Categorías: Crónicas

Batalla Naval del Lago de Maracaibo (1823): La gran estrategia

Ángel Rafael Lombardi Boscán
@lombardiboscan
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia

La Guer­ra de Inde­pen­den­cia “acabó” en la Batal­la de San Félix en 1817. Luego “acabó” en Boy­acá en 1819. Luego “acabó” en Carabobo en 1821. La Batal­la Naval del Lago en 1823 son los ester­tores de un mori­bun­do que sólo fue remata­do por com­pasión. Esto es fácil decir­lo anacróni­ca­mente hoy. Lo cier­to del caso es que en esa guer­ra, como todas las guer­ras, la com­pasión se ausen­ta y los trastornos sociales no per­miten a los actores del momen­to ver la real­i­dad con claridad.

Bolí­var se marchó al Sur para some­ter el Vir­reina­to del Perú. Sabía que Lima era el bastión monárquico de may­or poderío. Nun­ca imag­inó que en Venezuela pudiera haber una reac­ción luego del apab­ul­lante tri­un­fo en Carabobo el 24 de junio de 1821. Y la hubo: Fran­cis­co Tomás Morales, últi­mo Capitán Gen­er­al, sal­ió del encier­ro en Puer­to Cabel­lo al que esta­ba someti­do, y se lanzó a con­quis­tar el Occi­dente vene­zolano estable­cien­do una “cabeza de playa” en Mara­cai­bo en el año 1822.

¿Qué tan peli­grosa fue ésta ines­per­a­da man­io­bra ofen­si­va para el incip­i­ente gob­ier­no de la Gran Colom­bia en Bogotá? Las alar­mas se prendieron. Y se orga­nizó un plan de alto vue­lo estratégi­co para some­ter a la for­t­aleza zuliana. El Lago de Mara­cai­bo era un esce­nario nat­ur­al intim­i­dante y estratégi­ca­mente situ­a­do en el Caribe occi­den­tal equidis­tante de Bogotá y Cara­cas. Además, ya se sabía que des­de los apos­taderos de Puer­to Rico y Cuba había planes de recon­quista sobre la Cos­ta Firme.

La orden dada des­de las filas repub­li­canas fue inapelable: recon­quis­tar al Zulia por tier­ra y mar. Los doc­u­men­tos de la época nos indi­can que había seis rutas de invasión. La primera era por la “boca de la Lagu­na o su Bar­ra”; la segun­da era por la Penín­su­la de la Gua­ji­ra y Sina­maica; la ter­cera tam­bién era por La Gua­ji­ra aunque esta vez uti­lizan­do el “Río del Limón”; la cuar­ta por la “Vil­la de Per­i­já”, atrav­es­an­do la “Ser­ranía del Tigre”; quin­to por los “Ríos Cata­tum­bo y Zulia”, que desem­bo­can por las cer­canías del pobla­do de Gibral­tar al Sur del Lago; y el sex­to y últi­mo: era un asalto por los Puer­tos de Alt­a­gra­cia, vinien­do por la Cos­ta de Coro.

Los artí­fices de la Cam­paña de Occi­dente del año 1823 fueron el Gen­er­al Manuel Man­rique, vene­zolano, des­ig­na­do como coman­dante gen­er­al e Inten­dente del Depar­ta­men­to del Zulia y el Gen­er­al José Padil­la, neogranadi­no ori­un­do de Río Hacha, coman­dante gen­er­al de la escuadra colom­biana de opera­ciones sobre el Zulia. 

Almi­rante José Pru­den­cio Padilla

Hay algo curioso que apun­tan los pro­fe­sores de la Uni­ver­si­dad del Zulia: Agustín Mil­lares Car­lo y Car­los Sánchez Díaz en su esen­cial: “Doc­u­mentación Real­ista sobre la Batal­la Naval del Lago de Mara­cai­bo” del año 1973, acer­ca de la ene­mis­tad entre ambos jefes defen­sores de la causa de la Gran Colom­bia. Lo cual a su vez coin­cide con una idén­ti­ca fal­ta de empatía entre Morales y Labor­de den­tro del ban­do español.

La Batal­la Naval del Lago de Mara­cai­bo del 24 de julio de 1823 fue una vic­to­ria estratég­i­ca supe­ri­or. Porque fue la recon­quista mil­i­tar del Zulia por mar y tier­ra en unas condi­ciones extremas e inédi­tas. Es bueno recor­dar que el Lago de Mara­cai­bo rep­re­sen­tó para los zulianos una autén­ti­ca Línea Mag­inot nat­ur­al inex­pugnable que le pre­servó de la destruc­ción que causó la Guer­ra de Inde­pen­den­cia des­de sus ini­cios en el año 1811.

Además, se hizo ven­cien­do un reto téc­ni­co casi imposi­ble en ese entonces: lograr incur­sion­ar con una flota de guer­ra en el Saco de Mara­cai­bo cuyos fuertes vien­tos, mar­eas cam­biantes y fon­dos muy bajos y traicioneros eran la perdi­ción para los bar­cos de guer­ra de gran tonelaje.

