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El Colegio Inmaculada Concepción de Barquisimeto

La Congregación de Tarbes es originaria de Francia y se organizó de la siguiente manera: en 1849 redactaron el primer reglamento. El 30 de noviembre de 1852 adquirieron su personalidad jurídica; en 1870 el papa Pío IX aprobó la primera constitución, la cual sería validada por Pío XI en 1922. El 6 de mayo de 1941 el papa Pío XII canonizó oficialmente a la congregación.

El obje­ti­vo de la comu­nidad tarbe­siana es “hon­rar a su glo­rioso Patrono, con­sagran­do su vida a los tra­ba­jos que en orden de la sal­vación eter­na, exi­gen la edu­cación cris­tiana de las jóvenes y el cuida­do de los enfer­mos”. En la “Jose­fología” como rama de la Teología se le señala como “el san­to silencioso”

La mis­ión de las tarbe­sianas en Venezuela entabló una relación con­trac­tu­al con el gob­ier­no de Venezuela. Por tal fin se fir­mó un con­tra­to el 18 de mar­zo de 1889 que per­mitía la lle­ga­da a Venezuela de las Her­manas de la Cari­dad de San José de Tarbes, para aten­der y cuidar a los enfer­mos de los Hos­pi­tales Civiles que de acuer­do con el Ejec­u­ti­vo Nacional les fuera asignado.

El 13 de junio de 1889, proce­dentes de Fran­cia, arrib­aron al puer­to de La Guaira diecio­cho mon­jas. A Bar­quisime­to lle­gararían el 3 de diciem­bre de 1897 tres reli­giosas: María, Max­im­i­na y Clemen­cia, acom­pañadas de la supe­ri­o­ra Bernoville a bor­do del fer­ro­car­ril Bolí­var para encar­garse del cuida­do de los enfer­mos del Hos­pi­tal de La Cari­dad, que luego se lla­maría Anto­nio María Pine­da, en el cual per­manecieron has­ta 1952, cuan­do se mudó a la nue­va sede de la aveni­da Var­gas y serían desplazadas por enfer­meras profesionales.

La con­gre­gación tuvo en el empre­sario Eduar­do Leind­heimer, apoder­a­do de la casa com­er­cial el Bazar Francés, su prin­ci­pal pro­mo­tor, puesto que per­sonal­mente tramitó ante el Pres­i­dente del Esta­do Lara, Gen­er­al Aquili­no Juares, la pres­en­cia de las tarbe­sianas en la ciudad.

Al poco tiem­po Leind­heimer observó la posi­bil­i­dad de crear un cole­gio francés para muchachas, y la con­gre­gación delegó a la her­mana María Cecil­ia quien llegó cuan­do una epi­demia de fiebre amar­il­la asola­ba la ciu­dad y murió a los pocos días. Aún así el empeño de diver­sas per­son­al­i­dades logró que un nue­vo grupo de her­manas france­sas: Jua­na, María Fabi­ana, María Gertrud­is y Angeli­na, jun­to a la caraque­ña Martha María fun­daran el Cole­gio Inmac­u­la­da Con­cep­ción, nom­bre dado por la cer­canía con el tem­p­lo más antiguo de la ciu­dad y ser límite de la Par­ro­quia del mis­mo nombre.

Entre 1904 y 1909 fun­cionó en una casa ubi­ca­da en la calle 23 entre 16 y 17, frente a la antigua plaza Bolí­var y la igle­sia San Fran­cis­co de Asís. Esta casa era propiedad del señor Anto­nio Fuentes y paga­ban 160,00 bolí­vares men­su­ales de alquiler.

Las activi­dades académi­cas se ini­cia­ron for­mal­mente el 4 de abril de 1904 con trein­ta y nueve alum­nas, for­madas “para la vida domés­ti­ca y social, cul­ti­van­do en su espíritu el amor a la Vir­tud, a la Religión, a la Patria, al Hog­ar, al Arte y a la Cien­cia”. En un primer momen­to la edu­cación era bil­ingüe –francés y castellano‑, pero con el tiem­po a través de un con­jun­to de refor­mas educa­ti­vas empren­di­das por el gob­ier­no nacional, el francés sería mate­ria complementaria.

