Para juzgar a AD hay que comenzar por conocer el contexto histórico en el que nace este partido, y adentrarnos en la génesis de las corrientes ideológicas en las que se adscribió esta organización.
A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX comienza a producirse una división en el seno del socialismo marxista, cuando algunos teóricos socialistas entre los que destacaba Eduard Bernstein plantean críticas al pensamiento de Karl Marx señalando errores en sus pronósticos sobre la evolución del capitalismo, y sobre todo oponiéndose a la acción revolucionaria violenta para imponer el socialismo.
Los reformistas planteaban que en lugar de usar la Revolución y la subsiguiente Dictadura del Proletariado para “socializar” la economía y construir el socialismo, lo que había que hacer era usar los mecanismos de la democracia liberal o burguesa para llegar al poder e imponer la socialización de la economía, el socialismo, a través de las reformas legislativas; de la vía de la reforma en lugar de la revolución. En otras palabras, ganar las elecciones para desde el gobierno avanzar de manera gradual hacia el socialismo.
Se inicia entonces un proceso de creciente separación y enfrentamiento entre el marxismo ortodoxo que pasa a conocerse como Comunismo y el marxismo revisionista que se conoce como Socialdemocracia (de hecho, a Bernstein se le reconoce como el fundador de la Socialdemocracia). El divorcio se consuma definitivamente con la fundación de la Internacional Comunista en 1919 por Lenin; pocos años después los partidos socialdemócratas fundan su propia organización internacional, la Internacional Laborista y Socialista (también conocida en español como Internacional Obrera y Socialista) fundada en 1923.
No hay que perder de vista que la división entre comunistas y socialdemócratas en esa época se debía fundamentalmente a las diferencias en cuanto al método, al procedimiento, para llegar al socialismo estatista y colectivista, con los primeros queriendo llegar de manera violenta y rápida a través de una revolución que impusiera una dictadura socialista, mientras los segundos apostaban por el camino más lento y gradual de la reforma dentro del sistema democrático, es decir, de un “socialismo democrático”. Pero aunque estaban en desacuerdo sobre el camino, seguían estando de acuerdo sobre el objetivo último, que era el proyecto de Marx, por lo que los unos y los otros eran marxistas.
Por supuesto la división del socialismo marxista en la corriente comunista y en la corriente socialdemócrata también se produce en América Latina. Además, surgen corrientes que pretenden ser una tercera vía latinoamericana como el influyente Aprismo en Perú, que plantea principios como la lucha antiimperialista y anti-oligárquica, y la unidad de todas las clases sociales en lugar de la lucha de clases planteada por el comunismo y criticada por la socialdemocracia.
Y es en ese contexto donde el futuro fundador de AD, Rómulo Betancourt, comienza a forjar su pensamiento ideológico. Como es bien sabido, Betancourt fue uno de los jóvenes estudiantes que participaron en la Generación del 28, el movimiento de protesta estudiantil contra la dictadura de Juan Vicente Gómez surgido en la Universidad Central de Venezuela (UCV) en 1928.
A raíz de esos sucesos Betancourt terminaría en el exilio en otros países latinoamericanos, y allí fue donde se sumergió por completo en el pensamiento marxista.
Betancourt, ese joven exiliado militaría en varias organizaciones políticas marxistas como el Partido Revolucionario Democrático (PRD) y la Alianza Revolucionaria de Izquierdas (ARDI); peor aún, Betancourt llegaría a ser uno de los militantes fundadores del Partido Comunista Costarricense.
Así que Betancourt llegó incluso a ser orgullosamente comunista; sin embargo, durante esos años Betancourt se debatía en una especie de “dilema existencial” ideológico, indeciso entre el comunismo y la socialdemocracia, aunque al final se decantó por la segunda.
