SemblanzasTodas Las Entradas

Gregorio Camacho, un maestro del color, luz y vida humana advenido en El Manteco

Freddy Torrealba Z. 
Escritor e investigador

Gregorio “Goyito” Camacho es el típico artista de la calle cristalizado ampliamente en su excelente obra


Un hecho tal vez condi­ciona­do por su lugar de nacimien­to en el mer­ca­do El Man­te­co de Bar­quisime­to, su adhe­sión a la cor­ri­ente del impre­sion­is­mo y fotografi­ar pre­vi­a­mente el tema a pin­tar que lo hace un vehe­mente rela­tor visu­al de la cotid­i­an­idad del hombre

Des­de su niñez se desplaza por aquel ámbito de car­ac­terís­ti­cas medievales pro­pio del cén­tri­co mer­ca­do de la cap­i­tal larense. Lo obser­va al tiem­po que es tes­ti­go de sus vari­adas dinámi­cas des­de el inter­cam­bio económi­co, social, humano has­ta lo artís­ti­co pues lle­ga a pintarlo.

Tal vez de allí proviene su con­cep­ción calle­jera de la plás­ti­ca y la condi­ción humana con­stante en su obra en Bar­quisime­to y Cara­cas. Crea­ciones en las que pre­dom­i­na una esplen­dorosa y atra­pante luz que hace de foco prin­ci­pal del cuadro jun­to al hom­bre de a pie. Son los fac­tores que dotan de una sin­gu­lar belleza a su obra.

La pin­tu­ra es un arte que per­mite el conocimien­to de la sociedad y el hom­bre. En ese sen­ti­do apun­ta­la la plás­ti­ca de este bar­quisimetano con su esti­lo instan­tá­neo apren­di­do de los impre­sion­istas france­ses del siglo XIX. De esa man­era se aden­tra con pro­fusión por los senderos del paisaje, retra­to, bodegón y costumbrismo.

Tran­si­ción y for­ma­ción académica

El tiem­po ini­cial de su exis­ten­cia es el de la Venezuela en tran­si­ción de lo rur­al a la mod­ernidad durante las décadas de los años 30. 40 y 50 del siglo XX.

En ese ambi­ente esta­ba inm­er­sa su ciu­dad natal Bar­quisime­to.  Por lo que resul­ta inevitable el peso en su exis­ten­cia del bul­li­cioso mer­ca­do con sus botiquines, posadas, bode­gas, la igle­sia El Cristo y la plaza La Estación del Fer­ro­car­ril Bolí­var. Son las ref­er­en­cias de la cul­tura mate­r­i­al y espir­i­tu­al en aque­l­la eta­pa de su vida. Su niñez, ado­les­cen­cia y juven­tud dis­cur­ren en esa agi­ta­da estancia descri­ta por Teó­du­lo López Melén­dez en su cuen­to “Es solo el agua que recorre”

Ese espíritu calle­jero quizás tam­bién le ven­ga de uno de sus docentes José Reque­na en la Escuela de Artes Plás­ti­ca. Éste acos­tum­bra­ba lle­var a sus alum­nos a obser­var y pin­tar temas del entorno por lo gen­er­al bar­rios mar­ginales, entre estos la Cues­ta Lara. Un hecho mal vis­to por el sec­re­tario gen­er­al de gob­ier­no region­al Aníbal Lisan­dro Alvara­do durante la dic­tadu­ra perezjimenista.

En la plás­ti­ca local dom­ina­ba el aca­d­e­mi­cis­mo. Aunque tími­da­mente se asoma­ban las nuevas cor­ri­entes uni­ver­sales del arte como la abstrac­ción con el Taller de los Disidentes en Caracas.

Cama­cho es en esen­cia un pin­tor ubi­ca­do en las cor­ri­entes del impre­sion­is­mo y paisajis­mo con aña­didu­ra de la fig­u­ración.  No es un ele­men­to empíri­co en las instan­cias de la plás­ti­ca. Des­de joven man­i­fi­es­ta un firme amor por el estu­dio formal. 

Se for­mó académi­ca­mente para el ejer­ci­cio de este arte. Primero cur­sa en estu­dios en la Escuela de Dibu­jo dirigi­da por Fran­cis­co Reyes Gar­cía. Luego ingre­sa a la Escuela de Artes Plás­ti­cas en el año 1946. Ello al tiem­po que se gradúa en 1956 de mae­stro nor­mal­ista y bachiller en la Escuela Miguel José Sanz.

En la Escuela de Arqui­tec­tura de la UCV estu­dia var­ios semes­tres sin finalizar la car­rera. Ello más los via­jes en labores de inves­ti­gación en orga­ni­za­ciones cul­tur­ales de Colom­bia, Inglater­ra, Fran­cia y España.

