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La República de Funes

Luis Heraclio Medina Canelón
MC de la Academia de Historia del Estado Carabobo

Tomás Funes se llamaba

el tira­no de Río Negro

¡Ah, mal­haya la justicia

de un Aré­va­lo Cedeño

el pro­tec­tor del lisiado,

el ami­go de los buenos,

el que siem­pre tuvo espada

al ser­vi­cio de los pueblos!

(copla anón­i­ma)


 

Hoy 30 de enero se cumplen los cien años del fusil­amien­to de Tomás Funes. Entre los doc­u­men­tos históri­cos que me regalaron unas bue­nas amis­tades el año pasa­do se encuen­tra el orig­i­nal de un expe­di­ente con­tenti­vo de un ”Informe de Vig­i­lan­cia de Fron­teras” en el cual el comi­sion­a­do Samuel Darío Mal­don­a­do, entre otras cosas, da cuen­ta de las rela­ciones de Tomas Funes con las autori­dades colom­bianas que actu­a­ban en la frontera.

Cará­tu­la del Informe de Fronteras

Funes es el pro­tag­o­nista del más grave caso de desprendimien­to del ejer­ci­cio de la sober­anía del esta­do vene­zolano sobre el sue­lo patrio. Nos refe­r­i­mos al establec­imien­to de un gob­ier­no de fac­to autónomo en el antiguo Ter­ri­to­rio Fed­er­al (hoy esta­do) Ama­zonas por ocho lar­gos años, entre 1913 y 1921, tiem­po en el cual el esta­do vene­zolano aban­donó a su suerte un ter­ri­to­rio equiv­a­lente al veinte por cien­to de la super­fi­cie total de la nación. Fue un perío­do en el cual estu­vo frac­tura­do el ter­ri­to­rio nacional, no hubo pres­en­cia de ningu­na autori­dad vene­zolana, ni judi­cial, ni ejec­u­ti­va, ni poli­cial o militar.

Para 1913 el dic­ta­dor Juan Vicente Gómez  había des­ig­na­do como su lugarte­niente en Ama­zonas al gen­er­al Rober­to Puli­do. El gob­er­nador Puli­do, al igual que la may­oría o la total­i­dad de los pres­i­dentes de los esta­dos gomecis­tas, aca­paró a la fuerza las riquezas del ter­ri­to­rio, repar­tién­dolas entre sus famil­iares y segun­dones. Creó impuestos que grav­a­ban todo trán­si­to de mer­cancías, hacien­do que­brar a todos los com­er­ciantes y los susti­tuyó por sus pro­pios abas­tos, bares, lenocin­ios y gar­i­tos aten­di­dos por gente de su entera con­fi­an­za. Igual­mente monop­o­lizó los nego­cios del cau­cho (bal­a­ta) y la sar­rapia, que eran los prin­ci­pales pro­duc­tos de la región.

Como es de esper­ar, esta injus­ta situación molestó a los com­er­ciantes y pro­duc­tores de la zona.  Entre ellos esta­ba Tomás Funes, un ambi­cioso y astu­to hom­bre de Rio Chico, quien des­de prin­ci­p­ios de siglo se había estable­ci­do en el Ter­ri­to­rio Ama­zonas dedicán­dose al nego­cio de la explotación del cau­cho, del cual era el más impor­tante comerciante.

Funes se reunió con los otros com­er­ciantes y acor­daron diri­girse al gob­er­nador solic­itán­dole derog­ar todas aque­l­las medi­das impop­u­lares, que los esta­ban lle­van­do a la quiebra. Luego de un mes sin que Puli­do diera respues­ta a la peti­ción de los com­er­ciantes, Funes reúne nue­va­mente a sus cole­gas y acuer­dan actu­ar de man­era violenta.

La madru­ga­da del 8 de mayo de 1913 Tomás Funes, jun­to con una trein­te­na de com­er­ciantes de San Fer­nan­do de Atabapo arma­dos de revólveres y rifles avan­zan hacia la casa del gob­er­nador.  Los acom­pañan unos cien macheteros de Funes. Son hom­bres bru­tal­mente efi­cientes con el machete, acos­tum­bra­dos a cor­tar un árbol pequeño de un solo tajo. Silen­ciosa­mente matan a macheta­zos a los cen­tinelas de la casa del gob­er­nador, a quien encuen­tran dormi­do en una hamaca. Allí le pegan un tiro que lo hiere grave­mente y cuan­do tra­ta de incor­po­rarse lo decap­i­tan de un cert­ero macheta­zo.  Seguida­mente aniquilan a los pocos policías de San Fer­nan­do, se adueñan de las armas y cor­tan las líneas telegráficas.

