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A Carlos Andrés Pérez lo esperaba un golpe de Estado (+FOTOS)

Juan José Peralta
Periodista

EL 4 FEBRERO de 1992 se desarrolló en Venezuela el intento de golpe de Estado e intento frustrado de magnicidio en la persona del presidente Carlos Andrés Pérez, comandado por cinco tenientes coroneles del ejército, Hugo Chávez Frías, Francisco Arias Cárdenas, Yoel Acosta Chirinos, Jesús Ortiz Contreras y Jesús Urdaneta, evento que transformó radicalmente la vida política nacional con las consecuencias trágicas que hoy vive la sociedad venezolana


Comence­mos des­de el prin­ci­pio. El 2 de febrero de 1989 en el teatro Tere­sa Car­reño se copió en ani­me y cartón el hemi­ci­clo del Con­gre­so para que la numerosa con­cur­ren­cia inter­na­cional y nacional pudiera apre­ciar con como­di­dad la cer­e­mo­nia de asun­ción de Pérez que has­ta a Fidel Cas­tro invitó al rocam­bo­le­sco sarao, para que Rómu­lo Betan­court se revol­cara en su tumba.

El 16 de febrero, en medio de gran expec­ta­ti­va, CAP pre­sen­tó su pro­gra­ma de ajustes cono­ci­do como “el paque­te”, dis­posi­ciones de libre economía en muchos aspec­tos con­trar­ios al dis­cur­so de toma de pos­esión y las prome­sas elec­torales, con medi­das de apli­cación inmedi­a­ta y otras grad­uales en pla­zos cortos.

Entre esas medi­das se con­tem­pla­ba el incre­men­to anu­al durante tres años de los deriva­dos del petróleo en el mer­ca­do nacional con un primer aumen­to de 100 por cien­to en el pre­cio de la gasoli­na y 30 por cien­to en los pre­cios del transporte. 

Este men­saje echó por el sue­lo las ilu­siones del regre­so a la bonan­za de “La Gran Venezuela” de su primer gob­ier­no. Ese mis­mo día el min­istro de Energía y Minas, Celesti­no Armas, anun­ció los primeros aumen­tos de la gasoli­na para el 26 de febrero y esto fue el det­o­nante de una ines­per­a­da explosión social.

Entre los días 3 y 4 de febrero de 1992 un golpe mil­i­tar fal­li­do inten­tó der­ro­car al entonces Pres­i­dente de la Repúbli­ca, Car­los Andrés Pérez. Estu­vieron com­pro­meti­das en la ason­a­da, guar­ni­ciones mil­itares de los esta­dos Aragua, Carabobo, Miran­da, Zulia y el Dis­tri­to Fed­er­al. El alza­mien­to denom­i­na­do Operación Zamo­ra se ini­ció en la tarde del día 3 y estal­ló en la noche, al retornar al país el pres­i­dente Pérez, luego de su par­tic­i­pación en el Foro Económi­co Mundi­al, en la ciu­dad de Davos (Suiza). Los respon­s­ables eran miem­bros de una agru­pación clan­des­ti­na exis­tente en el seno de las Fuerzas Armadas, cono­ci­da como Movimien­to Boli­var­i­ano MBR-200. Dicha orga­ni­zación fue fun­da­da en 1983 por los entonces cap­i­tanes del Ejérci­to Hugo Chávez Frías, Felipe Acos­ta Car­lés y Jesús Urdane­ta Hernán­dez, quienes se desem­peña­ban como instruc­tores de la Acad­e­mia Mil­i­tar. Foto: Archi­vo Fotográfico/Cadena Capriles

Jamás imag­inó Pérez que 25 días después de su fas­tu­osa toma de pos­esión un  estal­li­do social de históri­c­as pro­por­ciones en Cara­cas y varias ciu­dades del país, ini­cia­ría las difi­cul­tades políti­cas de su gob­ier­no y a par­tir de aque­l­los suce­sos del 27 de febrero y días sub­sigu­ientes el gob­ier­no no pudo deten­er la ines­per­a­da caí­da y nun­ca recu­per­a­da popularidad.

Al día sigu­iente los desór­denes y saque­os des­bor­daron a la policía y los mil­itares entraron a con­tro­lar la situación en los bar­rios, con toda suerte de exce­sos. El pres­i­dente sus­pendió las garan­tías con­sti­tu­cionales par­cial­mente restable­ci­das diez días después, se implan­tó el toque de que­da en Cara­cas y otras ciu­dades lev­an­ta­do grad­ual en los días sigu­ientes. A la sem­ana la cifra ofi­cial de muer­tos pasa­ba de 300 e incal­cu­la­bles las pér­di­das materiales.

