Capilla Las Mercedes de Tarabana en una revelación histórica

Luis Alber­to Per­o­zo Padua
Peri­odista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

La mañana del 6 de julio de 1887, cayó sobre el Dis­tri­to Cabu­dare un tor­ren­cial aguacero que impidió la sal­i­da de la comi­ti­va «del Gob­ier­no con los indi­vid­u­os que debían acom­pañar­lo» a pesar de que des­de el amanecer ya esta­ban lis­tos para la mar­cha des­de Bar­quisime­to con los primeros res­p­lan­dores del alba.

Y no fue has­ta las 9 de la mañana, que el pres­i­dente del esta­do, gen­er­al Rocha y su sec­re­tario Gen­er­al, Ríos, que tam­bién se dis­tin­guía con el gra­do de gen­er­al; así como el jefe de las Armas Nacionales, gen­er­al Aquili­no Juares; los jefes de las Sec­cionales de Estadís­ti­ca y de Hacien­da y algunos ciu­dadanos que acom­pañaron al Ejec­u­ti­vo Region­al, deci­dieron pon­erse en mar­cha rum­bo a Cabudare.

Capil­la Las Mer­cedes de Tara­bana. Don Julio Álvarez desta­ca, de pie, en su frontis

No habían recor­ri­do una mil­la cuan­do encon­traron una comisión envi­a­da por los cabu­dareños que esper­a­ban a los del­e­ga­dos del Gob­ier­no en la mar­gen derecha del río Tur­bio, línea divi­so­ria entre los dos dis­tri­tos y des­de «La Cruz» o «Tier­ri­ta Blan­ca», como se les denom­ina­ba a aque­l­las hon­don­adas, cuan­do otros ciu­dadanos se incor­po­raron “a la mar­cha del Gob­ier­no; de tal man­era que cuan­do lleg­amos al río, era grande el número de los que iban”.

Cuan­do la comi­ti­va del Gob­ier­no atrav­esó el cau­daloso río, ya en la mar­gen derecha del Tur­bio — en el Sitio de Tara­bana —, los esper­a­ban el jefe de Dis­tri­to Cabu­dare José de J. Ponte, acom­paña­do de un grupo de unos 40 hom­bres a cabal­lo entre los que desta­ca­ban los cabu­dareños Juan de Dios Meleán, el pres­bítero Regi­no Aular, los gen­erales Andrés Mar­ru­fo, Teo­tiste Mén­dez y L. A. Terán.

Capil­la Las Mer­cedes de Tara­bana. Foto Oswal­do López 1980

Recep­ción en la capilla

En La Rein­te­gración Lib­er­al, per­iódi­co de Bar­quisime­to, No. 15, del 19 de agos­to de 1887, que esta­ba dirigi­do por el peri­odista e his­to­ri­ador Telas­co Mac.Pherson, quien fungía como su direc­tor; Vir­gilio Arráiz, admin­istrador; y los redac­tores: Pablo A. Vilch­es, Dr. Rosendo Per­do­mo, Emil­iano Sotel­do y Ansel­mo Pérez, se lee que: «La ciu­dadanía de Cabu­dare pre­sen­tó al gob­ier­no sus felic­ita­ciones y dio las gra­cias por aque­l­la visi­ta que el dis­tri­to recibía complacido».

El dis­cur­so de orden fue pro­nun­ci­a­do por el his­to­ri­ador Juan de Dios Meleán, el cual fue cor­to «como lo reclam­a­ba el sitio y la ocasión, pero rico en bel­los pen­samien­tos y en ver­dades con­so­lado­ras para el patriotismo».

No podía fal­tar con entu­si­as­mo el nom­bre de Guzmán Blan­co en aque­l­la joya lit­er­aria, ni el de Juares con afec­to, «dis­cur­so cal­i­fi­ca­do como grandioso por las ideas en él emi­ti­das y por la belleza de su dicción».