Aho­ra empieza una “operación de exter­minio”: Los esbir­ros de Funes salen a recor­rer todos los nego­cios del asesina­do Puli­do en San Fer­nan­do de Atabapo y allí masacran a todos los admin­istradores o encar­ga­dos. Luego Funes envía dos expe­di­ciones de sicar­ios: una a Atures y la otra a San Car­los, las pobla­ciones más impor­tantes del ter­ri­to­rio, tam­bién con el fin de exter­mi­nar a todos los emplea­d­os del depuesto gob­er­nador, orden que se cumple a cabal­i­dad: sin piedad son asesina­dos todos los emplea­d­os de Puli­do y sus famil­ias. Inclu­so la esposa del gen­er­al Puli­do es vio­la­da y asesina­da jun­to a sus dos niños pequeños. Funes se había apoder­a­do de man­era abso­lu­ta de todo el Ter­ri­to­rio Fed­er­al Ama­zonas ini­cian­do su gob­ier­no de terror.

Tomas Funes

Gómez se desen­tendió del Ama­zonas: no envió en con­tra del lla­ma­do “ter­ror de Río Negro” a su tan cacarea­do “ejérci­to nacional”; por ocho lar­gos años se hizo de la “vista gor­da” ante la pres­en­cia del gob­ier­no de Funes con una ban­da de sei­scien­tos sicar­ios en el vas­to ter­ri­to­rio, donde era lit­eral­mente amo y señor de vidas y hacien­das, sin ningu­na inter­fer­en­cia del gob­ier­no vene­zolano. Ningún batal­lón, ni un solo pelotón, ni un solo sol­da­do del ejérci­to vene­zolano acud­ió al Ter­ri­to­rio Fed­er­al Ama­zonas por ocho años a restau­rar la sober­anía del esta­do vene­zolano. La “unidad nacional” que preg­o­nan algunos admi­radores de Juan Vicente Gómez no incluía al segun­do esta­do (ter­ri­to­rio entonces) más exten­so del país con unos cien­to ochen­ta mil kilómet­ros cuadra­dos (180.000 km²), un equiv­a­lente a trein­ta y ocho (38) veces la super­fi­cie total del Esta­do Carabobo, para ten­er una idea de su inmen­si­dad. Eso era, lit­eral­mente, un país aparte, donde Colom­bia y Brasil hacían los nego­cios que quisier­an sin temor a una autori­dad nacional que con­tro­lara o super­vis­ara.  Con la mis­ma facil­i­dad com­er­cia­ba tam­bién con Ciu­dad Bolí­var, ante la mira­da com­plac­i­ente de las autori­dades. Siem­pre que no molesten a Gómez en Mara­cay, todo se podía tolerar.

Mien­tras tan­to Funes iba expropiando toda riqueza lo que encon­tra­ba a su paso y el que protesta­ba encon­tra­ba la muerte segu­ra: Se con­tabi­lizan en 422 el número de per­sonas asesinadas para apoder­arse de sus bienes: peri­odis­tas, médi­cos, pro­duc­tores agrar­ios, entraron entre las víc­ti­mas “criol­las”, es decir gente civ­i­liza­da. El número de indí­ge­nas que fueron reduci­dos a la esclav­i­tud o asesina­dos era incontable.

Pero Funes bien cono­ci­do como “El Ter­ror de Rio Negro” tenía sus días con­ta­dos. A finales de 1920 en Colom­bia se encuen­tra el más bra­vo de los gen­erales antigomecis­tas: El intrépi­do Aré­va­lo Cedeño. Es un exper­to cono­ce­dor de los llanos y de las sel­vas. Aré­va­lo Cedeño ya se ha enfrenta­do al gob­ier­no de Gómez, sin poder der­ro­car­lo, y aho­ra se ha fija­do como obje­ti­vo destru­ir al gob­ier­no crim­i­nal de Funes y librar el Ter­ri­to­rio Fed­er­al Ama­zonas de la barbaridad.

El 31 de diciem­bre de 1920 parte Aré­va­lo Cedeño vía rio Casanare jun­to con algo menos de doscien­tos valientes, mal arma­dos y peor equipa­dos. Nave­g­an el Casanare, el Meta y lle­gan al Orinoco.  Cruzan rau­dales y rápi­dos y has­ta pier­den uno de los botes que choca con­tra las rocas en las embrave­ci­das aguas de los ríos, sin pér­di­das per­son­ales, pero bue­na parte del par­que cae al agua. Remon­tan a puro remo el Orinoco a través de los grandes rau­dales que pare­cen infranqueables.

