En la antigüedad, no existían los apel­li­dos. Tomem­os la Bib­lia, por ejem­p­lo. A los per­son­ajes del Antiguo y Nue­vo Tes­ta­men­to se les conocía por su nom­bre: Abra­ham, Moisés, Pedro, Juan, Mateo, Jesús, María y José. No había tal cosa como Abra­ham Pérez, Mateo Del­ga­do o José Gar­cía. (Cuida­do: Iscar­i­ote no era el apel­li­do del traidor Judas, ni Tadeo el del san­to; eran sobrenom­bres, apodos).
Con el tiem­po, las comu­nidades se pobla­ban cada vez más y más, y de momen­to surgían las dudas:
-Llé­vale este men­saje a Juan.
-¿Cuál Juan?- pre­gunt­a­ba el mensajero.
-Pues Juan, el ‘del valle’- explic­a­ba para dis­tin­guir­lo del otro Juan, el ‘del monte’.
En este caso, los apel­li­dos ‘del Valle’ y ‘del Monte’, tan comunes hoy día, surgieron como resul­ta­do del lugar donde vivían estas per­sonas. Estos se lla­man ‘apel­li­dos topón­i­mos’, porque la topon­imia estu­dia la proce­den­cia de los nom­bres pro­pios de un lugar.
En esa mis­ma cat­e­goría están los apel­li­dos Arroyo, Canales, Cos­ta, Cuevas, Peña, Pra­do, Rivera (que hacen ref­er­en­cia a algún acci­dente geográ­fi­co) y Ávi­la, Bur­gos, Logroño, Madrid, Tole­do (que provienen de una ciu­dad en España).
Otros apel­li­dos se orig­i­nan de algu­na pecu­liari­dad arqui­tec­tóni­ca con la que se rela­ciona­ba una per­sona. Si tu antepasa­do vivía cer­ca de varias tor­res, o a pasos de unas fuentes, o detrás de una igle­sia, o al cruzar un puente, o era dueño de var­ios pala­cios, pues aho­ra entien­des el porqué de los apel­li­dos Tor­res, Fuentes, Igle­sia, Puente y Palacios.
Her­manos Yepes Gil, Car­los, Daniel y Lisan­dro, prove­nientes de El Tocuyo, esta­do Lara. Propi­etar­ios de hacien­das en el Valle de Tur­bio. Foto Colec­ción de Gil­da Sequera Yepes Gil
Es posi­ble que hayas tenido algún ance­s­tro que tuviese algo que ver con la flo­ra y la fau­na. Quizás cri­a­ba corderos, cosech­a­ba man­zanas o tenía una fin­ca de gana­do. De ahí los apel­li­dos Cordero, Man­zanero y Toro.
Los ofi­cios o pro­fe­siones del pasa­do tam­bién han pro­duci­do muchos de los apel­li­dos de hoy día. ¿Cono­ces a algún Labrador, Pas­tor, Mon­je, Her­rero, Cri­a­do o Vaque­ro? Pues ya sabes a qué se ded­i­ca­ban sus antepasa­dos durante la Edad Media.
Otra man­era de crear apel­li­dos era a base de algu­na car­ac­terís­ti­ca físi­ca, o un ras­go de su per­son­al­i­dad o de un esta­do civ­il. Si no era casa­do, entonces era Soltero; si no era gor­do, era Del­ga­do; si no tenía cabel­lo, era Cal­vo; si su pelo no era cas­taño, era Rubio; si no era blan­co, era Moreno; si tenía buen sen­ti­do del humor, era Ale­gre; si era edu­ca­do, era Cortés.
Quizás la proce­den­cia más curiosa es la de los apel­li­dos que ter­mi­nan en ‑ez, como Rodríguez, Martínez, Jiménez, González, entre otros muchos que abun­dan entre nosotros los his­panos. El ori­gen es muy sen­cil­lo: ‑ez sig­nifi­ca ‘hijo de’. Por lo tan­to, si tu apel­li­do es González es porque tuviste algún antepasa­do que era hijo de un Gonzalo.
De la mis­ma man­era, Rodríguez era hijo de Rodri­go, Martínez de Martín, Jiménez de Jimeno, Sánchez de San­cho, Álvarez de Álvaro, Benítez de Ben­i­to, Domínguez de Domin­go, Hernán­dez de Her­nan­do, López de Lope, Ramírez de Ramiro, Velázquez de Velas­co, y así por el estilo.
Famil­ia Morón. Foto Colec­ción Fotote­ca de Barquisimeto
Así mis­mo ocurre en otros idiomas: John­son es hijo de John en inglés (John-son); MacArthur es hijo de Arthur en escocés; Mar­ti­ni es hijo de Martín en italiano.
Es así como, poco a poco, durante la Edad Media, comien­zan a sur­gir los apel­li­dos. La final­i­dad era, pues, difer­en­ciar una per­sona de la otra. Con el tiem­po, estos apel­li­dos tomaron un carác­ter hered­i­tario y pasaron de gen­eración en gen­eración con el propósi­to de iden­ti­ficar no solo per­sonas, sino familias.
PD 1- Nun­ca te acostarás sin saber una cosa más.

PD 2- El saber no ocu­pa lugar.


Pub­li­ca­do en grupo de Face­book Bar­quisime­to Ayer y Hoy
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