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La Divina Pastora en el amor del pueblo larense

 

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista


La imagen de la Divina Pastora posiblemente fue adquirida entre 1715 y 1724, traída de Sevilla, España, dado se propagaba rápidamente el apostolado pastoril de la Virgen en esa zona, además de acostumbrarse a importar las imágenes religiosas.

En 1703, en Sevil­la, el cura de la igle­sia de San Gil, padre Isidoro de Sevil­la, encar­gó al pin­tor Miguel Alon­so Tovar, un cuadro de la Vir­gen, atavi­a­da como pas­to­ra, que poco después fue expues­ta en la pro­ce­sión del 8 de sep­tiem­bre, día de la nativi­dad de la Vir­gen, ima­gen que pron­to cau­tivó el afec­to de la población española.

Pro­ce­sión de la Div­ina Pas­to­ra, al fon­do antiguo Hotel Nue­va Segovia,  hoy Rec­tora­do de la UCLA 

Los gay­ones se car­ac­teri­zaron por ser un pueblo aguer­ri­do e indoble­gable, los cuales des­de la pres­en­cia de los col­o­nizadores, se enfrentaron con­stan­te­mente. En el siglo XVIII, ya diez­ma­dos demográ­fi­ca­mente por el acoso col­o­nizador, es cuan­do Fray Bar­tolomé de Salazar y Ruiz, cura doc­trinero de San­ta Rosa del Cer­ri­to, con­sigue la paci­fi­cación con pacien­cia a través de la prédi­ca de la Div­ina Pas­to­ra, acon­tec­imien­to que da ini­cio a la devo­ción, que se acre­cen­tó con el paso de los años y con la apari­ción de la epi­demia del cólera en Bar­quisime­to, inducen al pueblo a solic­i­tar al Poder Divi­no de la Vir­gen, pro­tec­ción y consuelo.

La imagen se quedó en Santa Rosa

Entre la tradi­ción bar­quisimetana que rodea la his­to­ria de la ven­er­a­da ima­gen desta­ca, que en 1740, el pár­ro­co de San­ta Rosa, Sebastián Bernal quiso para su igle­sia una ima­gen de la Inmac­u­la­da Con­cep­ción, y al mis­mo tiem­po el vic­ario del tem­p­lo de la Inmac­u­la­da Con­cep­ción, solic­itó una ima­gen de la Div­ina Pas­to­ra, “pero por designios de la Prov­i­den­cia”, al lle­gar los encar­gos en cajas de madera se
inter­cam­biaron y el de la Pas­to­ra fue a parar a San­ta Rosa y el otro a la igle­sia de la Concepción.

La Div­ina Pas­to­ra en su pere­gri­nar por Barquisimeto 

Cuan­do Bernal abrió su encomien­da, advir­tió la equiv­o­cación, orde­nan­do a unos indios y arrieros lle­var el cajón y su con­tenido has­ta Bar­quisime­to, “pero el bul­to se
tornó tan pesa­do que ni los indios ni las bes­tias pudieron mover el cajón que con­tenía la ima­gen en piezas de la Div­ina Pastora”.

Bernal con estu­por al comu­nicar lo suce­di­do, el Vic­ario de la Con­cep­ción se sor­prendió por el acon­tec­imien­to y con­sid­eró que la ima­gen debía quedarse en San­ta Rosa porque demostró ser ese su deseo. No existe has­ta el pre­sente prue­bas doc­u­men­tales que demuestren este hecho, pero el históri­co suce­so for­ma parte, como señalam­os, de una arraiga­da tradición.

El nicho de la Pastora

Con el propósi­to firme de pro­mover la ven­eración a la Div­ina Pas­to­ra, se construyó
en la capil­la de San­ta Rosa del Cer­ri­to, un altar y para el año de 1746, ya se hace ref­er­en­cia a este con moti­vo de la visi­ta ecle­siás­ti­ca del Vic­ario Super­in­ten­dente Car­los Herrera.

El cul­to a la ima­gen fue cre­cien­do, espe­cial­mente cada 8 de sep­tiem­bre, día de la Nativi­dad de la Vir­gen, fecha en donde San­ta Rosa se con­vertía en una gran romería de su devoción.

La sagra­da ima­gen de la Patrona de los larens­es en la antigua cat­e­dral  de Bar­quisime­to, tem­p­lo de San Francisco

El acon­tec­imien­to sigu­ió desar­rol­lán­dose has­ta el ter­re­mo­to del 26 de mar­zo de 1812, cuan­do el sis­mo destruyó casi todas las edi­fi­ca­ciones en Bar­quisime­to, incluyen­do la igle­sia de la Con­cep­ción, así como el tem­p­lo de San­ta Rosa, “pero la nave lat­er­al, en donde per­manecía la Div­ina Pas­to­ra, quedó intac­ta y la ima­gen no sufrió ningún daño”. Luego del históri­co y des­bas­ta­dor suce­so, se ini­ció la recon­struc­ción del tem­p­lo, con­cluyén­dose la obra en 1864. 

