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Indiana Jones tras la ruta de Simón Bolívar (Parte I)

Luis Heraclio Medina Canelón
Abogado — Historiador
Miembro Correspondiente de la Academia de la Historia del Estado Carabobbo

Pocos saben que Indiana Jones fue inspirado en un personaje de la vida real, el explorador norteamericano Hiram Bingham, el descubridor de las famosas ruinas perdidas de Machu Pichu, quien inició sus aventuras en Venezuela, en el Campo de Carabobo.


La ima­gen de un gringo de som­brero de fiel­tro, revólver al cin­to y un cha­que­tón arru­ga­do pro­tag­on­i­zan­do explo­raciones y aven­turas en tier­ras exóti­cas recuer­da a todo el mun­do a Har­ri­son Ford en su per­son­aje fic­ti­cio de “INDIANA JONES”, pero pocos saben que Indi­ana Jones fue inspi­ra­do en un per­son­aje de la vida real, el explo­rador norteam­er­i­cano Hiram Bing­ham, el re-des­cubri­dor y divul­gador de las famosas ruinas per­di­das de Machu Pichu. Pero todavía son menos los que sabe Bing­ham, el Indi­ana Jones de la vida real ini­ció su extra­or­di­nar­ia car­rera de explo­raciones y des­cubrim­ien­tos nada menos que en la lla­nu­ra de Carabobo, en nues­tra Venezuela, para finalizar años mas tarde en la explo­ración de Machu Pichu que lo hizo famoso mundialmente. 

Esta sem­ana se cel­e­bra el nacimien­to de Hiram Bing­ham, naci­do el 19 de noviem­bre de 1.875; quien al igual que el per­son­aje del cine, el ver­dadero Hiram Bing­ham, era un extra­or­di­nario suje­to que llev­a­ba una doble vida: por una parte era un dis­tin­gui­do cat­e­dráti­co de las uni­ver­si­dades de Yale, Prince­ton y Har­vard, pro­fe­sor de his­to­ria de Lati­noaméri­ca, pero tam­bién era explo­rador y aven­turero. A todas estas activi­dades hay que sumar­le las de fotó­grafo, mil­i­tar, avi­ador, héroe de guer­ra, políti­co, senador, escritor, y admi­rador de Bolí­var y Páez, entre otras cosas.

EL INICIO DE LAS AVENTURAS DE HIRAM BINGHAM

En su carác­ter de his­to­ri­ador de la Améri­ca del Lati­na, Bing­ham se sin­tió cau­ti­va­do por las proezas mil­itares de Simón Bolí­var, cuyas cam­pañas estu­vo estu­dian­do por ocho años en las uni­ver­si­dades norteam­er­i­canas, pero sostenía que no se habían encon­tra­do ni mapas de los lugares de las batal­las ni recuen­tos fidedig­nos de estas acciones. Su interés lo llevó a orga­ni­zar un primer via­je a Suraméri­ca, a Venezuela y Colom­bia en el año de 1.906 para poder cono­cer in situ los lugares donde se habían desar­rol­la­do las mar­chas y batal­las de Bolí­var. Lle­ga a escribir:

“He lle­ga­do a la con­clusión de que si yo deseo com­pren­der este perío­do de la his­to­ria de Suraméri­ca es nece­sario para mi tomar una expe­di­ción que debe ten­er por obje­to un estu­dio, no sola­mente el país donde Boli­var peleó y vivió y vis­i­tar las esce­nas de las batal­las de Carabobo y Boy­acá, sino tam­bién hac­er una explo­ración de la ruta de estas campañas”

