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Manuel Gómez es tiempo y momentos del Valle del río Turbio

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
TW / IG @LuisPerozoPadua

CUANDO LOS GALLOS comen­z­a­ban la diaria fae­na de anun­ciar la auro­ra, ya don Manuel Gómez se encon­tra­ba revisan­do los cortes de caña de la Hacien­da San­ta Ele­na, un exten­so pre­dio asen­ta­do en el Valle del río Turbio.

Narra­ba con entu­si­as­mo que siem­pre gustó des­per­tar antes del amanecer, “un secre­to ances­tral para alcan­zar la vida eter­na”, ‑decía con picardía. Pero don Manuel guard­a­ba otro secre­to: y era que lev­an­tarse antes del can­tar de los gal­los le per­mitía ocu­par un asien­to priv­i­le­gia­do en el concier­to que pro­ducía la ensor­de­ce­do­ra sin­fonía del cen­te­nar de aves que cohab­it­a­ban en el espi­gar de aque­l­la hacien­da del vas­to ter­ri­to­rio ocu­pa­do ante­ri­or­mente por el Tira­no Aguirre.


Don Manuel Gómez, de pie frente a la casona de la Hacien­da San­ta Elena

 

 

 

Pero pre­cisa­mente hablar del Valle del Tur­bio, es remon­tarnos a aque­l­los años del siglo pasa­do en aquel para­je en donde se pro­ducía cacao, maíz y más tarde caña de azúcar.

A prin­ci­p­ios de la cen­turia pasa­da, un grupo de hom­bres vision­ar­ios, naci­dos en las labores del cam­po, divis­aron en tier­ras del Tur­bio, un futuro próspero: fun­daron hacien­das y con­struyeron cen­trales azucareros.

Hablo entonces de famil­ias preclaras como los Yepes Gil y los Gil Gar­cía, que se asen­taron en el Valle del Tur­bio antes tier­ras dom­i­nadas por el Tira­no Aguirre y pos­te­ri­or esce­nario de encuen­tros entre las tropas repub­li­canas y real­is­tas, una al man­do del Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var y la otra coman­da­da por Fran­cis­co Oberto.

Pero quién fue nue­stro per­son­aje? A qué se dedicó en su trán­si­to vital? Por qué razón se estable­ció en los fér­tiles valles del Tur­bio? Pues esta his­to­ria fasci­nante, la cual ha esper­a­do años para relatarse, es solo un abre­bo­cas dada la mag­ni­tud ejem­plar de nue­stro biografiado.

Encon­tramos a don Manuel Gómez, tac­i­turno, semi­tum­ba­do en su hamaca. Mur­mura­ba entonces sobre los des­ti­nos de Cabu­dare como cen­tro urbano y su crec­imien­to despro­por­ciona­do, “comién­dose” los solares pro­duc­tivos, dan­do paso al con­cre­to al tiem­po que se der­rib­an aque­l­los cimien­tos que situ­aron a Palave­ci­no en uno de los primeros dis­tri­tos pro­duc­tores de caña de azú­car del país, que otro­ra fue ref­er­en­cia cacaotera com­pi­tien­do con los ricos valles de Aragua.

Sus ojos azu­la­dos, de mozo, cau­ti­varon cora­zones. La tez blan­ca, su recia voz y sus conocimien­tos deriva­dos de las inagota­bles lec­turas, le ati­zaron una ima­gen de hom­bre sabio y poderoso, aunque ese últi­mo tér­mi­no era detes­ta­do para él, pues se definía como un hom­bre de cam­po, sen­cil­lo y bonachón.

Casona de la Hacien­da San­ta Ele­na, Cabu­dare, esta­do Lara. Foto: Colec­ción Daniela Cora­do Gómez

Un hijo del Turbio

Don Manuel llegó a tier­ras del Valle del Tur­bio prove­niente de lares morandi­nos a la tier­na edad de quince años. Había naci­do en Humo­caro Bajo, el 17 de junio de 1914. Record­a­ba con grat­i­tud a Feli­cia Gómez, su prog­en­i­to­ra, aunque refer­ía que su padre don Fran­cis­co ‘Paco’ Gil Gar­cía, se lo entregó –muy pequeño y en adopción‑, a una dama ami­ga de la famil­ia, para “que lo cri­ara bien”.


Don Manuel Gómez y su nieta Ana Daniela. Ambos se acom­pañaron siem­pre con una sonrisa

 

 

 

 

Eva Col­menárez, su ado­ra­da sob­ri­na, que con devo­ción per­maneció bue­na parte de sus mejores días jun­to a don Manuel, nar­ra que ya zagaletón, se fue a fun­dar una hacien­da pro­duc­to­ra de café que don Paco había adquiri­do en Las Par­chas, un caserío muy cer­ca de Sarare, antigua­mente juris­dic­ción palavecinense.

Advierte don Manuel, que aprendió muy bien el nego­cio de cul­ti­var el café, la var­iedad de las plan­tas y su cosecha, lo que lo llevó a ganarse ráp­i­da­mente la esti­ma de su padre, hom­bre recio “que no se le agua­ba el ojo”.