Gen­er­al Aré­va­lo Cedeño

Luego de casi un mes de nave­gación lle­gan a San Fer­nan­do de Atabapo el 27 de enero en la madru­ga­da. Inmedi­ata­mente y sin des­cansar, los ago­ta­dos guer­reros ini­cian el asalto. Bue­na parte de los sol­da­dos de Funes se encon­tra­ban tra­ba­jan­do en las planta­ciones, por lo que la guar­ni­ción esta­ba dis­minui­da, aún así, había una fuerte cus­to­dia en la casa de gob­ier­no y muy bien arma­dos. La batal­la dura más de un día de inten­so tiro­teo y ante la obsti­na­da resisten­cia de Funes, Aré­va­lo Cedeño orde­na incen­di­ar el edi­fi­cio para acabar con el crim­i­nal u obligar­lo a salir.  De repente sale de la gob­er­nación un emis­ario con el men­saje de Funes de que desea­ba rendirse, pero que pedía garan­tías para su vida, porque temía que la gente del pueblo quisiera hac­er­le daño. Así Funes se rindió y fue hecho pri­sionero. Toda su tropa fue desarmada.

Aré­va­lo Cedeño con­vocó a la gente de San Fer­nan­do, para que eligier­an den­tro de ellos a su pro­pio gob­er­nador y con­sti­tuyó un Con­se­jo de Guer­ra para enjui­ciar a Funes y sus secuaces por todos los crímenes cometi­dos durante todos esos años.

Se real­izó el juicio con dere­cho a la defen­sa. Funes tuvo como su abo­ga­do defen­sor a su pro­pio sec­re­tario gen­er­al, pero ante la aplas­tante evi­den­cia cono­ci­da por todos del asesina­to de 420 vene­zolanos, la sen­ten­cia fue unán­ime: con­de­na a muerte, tan­to a Funes como a su segun­do Luciano López.

En la plaza del pueblo, con todas las for­mal­i­dades de la guer­ra y ante la pres­en­cia de toda la población Tomás Funes y Luciano López fueron fusila­dos. Al caer al sue­lo sus cuer­pos atrav­es­a­dos por las balas el griterío pop­u­lar fue unán­ime: “Viva la lib­er­tad ¡Viva Rio Negro Libre ¡Viva el gen­er­al Aré­va­lo Cedeño ¡” Era el 30 de enero de 1921. Habían ter­mi­na­do ocho años de terror.

Epi­l­o­go

Luego de la vic­to­ria con­tra Funes, Cedeño trató de con­tin­uar su lucha con­tra Gómez, pero fue der­ro­ta­do en var­ios com­bat­es. El indomable gen­er­al, invadió a Venezuela otras cin­co veces para tratar de der­ro­car a Gómez, sin éxi­to. Una vez muer­to el tira­no fue diputa­do al Con­gre­so Nacional en 1936 y el Gral. López Con­tr­eras lo designó gob­er­nador del esta­do Guári­co donde desem­peñó una notable labor en favor de los pro­duc­tores agropecuar­ios, con­struyen­do caminos, moli­nos para irri­gación y otras obras.

Cuan­do a Aré­va­lo Cedeño le tocó ejercer las fun­ciones públi­cas en democ­ra­cia fue un hom­bre de diál­o­go, con­cil­iación, respeto y tra­ba­jo, pero en los tiem­pos de dic­tadu­ra se con­vir­tió en el mejor ejem­p­lo de cómo deben actu­ar los hom­bres con­tra los tira­nos: a plo­mo limpio.

Fuentes

Fer­nán­dez, Car­los Emilio. “Hom­bres y Suce­sos de Mi Tier­ra” 2da Ed. 1969 Madrid. Talleres del Sagra­do Corazón.

Yanes, Oscar. “Memo­rias de Arman­di­to” Edi­to­r­i­al Plan­e­ta Cara­cas 2007

Dic­cionario Polar de His­to­ria de Venezuela.

 

 

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

3 comentarios en «La República de Funes»

  • His­to­ria que no conocía a pro­fun­di­dad, muy bue­na, felicitaciones

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      • intere­san­tísi­mo todo Luis Heraclio.
        Donde puedo com­prar La repub­li­ca de Funes ?
        Hace fal­ta mucha gente como tú que divulgue la his­to­ria venezolana.
        Gra­cias por tu esfuerzo.

        Respuesta

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