Algunos venezolanos con un conocimiento muy somero de la historia del génesis de AD piensan equivocadamente que Betancourt ya no era marxista cuando fundó AD; en realidad lo correcto sería decir que había dejado de ser comunista para ser socialdemócrata, pero como explicamos al comienzo en esa época tanto los comunistas como los socialdemócratas eran marxistas, así que Betancourt seguiría creyendo en el marxismo cuando fundó AD, solamente que prefirió el camino de la reforma gradual que propugnaba la socialdemocracia para llegar a la utopía de Marx.
Pero los marxistas comunistas venezolanos se adelantaron a los marxistas socialdemócratas en la fundación de un partido político, y así nace el Partido Comunista de Venezuela (PCV) el 5 de marzo de 1931.
Pero el núcleo de los marxistas socialdemócratas venezolanos liderado por Betancourt sólo tardaría poco más de 5 años en hacer lo mismo, y el 28 de octubre de 1936, Betancourt, Rómulo Gallegos, Raúl Leoni y Jóvito Villalba fundan el Partido Democrático Nacional (PDN), el partido precursor de la futura Acción Democrática.
Para los muchos venezolanos que creemos que el socialismo marxista ha sido la maldición de Venezuela, sin duda este sería el “pecado original” de AD, su origen marxista. Tan claro era ese carácter marxista del embrión de la futura AD, que el gobierno de Eleazar López Contreras no permitió la legalización del PDN y expulsó del país durante algún tiempo a varios de sus dirigentes como el propio Betancourt, invocando el famoso inciso 6° del Artículo 32 de la Constitución Nacional de 1936 que prohibía el comunismo.
Los fundadores de AD se beneficiarían de la mayor apertura política que hubo en el gobierno de Isaías Medina Angarita, en medio del contexto internacional de la Segunda Guerra Mundial en el que en las naciones de la esfera del bando de los Aliados se promovía un frente amplio anti-nazi o anti-fascista que iba desde fuerzas de derecha pro-estadounidenses hasta fuerzas comunistas estalinistas, de un extremo al otro del espectro ideológico. Y es así como el 13 de septiembre de 1941 es fundada oficialmente Acción Democrática (AD) por Betancourt y otros dirigentes como Andrés Eloy Blanco, Gonzalo Barrios, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Juan Oropeza, Leonardo Ruiz Pineda, Jesús Ángel Paz Galarraga, entre otros.
El AD revolucionario de aquellos años tenía una retórica fuertemente socialista y populista, presentándose como el partido del pueblo, de los pobres y oprimidos, en contra de la “oligarquía” terrateniente y capitalista, pero resaltando sus diferencias con el camino del comunismo estalinista.
Entonces vendría un episodio polémico y realmente nefasto en la historia de Venezuela. El AD socialista y populista se alía con un grupo de oficiales militares que años después se destacarían como decididamente nacionalistas y anti-comunistas pero que en ese momento actuaban movidos por sus intereses corporativistas de casta militar, y esta alianza aparentemente contra-natura lleva a cabo un sangriento golpe de estado el 18 de octubre de 1945 para derrocar al gobierno constitucional bastante liberal y semi-democrático de Medina Angarita, con la excusa de que frenaba la llegada del sufragio universal directo y por tanto de una democracia plena.
Entonces Betancourt se convirtió en Jefe de Estado y de Gobierno como Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, el gobierno de facto investido de poderes absolutos o dictatoriales, y comenzó el tristemente célebre Trienio Adeco.
Los apologistas de AD recalcan que en este período se produjeron las primeras elecciones con sufragio universal efectivo o real en la historia del país, que fueron las elecciones a la Asamblea Constituyente de 1946, ganadas por AD con el 78,43 % de los votos; el haber hecho real el sufragio universal es citado como razón suficiente para atribuir a AD el mérito de la primera experiencia de democracia popular plena del país.
Pero el Trienio Adeco en realidad se destacó por el sectarismo de AD, por su ejercicio intolerante y autoritario del poder; por haber lanzado una persecución política de los partidarios de López Contreras y Medina Angarita, que constituían el embrión de una derecha conservadora y/o liberal que fue suprimida y empujada a la clandestinidad.
