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Dos anécdotas familiares de la II Guerra Mundial

Luis Heraclio Medina Canelón
Miembro Correspondiente de la Academia de Historia 
del Estado Carabobo

La mayoría de la gente piensa que en Valencia y Carabobo éramos totalmente ajenos a la segunda guerra mundial, pero no es así


Por supuesto que yo ni pens­a­ba en nac­er cuan­do esa ter­ri­ble con­fla­gración, es más, mis padres ni siquiera se conocían para esa época; eran muy jóvenes, pero ten­go la for­tu­na de con­tar con recuer­dos muy per­son­ales, relata­dos por mis padres, tíos y abue­los de pequeñas viven­cias suyas rela­cionadas con la guerra.

Cuan­do estal­la la guer­ra mi abue­lo Luis Eudoro Med­i­na era “gob­er­nador del dis­tri­to” Puer­to Cabel­lo. En aque­l­los tiem­pos la división políti­ca de los esta­dos era en dis­tri­tos y no munici­p­ios y el jefe civ­il o gob­er­nador del dis­tri­to era la primera autori­dad. Tenía muchas fac­ul­tades seme­jantes a los alcaldes de hoy en día, entre ellas era autori­dad en mate­ria de seguri­dad y el jefe de la policía munic­i­pal, pero dependía de la pres­i­den­cia del estado.

Mi papá Her­a­clio Med­i­na, jun­to a su pri­mo Anto­nio Julio Pin­to, en una de las cel­e­bra­ciones que se cel­e­bra­ban en uno de los bar­cos que luego fueron incendiados

Ape­nas al ini­ciar la guer­ra los bar­cos de las naciones ene­mi­gas de los ali­a­dos (Italia y Ale­ma­nia) que nave­g­a­ban por el Caribe se refu­gia­ron en los puer­tos de las naciones neu­trales como Venezuela, para evi­tar que los buques de guer­ra ingle­ses, france­ses u holan­deses los cap­turaran. Hay que recor­dar que en esos tiem­pos Inglater­ra, Fran­cia y Holan­da tenían muchas colo­nias por todo el mar Caribe y por lo tan­to tenían bases mil­itares con naves de guer­ra en esas islas, por ejem­p­lo en Trinidad, Aru­ba o la Martinica.

En Puer­to Cabel­lo se habían refu­gia­do tres bar­cos ital­ianos (Ter­sa Odero, Jole Fas­sio, Trot­tiera”) y uno alemán el Sesostris.  Eran bar­cos mer­cantes, no de guer­ra, se ded­i­ca­ban al trans­porte de mer­cancías, com­bustible y per­sonas entre Sur Améri­ca y Europa. 

Las trip­u­la­ciones de esos bar­cos hacían vida en el puer­to, ya que les sobra­ba el tiem­po y era poco el tra­ba­jo que tenían que hac­er en sus buques detenidos. Tam­bién me con­ta­ban mi papá y mi abue­lo que de vez en cuan­do ofrecían algu­na mod­es­ta fies­ta por fies­tas nacionales o algo así, a las que los invita­ban como rep­re­sen­tantes del gobierno. 

Mi papá, a cuen­ta de hijo del jefe civ­il, aprovech­a­ba cada opor­tu­nidad que tenía para subir a los bar­cos extran­jeros y ensa­yar su ele­men­tal inglés con cuan­to musiú  encon­tra­ba. Había muy bue­nas rela­ciones entre la gente del Puer­to y las tripulaciones.

Pero, el 31 de mar­zo de 1941, los cap­i­tanes de los cua­tro bar­cos reciben ordenes de Roma y Berlin: Existe la infor­ma­ción de que los bar­cos van a ser req­ui­sa­dos y entre­ga­dos a los ali­a­dos y por lo tan­to hay que evi­tar a toda cos­ta que esas naves caigan en manos del ene­mi­go y deben destru­ir­los inmediatamente.

Sin pér­di­da de tiem­po ale­manes e ital­ianos pro­cedieron a incen­di­ar sus buques. El hecho de ver cua­tro bar­cos envuel­tos en lla­mas causó la nat­ur­al alar­ma en la población.

El “Sesor­tis” ya con­sum­i­do por el fuego, en una foto poco cono­ci­da en las inmedia­ciones de Isla Larga (crédi­tos a su autor)

Seguida­mente pasó algo que pocos cono­cen y no se ha pub­li­ca­do en ningún libro o artícu­lo: Mien­tras civiles y mil­itares se mov­i­liz­a­ban por el incen­dio mi abue­lo Luis Eudoro en la sede de la Jefatu­ra Civ­il dirigía las acciones de su per­son­al y coor­dina­ba con otras autori­dades de la población.

De repente escucha des­de su despa­cho un sonido que lle­ga des­de afuera: es como una mar­cha o des­file. El incon­fundible sonido del cuero de los zap­atos gol­pe­an­do el piso; son los pasos firmes de una agru­pación que avan­za marcialmente.

Cuan­do Luis Eudoro sale a ver qué pasa, se encuen­tra con toda la trip­u­lación del Sesostris, el buque alemán, en cor­rec­ta for­ma­ción mil­i­tar alin­ea­d­os a las puer­tas de la gobernación.

Luis Eudoro Med­i­na, gob­er­nador del dis­tri­to Puer­to Cabel­lo para la época.