Es un cul­ti­vador per­ma­nente del estu­dio por cuen­ta propia. Según lo dicho por su hija Isabel Cama­cho revis­a­ba con­stan­te­mente la obra de los grandes mae­stros de la pin­tu­ra france­sa y españo­la, sobre todo los impre­sion­istas. Admiró toda la vida a nue­stro Arman­do Reverón y al cubista español Pablo Picasso. 

For­ma parte de esa pléyade de artis­tas que real­iza el sueño de expon­er en algu­na cap­i­tal inter­na­cional del arte. Por lo que es un priv­i­le­gia­do que mues­tra sus obras en París. Ello con­sti­tuye un ver­dadero acon­tec­imien­to ocur­ri­do del 20 al 23 de julio de 1977 en la Soci­ete Europeeae et Literoire (SECAI). París, Fran­cia. El más reciente vene­zolano en hac­er­lo es Elias Cre­spín quien exhibe su arte en la Galería Louvre.

Pro­ce­so cre­ati­vo lento

Es de los que se toma su tiem­po en su labor de pin­tor. Lo asume con pacien­cia y pausa eva­di­en­do los apresuramien­tos y saltos.

De acuer­do con lo con­ta­do por su hija Isabel su úni­co cuadro de la eta­pa juve­nil cono­ci­do, lo con­cibe a los 15 año. Se tra­ta de un retra­to del padre Ángel miem­bro de la orden de los Pasion­istas de la igle­sia el Cristo, actu­al Basíli­ca Menor.

Luego en 1952, pre­sen­ta otra obra en una exposi­ción colec­ti­va de alum­nos de la EAP durante la cel­e­bración del Cua­tri­cen­te­nario de Bar­quisime­to. No hay ningún dato disponible sobre la mis­ma solo que la real­iza a los 19 años. Aparente­mente cree más en lo cual­i­ta­ti­vo que en lo cuantitativo

En la primera eta­pa de su trayec­to­ria has­ta 1972 se ded­i­ca a exposi­ciones colec­ti­vas. Luego viene el peri­o­do de las mues­tras indi­vid­uales has­ta su fallecimiento.

Un sagaz colorista

Cama­cho es un exten­di­do col­orista de búsque­da ince­sante con la destreza de un mae­stro. Un prin­ci­pio de la plás­ti­ca con el cual real­iza ple­na­mente su obra y deslum­bra al espec­ta­dor. En ese aspec­to son nota­bles los mat­ices cáli­dos que lo acer­can a la luz inten­sa del trópi­co. Su may­or esfuer­zo estéti­co lo con­cen­tra en un cuida­do cro­ma­tismo en que el dibu­jo ocu­pa un plano secun­dario. Los ros­tros los tra­ba­ja de expro­fe­so gen­eral­mente sin los sentidos.

 Su col­oris­mo es vari­a­do y muy rico lo que con­sti­tuye el ele­men­to prin­ci­pal de su obra. Es, si se quiere, su may­or obje­ti­vo y obsesión. Es notable una propen­sión al uso del pri­mario amar­il­lo degrada­do y el acre. Son obras bañadas de luz en sus calles que derivan en foco de aten­ción jun­to a un cielo rojizo.

Con esos mat­ices se pasea por los espa­cios de la urbe bar­quisimetana que despe­ga­ba de lo tradi­cional al nue­vo cos­mopolitismo que incide en las for­mas de ser y vivir de sus moradores.  No es el típi­co paisaje larense con el azul gris. Sus col­ores frac­turan esa visión tradi­cional hereda­da de Rafael Monas­te­rios en el paisaje. Se afer­ra con pasión al prin­ci­pio del col­or en el cual cen­tra sus energías, interés, cre­ativi­dad y afanes artísticos.

De la fotografía a la pintura

No era un fotó­grafo pro­fe­sion­al ofi­cio que pro­fun­diza durante sus estu­dios de arqui­tec­tura en la UCV. Es más bien la labor de un dis­ci­plina­do doc­u­men­tal­ista de la cul­tura mate­r­i­al que obser­va. Con esos méto­dos de tra­ba­jo fotografía pre­vi­a­mente sus obras real­izadas en Bar­quisime­to y Cara­cas de lo cual hay un orga­ni­za­do archi­vo de ese arte visual.

El detalle es que cuan­do plas­ma lo fotografi­a­do en el lien­zo no lo hace con afanes de repro­duc­ción exac­ta. Aunque con­stan­te­mente mod­i­fi­ca lo cap­ta­do en una instan­tánea. Lo cier­to es que no hay indi­cios de per­fec­cionis­mo en sus obras pese al pro­ce­so fotográfico.