De esta primera expe­di­ción ha deja­do un mar­avil­loso tes­ti­mo­nio escrito, denom­i­na­do “Diario de una Expe­di­ción a través de Venezuela y Colom­bia 1.906- 1.907 – Una explo­ración de la ruta de Bolí­var real­iza­da en Mar­zo de 1.819 y los Cam­pos de Batal­la de Boy­acá y Carabobo” (The Jour­nal of an Expe­di­tion Across Venezuela and Colom­bia 1906–1907 AN XPLORATION OF THE ROUTE OF BOLIVAR’S CELEBRATED MARCH OF 1819 AND OF THE BATTLE-FIELDS OF BOYACA AND CARABOBO) en el cual en un lengua­je suma­mente ameno nos lle­va casi de la mano a recor­rer la Venezuela de hace más de cien años, muy pare­ci­da a la que vio la guer­ra de inde­pen­den­cia, com­ple­ta­mente atrasa­da, sin casi vías de comu­ni­cación y con grandes exten­siones de ter­reno casi vír­genes. Con un esti­lo a veces peri­odís­ti­co, a veces cien­tí­fi­co describe cuida­dosa­mente lugares, per­sonas, ani­males, cos­tum­bres y paisajes, hacien­do apre­cia­ciones de his­to­ria, geografía, etnología, nat­u­ral­is­mo, etc. Com­para lo que ve con lo que ha cono­ci­do en otros lugares, crit­i­ca lo que no le gus­ta y elo­gia lo que con­sid­era valioso. Tam­bién nos deja un impor­tante reg­istro fotográ­fi­co, con un enorme número de fotos en el libro, algo inusu­al para la época. Más de cien fotos ilus­tran la obra.

LA EXPEDICIÓN

Bingam lle­ga a La Guaira en tiem­pos de Cipri­ano Cas­tro, un 4 de diciem­bre de 1.906, algo enfer­mo con un dengue con­traí­do en Puer­to Rico, su escala luego de salir de NY. Empieza descri­bi­en­do el boni­to trayec­to en tren des­de el puer­to has­ta la cap­i­tal. Pasa un mes en Cara­cas, donde se incor­po­ra a la expe­di­ción el Dr. Hamil­ton Rice, otro explo­rador y aven­turero perteneciente a la Roy­al Geograf­ic Soci­ety. Durante su estadía en la cap­i­tal con­tac­ta a diplomáti­cos extran­jeros y a políti­cos y cien­tí­fi­cos e his­to­ri­adores vene­zolanos. Ninguno de los extran­jeros ha lle­ga­do más allá de Valen­cia, y le sug­ieren desi­s­tir de la aven­tu­ra, ya que Venezuela aden­tro es un ter­ri­to­rio inhóspi­to y prim­i­ti­vo, inun­da­do en invier­no y sin vías de comu­ni­cación. Las per­son­al­i­dades vene­zolanas le infor­man que debido al reciente invier­no que ha sido muy fuerte debe haber todavía lugares inac­ce­si­bles. Inquiere a los his­to­ri­adores criol­los sobre sus explo­raciones en los cam­pos de batal­la y que­da estu­pe­fac­to al recibir la respues­ta: “No nos ha hecho fal­ta cono­cer los ter­renos de los even­tos porque hemos leí­do todos los libros sobre el tema.”

En Cara­cas se hospe­da en la emba­ja­da norteam­er­i­cana, una espa­ciosa casa del gral Matos, de quien dice gastó dos mil­lones de dólares en el finan­ciamien­to de la rev­olu­ción fra­casa­da con­tra Cas­tro. Lo primero que le impre­siona es que debido a una dis­pu­ta del gob­ier­no con la com­pañía del cable, es imposi­ble enviar o recibir men­sajes de cable des­de Venezuela al exte­ri­or, las noti­cias del mun­do lle­gan con has­ta una sem­ana de atra­so prove­nientes de las Antil­las holan­desas. Se entera de que ese año las el invier­no ha sido muy fuerte en los llanos y es casi imposi­ble via­jar, a menos que sea por vía flu­vial. Sus planes orig­i­nales de cono­cer Ach­aguas se frus­tran por las inun­da­ciones y decide ir al Apure, luego de pasar por Valen­cia y Cam­po de Carabobo.