De café a cañamelar

A los diecio­cho años, y luego de haber for­t­ale­ci­do Las Par­chas, don Paco le pro­pu­so a Manuel, empren­der una nue­va vida y fun­dar otra hacien­da, esta vez en Cabu­dare, en las fér­tiles tier­ras del Valle del Tur­bio, cam­bian­do de café a cañamelar.

Clara Auro­ra ‘Lola’ Díaz

Sin dudar­lo acom­pañó a su padre en la nue­va empre­sa, adquirien­do una gen­erosa por­ción de tier­ra, supe­ri­or a las doscien­tas hec­táreas, a la que denom­inó San­ta Ele­na, que para la déca­da de 1950, su pro­duc­ción ascendió de 350 a 800 toneladas por zafra.

Con habil­i­dad Manuel con­troló el mer­ca­do de la caña jun­to a otros hacen­da­dos de la zona, y como encar­ga­do y admin­istrador de San­ta Ele­na la ubicó en unos de los mejores pre­dios del pre­ci­a­do valle.

Manuel no solo conocía cada pal­mo de la indus­tria del cañame­lar, sino que com­prendía el arte del riego a través de bucos y canales, la pro­por­ción exac­ta de agua y el tiem­po. Una habil­i­dad envidi­a­ble para un hom­bre que había cur­sa­do solo cuar­to gra­do pero que dom­ina­ba la gramáti­ca y las matemáti­cas como cualquier cat­e­dráti­co o astrofísico.

La visi­ta de cupido
Don Manuel con su sob­ri­na Eva Col­menárez y su nieta Ana Daniela

Manuel jamás se imag­inó que una tarde llu­viosa lo vis­i­taría Cupi­do, quien con su poderosaflecha, atrav­esó su corazón al momen­to de vis­i­tar a su pri­mo, Domin­go Guédez, propi­etario de una bom­ba de gasoli­na situ­a­da en la car­retera hacia Yaritagua, en el sec­tor denom­i­na­do El Carabalí.

Allí, en la tien­di­ta de la gaso­lin­era, Clara Auro­ra ‘Lola’ Díaz lo miró firme­mente al momen­to de ser pre­sen­ta­dos por Car­menci­ta, com­pañera sen­ti­men­tal de Guedez. Más tarde, y cuan­do ya había naci­do Anai­da Pas­to­ra, Manuel le pro­pu­so mat­ri­mo­nio, acto que se con­sumó en noviem­bre de 1957.

Lola era nat­ur­al de Baragua, (munici­pio Urdane­ta del esta­do Lara), en donde nació el 14 de octubre del año 14. Fue una mujer vir­tu­osa. Madre abne­ga­da y esposa incondi­cional, que hizo suyo el refrán ‘Detrás de cada gran hom­bre, hay una mujer excepcional’.

Cuan­do Lola juró amor eter­no ante el juez, lo hizo una premisa inmemo­r­i­al: acom­pañó a don Manuel has­ta su últi­mo sus­piro ocur­ri­do en Cabu­dare el 20 de noviem­bre de 2002. 

Lola le sobre­vivió var­ios años, y pese al invol­un­tario olvi­do que le ago­b­i­a­ba ya en el epíl­o­go de vida, con cada oca­so evo­ca­ba a Manuel remem­o­ran­do los mejores momen­tos jun­to a sus nietos Manuel Ale­jan­dro, Ana Daniela, María Fer­nan­da Cora­do Gómez y Luis Daniel Per­o­zo Colmenárez.

Manuel Gómez de mozo

Su tiem­po imborrable

Don Manuel José Gómez, aparte de fun­dador de hacien­das y cen­trales azu­careros, ate­soró las cróni­cas del valle del Tur­bio como suyas, y su memo­ria excep­cional le per­mi­tió nar­rar los acon­tec­imien­tos más son­ados, así como la cotid­i­an­idad y sus personajes.

Al final de su tiem­po se le veía en los soli­tar­ios atarde­ceres de San­ta Ele­na, cam­i­nar entre las blan­di­das espi­gas del cañame­lar, acari­cián­dolas con la mira­da, como ofre­cien­do su grat­i­tud por la vida ple­na, llena de aven­turas y opor­tu­nidades, por la famil­ia que for­mó y los ami­gos que cultivó.

Su ejem­p­lo imborrable es una lla­ma­ra­da per­pet­ua para quienes tuvi­mos el inmen­so hon­or de ten­er­lo y cono­cer­lo. Has­ta siem­pre don Manuel Gómez. El Valle del Tur­bio remem­o­rará para la eternidad tu tiem­po y tus momentos.

Manuel Gómez al cen­tro con Clara Auro­ra ´Lola´, su com­pañera de vida a su izquier­da; y segui­da su hija Anai­da Pas­to­ra en el mat­ri­mo­nio de un familiar

Repor­ta­je pub­li­ca­do en: 

http://www.elimpulso.com/noticias/regionales/manuel-gomez-en-la-memoria-cabudarena

http://noticias251.com/news/noticiaunica.php?id=4796

 

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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