De los ros­tros lo que rep­re­sen­ta más bien es un esbo­zo. Los pre­sen­ta despo­ja­dos de los sen­ti­dos.  Su may­or pre­ocu­pación es la de refle­jar al hom­bre y arqui­tec­tura lo más sim­pli­fi­ca­do posi­ble lo cual se pres­ta a inter­pre­tar­lo como des­cui­do. Es así, como hace de cro­nista visu­al de lo que con­tem­pla sobre todo de la arqui­tec­tura caraque­ña de la segun­da mitad del siglo XX con el calor de sus habitantes.

Fotografi­ar antic­i­pada­mente la obra a tra­ba­jar pic­tóri­ca­mente evi­den­cia una acti­tud cere­bral, cal­cu­lado­ra y planeado­ra de quien actúa con sen­ti­do cien­tí­fi­co. Una obra cen­tra­da en la humana vida con su diver­si­dad de que­hac­eres que le hicieron un rela­tor grá­fi­co de Bar­quisime­to y Cara­cas.  La pin­tu­ra para mostrar lo que somos des­de la agu­da obser­vación del artista, cámara fotográ­fi­ca y pince­les en mano en pro­ce­sos por separado.

No es indifer­ente a la real­i­dad próx­i­ma. Sin duda se involu­cra en la mis­ma con sus par­tic­u­lares méto­dos de tra­ba­jo a par­tir de la obser­vación más el pro­ce­so de la fotografía y la pin­tu­ra.  La escu­d­riña con per­spi­caces ojos, anal­iza y proyec­ta en imá­genes plás­ti­cas con sus fac­etas artís­ti­ca, social y humana. Es el tes­ti­mo­nio de su sen­si­bil­i­dad, habil­i­dad y cre­ativi­dad. Su visión de la obra la sin­te­ti­za así: “Mis cuadros ubi­can al hom­bre en el ambi­ente donde se desen­vuelve su activi­dad diaria”

Esti­lo y estética

Su esti­lo es del tipo sín­te­sis por oscilar entre las cor­ri­entes del impre­sion­is­mo y paisajis­mo car­ac­ter­i­za­do por un resaltante col­oris­mo en que es notable su predilec­ción por los col­ores puros con cier­to aire pop­u­lar por el peso de la calle.

Cama­cho se inven­ta una estéti­ca que apre­ci­amos muy sin­gu­lar. Lo hace des­de for­mas ele­men­tales propias del reduc­cionis­mo, pero con un riquísi­mo cro­ma­tismo y fig­uras de la real­i­dad de donde extrae la mate­ria pri­ma de sus creaciones.

No se detiene en el tratamien­to del sem­blante de los seres humanos que abor­da. Más bien pareciera que se pro­pone silue­tar­los lo cual no le res­ta belleza. Es su man­era de asumir­la. Pero poseía unos dotes inmen­sos para el dibu­jo entre estos el retrato

Por lo que la obra de este bar­quisimetano tiene la vir­tud de trans­mi­tir las sen­sa­ciones del sonido y voces del hom­bre de calle. Es todo lo con­trario a la qui­etud vis­to que el autor apues­ta sutil­mente a un con­ta­gioso dinamis­mo y trans­for­ma­ción de la nat­u­raleza y real­i­dad más allá de la captación primigenia.

La con­fig­u­ración de múlti­ples imá­genes en el lien­zo con­sti­tuye una min­u­ciosa labor por parte de Cama­cho en Bar­quisime­to y Cara­cas. En su nar­ra­ti­va plás­ti­ca rein­ven­ta el moti­vo y la for­ma orig­i­nales, pero con­ser­va el tiem­po tem­po­ral car­ac­terís­ti­co de los impre­sion­istas. Un hecho que lo aprox­i­ma a los expresionistas.

Cama­cho tiene el méri­to de inven­tarse su pro­pio esti­lo apun­ta­l­a­do en una orig­i­nal pale­ta con la cual pin­ta unos cie­los difer­entes a los que esta­mos acos­tum­bra­dos a ver en los con­fe­sion­ales paisajes. En este sen­ti­do se le puede con­sid­er­ar muy orig­i­nal pues no hay ras­tros de las influ­en­cias asim­i­ladas de los mae­stros del género. Es evi­dente el peso del rojo en una vari­a­da tonal­i­dad en sus diver­sas crea­ciones. Al igual que la pres­en­cia en primer plano del hom­bre que se mueve por la calle. Un esti­lo que evolu­ciona has­ta su afir­ma­ción como artista.

Paisaje bar­quisimetano                      

Para la real­ización de este tra­ba­jo hemos recur­ri­do a 3 de los paisajes ded­i­ca­dos a la ciu­dad. Son paisajes urbanos en los cuales recoge parte de su arqui­tec­tura, movimien­to de la gente y actividades.

