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Julio T. Arze pintó a José Gil Fortoul, Aquilino Juares y Cipriano Castro

 

Juan José Peralta
Periodista


A mediados del siglo pasado hubo em Barquisimeto un gran Salón Julio T. Arze de las Artes Plásticas, dedicado a la memoria del genial pintor caroreño, considerado heredero del más grande retratista venezolano, el creador valenciano Arturo Michelena. El pasado mes de julio se cumplieron 150 años de su natalicio, pero en este pueblo desmemoriado con dirigentes ignorantes, ni se acordaron.

Hijo del mil­i­tar tocuyano Juan Arze y la tor­rense Susana Álvarez, Julio Teodoro Arze nació el 20 de Julio de 1868, en la Caro­ra provin­ciana de medi­a­dos del siglo XIX. Muy tem­pra­no mostró incli­na­ciones e interés por el dibu­jo y la pin­tu­ra, por las com­bi­na­ciones de col­ores y a pun­ta de intu­ición pin­tó sus primeros retratos que algu­nas famil­ias caroreñas quizás conservan.

El deseo de mejo­rar y apren­der lo tra­jo en 1883 a Bar­quisime­to, en bus­ca de los secre­tos del pin­cel, el car­bon­cil­lo y el col­or bajo las enseñan­zas del mae­stro merideño Rafael Anto­nio Pino, quien dirigía la Escuela de Artes y Ofi­cios de Barquisimeto.

Su voraz interés por la pin­tu­ra lo llevó a Cara­cas a com­par­tir con artis­tas como Miche­le­na y recibir enseñan­zas de mae­stros como Emilio Mau­ri, direc­tor de la Escuela de Bel­las Artes, pero el pro­fun­do arrai­go por su Caro­ra natal lo hizo regre­sar más exper­i­men­ta­do, car­ga­do con téc­ni­cas, conocimien­tos y prác­ti­cas jun­to al apren­diza­je de mae­stros y artis­tas y con may­or fe en su intu­ición y su arte.

Dr José Gil For­toul pin­ta­do por Julio T Arze

Aunque lo llen­a­ban de críti­cas e incom­pren­siones por su estram­bóti­ca ves­ti­men­ta y sus extrav­a­gan­cias, Arze siem­pre regresó para vivir entre la deses­per­an­za, los sins­a­bores y las burlas de sus coterráneos.

En “El Diario de Caro­ra” Dion­i­sio Oviedo lo describió como un “per­son­aje pin­toresco que pasea­ba su estrafalar­ia figu­ra por las calles de Caro­ra con un atuen­do que le daba aspec­to de conde o de príncipe venido a menos, bar­ba nazare­na, chale­co de vis­tosas sola­pas ensam­bla­do en hol­ga­do paltó de casimir, cor­ba­ta ancha col­ga­da de un cuel­lo que no le venía a su medi­da, grandes zap­atos con los que pro­ducía fuerte rui­do al cam­i­nar arras­trán­do­los y aja­do som­brero de fiel­tro puesto de cualquier modo sobre la cabeza cubier­ta de larga cabellera. Cualquiera que veía tan estrafalar­ia figu­ra, nun­ca podría pen­sar que esta­ba frente al insigne pin­tor que fue don Julio Arze”.

A Caro­ra fue el pres­i­dente del esta­do Lara, gen­er­al Aquili­no Juares y le impre­siona la car­ga expre­si­va del retra­to que Arze le pin­ta. Ante la cal­i­dad de la obra, el man­datario le otorgó una beca para per­fec­cionar su téc­ni­ca en Italia.

En Roma el artista caroreño pro­fun­diza su dominio del pin­cel en el arte del retra­to, el dibu­jo y el col­or. Tra­ba­ja inten­so bajo el influ­jo de grandes artis­tas y la sabia con­duc­ción del mae­stro Tiran­del­lo, pero su nos­tal­gia por el ter­ruño lo hace retornar a Caro­ra después de seis meses de afanosa tarea. Extraña­ba las arepas con suero, las empanadas de que­so, las negri­tas refritas y toda la gama de comi­das del ter­ruño. Además, su pre­caria salud tam­poco soporta­ba el crudo invier­no europeo.

El peri­odista Sal­vador Macías, con­tó en un suple­men­to de “El Impul­so”, la anéc­do­ta escucha­da a Pedro Nolas­co Pereira de un artista larense que había impre­sion­a­do al gen­er­al Cipri­ano Cas­tro. Era Julio T. Arze, quien logró pin­tar tan exce­lente y pre­ciso el ros­tro del “cabito” –como llam­a­ban al caudil­lo tachirense de la Rev­olu­ción Restau­rado­ra, cono­ci­do por su afi­ción al tra­go, las putas y el baile– que no vac­iló en excla­mar: “Lo que le fal­ta a mi retra­to, porque es un retra­to y no un dibu­jo, es un valsecito para que lo vean bailando”.

Gen­er­al Aquili­no Juares, pres­i­dente del esta­do Bar­quisime­to, pin­ta­do por Julio T Arze

Un tra­ba­jo de su autoría fue por­ta­da el 15 de mayo de 1906 en El Cojo Ilustra­do, pub­li­cación donde mostró muchas ilus­tra­ciones. En 1921 Arze fue pro­fe­sor aux­il­iar de escul­tura en la Acad­e­mia de Bel­las Artes y de dibu­jo en el Liceo Fer­mín Toro de Caracas.

Apa­sion­a­do de las peleas de gal­los, cier­ta vez entregó su ejem­plar prome­sa al cuida­do de un campesino a quien no conocía y desconocía su nom­bre. Como el cuidador de su gal­lo no aparecía, Arze optó por pin­tar­lo y mostrar el lien­zo en las galleras donde fue recono­ci­do y señal­a­do. “Dígan­le que me devuel­va mi ani­mal” dijo y gra­cias a su dominio de las téc­ni­cas del retra­to, Julio Teodoro Arze recu­peró su gallo.

El 7 de enero de 1934, Arze fal­l­e­ció en Caro­ra y ojalá la cámara munic­i­pal honre su memo­ria y se ini­cie la labor de rescatar su heren­cia y revi­va el salón de arte con su nom­bre para las nuevas gen­era­ciones, aho­ra que esta­mos en su año sesquicentenario.

A medi­a­dos de 1940, don Cecilio Zubil­la­ga Per­era hizo una selec­ción de pin­turas, retratos al óleo de José Gil For­toul y Aquili­no Juares, retratos al pas­tel de Nicolás Patiño, Napoleón Bona­parte, de un torero con su mujer y una dama caraque­ña, retratos al creyón de mon­señor Max­i­m­il­iano Hur­ta­do y Pedro Manuel Arcaya, de otras per­sonas descono­ci­das, además de cuarenta boce­tos que bien val­dría la pena rescatar para que sean admi­ra­dos por los caroreños que no lo conocieron y apre­cien a este gran artista larense naci­do en la cap­i­tal tor­rense hace 150 años.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

Un comentario en «Julio T. Arze pintó a José Gil Fortoul, Aquilino Juares y Cipriano Castro»

  • Existe en San Lázaro de Tru­jil­lo un cuadro de grandes pro­por­ciones que es un retra­to ecuestre del Gen­er­al González Pacheco, con­tem­porá­neo de Cipri­ano Cas­tro. Tiene una gran fir­ma en el ángu­lo infe­ri­or dere­cho que dice J.T. Arze. El ros­tro es muy expre­si­vo. Qué puede hac­erse para saber si es efec­ti­va­mente del Carreño?

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