En 1908 adquirieron dos inmue­bles, uno que perteneció al pres­bítero Agüe­do Felipe Alvara­do quien luego sería Obis­po de la Dióce­sis, cono­ci­do como “La Azotea” y otro de Clara Esco­bar. Tam­bién les fue don­a­do un ter­reno con­tiguo por el Gen­er­al Car­los Lis­cano, Pres­i­dente del Esta­do para ese momen­to. Sobre estos con­struyeron su sede defin­i­ti­va, asen­ta­da en la car­rera 16 entre calles 23 y 24. Pos­te­ri­or­mente adquirieron seis lotes de ter­renos cir­cun­dantes, los cuales per­mi­tieron la expan­sión ver­ti­cal y hor­i­zon­tal del cole­gio, con­vir­tién­dose en una sober­bia edi­fi­cación que hoy en día alber­ga más de mil alumnos.

A comien­zos de la déca­da de 1960, luego del Con­cilio Vat­i­cano II, que bus­ca­ba inser­tar a la igle­sia con el mun­do mod­er­no, las her­manas extendieron su radio de acción a zonas pop­u­lares de la ciu­dad; abrieron comu­nidades en Río Claro, en los bar­rios La Caru­cieña, San­ta Isabel, El Tostao y 19 de abril. Volvieron a la aten­ción pri­maria de la salud abrien­do un dis­pen­sario en San Fran­cis­co y un novi­ci­a­do en Pueblo Nuevo.

La pro­fe­so­ra Elsy Rojas Par­ra, ex alum­na del cole­gio, pub­licó en 1995 un com­ple­to estu­dio sobre la his­to­ria de la con­gre­gación “Una his­to­ria real” con sig­ni­fica­tivos aportes para la com­pren­sión del papel que desem­peñaron las tarbe­sianas en la ciu­dad. Pre­vio numerosos int­elec­tuales locales habían alen­ta­do la labor social y educa­ti­va real­iza­da con fer­vor des­de las aulas tarbe­sianas: Manuel Sil­veira, veci­no de la insti­tu­ción, quien dis­er­taría en el Insti­tu­to Mos­quera Suárez en ocasión del quin­cuagési­mo aniver­sario de la insti­tu­ción. Lo pro­pio haría el edu­cador Ramón Gual­drón, resaltan­do los aportes san­i­tar­ios y educa­tivos de la con­gre­gación. En sus aulas se for­maron miles de mujeres de esta­dos y pobla­ciones veci­nas, debido al pres­ti­gio que deten­tan y el rig­or del sis­tema for­ma­ti­vo, que aún medio de la deba­cle del sis­tema docente sostiene.

A par­tir del año 2000, el cole­gio dejaría de ser exclu­si­va­mente para señori­tas y adquiriría el carác­ter mix­to que hoy en día detenta.

Car­los Eduar­do López Falcón

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3 comentarios en «El Colegio Inmaculada Concepción de Barquisimeto»

  • Her­mosos recuer­dos quedaron de mi infan­cia vivi­dos en el “Cole­gio Inmac­u­la­da Con­cep­cion”. Gra­cias a todas as her­manas y Señori­tas Maes­tras que impartieron cát­e­dras entre los años 1979 y 1986. Fueron un ejem­p­lo de amor para muchas de nosotras.

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  • Her­mosos recuer­dos quedaron de mi infan­cia vivi­dos en el “Cole­gio Inmac­u­la­da Con­cep­cion”. Gra­cias a todas las her­manas y Señori­tas Maes­tras que impartieron cát­e­dras entre los años 1979 y 1986. Fueron un ejem­p­lo de amor para muchas de nosotras.

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  • Mi abuela, Mer­cedes Árraez, fue una de las primeras alum­nas. Pos­te­ri­or­mente, cuan­do el cole­gio de mudó a la nue­va y actu­al sede, la famil­ia com­pró la casa de la car­rera 23 y se con­vir­tió en la “Casa de las Árraez”. Aho­ra pertenece al Cole­gio de Abogados.
    Bel­los recuer­dos e invalu­ables apren­diza­jes ten­go del cole­gio Inmac­u­la­da, donde estudié des­de 1969 a 1977

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