El primero de estos cuadros a que nos refe­r­i­mos es una estam­pa del mer­ca­do El Man­te­co en cuyo fon­do está la igle­sia El Cristo. Se tra­ta de una pro­duc­ción basa­da en los col­ores cáli­dos medi­ante los cuales le imprime un mar­ca­do toque impre­sion­ista man­i­fiesto por el col­or amar­il­lo de la calle. Su cielo es blan­que­ci­no de tono acre roji­zo con chis­pa­zos de gris sim­i­lar al col­or del techo del templo.

El ded­i­ca­do a la igle­sia Alt­a­gra­cia tiene sim­i­lares condi­ciones con la difer­en­cia de que opta por el tono rojo con lo que logra imprim­ir­le fuerza y agre­sivi­dad al contenido.

El ter­cero es de la aveni­da Var­gas tam­bién con mat­ices cáli­dos tenien­do como fon­do el hos­pi­tal cen­tral un tan­to ale­ja­do del foco de aten­ción visu­al. Aquí gira hacia un cro­ma­tismo frío con acen­to del blan­co tenue.

Un hecho resaltante en el cuadro es la captación del cen­tro com­er­cial Nue­vo Siglo de ape­nas una man­zana, pero que mar­ca el ini­cio de otra for­ma de ser del bar­quisimetano, entre estos las pau­tas del consumo.

Cabe destacar que estos paisajes no son los tradi­cionales de la mes­ta bar­quisimetana de col­ores azul y gris. Es su con­trastante col­oración de un paisaje que tradi­cional­mente ha esta­do condi­ciona­do por la obra de Rafael Monas­te­rios. Con esos col­ores y temas se desplaza por los para­jes de la plás­ti­ca region­al. Teng­amos pre­sente que se tra­ta de paisajes de una plani­cie donde está asen­ta­do Bar­quisime­to que Cama­cho pin­ta sin ape­garse a la rig­urosa realidad.

Unos cuadros que social­mente recon­struyen para­jes “Del Bar­quisime­to que se va y deviene” de acuer­do con Alber­to Castil­lo Arráez. La lucha entre lo añe­jo y la mod­ernidad que estal­la en la déca­da de 1950. Tam­bién la pres­en­cia del espíritu del hom­bre y su tiempo.

El padre Ángel

Una de sus obras pro­duci­das durante su estadía juve­nil en Bar­quisime­to es un retra­to real­iza­do a los quince años. El mis­mo está inspi­ra­do en el ros­tro del Padre Ángel, perteneciente a la orden de los Padres Pasion­istas de la Igle­sia El Cristo que solía fre­cuen­tar en com­pañía de su madre la seño­ra Bertha. Es el tes­ti­mo­nio de amis­tad, afec­to y respeto hacia ese reli­gioso. La fe de un ado­les­cente en cuyo hog­ar diari­a­mente se rez­a­ba el rosario.

Este es un género que Cama­cho mane­ja­ba con com­pro­ba­da destreza. Se tra­ta del úni­co cuadro cono­ci­da de su eta­pa juve­nil en Bar­quisime­to de acuer­do con su hija Isabel. El cuadro fue don­a­do en 2006 por su famil­ia a la Basíli­ca Menor El Cristo.

Un buen retratista dom­i­na los ele­men­tos sicológi­cos a través de los gestos que Cama­cho conoce quizás con sobra­da intu­ición. Es patente la serenidad y solem­nidad de los ras­gos del per­son­aje has­ta el mist­i­cis­mo que Cama­cho cap­ta y refle­ja. Los col­ores oscuros deter­mi­nan esta creación pre­sente en la sotana y el fon­do hacien­do una armonía por analogía. Su atmos­fera es lenta con un sutil dinamis­mo. Los finos ras­gos del ros­tro son sig­nos de un esmer­a­do dibujante.

En el olvido

Cama­cho es un val­or de la plás­ti­ca nacional que ha per­maneci­do en el olvi­do en su lar nati­vo. Pero en los reg­istros artís­ti­cos locales no aparece e inclu­so no es cono­ci­do por artis­tas con­sul­ta­dos. No obstante, es un pro­tag­o­nista de la his­to­ria artís­ti­co-cul­tur­al del esta­do Lara y Venezuela con una mer­i­to­ria obra prin­ci­pal­mente en la cor­ri­ente del paisajismo.

Falta­ban 2 años para el fin de la dic­tadu­ra gomecista cuan­do el 11 de diciem­bre de 1933 nace en Bar­quisime­to en el seno de una famil­ia de clase media de arraiga­dos prin­ci­p­ios católi­cos. A los 68 años fal­l­ece el 21 de diciem­bre de 2002 en Cara­cas ple­na­mente real­iza­do como pin­tor.      

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

2 comentarios en «Gregorio Camacho, un maestro del color, luz y vida humana advenido en El Manteco»

Responder a Cesar Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *