Categorías: Crónicas

Batalla de Carabobo, el comienzo del fin

José Alfredo Sabatino Pizzolante
Presidende de la Academia de la Historia del estado Carabobo
mail@ahcarabobo.com
@PepeSabatino

El con­trol abso­lu­to del ter­ri­to­rio por parte de las fuerzas repub­li­canas no con­cluye con la vic­to­ria de Carabobo, en junio de 1821, tri­un­fo que, además, tiende a ser vis­to por algunos como la batal­la que pone pun­to final a la guer­ra de inde­pen­den­cia. Se tra­ta, claro está, de una batal­la deci­si­va resul­ta­do de una cuida­dosa cam­paña que meses atrás se desar­rol­la, reanudadas las hos­til­i­dades en abril de aquel año, tras el parén­te­sis de paz que sigue a la fir­ma del Armisti­cio de Tru­jil­lo (1820).

Así, un ejérci­to dis­ci­plina­do, instru­i­do y cohe­sion­a­do en torno al indis­cutible man­do del Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var, comien­za una serie de movimien­tos con­ver­gentes y de dis­trac­ción que ponen en jaque a uno supe­ri­or en número, afec­ta­do por rival­i­dades y con­flic­tos en su línea de man­do, mer­man­do la autori­dad del gen­er­al Miguel de la Torre.

Des­de Tru­jil­lo el gen­er­al patri­o­ta Juan Gómez, parte hacia Gua­nare, al tiem­po que el coro­nel Cruz Car­ril­lo se dirige al Tocuyo y Bar­quisime­to. La división del gen­er­al Bermúdez avan­za sobre Cara­cas en un movimien­to de diver­sión, con­sid­er­a­do por los enten­di­dos como uno de gran impor­tan­cia, pues al tiem­po que ame­naz­a­ba peli­grosa­mente la reta­guardia ene­mi­ga, facil­ita­ba las opera­ciones al gen­er­al Páez y la con­cen­tración de las fuerzas patriotas. 

El gen­er­al Urdane­ta se mov­i­liza des­de Mara­cai­bo, ocu­pan­do varias pobla­ciones has­ta entrar en Coro, mien­tras que el coro­nel Cruz Car­ril­lo alcan­za Bar­quisime­to, distrayen­do las fuerzas ene­mi­gas que tienen poco mar­gen de man­io­bra. Final­mente, el 10 de mayo, el gen­er­al Páez emprende la mar­cha a la cabeza de 1.000 infantes y 1.500 jinetes, para reunirse con las fuerzas del Lib­er­ta­dor en San Car­los, de man­era que al final del día 23 de junio el grue­so de los com­bat­ientes repub­li­canos duerme en la Sabana de Taguanes, cenan y escuchan las ora­ciones del sac­er­dote Pedro Anto­nio Tor­res, capel­lán del ejérci­to, como ante­sala a la batalla.

Es así como al fragor de los muchos movimien­tos de tropas, escara­muzas y estrat­a­ge­mas de lado y lado, se va definien­do el pun­to de choque: la lla­nu­ra de Carabobo. Por segun­da vez ‑la primera fue el 28 de mayo de 1814- se medirían las fuerzas del Rey con los aguer­ri­dos repub­li­canos en un mem­o­rable hecho de armas. Los detalles de la céle­bre batal­la son de todos cono­ci­dos, el libro del Dr. Gon­za­lo Puli­do Ramírez, tit­u­la­do De Carabobo al Cer­ro de la Mona, ofrece nue­va infor­ma­ción al respecto. 

Del lado patri­o­ta, tres divi­siones al man­do de los gen­erales José Anto­nio Páez, Manuel Cedeño y Ambro­sio Plaza, total­izan­do 6.300 hom­bres, bajo la supre­ma con­duc­ción del Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var; por el lado real­ista, en número 5.000 hom­bres, bajo el man­do del gen­er­al en jefe Miguel de la Torre. Sin embar­go, el his­to­ri­ador Puli­do Ramírez esti­ma en 7.586 sol­da­dos el Ejérci­to de Colom­bia, y en 4.181 sol­da­dos el Ejérci­to Español.

Batal­lón del ejérci­to Realista

Solo una hora bastó para que los patri­o­tas se coro­naran de glo­ria, y pusier­an en hui­da al ene­mi­go que se dirige a Valen­cia y, final­mente, Puer­to Cabel­lo, a pon­erse a buen res­guar­do en su plaza fuerte, aunque no sin impor­tantes pér­di­das humanas para los vence­dores que verán morir, entre otros, a Cedeño, Plaza, Far­ri­ar, Came­jo y Mel­la­do. Las pér­di­das real­is­tas, no obstante, fueron may­ores ya que del ejérci­to de la Torre, ape­nas pudieron escapar unos 400 infantes del batal­lón Valencey, sin con­tar los numerosos muer­tos, heri­dos y prisioneros.