El tem­p­lo ha sido someti­do a mejo­ras par­ciales des­de la fecha, pero la más impor­tante ocur­rió en 1956, con moti­vo de la coro­nación canóni­ca de la Vir­gen, restau­rán­dose el altar mayor.

La epidemia

En noviem­bre de 1855, se reportó los primeros casos de cólera en Bar­quisime­to, epi­demia que lle­garía a Venezuela, a través del vapor vene­zolano ‘Inte­gri­dad’ que atracó en el río Orinoco el 9 de sep­tiem­bre de 1854. Gob­ern­a­ba la comar­ca el gen­er­al Zab­ulón Valverde, pero sin recur­sos ni áni­mo para hac­er­le frente a la mor­tal epi­demia, ésta pron­to se propagó. 

El gob­ier­no creó cuadrillas de policías y de pre­sos para enter­rar a los muer­tos y con­struyó el cemente­rio del Dividive o de los Cole­ri­en­tos. El ter­ror se apoderó de la región y es aquí,  en donde como últi­mo acto de fe y esper­an­za, surge la históri­ca rog­a­ti­va del padre José Macario Yépez, quien pide cese la enfer­medad a cam­bio de su vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Rogó ante la Pastora

En 1855, el padre Yépez, vien­do la propa­gación de la epi­demia del cólera, hace edi­ficar el mon­u­men­to a la Cruz Sal­vado­ra en el sitio de Tier­ri­tas Blan­cas, en las afueras de la ciu­dad, obra dirigi­da por Mar­i­ano J. Rald­i­riz y José Manuel Otero, con­sagración lle­va­da a cabo en diciembre.

Más tarde, el 14 de enero de 1856, con­vo­ca a una gran rog­a­ti­va ante la cruz y se lle­van al sitio imá­genes de los tem­p­los bar­quisimetanos, entre ellos la Div­ina Pas­to­ra de San­ta Rosa y Jesús Nazareno des­de la par­ro­quia Concepción.

En elocuente rela­to, el his­to­ri­ador Nec­tario María apun­ta que al finalizar la pláti­ca el padre Yépez, movi­do por un celes­tial impul­so de cari­dad cris­tiana, exhaló su alma en sub­limes tér­mi­nos de abne­gación y heroís­mo; cayó de hino­jos, puestos los bra­zos en la cruz y vuel­to hacia la ima­gen, con voz fuerte y tré­mu­la entrecor­ta­da por sol­lo­zos, exclamó: 

Vir­gen San­tísi­ma, Div­ina Pas­to­ra, en aras de la Jus­ti­cia Div­ina, por el bien y la sal­vación de este pueblo te ofrez­co mi vida. Madre mía, Div­ina Pas­to­ra, por los dolores que exper­i­men­tó tu Divi­no Corazón, cuan­do recibiste en tus bra­zos a tu San­tísi­mo Hijo en la baja­da de la Cruz, te supli­co Madre Mía, que salves a este pueblo, ¡que sea yo la últi­ma víc­ti­ma del cólera!
 

Durante su ser­món, el cura cal­ma a los angus­ti­a­dos fieles y los invi­ta a seguir en pro­ce­sión has­ta el tem­p­lo de la Con­cep­ción, segui­dos de la sagra­da ima­gen de la
Vir­gen Zagala y El Nazareno.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Nazareno llegó primero y el pueblo con­gre­ga­do de rodil­las y supli­cante, esperó pacien­te­mente la lle­ga­da de la Div­ina Pas­to­ra. Hubo prédi­cas, ora­ciones y súpli­cas, y el padre Yépez, acom­paña­do del pres­bítero Rald­i­riz, pre­sidió el acto. 

Dicen que des­de ese día dis­min­uyó la epi­demia, y por ello quedó estable­ci­da la tradi­ción de traer anual­mente la ima­gen de la Div­ina Pas­to­ra a la ciu­dad de Barquisimeto.

Según estos recuen­tos, la inau­gu­ración y la ben­di­ción de la Cruz Sal­vado­ra de Tier­ri­tas Blan­cas pre­cedió la visi­ta de la Div­ina Pas­to­ra el 14 de enero; y el Jesús Nazareno fue lle­va­do allí en pro­ce­sión dos veces: la primera para la con­sagración de la cruz en diciem­bre de 1855 y la segun­da, el 14 de enero de 1856 para recibir la ima­gen de la Div­ina Pas­to­ra des­de San­ta Rosa. La Div­ina Pas­to­ra per­manece en ese tem­p­lo var­ios días y pos­te­ri­or­mente es lle­va­da otras igle­sias de Barquisimeto.