Se obvió la impor­tan­cia de la comu­ni­cación social, no se explicó con clar­i­dad el alcance y la sig­nifi­cación y fuerza de las medi­das económi­cas, apresuradas por los min­istros de la economía sin una cam­paña de ablandamien­to a través de los medios. Esa es otra his­to­ria y estos suce­sos han sido estu­di­a­dos y anal­iza­dos como prin­ci­pal antecedente de los alza­mien­tos mil­itares ocur­ri­dos más tarde. 

Des­ig­na­do coman­dante gen­er­al del ejérci­to el 30 de junio de ese fatídi­co 1989, el gen­er­al de división Car­los Julio Peñaloza Zam­bra­no, enter­a­do des­de su tiem­po de direc­tor de la Acad­e­mia Mil­i­tar de las andan­zas de un grupo en una con­spir­ación,  en diciem­bre de ese mis­mo año “detuve a Chávez y a los con­ju­ra­dos para eje­cu­tar en esos días el golpe que final­mente dieron en 1992”. Un golpe anunciado.

Des­de Davos, el pres­i­dente ordenó no deten­er a los con­spir­adores pero ya esta­ban pre­sos y al lle­gar ordenó su lib­er­tad. Des­de cuan­do Chávez era capitán, ya Peñaloza lo había denun­ci­a­do pero en for­ma mis­te­riosa los expe­di­entes habían sido “lava­dos” y no los encon­tró, evi­den­cia de que el ofi­cial sedi­cioso con­ta­ba con apoyos en la intrin­ca­da maraña de las fuerzas armadas.

Por­ta­da de El Nacional 4 de febrero de 1992

Pérez man­tu­vo inal­ter­able su pro­gra­ma y las medi­das rad­i­cales del gob­ier­no a los males económi­cos de la sociedad vene­zolana pro­du­jeron macro­económi­cos resul­ta­dos sat­is­fac­to­rios en los tres primeros años, pero a un exor­bi­tante cos­to políti­co y social.

La cam­paña mediáti­ca no desar­rol­la­da por el gob­ier­no la hicieron sus opos­i­tores y los ene­mi­gos políti­cos de Pérez y así tran­scur­rieron 1990 y 1991, años de protes­tas, pre­siones y has­ta una mar­cha de los pen­de­jos del 15 de agos­to de 1989 se burló de la gestión ofi­cial y crit­icó los recientes casos de cor­rup­ción y del gob­ier­no ante­ri­or de Jaime Lus­inchi en Reca­di, como el de Martha Colom­i­na, pres­i­dente de Vene­zolana de Tele­visión por viáti­cos exager­a­dos de via­jes a Nue­va York y París.

Lenta­mente y en silen­cio en los cuar­te­les se cocin­a­ba el golpe. Peñaloza fue a infor­mar­le a Pérez los detalles de la con­spir­ación en com­pañía del min­istro de la Defen­sa, gen­er­al de división Fer­nan­do Ochoa Antich, quien lo cuen­ta en su libro, “Así se rindió Chávez”. El pres­i­dente se negó a creer­les, pero has­ta en la calle se habla­ba de los comacates (coman­dantes, may­ores, cap­i­tanes y tenientes) agru­pa­dos en el Movimien­to Boli­var­i­ano Rev­olu­cionario MBR.

Existían denun­cias de cor­rup­ción en la cúpu­la mil­i­tar cer­cana a Miraflo­res y del entorno de Cecil­ia Matos, com­pañera sen­ti­men­tal del pres­i­dente, entre ellos el proyec­to Turpi­al y la ven­ta por la empre­sa Mar­gold de un lote de muni­ciones al ejérci­to, nun­ca entre­gadas y pagadas a su vende­do­ra Gar­de­nia Martínez, amante del cubano Orlan­do Gar­cía, jefe de seguri­dad de Pérez.

Peñaloza había sep­a­ra­do a los coman­dantes sedi­ciosos de puestos de coman­do de tropas pero su denun­cia al Con­gre­so del nego­cio de Martínez y la solic­i­tud al pres­i­dente de enjui­ciar a Gar­cía le costó el puesto: el 6 de junio de 1991 fue des­ti­tu­i­do de la coman­dan­cia gen­er­al del ejérci­to. Al poco tiem­po repusieron a los con­spir­adores en los coman­dos de tropas, des­de donde irrumpieron con­tra la Con­sti­tu­ción con las armas de la República.