 

«En el patio de la hacien­da “Tara­bana” que sirve de pla­zo­le­ta a la lin­da capil­la (Las Mer­cedes) allí lev­an­ta­da por el fina­do señor Felipe C. Ponte, a las már­genes del camino había prepara­da una mesa de licores y allí fuimos obse­quia­dos, sin desmon­tarnos de los cabal­los con algunos vasos de cerveza, y sigu­ien­do a la ciu­dad de los recuer­dos gratos para el par­tido lib­er­al de Bar­quisime­to, pen­e­tramos en ella a las 10 y 40 minutos».

Capil­la Las Mer­cedes sin su her­moso fron­tis supe­ri­or. A su izquier­da ergui­da la tor­re­ta del leg­en­dario Cen­tral Tara­bana. Foto. Luis Per­o­zo 2011

Aquel número de La Rein­te­gración Lib­er­al, pre­cisa min­u­ciosa­mente que, para el recibimien­to de la comi­ti­va del alto Gob­ier­no de Guzmán Blan­co, «las calles esta­ban todas exor­nadas con ban­deras nacionales y amar­il­las, que des­de allí en ade­lante abrió la mar­cha, era bas­tante respetable el número de ciu­dadanos que entre fue­gos arti­fi­ciales entu­si­as­tas acla­ma­ciones con­du­jo al Gob­ier­no a la her­mosa y con­ve­nien­te­mente amobla­da casa que se le tenía preparada».

Para 1920 había una capilla

Pese a no poseer reg­istros de la fecha de cuan­do la capil­la-ora­to­rio comen­zó a fun­cionar bajo la advo­cación de la Vir­gen de Las Mer­cedes, las pesquisas del antiguo doc­u­men­to de com­pra de la Hacien­da Tara­bana, demues­tra que la pos­esión disponía de un lugar sagra­do, pues para 1920, «el fun­do» antes denom­i­na­do Tara­bana, era cono­ci­do como Las Mer­cedes, en hom­e­na­je a la capil­la que honra­ba a la Madre de Jesús.

Juan Bautista Piñero Higuera, nat­ur­al de San­ta Ana de Coro (bis­abue­lo de los her­manos Yepes Gil, que luego serán los propi­etar­ios de la hacien­da en cuestión) suscribe documento:

«En la ciu­dad de Bar­quisime­to, a los veinte y un días del mes de mayo de mil ochocien­tos veinte y dos años, ante mí el escrib­ano públi­co y tes­ti­go […] la ciu­dadana Rosa de Alvara­do, viu­da y albacea tes­ta­men­taria del ciu­dadano Juan Galín­dez, a la que doy fe conoz­co, que es veci­na y may­or de veinte y cin­co años: que traspasa en el ciu­dadano Juan Bautista Piñero […] una pos­esión com­pues­ta de diez y seis fane­gadas de tier­ra de labor, en las que están fun­da­dos doce mil árboles de cacao, con regadío pro­pio de el agua viva, con una casona y un lugar de oración, en el sitio que lla­man de Tara­bana, cuyo nom­bre tam­bién viene de dicha posesión…»

Capil­la Las Mer­cedes. José Luis Sotil­lo. Enero de 2022

La tradi­ción de la Hacien­da Tara­bana data del 14 de octubre de 1791, cuan­do según escrit­u­ra, Juan Galín­dez y Anzo­la, esposo de Rosa de Alvara­do, com­pró veinte y una fane­gadas de tier­ras de labor por la can­ti­dad de “siete mil quinien­tos pesos” al Regi­dor Don San­ti­a­go Vil­la­lon­ga, cuyos lin­deros se describen así: «La hacien­da Tara­bana lin­da con el Naciente con el Camino Real que viene de los Llanos, y tier­ras de los herederos de Don Anto­nio Pino».