Las cárceles llegaron a estar llenas de presos políticos detenidos arbitrariamente y que en algunos casos fueron víctimas de torturas, reviviendo situaciones que no se vivían en el país desde el fin de la dictadura gomecista. Pero no solamente se persiguió a los sectores políticos afines a los gobiernos anteriores, sino que también se usó el terror y la intimidación contra los otros partidos políticos que supuestamente habían sido bienvenidos al nuevo proceso democrático.
Las pandillas de matones al servicio de AD, los famosos “cabilleros”, armados hasta los dientes incluso con armas de guerra, se pusieron de moda en ese período atacando los mítines de otros partidos; el hecho más grave fue el ataque a un mitin de COPEI en el Nuevo Circo de Caracas el 18 de junio de 1946, en el que los milicianos adecos dispararon contra varias personas que se aglomeraban en el mitin dejando un saldo de 2 muertos y 7 heridos. También en el período se estrenó el populismo clientelar repartiendo dádivas a los que portaran el “carnet blanco” del partido, cualquier parecido con el “carnet de la patria” no es pura coincidencia.
AD consigue que el primer Presidente de Venezuela elegido por sufragio universal sea uno de sus dirigentes, Rómulo Gallegos, que continua la mayor parte de los vicios del período de la Junta Revolucionaria, pero finalmente el sectarismo autoritario y su ineficiente gestión del país lleva a sus antiguos aliados militares a dar otro golpe de estado el 24 de noviembre de 1948, que pone punto final al Trienio Adeco y da inicio al régimen militar, primero con Carlos Delgado Chalbaud y después con Marcos Pérez Jiménez.
Comienza entonces la etapa más romantizada o idealizada de la historia de AD, la de su lucha desde la clandestinidad contra la dictadura militar, particularmente en el período de Pérez Jiménez; ciertamente muchos adecos tuvieron que sufrir cárcel, torturas y/o exilio y unos cuantos pagaron con sus vidas el oponerse al régimen militar, entre los muertos varios murieron peleando con las armas en las manos.
Mientras los cuadros del partido en la clandestinidad arriesgaban sus vidas en Venezuela, la cúpula de AD permanecía en el exilio, navegando en las aguas de la ambigüedad; y así vemos como Betancourt mantenía buenas relaciones con los Estados Unidos (que a su vez tenía al régimen de Pérez Jiménez como aliado regional), pero al mismo tiempo ocurren sucesos como un episodio en que, al verse frustrado por razones logísticas un plan para lanzar una invasión armada de exiliados adecos que partieran de Costa Rica para desembarcar en el Oriente venezolano, la dirigencia de AD decidió tomar las armas que tenían almacenadas en territorio costarricense y donarlas a los rebeldes cubanos que ya luchaban contra el régimen de Fulgencio Batista, unos rebeldes comandados por un tal Fidel Castro.
Necesario es recordar que AD sufrió una división interna, cuando el ala más izquierdista y/o radical del partido, formada en su mayor parte por miembros de las juventudes del partido, se separaron para fundar un nuevo partido, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) el 8 de abril de 1960, un partido que se reivindicaba como resueltamente marxista y antiimperialista.
Un recordatorio de que AD era un partido socialista de raíces marxistas, y su primera gran división interna surge porque hay un sector radicalizado impaciente por llegar a la meta final del marxismo y por eso decidieron renegar del camino pacífico, lento y gradual del método reformista socialdemócrata adoptado por la línea oficial del partido.
El caso es que ese MIR formado por ex-adecos o adecos disidentes ñangaras se asoció con el viejo Partido Comunista de Venezuela (PCV) para formar en 1962 las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), un grupo guerrillero terrorista cuyo objetivo era emular la Revolución Cubana y derrocar el sistema democrático recién nacido para imponer una dictadura comunista al estilo castrista.