Sin embar­go, lejos se esta­ba todavía de ten­er el con­trol total del ter­ri­to­rio nacional, pues Cumaná, Coro, Mara­cai­bo y Puer­to Cabel­lo con­tinu­a­ban bajo con­trol de los españoles, aunque más tarde Fran­cis­co Bermúdez logra hac­erse con Cumaná, sien­do Coro has­ta entonces ocu­pa­da por las tropas real­is­tas al man­do del coro­nel Juan Tel­lo, recu­per­a­da por los patri­o­tas. Lo cier­to es que, a medi­a­dos de 1822, cuan­do se nom­bra a Fran­cis­co Tomás Morales como jefe de las fuerzas real­is­tas en reem­pla­zo de la Torre, la guer­ra es una realidad. 

En junio de ese año, el gen­er­al Car­los Sou­blette es der­ro­ta­do en Daba­juro, Edo. Fal­cón, ini­cian­do Morales des­de Puer­to Cabel­lo la cam­paña de occi­dente con la final­i­dad de tomar Coro, Mara­cai­bo, Tru­jil­lo y Méri­da, tenien­do como coro­lario la der­ro­ta que sufre en Mara­cai­bo en julio de 1823, cuan­do se ve oblig­a­do a capitular.

Des­de la vic­to­ria en Carabobo, aquel glo­rioso 24 de junio de 1821, los real­is­tas en rau­da hui­da se res­guardan Puer­to Cabel­lo entonces un hervidero en el que reina la con­fusión y se bus­can respon­s­ables por la estrepi­tosa der­ro­ta. El Capitán Ángel Labor­de, coman­dante del apos­tadero naval y segun­do jefe de las fuerzas navales de la améri­ca septen­tri­on­al, no pudo describir­lo de mejor manera: 

“La batal­la de Carabobo será siem­pre para la cos­ta firme uno de los acon­tec­imien­tos más señal­a­dos que han ocur­ri­do durante la actu­al lucha con­tra el par­tido de la insur­rec­ción, y que por mi parte y la de todo inteligente, será rep­uta­da como el man­an­tial aparente de donde han bro­ta­do tan­tas des­gra­cias; sin embar­go, este aparente man­an­tial tenía un ori­gen bien ante­ri­or y escon­di­do, mas no entera­mente oculto”.

Se refer­ía, entre otras cosas, a las difer­en­cias de cri­te­rios y algu­nas con­duc­tas en las filas real­is­tas, espe­cial­mente las fric­ciones entre la Torre, Morales y el mis­mo Labor­de, agregando: 

“Cuán­tas semi­l­las de dis­cor­dias pueden imag­i­narse, otras tan­tas hal­lé sem­bradas y obran­do acti­va­mente las pasiones más encon­tradas. Todos los tiros de la intri­ga asen­ta­dos con­tra el dig­no Gen­er­al Latorre: agi­ta­do el Ayun­tamien­to de Puer­to Cabel­lo por deba­jo de cuer­da a las provo­ca­ciones más groseras y for­man­do pandil­la sus indi­vid­u­os con cuan­to revoltoso abri­ga­ba en su seno la plaza. Pre­veí funes­tas desave­nen­cias entre el Gen­er­al en Gefe y el Brigadier Morales; tal vez hubiera sido con­ve­niente al mejor ser­vi­cio de S.M., que las medi­das fuertes que el Gen­er­al Latorre estu­vo para ful­mi­nar hubiesen sido lle­vadas a dev­i­do efec­to; asi me lo ha hecho creer la real­ización de var­ios males que he vis­to dima­nar de esta indul­gen­cia, y que de otro modo se huvier­an evi­ta­do, a pesar de que en su tiem­po procuré en cuan­to me fue dable con­tener tales res­olu­ciones, debi­en­do sí con­fe­sar en hon­or de la ver­dad, que estas ges­tiones me atrageron varias veces fun­dadas recon­ven­ciones de este Gen­er­al, dirigi­das como de pronós­ti­cos de lo venidero, que al cumplim­ien­to de ellos me ha sido for­zoso recono­cer que el Gen­er­al Latorre opin­a­ba con un ver­dadero conocimien­to de causa y que a mí me cega­ba mi nat­ur­al amor a la paz”.

Carabobo, entonces, mar­ca el comien­zo del fin. Puer­to Cabel­lo, en manos de los españoles des­de medi­a­dos del año 1812, seguirá tenien­do un impor­tante papel en la logís­ti­ca y opera­ciones de las fuerzas real­is­tas en el occi­dente del país, en donde Morales defiende deses­per­ada­mente a Mara­cai­bo, en el que los repub­li­canos se coro­narán de glo­ria con la vic­to­ria en julio de 1823, de la Batal­la Naval del Lago.

CorreodeLara

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