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La batalla de Tocuyito y los cuchillos del Dr. Medina.

Luis Heraclio Medina Canelón

Abo­ga­do — Historiador

Este 14 de septiembre se cumplen 122 años de la batalla de Tocuyito, un hecho bélico que marcaría el destino de Venezuela por todo el siglo XX.


El doc­tor y gen­er­al Medar­do Her­a­clio Med­i­na, médi­co ciru­jano del Hos­pi­tal Civ­il de Valen­cia para la fecha de la batal­la de Tocuyito

En la casa de mis pri­mos Med­i­na se con­ser­va, como una reliquia famil­iar, el equipo de amputación quirúr­gi­ca de mi bis­abue­lo el gen­er­al y médi­co Medar­do Her­a­clio Medina. 

En el año de 1899 había en Valen­cia sólo dos ciru­janos:  Según hemos vis­to en las actas del Ayun­tamien­to de Valen­cia (dspacebolivarium.com) existían en la nómi­na de la munic­i­pal­i­dad el “médi­co de la parte ori­en­tal de la ciu­dad” y el “médi­co de la parte occi­den­tal”: uno de ellos para el Hos­pi­tal Civ­il y otro para el Hos­pi­tal de Caridad. 

En aque­l­la pueb­le­ri­na ciu­dad, segu­ra­mente estos dos ciru­janos eran sufi­cientes para aten­der a los pacientes que nece­sita­ban algu­na operación.

Pero el 14 de sep­tiem­bre de 1899, a las afueras de Valen­cia, en el pueblo de Tocuy­i­to ocur­rió un hecho excep­cional: la batal­la en la que se enfrentaron el ejérci­to nacional que apoy­a­ba al pres­i­dente Igna­cio Andrade y las fuerzas de la rev­olu­ción Restau­rado­ra lid­er­a­da por Cipri­ano Castro. 

Fue un com­bate espe­cial­mente cru­en­to, con la uti­lización de cañones y por segun­da o ter­cera vez en Venezuela de un nue­vo artilu­gio infer­nal: la ametralladora. 

Unos cin­co mil hom­bres se enfrentaron con la der­ro­ta de las fuerzas del gob­ier­no, pero ya vic­to­ria de las tropas de Cas­tro resultó muy cara para ambos ban­dos: se cal­cu­la que las bajas entre muer­tos y heri­dos fueron aprox­i­mada­mente dos mil hombres.

Des­de el día sigu­iente comien­zan a lle­gar a Valen­cia una ola de heri­dos de los com­bat­ientes de ambos ban­dos: cen­tenares de sol­da­dos tirotea­d­os, machetea­d­os, con­tu­sos, con hor­ri­bles heri­das de los cañon­a­zos que tienen que ser trata­dos urgen­te­mente por los dos ciru­janos de la ciu­dad y algún otro médi­co que presuroso acude en auxilio.

No hay aneste­sia para tan­ta gente, no hay may­ores recur­sos para opera­ciones que en cir­cun­stan­cias ordi­nar­ias podrían ser tratadas de otra man­era, en ese momen­to se tra­ta de sal­var el may­or número de vidas que sea posi­ble; y el tiem­po para evi­tar muertes por desan­gramien­to o por la gangrena.

Equipo quirúr­gi­co de amputación del Dr. Med­i­na, com­puesto por un torni­quete de bronce y dos cuchil­los en su estuche de nogal. Con el tiem­po se perdió la sier­ra que lo completaba.

Es en ese momen­to en que Medar­do Her­a­clio Med­i­na tiene que apelar a su recién adquiri­do equipo de amputación, aca­ba de lle­gar de Inglater­ra; den­tro de un lujoso estuche de nogal vienen dos enormes cuchil­los, una sier­ra y el torni­quete con su cor­rea; con la ayu­da de los prac­ti­cantes o de algún vol­un­tario (que inmov­i­lizan fuerte­mente al paciente) se pro­cede a sal­var innu­mer­ables vidas medi­ante ráp­i­das amputa­ciones de los miem­bros infec­ta­dos.  Eran momen­tos en que la veloci­dad del médi­co era fun­da­men­tal para evi­tar la muerte del paciente por una hemor­ra­gia. Fueron muchos los que sal­varon sus vidas de esta manera.

EL JOVEN CAPITÁN LÓPEZ

Entre los tan­tos heri­dos que lle­gan a ser aten­di­dos por mi bis­abue­lo está un jovenci­to, casi un ado­les­cente, que tiene una hor­ri­ble heri­da de un bal­a­zo de fusil máuser en un hom­bro. La enorme bala de puro plo­mo se ha defor­ma­do al impactar y ha com­pro­meti­do hue­sos, mús­cu­los, arte­rias y tendones. 