Los gobiernos de Betancourt y de su sucesor en la Presidencia de la República, el también adeco Raúl Leoni (1964–1969), llevaron a cabo una implacable lucha policial y militar contra la guerrilla comunista, represión brutal con violaciones a los derechos humanos incluida, y gracias a eso esa guerrilla terrorista y sanguinaria fue derrotada totalmente.
Algunos desde el desconocimiento citan esa sangrienta lucha entre los gobiernos de AD y la guerrilla marxista como una contradicción con el hecho de que AD fuera un partido socialista marxista; habría que recordar que la guerra civil entre el comunismo marxista y la socialdemocracia marxista fue sangrienta casi desde el comienzo de la división del marxismo en las dos corrientes, y sí no habría que recordar el golpe de estado que hicieron Lenin y su facción Bolchevique para derrocar al gobierno provisional de la facciones socialdemócratas de los Mencheviques y los Trudoviks en 1917.
El caso es que, si bien tendríamos que agradecer a AD el haber retrasado varias décadas la llegada al poder del tipo más agresivo del cáncer marxista, no podemos olvidar que ellos encarnaban un tipo menos agresivo, pero también dañino.
También en esos primeros gobiernos adecos de la democracia comenzaría a gestarse el virus que mataría al final a la democracia: el Estatismo o Estatalismo Económico. Sí bien es cierto que los gobiernos anteriores a la democracia también sucumbieron a veces a la tentación estatista, como el propio Pérez Jiménez que convirtió a la CANTV (hasta entonces una empresa privada) en una empresa estatal o pública; también es cierto que Pérez Jiménez respetó en su mayor parte la libertad económica y promovió a la empresa privada como motor del desarrollo nacional, lo que explica sus éxitos económicos.
Pero los gobiernos adecos comenzaron a implementar una política económica crecientemente estatista, aumentando de manera gradual el papel del Estado en la economía y por lo tanto su tamaño, usando la perversa lógica de que todos los problemas se resolvían gracias a la intervención paternalista del Estado.
Y la otra cara de la moneda era la progresiva reducción de la participación de la empresa privada en la economía nacional y la excesiva restricción de la libertad económica, algo ejemplificado en el hecho de que las garantías de los derechos económicos contemplados en la Constitución de 1961 estuvieran suspendidas durante casi toda la larga vigencia de esa Constitución. No está de más decir que todo ello era muy conveniente para el objetivo de la ideología original adeca de eliminar el capitalismo para reemplazarlo con el marxismo socialista.
Esa política económica estatista aún tímida y limitada permitió mantener por inercia el desarrollo económico heredado del régimen militar pero al mismo tiempo generó los primeros problemas económicos y en consecuencia los primeros desencantos.
Por eso en las elecciones de 1968, poco más de diez años de la caída del régimen militar, el partido que representaba la nostalgia por Pérez Jiménez y su obra de gobierno, la Cruzada Cívica Nacionalista, obtuvo una importante representación en el Congreso Nacional, llegando a elegir al propio Pérez Jiménez como Senador con la votación más alta.
Además en esas elecciones AD perdería el poder por la vía electoral por primera vez, con Caldera de COPEI ganando la Presidencia. Muy contentos no estarían los venezolanos con el desempeño de AD en esa década.
En otras palabras, marxismo puro; lo que recuerda cual era el origen y la esencia de AD, y que la causa de las sucesivas divisiones de sus sectores más radicales o izquierdistas era sencillamente la impaciencia de los mismos por llegar a la meta marxista, lo que contrastaba con la paciencia reformista y gradualista de la línea oficial del partido.
Después de un quinquenio en que COPEI continuó en lo fundamental con las políticas de AD, el partido blanco volvió al poder en 1974 con Carlos Andrés Pérez. Poca gente pondrá en duda que todas las desgracias económicas de Venezuela en el último cuarto del siglo XX tuvieron su origen en este primer gobierno de Carlos Andrés Pérez; aprovechando una gigantesca avalancha de dinero que entró a las arcas públicas gracias al enorme incremento de los precios del petróleo en los mercados internacionales, el gobierno adeco de CAP intensificó la política económica estatista.
