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Llevó la magia del cine a los parajes más lejanos de Cabudare

Enrique Per­laez, mozo con ele­gante atuen­do y su insep­a­ra­ble bicicleta

Entre las calles Libertador y El Matadero, en lo que alguna vez fue el camino principal hacia el Llano, luego la Real y más tarde la avenida Libertador de Cabudare, en una casona de tejado alto identificada con el número 63, vivió buena parte de su existencia Enrique Perlaez, aunque nació el 15 de julio de 1931 en Los Rastrojos. Hijo natural de María de la Paz Perlaez.

Los cabu­dareños recuer­dan a Enrique en su mod­er­na bici­cle­ta, tran­si­tar por las angostas calles del pequeño puebli­to. Iba a los man­da­dos y venía con recados.

Con el paso del tiem­po, Enrique adquir­ió una camione­ta, vis­lum­bran­do la ausen­cia de vehícu­los de trans­porte. Comen­zó entonces hacien­do trasla­dos des­de la calle de Las Chan­cle­tas o San­ta Bár­bara de Cabu­dare has­ta la Plaza Alt­a­gra­cia de Bar­quisime­to, “por tres reales, ida y vuelta”.

Se lev­anta­ba antes del can­tar de los gal­los para lle­var a Vicente Pala­cios al Man­te­co, en bus­ca de mer­cancías, y antes de las ocho de la mañana ya esta­ban en Cabudare.

Su espíritu gen­eroso era recono­ci­do por los veci­nos de aquel puebli­to calles estre­chas, pues a Enrique lo bus­ca­ban a cualquier hora para trasladar algún enfer­mo o par­turi­en­ta des­de la Med­icatu­ra has­ta el Hos­pi­tal Cen­tral de Barquisimeto.

El cine: una pasión

Pese a las lim­ita­ciones de la época, Enrique era un enam­ora­do del cine, amor que hundió sus raíces en el Cine Juares de Cabu­dare, en donde tuvo como visión expandir la indus­tria has­ta las zonas más apartadas del entonces Dis­tri­to Palavecino.

Com­pró un proyec­tor por 120 bolí­vares, y en su camio­net­i­ca roja, se traslad­a­ba has­ta la Hacien­da Tara­bana, los caseríos de la parte alta: Agua Viva y Las Cuibas; así como tam­bién El Plac­er, El May­al, El Tamarindo, El Palac­i­ero, Los Naran­jil­los y La Piedad, en cuyos moradores impreg­nó la magia del cine mexicano.

Primera casona de teja­do, al fon­do, propiedad de don Enrique Perlaez

Xiomara Per­laez, su hija, nar­ra con devo­ción, que los habi­tantes de esos para­jes, no podían escon­der la ale­gría cuan­do veían a lo lejos acer­carse la camio­net­i­ca roja.

La gente salía con sus tabu­retes, sil­las, pere­zosas, latas, gav­eras, blo­ques, chin­chor­ros y has­ta en el sue­lo se senta­ban a dis­fru­tar del dra­ma mex­i­cano que cau­tiva­ba, desta­can­do los film: Vámos con Pan­cho Vil­la, Los Olvi­da­dos, El Com­padre Men­doza, Una Famil­ia de Tan­tas, Nazarín, Él, La Mujer del Puer­to, El Lugar sin Límites, pro­tag­on­i­zadas por Pedro Infante, Lupi­ta Tovar, Andrea Pal­ma, Mario Moreno y Domin­go Sol­er, entre otros.

La proyec­ción tenía un pre­cio de una locha por per­sona, pero como se trans­mitía al aire libre, la may­oría no paga­ba. “Más los niños mira­ban la pelícu­la gratis”. Enriq­ui­to Per­laez, acom­paña­ba a su padre durante su perip­lo, inclu­so en momen­tos cuan­do deci­dieron traspasar fron­teras y lle­var el cine a sitios más distantes.

Titi­care, San Miguel, Bue­na Vista, Cuara, Are­nales, fueron otros para­jes que conocieron el cine itin­er­ante de Enrique Per­laez, que como ante­sala el Conde Bucano, embe­lesa­ba al públi­co con su magia, espec­tácu­lo que costa­ba 1 bolí­var con dere­cho a la pos­te­ri­or película.

El cabu­dareño don Enrique Perlaez

Enriq­ui­to Per­laez evo­ca que fueron los mejores años de su vida jun­to a su padre, enfa­ti­zan­do que durante los even­tos era el encar­ga­do insta­lar las sil­las y de colo­car una sábana blan­ca en donde se proyecta­ba las pelícu­las de 16 milímet­ros que Luis Gal­lar­do alquil­a­ba en 8 bolívares. 

Ernesto Rodríguez, policía de Cabu­dare era el pre­sen­ta­dor de los even­tos de magia y cine mex­i­cano. Horas antes lle­ga­ban al pueblo con un megá­fono para anun­ciar el mag­no even­to, recor­rien­do todas las calles.

Una casa com­er­cial para Cabudare

Enrique no desis­tió en su inter­pretación de ofre­cer ser­vi­cios para Cabu­dare, por lo que emprendió caminos con líneas de auto­bus­es. como trans­porte público.

De segui­da, Jun­to a sus com­padres Morales y Marín, se aso­ció para insta­lar una casa com­er­cial de mue­bles, estable­cién­dose en casa de la famil­ia Camero.

Pos­te­ri­or­mente, Enrique pasó de vender mue­bles a repuestos para car­ros, lega­do que dos de sus hijos aun conservan.

Con­tra­jo nup­cias en Cabu­dare con María Ede­cia Escalona, unión de la cual nacieron cin­co hijos: María Edelmi­ra, Enrique, Xiomara, Edwar y Gus­ta­vo Perlaez.

Gran parte de su trán­si­to vital, Enrique se los dedicó con devo­ción y entre­ga a servir a los palaveci­nens­es y tras momen­tos críti­cos de salud, le sor­prendió la muerte el 31 de agos­to de 2006. Aun se le recuer­da cam­i­nan­do las pro­ce­siones de Sem­ana San­ta por las calles de Cabudare.

Luis Alberto Perozo Padua

Enrique Per­laez en el mat­ri­mo­nio de una de se hija Xiomara Perlaez

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

Un comentario en «Llevó la magia del cine a los parajes más lejanos de Cabudare»

  • doy tes­ti­mo­nio real de toda esta bel­la historia,yo fui parte de ella con Roseliano Camero. ayud­a­ba a insta­lar las cor­ne­tas de intem­perie y me paga­ba por lavar la far­go roja

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