 

Cuen­ta cómo ve Cara­cas, dice que rara vez hay algún des­or­den, que hay muchos policías bien uni­for­ma­dos de azul y arma­dos de cara­bi­nas, que le recuer­dan a los gen­darmes de Paris. Ve sol­da­dos de caqui bara­to con­fi­na­dos en muchos cuar­te­les. Se que­ja de la gran can­ti­dad de vende­dores de loterías y mendi­gos y enfer­mos en las calles caraque­ñas, en las que nota una mez­cla de esti­los francés y español. Comen­ta sobre las pequeñas pulperías, sas­tr­erías, bar­berías y bot­i­cas. Su gran número le hace recor­dar las ciu­dades de el Sur de Europa. Señala que el bolí­var vale unos veinte cen­tavos de $. Los car­ru­a­jes tam­bién se le pare­cen a los france­ses y nos cuen­ta de las tar­i­fas de los car­ros de alquil­er. Obser­va que todos andan despa­cio en las calles, a excep­ción de los choferes de alquil­er. Es común que los caballeros anden de bastón. Obser­va mucho vagos en la Plaza, dice que no hay casi indios, muchos mes­ti­zos, algunos ras­gos france­ses y ale­manes, ve pocos ras­gos com­ple­ta­mente españoles y ningún anglosajón.

Todas las casas le pare­cen iguales (las vie­jas casas colo­niales) , se que­ja de lo estre­cho de calles y aceras y de lo atrav­es­a­do de los postes de telé­fono que no per­miten cam­i­nar . Dice que el Sur de Cara­cas es atrav­es­a­do por un “atrac­ti­vo río” y que hay un boni­to nue­vo sub­ur­bio con mod­er­nas calles y puentes lla­ma­do “El Paraiso” donde Cas­tro y sus ami­gos han con­stru­i­do mar­avil­losas man­siones. Allí no recuer­da haber vis­to mas bel­los col­ores: el azul inten­so del cielo, el lijero azul de las dis­tantes mon­tañas con sus verdes som­bras y jar­dines, los techos rojos y las calles negras hacen una her­mosa combinación.

Hace un recor­ri­do por los tradi­cionales lugares de interés de la cap­i­tal: capi­to­lio, uni­ver­si­dad, las Acad­e­mias, y se que­ja amarga­mente del pobre esta­do del museo de Cien­cias Nat­u­rales: “Uno siente que el museo no es muy queri­do por las autori­dades”, en cam­bio, que­da mar­avil­la­do por la Bib­liote­ca Nacional.

En una reunión con diplomáti­cos extran­jero sólo escucha sobre la enfer­medad de Cas­tro, Algunos dicen que su vida está en peli­gro. Visi­ta el hos­pi­tal Var­gas y obser­va mod­er­nos méto­dos aunque se sor­prende de que los médi­cos no usen guantes de goma, encuen­tra un buen lab­o­ra­to­rio de bac­te­ri­ología muy bien dota­do y aten­di­do por un joven médico.

Asiste a los toros, al juego de lotería, que en su cri­te­rio aten­ta con­tra el tra­ba­jo, a un concier­to decep­cio­nante y al Club Con­cor­dia y La India, los mejores de Cara­cas. Las mujeres de Cara­cas le pare­cen muy apa­gadas, dice que no salen de sus casas y que se lim­i­tan a hablar con sus veci­nos des­de sus ven­tanas. Encuen­tra una exce­lente colec­ción de his­to­ria nat­ur­al en manos de los her­manos capuchi­nos, mucho mejor con­ser­va­da y orga­ni­za­da que la de el Museo. Dis­frutó de las cel­e­bra­ciones de navi­dad y año nue­vo, dejan­do por­menoriza­da relación de nues­tras cos­tum­bres y usos.

(Con­tin­uará con la segun­da parte)

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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