un lote de autos de Belle Glade, ven­di­do en trueque por una camione­ta Ford. Al año sigu­iente, lle­ga a manos del Team Bru­mos, bajo Bill Beneck­er, quien lo acti­va en com­pe­ten­cias durante una década.

Restau­ra­do luego por Car­rera Motor­sport has­ta su esta­do orig­i­nal, for­ma parte hoy de la céle­bre colec­ción Bru­mos y aparece en exposi­ciones como pieza viva del mito del 550.

Hoy luce una pla­ca con su primer pilo­to, “Huschke”, hom­e­na­je a Huschke von Hanstein, figu­ra clave de Porsche y emba­jador invol­un­tario de la “Operación Caracas”.

Estrate­gia auto­motriz del dictador

Entre 1955 y 1957, la famil­ia Pérez Jiménez pro­movió tres Grandes Pre­mios en Los Próceres, incluyen­do el even­to ofi­cial de 1957 – parte del cal­en­dario mundi­al de resistencia.

Este impul­so fue parte de la nar­ra­ti­va ofi­cial: mod­ernidad, sin­cronización tem­po­ral y pres­ti­gio inter­na­cional, al esti­lo de otras dic­taduras latinoamericanas.

Aunque fueron even­tos cos­tosos y fugaces —el GP de 1957 dejó pér­di­das económi­cas—, sirvieron para pro­mo­cionar a Venezuela en los salones europeos y esta­dounidens­es, y para legit­i­mar el régimen.

La mar­ca imborrable de una carrera

La Operación Cara­cas no solo cruzó un océano y una pista: cruzó fron­teras políti­cas y cul­tur­ales. Un Porsche 550 voló a una cap­i­tal lati­noamer­i­cana para enfrentar máquinas ital­ianas y trazar un para­le­lo entre el poder dic­ta­to­r­i­al y el poder del deporte.

Hoy, el Spy­der se exhibe orgul­loso en un museo esta­dounidense, pero su his­to­ria comen­zó en Cara­cas, con el estru­en­do de motores, el bril­lo del pro­gre­so arti­fi­cial y la fe forza­da en una dic­tadu­ra automotriz.

“Operación Cara­cas” nos recuer­da que, a veces, un coche de car­reras puede ser más que un coche: puede ser la metá­fo­ra en cua­tro ruedas de un rég­i­men, de un sueño, y de su inevitable decaimiento.

¿Quién se atrevería hoy a repe­tir la jugada?

CorreodeLara

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