Med­i­na se con­mueve del mucha­cho que tiene casi la edad de su hijo may­or, y es muy blan­co, alto y del­ga­do como aquel. A difer­en­cia de muchos de los otros sol­da­dos que han lle­ga­do de lejos con los rev­olu­cionar­ios este joven se mues­tra muy edu­ca­do, con un extra­or­di­nario niv­el de instrucción.

-Yo soy bachiller doc­tor, me gradué el año pasa­do, quería estu­di­ar med­i­c­i­na, pero me vine con la revolución.

- ¿Y cómo te lla­mas muchacho?

-Yo soy el capitán López para servir­le, ¡doc­tor no me vaya a dejar mocho, sálveme el bra­zo, por lo que más quiera ¡

Med­i­na ordenó que prepararan al joven capitán López para oper­ar­lo a primera hora del día siguiente.

-Al mucha­cho vamos a ten­er que cor­tar­le el bra­zo, con toda seguri­dad, es mejor que quede vivo y mocho antes que se le infecte la heri­da y se muera.

El joven capitán Eleazar López Con­tr­eras. Iba a lle­gar muy lejos.

Al día sigu­iente, sobre una mesa de madera, le dieron un tra­go de aguar­di­ente, lo agar­raron entre var­ios y Med­i­na abrió la piel con sus afi­la­dos cuchil­los, buscó la bala, la sacó y como pudo, trató de reparar los teji­dos daña­dos.  No hay pus, no hay mal olor.  Vamos a coser a ver como evolu­ciona. No amputare­mos hoy.

La heri­da no se infec­tó, tuvo suerte el capitán López. Per­maneció var­ios días bajo el cuida­do de mi bis­abue­lo, tiem­po durante el cual cosecharon una bue­na amis­tad, esa amis­tad que surge del que sufre para quien lo ampara en su mal momen­to. Al joven ofi­cial lo hospedaron unos días en la casa de la famil­ia, donde casual­mente mi bis­abuela Isme­nia, era tam­bién de apel­li­do López. 

Una vez medi­ana­mente recu­per­a­do el joven López pudo tomar el fer­ro­car­ril e ir a Cara­cas con el resto del ejérci­to. Se des­pidió de la famil­ia Med­i­na López y más nun­ca volvieron a verse, pero el gen­er­al López recordó las aten­ciones recibidas en Valen­cia por el Dr. Med­i­na en su libro “Pági­nas para la His­to­ria Mil­i­tar de Venezuela”

Pasaron 35 años.  López aho­ra es gen­er­al.  Tam­bién es pres­i­dente de la repúbli­ca. Eleazar López Con­tr­eras tiene todavía algu­nas secue­las del bal­a­zo de Tocuy­i­to que le durarán toda la vida. Una de sus primeras medi­das al asumir la primera mag­i­s­tratu­ra de la repúbli­ca es lib­er­ar a todos los pre­sos políti­cos.  Mien­tras lee la lista de los que están reci­bi­en­do la lib­er­tad ve un nombre:

Luis Eudoro Med­i­na López, de Valencia.

Pre­gun­ta a uno de sus asesores:

Ten­go amis­tad con un doc­tor Med­i­na de Valen­cia, es casa­do con una seño­ra López, ¿habrá algu­na relación?

Mi gen­er­al, el doc­tor Med­i­na murió hace mucho tiem­po, ese pre­so que está liberan­do es su hijo, tenía cin­co años detenido en el Castil­lo por ene­mi­go del gobierno.

-Mán­de­lo a lla­mar-. Ordenó el pres­i­dente de la república.

El pres­i­dente le pidió a Luis Eudoro, el hijo de su médi­co sal­vador, que fuera colab­o­rador de su gob­ier­no y mi abue­lo fue fiel servi­dor del pro­ce­so de democ­ra­ti­zación ini­ci­a­do por López Con­tr­eras, ejer­cien­do como diputa­do y gob­er­nador del dis­tri­to Puer­to Cabel­lo, sel­l­an­do una amis­tad ini­ci­a­da como con­se­cuen­cia de un bal­a­zo de máuser en Tocuyito.

La caja de nogal, con sus cuchil­los y torni­quetes es un tes­ti­go extra­or­di­nario de la historia.

El antiguo Hos­pi­tal Civ­il de Valel­n­cia a finales del s. XIX

 

 

 

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

2 comentarios en «La batalla de Tocuyito y los cuchillos del Dr. Medina.»

  • Exce­lente cróni­ca, estu­pen­do rela­to, mis felic­ita­ciones Luis Heraclio .

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  • En un pro­gra­ma de tele­visión recuer­do que el médi­co per­son­al de eleazar López Con­tr­eras decía que cada vez que iba al médi­co y le toma­ban la ten­sión en ese bra­zo, no tenía pul­so ya que lo había per­di­do debido al tiro, y quedó con esa secuela.

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