El 3 de febrero de 1992, en horas de la noche, el ex jefe de Esta­do lle­ga­ba del even­to anu­al del Foro Económi­co Mundi­al, en la ciu­dad suiza de Davos, adonde con­cur­rió a expon­er los detalles de su políti­ca económi­ca y pro­mo­cionar en for­ma direc­ta y per­son­al las inver­siones extran­jeras en el país.

Mien­tras el min­istro Ochoa Antich calla­ba y “des­cans­a­ba” en su casa la ason­a­da se abría camino cuan­do los golpis­tas encabeza­dos por el teniente Miguel Rodríguez Tor­res atac­aron en la noche a La Casona, res­i­den­cia del pres­i­dente donde inten­taron apre­sar­lo, pero Pérez enter­a­do por sus escoltas civiles que algo “raro” sucedía hizo allí una breve escala y sal­ió al pala­cio de Miraflo­res donde las acciones se con­cen­traron poco después.

Des­de allí, a las once de la noche Pérez llamó a Ochoa para decir­le que un batal­lón de tan­ques ata­ca­ba Miraflo­res y el min­istro le pidió salir del pala­cio y anun­ciar un men­saje por tele­visión. Durante la madru­ga­da y primeras horas de la mañana surgieron enfrentamien­tos entre las fuerzas leales al gob­ier­no y los golpis­tas. Una de las imá­genes de más impacto esa noche fue una tan­que­ta del ejérci­to que forz­a­ba entrar por la puer­ta prin­ci­pal del palacio.

Tras horas de incer­tidum­bre, acom­paña­do del jefe de la Casa Mil­i­tar, vicealmi­rante Iván Car­ratú Moli­na y sus escoltas civiles, Pérez sal­ió por los sótanos y escapó en un automóvil asig­na­do al pres­i­dente Lus­inchi, en reparación en el gara­je del pala­cio, yen­do a la tele­vi­so­ra Venevisión, des­de donde se dirigió al país en dos oca­siones para infor­mar sobre la situación y recu­per­ar el con­trol de la situación: “Las fuerzas armadas vene­zolanas están jun­to a su pres­i­dente y su coman­dante en jefe. Son grupo ambi­ciosos los que se han dado a esta crim­i­nal tarea de destru­ir la democracia”.

Hugo Chávez, uno de los coman­dantes golpis­tas fue pre­sen­ta­do ante los medios de comunicación

Cer­ca del mediodía los golpis­tas esta­ban der­ro­tadas en la cap­i­tal pero per­sistían en el inte­ri­or del país has­ta las cua­tro de la tarde del 4 de febrero cuan­do Chávez pidió a las tropas rendirse: “Com­pañeros, por aho­ra, los obje­tivos que nos planteamos no fueron logra­dos en la ciu­dad cap­i­tal, no pudi­mos con­tro­lar el poder”.

Este even­to trans­for­mó rad­i­cal­mente la vida vene­zolana, intro­ducien­do nuevos actores en la esce­na políti­ca y por su pési­ma políti­ca mil­i­tar, ese mis­mo año Pérez enfren­tó un segun­do inten­to de golpe el 27 de noviem­bre encabeza­do por los con­tralmi­rantes Hernán Grüber Odremán y Luis Cabr­era Aguirre y el gen­er­al de la aviación Fran­cis­co Vis­con­ti Osorio.

Todos los par­tic­i­pantes en esta acción fueron lle­va­dos a prisión acu­sa­dos de rebe­lión. Algunos fueron sobre­seí­dos, otros dados de baja y el resto encar­ce­la­dos, después los cabecil­las fueron sobre­seí­dos por Rafael Caldera en 1994, entre ellos Hugo Chávez, para ten­er alian­za con gru­pos de izquier­da que apo­yaron el golpe.

Sería intere­sante saber si algu­na vez Pérez se dis­culpó con Peñaloza Zam­bra­no por no haber­le creí­do sus denun­cias de una con­spir­ación y por qué no des­ti­tuyó a su Alto Man­do Mil­i­tar encabeza­do por Ochoa Antich y san­cionar la ine­fi­cien­cia del jefe de la inteligen­cia mil­i­tar, gen­er­al Her­minio Fuenmayor.

CorreodeLara

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