Se “nacionalizó” o estatizó la industria petrolera, convirtiéndola en un monopolio del Estado; se multiplicó por mil el sector empresarial público o estatal, expropiando o comprando empresas privadas o creando por decreto nuevas empresas estatales, con lo que el Estado se convirtió en el mayor empresario del país con cientos de empresas de su propiedad.
El Estado intervino como nunca antes en la economía, se multiplicó el gasto público de manera irresponsable y como sí no fuera suficiente se endeudó al país para gastar todavía más; y ese gasto desmesurado se derrochó para generar en el país una sensación artificial de prosperidad o de boom económico.
Mientras AD avanzaba en la socialización de la economía, el país se alejaba del verdadero desarrollo y surgían graves desequilibrios económicos como una elevada inflación, bajo crecimiento económico y una situación fiscal preocupante.
El legado del primer gobierno de CAP fue una economía en crisis y un modelo económico estatista de inspiración socialista que condenaba al país a descender a la ruina. Los siguientes gobiernos del copeyano Luis Herrera Campíns y del adeco Jaime Lusinchi no quisieron alejarse del modelo económico heredado de CAP y siguieron empeorando la debacle económica, empobreciendo cada vez más a un país que hasta mediados de los años 1970s parecía encaminado a convertirse en un país desarrollado del Primer Mundo.
Irónicamente Carlos Andrés vuelve a la presidencia en 1989, y paradójicamente en su segundo gobierno intenta corregir lo que él mismo había dañado en su primer gobierno, llevando a cabo una política totalmente opuesta a la que llevó a cabo en ese primer quinquenio.
Sí antes había adoptado una política estetizante, ahora adoptaba una política de liberalización y apertura económica, abrazando al menos parcialmente el liberalismo económico, en pleno auge del neoliberalismo; privatización de empresas estatales, reducción del gasto público, eliminación de controles de precios, etc. eran las medidas de su gobierno. Pero el gobierno de CAP enfrentó una poderosa resistencia por parte de muchos sectores y entre ellos estaba su propio partido AD que saboteaba sus esfuerzos reformistas.
Que AD se opusiera a las reformas económicas de libre mercado demuestra como, aparte de todo, el partido se había quedado anclado en el pasado sin poder renovarse ideológicamente. Desde varias décadas antes, partidos socialdemócratas en diferentes países se habían comenzado a alejar del marxismo o incluso a renunciar a él, renunciando al objetivo de acabar con el capitalismo y al contrario abrazando la idea de adoptar el Libre Mercado como modelo económico ideal pero intentando darle “rostro humano” con políticas sociales del Estado del Bienestar.
En los años 1950s había corrientes dentro del Laborismo británico que decían que la propiedad estatal de los medios de producción no era algo necesario para alcanzar la justicia social; el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) terminaría renunciando en la práctica al marxismo para la misma época y aceptando la llamada Economía Social de Mercado implementada por sus rivales de la centro-derecha democratacristiana.
Pero el caso más influyente para el mundo hispano sería el del Partido Socialista Obrero Español (PSOE); cuando el amigo de CAP, Felipe González, se convirtió en Secretario General del PSOE en el Congreso de Suresnes de 1974, comenzó un proceso de renovación ideológica, que culminaría cuando González consigue que en un Congreso Extraordinario celebrado en 1979 su partido renuncie formalmente al marxismo y se sume a la moderna socialdemocracia, y durante sus gobiernos a partir de 1982 demostraría el compromiso de convivencia con la economía de libre mercado.
Sin embargo, AD fue incapaz de renovarse y refundarse ideológicamente como hicieron esos partidos hermanos suyos en la Internacional Socialista (IS), y de hecho en la actualidad sus principios programáticos ideológicos son los mismos que tenía en los años 1960s, no se han tomado la molestia de borrar formalmente las referencias al “antiimperialismo, anti feudalismo, etc.”