Frente a ellos, el capitán. En su enreda­do castel­lano salu­da mil­i­tar­mente dice y en tosca pro­nun­ciación le dice:

-Herr gob­er­nador­rr ven­go a entre­garme con toda mi trip­u­lación. Acabo de hundir mi bar­co¡ No podía dejar­rr que cay­er­ra en manos del enemigo¡

Inmedi­ata­mente se detu­vo a los ale­manes, más no se veían a los ital­ianos de los otros tres bar­cos por ningu­na parte¡

Los buques ital­ianos esta­ban sien­do con­sum­i­dos por el fuego, pero no se divis­a­ba ninguno de sus trip­u­lantes por todo aque­l­lo. Se ordenó a la policía bus­car­los por las playas o los muelles y nada¡

Se habían escondido¡

Poco a poco, en los días sigu­ientes fueron apare­cien­do los ital­ianos. Ocul­tos en los montes, o refu­gia­dos en las casas de las “chi­cas malas” que abun­dan tan­to en los puer­tos, pau­lati­na­mente fueron apare­cien­do, has­ta que después de muchos días fueron cap­tura­dos todos.

Se abrió un juicio sólo a los cap­i­tanes por el deli­to cometi­do,  pero por razones de seguri­dad en tiem­pos de guer­ra todos los trip­u­lantes de los cua­tro bar­cos fueron reclu­i­dos bajo vig­i­lan­cia. Algunos envi­a­dos a San Este­ban, Chir­gua y Valencia.

Era poco lo que yo conocía sobre esta con­fi­nación, ape­nas Muji­ca Sevil­la en un Infor­mate (Nro. 199 Octubre de 1989), men­ciona algo.  Pero en estos días con­ver­san­do con mi tía-segun­da Rey­na Rav­elo de Camero, que hoy tiene 90 pri­mav­eras y en tiem­pos de la guer­ra era casi una quinceañera me con­tó una anéc­do­ta famil­iar rela­ciona­da con esos marineros, que yo desconocía:

Mi madre y sus cin­co her­manos, pequeños huér­fanos, habían sido traí­dos a Valen­cia por las dos her­manas de mi abuela fal­l­e­ci­da, Berta y María Rav­elo.  Estas dos mujeres toma­ban muy en serio el manda­to de amor al próji­mo que su religión católi­ca mand­a­ba: No sólo se encar­garon de cri­ar a sus seis sobri­nos, sino que otro niño huér­fano tam­bién había sido adop­ta­do y no perdían opor­tu­nidad para com­par­tir lo poco que tenían con cualquiera que nece­si­tara de la cari­dad. Fre­cuente­mente orga­ni­z­a­ban desayunos para doce­nas de niños de esca­sos recur­sos y para los niños del Cole­gio Don Bosco, al cual esta­ban muy vinculadas.

En esos días se con­fi­naron en Valen­cia, en una casa de dos plan­tas de la Calle Sou­blette, donde en los años seten­ta fun­cionó “El Carabobeño”, muy cer­ca de la Casa de la Estrel­la, a muchos de los marineros traí­dos detenidos des­de Puer­to Cabel­lo. No era una prisión ter­ri­ble­mente estric­ta. Los detenidos se la pasa­ban todo el día aso­ma­dos a las ven­tanas y algu­nas per­sonas los vis­ita­ban lleván­doles algún regal­i­to para hac­er­les más lle­vadera su estadía.

La cri­a­da de la casa, Lucía Vil­le­gas era la encar­ga­da de lle­var los dul­ces a los detenidos, acom­paña­da de las pri­mas Celi­na Canelón y Rey­na Ravelo.

Al cono­cer de la triste suerte de aque­l­los hom­bres, reclu­i­dos sin haber cometi­do deli­to alguno, la tía Berta decidió lle­var­les un poquito de su amor y cari­dad cris­tiana con lo que mejor sabía hac­er: cocinar. 

Así fue que tuvo la idea de enviar­les fre­cuente­mente unas enormes ban­de­jas de dulce de arroz con leche. Y la encar­ga­da de lle­var el sucu­len­to postre era la recor­da­da Lucía Vil­le­gas, la “cri­a­da” de la casa, una bue­na mujer que vivía en la casa como un miem­bro más de la famil­ia. A Lucía la acom­paña­ban dos jovenci­tas: mis tías Celi­na Canelón Rav­elo y Rey­na Ravelo. 

Rey­na, poco más que una niña cumplía con curiosi­dad su mis­ión, pre­gun­tán­dose por qué aque­l­los infe­lices no podían salir de esa casa de alto con un policía en la puer­ta. Hoy le agradez­co a Rey­na este poquito de his­to­ria. Anéc­do­tas que hay que escribir para que no se olviden.

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

10 comentarios en «Dos anécdotas familiares de la II Guerra Mundial»

    • Gra­cias Gris­seld. Nosotros tam­bién amamos al Puerto.

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  • Exce­lente, conocía el even­to pero la parte humana y famil­iar del autor le da un matiz difer­ente a la his­to­ria. Gracias

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  • Excelente!!gracias por com­par­tir tan pin­toresca his­to­ria !!yo me crie en pto cabel­lo y me encan­ta cono­cer su his­to­ria !Dios le bendi­ga cuidese

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  • Bue­nas noches, algunos Ital­ianos, de los que resul­taron detenidos, fueron pasa­dos a las colo­nias móviles del Trompil­lo. Población ubi­ca­da después de la ciu­dad de Guigue, Munici­pio Car­los Arvelo del Esta­do Carabobo. Allí estu­vieron detenidos por var­ios años. Mi abue­lo fue uno de ellos y estu­vo cin­co años total­mente inco­mu­ni­ca­do de su famil­ia en Italia. Esto llegó a tal pun­to que al no saber nada de él en Italia se le con­sidero muer­to o per­di­do en accion. Perteneció a uno de esos tres bar­cos Ital­ianos. Yo no llegue a cono­cer en cuál estaba.

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