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La Onda Nueva: ¿música popular o de moda?

 

Freddy Torrealba Z
Escritor


La década de los años 60 del siglo XX se caracterizó por los convulsos acontecimientos socio políticos, entre cuyas manifestaciones tenemos la Guerra del Vietnam, el fenómeno de los hippies y la violencia guerrillera en Latinoamérica. 

  En ese con­tex­to irrumpe, durante un concier­to en diciem­bre de 1968 en Cara­cas, la nove­dosa músi­ca de la Onda Nue­va, una creación del músi­co valen­ciano Alde­maro Romero. Este hacía de pro­fe­ta que anun­cia­ba un ren­o­vador rit­mo en un ambi­ente que vivía el furor de la sal­sa surgi­da en los bar­rios de Nue­va York, los rit­mos trop­i­cales bail­ables y el pop que había pen­e­tra­do fuerte en los jóvenes del país. Entonces la músi­ca nacional esta­ba de capa caída.

  La músi­ca es un fenó­meno cul­tur­al y humano suje­to a los inevita­bles cam­bios por medio de la prác­ti­ca. Fue pre­cisa­mente lo que acometió este músi­co con el joropo vene­zolano al lle­var­lo a los géneros del bossa nova brasilero y el jazz norteam­er­i­cano. Tuvo la inge­niosa ini­cia­ti­va de susti­tuir el arpa, cua­tro y mara­cas por el piano, la batería y el bajo para pro­ducir un rit­mo ale­gre, con­ta­gioso, vibrante y emo­cional que invi­ta a bailar de inmedi­a­to. Un audaz inten­to a par­tir de dos géneros acom­pasa­dos y nos­tál­gi­cos com­para­dos con el movi­ble joropo. Lo hizo al pre­cio de sac­ri­ficar en gran medi­da lo nacional muy pro­pio de los movimien­tos del exo­tismo cultural.

Las inevitables versiones

  Las adapta­ciones musi­cales tienen sus ries­gos entre estos la pér­di­da de iden­ti­dad a causa de los cam­bios. Así Romero tuvo el audaz ademán de com­bi­nar el joropo vene­zolano con el bossa nova y el jazz. Esa ver­sión sig­nifi­ca­ba, has­ta cier­to pun­to, pon­er­le mule­tas a lo autóctono en aras de lo cos­mopóli­ta. Méx­i­co y Colom­bia lo han hecho, pero con­ser­van­do la esen­cia de sus crea­ciones cul­tur­ales. Cuba es el úni­co país lati­noamer­i­cano que con el son, se ha medi­do con el jazz norteam­er­i­cano, pero sin alter­ar su originalidad.

Alde­maro Romero

En un audaz ademán Romero exper­i­men­ta con lo nue­vo al con­ju­gar con otras expre­siones músi­co-cul­tur­ales. Pero con ello sacud­ió de la modor­ra el ambi­ente artís­ti­co y al país en gen­er­al con esa búsque­da cos­mopoli­ta en tiem­pos de la filosofía exis­ten­cial­ista que plantea la afir­ma­ción de la lib­er­tad en con­cre­to. Muy tem­pra­no desar­rol­la la flex­i­bil­i­dad y aper­tu­ra ante la glob­al­ización que nos ha traí­do un fol­clor uni­ver­sal, como lo dice Eze­quiel Ander-Egg. Una real­i­dad que solo los puris­tas y dog­máti­cos de la músi­ca no entien­den. Un fenó­meno que se afronta con la fuerza de la creación en lugar de ami­la­narse ante el avance arrol­lador de la ide­ología y cul­tura que proviene de las  tec­nologías de la infor­ma­ción y comunicación.

 

Un exce­lente producto

Con todo, la resul­tante fue la mate­ri­al­ización de una músi­ca sus­ten­ta­da en una estu­pen­da armóni­ca y rít­mi­ca que entre­tiene el oído. Un sonido ligero, refres­cante y ele­gante como el son el Galerón del Tamu­nangue, atrav­es­a­do por un bam­boleante rit­mo y un vis­toso dan­zar.  Es músi­ca exce­lente que caló muy hon­do en el vari­a­do aban­i­co de la clase media que entonces con­cen­tra­ba más del veinte por cien­to de la población vene­zolana con alto poder de con­sumo. Eso es un aval por la mar­ca­da aceptación. Pero sus esce­nar­ios no eran los masivos de la sal­sa como la calle para per­manecer en el gus­to del públi­co. Es la desven­ta­ja de la Onda Nue­va que la hace pro­clive a la moda musi­cal como los géneros de la orquídea, el twist, el mam­bo, el surf y el booga­loo de exis­ten­cia tran­si­to­ria. Si bien parte de una man­i­festación fol­clóri­ca como el Joropo no es garan­tía de que sea masi­vo. A veces ocurre que lo fol­clóri­co no prende de for­ma per­ma­nente en el públi­co con­sum­i­dor de músi­ca. El ries­go es el de un arte esno­bista. De la músi­ca académi­ca o cul­ta mucho menos por su tradi­ción elit­ista y sus com­ple­jos arreglos.Desde el pun­to de vista de la téc­ni­ca musi­cal se tra­ta de un pro­duc­to impeca­ble. Con­cep­tual­mente la seriedad con que se tomó esta obra se evi­den­cia en la creación de un man­u­al para su eje­cu­ción sig­no de la for­mal­i­dad académi­ca sin empiris­mos. De esa for­ma Romero descartó el scat, que car­ac­ter­i­za al jazz con­sis­tente en la emisión de sonidos brevísi­mos impro­visa­dos por el can­tante. Todo es rig­urosa­mente pen­sa­do y plan­i­fi­ca­do sin impro­visa­ciones sobre la mar­cha. Una músi­ca con el val­or de uni­ver­salizar lo pop­u­lar y fol­clóri­co vene­zolano que en Bar­quisime­to difundía Radio Juven­tud des­de 1969 con José Martínez Guaidó como director.

CorreodeLara

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