Esta crónica de como AD abocó al país a su destrucción no estaría completa sin mencionar el tema de la corrupción y la conversión de la dirigencia adeca en una casta privilegiada y corrupta. Ese es también un proceso típico de un partido socialista, no hay que olvidar como en las dictaduras comunistas la élite de la cúpula del Partido único se convertía inevitablemente en una aristocracia “roja”; en una casta privilegiada que vivía una vida lujosa e incluso ostentosa, sin nada que envidiar a la de los multimillonarios en un país no comunista.
Pero en el caso de los partidos socialistas moderados o socialdemócratas la conversión de la dirigencia del partido y sus familias en una casta privilegiada se produce de la mano de la corrupción asociada con los negocios privados, en particular en países como Venezuela con las corruptelas con empresarios amigos y testaferros.
En uno y otro caso, tanto comunistas como socialdemócratas, se produce el “aburguesamiento” de la élite política socialista y su conversión en una élite privilegiada por derecho propio, como vemos ahora con la “boliburguesía”. Que la dirigencia adeca se haya convertido en esa casta o élite privilegiada le hizo distanciarse del pueblo que decían defender, y ser indiferente a sus sufrimientos, como ocurre también ahora con la nueva élite “roja”.
Al igual que en el caso cubano eso es bastante discutible; en el caso venezolano con AD y sus gobiernos, si tú entiendes como conquistas notables masificar la educación y construir más hospitales, pero descuidando la calidad hasta ofrecer una educación mediocre que realmente no consigue formar a los educandos y un servicio de salud deficiente para los más pobres, entonces si puedes decir que fueron “grandes conquistas”.
Si lo comparas con ejemplos de otros países te das cuentas de que es absurdo reivindicar eso como algo muy meritorio; si ves por ejemplo como Corea del Sur era uno de los países más pobres del mundo, cientos de veces más pobre que Venezuela en los años 50s después de quedar destruido en la Guerra de Corea, y como en menos de 40 años se convirtió en un país rico y desarrollado, con la mayoría de su población formando parte de una clase media que goza de una gran calidad de vida, y al mismo tiempo consiguieron construir uno de los mejores sistemas educativos del mundo, tanto por su extensión para abarcar a toda la población como sobre todo por su excelente calidad, y un sistema de salud que, sin ser perfecto, también está entre los mejores del mundo.
Claro que Corea del Sur fue gobernada por regímenes militares de derecha que se preocuparon tanto por crear servicios públicos de calidad como por generar riqueza a través de una economía de libre mercado, y esos logros fueron mantenidos después por la democracia; los surcoreanos tuvieron la suerte de no ser gobernados por un partido socialista que destrozó la economía mientras ofrecía servicios públicos mediocres como si fueran la gran cosa.
La “política social” de AD tampoco era para jactarse, entendiendo como tal repartir “limosnas” practicando el clientelismo político, y sin construir un verdadero Estado del Bienestar como hizo la socialdemocracia europea.
El legado de AD (compartido con COPEI) es la destrucción de Venezuela; haber arruinado el camino imparable de un país hacia el desarrollo y haberlo sumido en la pobreza, con los peores índices antes de la llegada de Chávez, y así haber creado el caldo de cultivo para que el chavismo comunista llegara al poder montado en la ola del resentimiento social, y el resto es historia, la tragedia inconmensurable que hoy sufren los martirizados venezolanos.
Una vergüenza para el partido que protagonizó una valerosa resistencia al régimen de Pérez Jiménez, al César lo que es del César; mancillando la memoria de sus héroes caídos, ahora la pseudo dirigencia adeca colabora con la dictadura a cambio de las migajas del saqueo de lo que queda de Venezuela.
Ya no hay esperanza de renovación, redención y refundación para un AD al que lo mejor que le podría pasar es que sus siglas terminen de morir para quedar simplemente como objeto del juicio de la historia, un juicio que estamos seguros será condenatorio.
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