El cólera comen­zó a desa­pare­cer y con la epi­demia el padre Yépez que morirá de fiebre tifoidea meses después, el 16 de junio de 1856. Sepul­ta­do “a escon­di­das y a toda prisa, al abri­go de la noche por sus alum­nos, en el cemente­rio de San Juan”, dado que las fuerzas del Gob­ier­no Lib­er­al venía tras el padre para apre­sar­lo por adver­sario al rég­i­men y conspirador.

Cómo eran las procesiones

Todos los años, sin excep­tu­ar uno solo, ni aun en las épocas de guer­ras civiles, incluyen­do la de la Fed­eración, que fue de cin­co años, el 14 de enero, a las cin­co de la madru­ga­da, sale de Bar­quisime­to una pere­gri­nación, a pie, has­ta San­ta Rosa, para traer en la tarde a su queri­da ima­gen de la Div­ina Pastora.

En ple­na procesión 

Era cos­tum­bre durante esa época lev­an­tar arcos tri­un­fales en las calles por donde pasa­ba la pro­ce­sión y pon­er en las ven­tanas bris­eras con velas encen­di­das y platil­los para que­mar incien­so. Todas las cam­panas de las igle­sias anun­cia­ban que la Vir­gen ven­dría ese día.

La ima­gen era car­ga­da por una doce­na de hom­bres sobre un mesón y éstos se colo­ca­ban sobre la cabeza unos rodetes de trapo para sopor­tar el peso. Dos hom­bres se ocu­pa­ban de lev­an­tar el paño que cubría el mesón para dar aire a los sofo­ca­dos car­gadores. Había relevos a lo largo del trayec­to de unos siete kilómet­ros.

Un sac­er­dote presidía la romería que salía de San­ta Rosa cer­ca del mediodía, lle­ga­ba a una plazuela en la entra­da de la ciu­dad como a las cua­tro y hacía una para­da en la casa del señor Casimiro Casamay­or, situ­a­da en la hoy aveni­da 20 cruce con la calle 16, ángu­lo noroeste. 

Has­ta allí la traían den­tro de un camarín para pro­te­gerla del pol­vo del camino, luego le daban el últi­mo arreg­lo y le colo­ca­ban el Niño en los bra­zos. Al destapar la ima­gen le canta­ban una salve y, antes de pros­eguir el camino has­ta la Cat­e­dral (hoy tem­p­lo de San Fran­cis­co), la ciu­dad entera le brind­a­ba un recibimien­to majestuoso.

Alrede­dores de la igle­sia de San­ta Rosa, antes de ini­ciar la procesión

Luego, cada domin­go, la saca­ban (la ima­gen) en pro­ce­sión paseán­dola por las calles
para lle­var­la a las difer­entes igle­sias de man­era que las per­sonas pudier­an en cada par­ro­quia expre­sar­le su devo­ción y acer­carse a ella. Se acos­tum­bra­ba regre­sar­la al pueblo de San­ta Rosa una vez con­clu­i­do el recor­ri­do, antes del domin­go de car­naval, para evi­tar el juego calle­jero que usual­mente tenía lugar en estas fiestas.

su regre­so, pasa­ba de nue­vo por el mon­u­men­to a la Cruz Sal­vado­ra y para­ba en saca de Casimiro Casamay­or, para cubrir­la con el camarín que la pro­te­gería. Con
el paso de los años, la pro­ce­sión fue cre­cien­do has­ta el pun­to de con­ver­tirse en la expre­sión mar­i­ana más acon­te­ci­da de Venezuela y una de las más impor­tantes de Améri­ca. La Div­ina Pas­to­ra está car­ga­da de leyen­das y de his­to­ria. La Div­ina Pas­to­ra es la man­i­festación de amor del pueblo larense.

Fotos: Fotote­ca de Barquisimeto/Carlos Eduar­do López

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Fuente: La Div­ina Pas­to­ra, His­to­ria de una Devo­ción. María Matilde Suáres y Camen Bethen­court. Bar­quisime­to 2005

Lo Bel­lo y lo Útil de Lara. Casa Propia Enti­dad de Ahor­ro y Prés­ta­mo. Bar­quisime­to 2004

His­to­ria de la Div­ina Pas­to­ra de San­ta Rosa. Her­mano Nec­tario María. Barcelona 1926.

El Padre José Macario Yépez 1799–1855. Lino Irib­ar­ren Celis. Cara­cas 1952

Bar­quisime­to: His­to­ria Pri­va­da, Alma y Fisonomía de Bar­quisime­to de Ayer. Rafael Domin­go Sil­va Uzcátegui. Cara­cas 1959 

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