Entrar por la Bar­ra y sortear las baterías del Castil­lo de San Car­los era con­sid­er­a­do como una mis­ión imposi­ble y has­ta sui­ci­da. De hecho Ángel Labor­de, exper­i­men­ta­do marinero, tuvo que dejar en la ense­na­da de los Taques en la Penín­su­la de Paraguaná, una fra­ga­ta, la “Con­sti­tu­ción”, y una cor­be­ta de nom­bre: “Ceres”, que hubiesen bas­ta­do, por su poder de fuego, para ganar la batalla.

Todo esto expli­ca el por qué Labor­de luego de pon­er­le fin al Blo­queo de los repub­li­canos sobre Puer­to Cabel­lo el 1 de mayo no logró meter en el Lago de Mara­cai­bo a su propia escuadra de guer­ra traí­da y reforza­da des­de La Habana. Labor­de ter­minó coman­dan­do los bar­cos que Morales logró atra­par den­tro del Lago y por lo tan­to se trata­ba de unos marineros y sol­da­dos descono­ci­dos para él.

En cam­bio, el mula­to Padil­la, con una auda­cia temer­aria, forzó el paso muy estre­cho de la Bar­ra, per­di­en­do al bergan­tín “Gran Bolí­var” que fue vara­do, des­man­te­la­do e incen­di­a­do en Zapara. Padil­la, luego de esta haz­a­ña náu­ti­ca, que podemos con­sid­er­ar­la como el hecho deci­si­vo de la Gran Estrate­gia de los inde­pen­den­tis­tas por recu­per­ar Mara­cai­bo, se instaló en las ady­a­cen­cias de El Tabla­zo y los Puer­tos de Alt­a­gra­cia esperan­do las mejores condi­ciones para atacar.

Esto sucedió el 8 de mayo y el encuen­tro deci­si­vo entre las dos escuadras tuvo que esper­ar casi tres meses. ¿Por qué Morales no reforzó con may­or artillería el canal de la Bar­ra y sus ady­a­cen­cias? ¿Por qué no mandó atacar con su propia flota a los bar­cos de Padil­la sin necesi­dad de esper­ar a Labor­de? Jamás ten­dremos una respues­ta clara y sat­is­fac­to­ria. Nos atreve­mos ade­lan­tar que Morales era como los gatos: le huía al agua.

Cuan­do Labor­de llegó a Mara­cai­bo, el 14 de julio, procuró con­cer­tar con Morales una con­traofen­si­va por mar y tier­ra, pero Morales no le secundó ya sea por la fal­ta cróni­ca de dinero y pertre­chos mil­itares y tam­bién por una ene­mis­tad entre ambos jefes. Morales le exigió a Labor­de empren­der de inmedi­a­to la refr­ie­ga naval mien­tras que Labor­de sabía que era una der­ro­ta cantada.

“En vista de esto me decidí a dar la acción, sin embar­go, del triste con­vencimien­to de un funesto resul­ta­do que me ofrecía la com­para­ción de las fuerzas que tenía disponibles con las del ene­mi­go”. Y más luego agre­ga: “Marineros die­stros, artillería bien pertrecha­da y aco­pio de efec­tos navales era lo que le falta­ba a la escuadrilla y nada de esto podía pro­por­cion­arme aquel jefe”.

Todo esto expli­ca lo muy modesto de ambas escuadras. Las embar­ca­ciones con may­or poder de fuego eran los bergan­tines y gole­tas. Y cada escuadra pre­sen­tó a tres bergan­tines por lado. Rafael María Bar­alt, uno de nue­stros his­to­ri­adores clási­cos, ofrece los sigu­ientes números: 12 gole­tas, 3 bergan­tines, 16 buques menores, 67 piezas, 925 infantes de mari­na y 497 marineros para los real­is­tas. Y 7 gole­tas, 3 bergan­tines, 85 piezas y 872 hom­bres y «una fuerza sutil respetable» con 15 piezas y 327 hom­bres para los de Padilla.

La may­oría de las embar­ca­ciones que lucharon en la Batal­la Naval del Lago de Mara­cai­bo eran de un tonela­je muy ligero y se les cono­ció como “Fuerza Sutil”: flecheras, bon­gos, falu­chos y demás. Idóneas para las trav­es­ías en ríos y lagos y que se uti­liz­a­ban bási­ca­mente para el trans­porte lacus­tre de per­sonas y mer­caderías. Y has­ta para lle­var el correo.

La vic­to­ria de Padil­la en el Lago de Mara­cai­bo supu­so la ren­di­ción de Morales el 3 de agos­to y su mar­cha has­ta La Habana dónde recrim­inó públi­ca­mente con­tra Labor­de acusán­dole de neg­li­gen­cia y como el prin­ci­pal respon­s­able del descal­abro que puso pun­to final al dominio his­páni­co en la Cos­ta Firme.

La haz­a­ña del Almi­rante Padil­la es un hito de alta estrate­gia mil­i­tar naval. Ya que con­tó con una logís­ti­ca condi­ciona­da por la pre­cariedad de los medios y la adver­si­dad den­tro del ter­reno de la lucha que com­pen­só con un arro­jo admirable. Padil­la está al lado de los coman­dantes esen­ciales que hicieron posi­ble el tri­un­fo defin­i­ti­vo de las fuerzas inde­pen­den­tis­tas den­tro de una muy trág­i­ca guerra.

CorreodeLara

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