Capil­la Las Mer­cedes Portón prin­ci­pal en ruina. Fotos: José Luis Sotil­lo. Enero de 2022
Capil­la Las Mer­cedes Nicho desval­i­ja­do donde otro­ra des­cans­a­ba la sagra­da ima­gen de la Vir­gen de Las Mer­cedes. Enero de 2022

La capil­la-ora­to­rio fue lev­an­ta­da lin­dante al camino car­retero que, en tiem­pos de la Guer­ra de Inde­pen­den­cia, comu­ni­ca­ba a Bar­quisime­to con Cabu­dare, y a su vez con los llanos, en el exac­to lugar donde se reor­ga­ni­zaron las tropas de Simón Bolí­var, Rafael Urdane­ta y Cristóbal Palave­ci­no, para par­tir al encuen­tro vio­len­to de la Batal­la de Tier­ri­tas Blan­cas, con­tra las tropas real­is­tas del brigadier José de Cebal­los, aquel funesto 10 de noviem­bre de 1813.

Condenada al olvido

La Hacien­da Tara­bana, su trapiche, así como el caserío donde se asenta­ba, algu­na vez fueron cal­i­fi­ca­dos como los para­jes más mar­avil­losos de Cabu­dare, según tes­ti­mo­nios de via­jeros y cronistas.

Pis­ar Tara­bana era sinón­i­mo de pro­gre­so, de rica activi­dad pro­duc­ti­va para la región, en donde la famil­ia Yepes Gil, había insta­l­a­do el primer cen­tral azu­carero de la zona. Obvi­a­mente el caserío cre­ció y se con­solidó en la auro­ra del nue­vo siglo XX.

Los triples, donde el guara­po de caña era con­cen­tra­do y lle­va­do a un pun­to muy fino de cristal­ización antes de pasar al tacho. Foto: Sotil­lo, Enero de 2022

Todas las hacien­das de cañame­lar de la zona arrima­ban el pujante rubro en el mod­er­no inge­nio. Sin embar­go, surgieron nuevas indus­trias y Tara­bana quedó rel­e­ga­da al recuer­do nos­tál­gi­co de la memo­ria cabu­dareña, exhi­bi­en­do su colos­al maquinar­ia como posi­ble Museo de la Caña, proyec­to uti­liza­do para el ascen­so políti­co pero que con el pasar de los años se hundió en el olvido.

Luego de la expropiación de las tier­ras pro­duc­ti­vas del Valle del Tur­bio, en el año 2006, por parte del Gob­ier­no del pres­i­dente Hugo Chávez, todas las hacien­das de la zona fueron traspasadas a la Cor­po­ración Vene­zolana de Ali­men­tos, CVAL, empre­sa que según doc­u­men­to de «con­fis­cación» se encar­garía del desar­rol­lo de activi­dades agrí­co­las y ali­men­ta­rias ecológ­i­cas, la recu­peración del ambi­ente y del bosque de galería, la extrac­ción de are­na sin daños al eco­sis­tema, la acti­vación de proyec­tos agro­turís­ti­cos e inclu­so proyec­tos de proce­samien­to de aguas resid­uales. No obstante, la dramáti­ca y triste real­i­dad de estos espa­cios en cuestión es inquietante.

Ruinas del Cen­tral Tara­bana. Foto: J.L. Sotil­lo, Enero de 2022
Ves­ti­gios de la maquinar­ia del Cen­tral Tara­bana. Foto: J.L. Sotil­lo, Enero de 2022

La capil­la Las Mer­cedes, el viejo Cen­tral Tara­bana y todas las casas del lugar, han sido desval­i­jadas, sus infraestruc­turas des­man­te­ladas con equipos de oxi­corte, cuya extrac­ción de mate­r­i­al se hace descarada­mente con vehícu­los de una empre­sa Estatal que sobre­vive en la zona.

La des­o­lado­ra ima­gen de la Capil­la Las Mer­cedes, aho­ra es un museo de hor­ror y lamen­tos, cuyos ves­ti­gios sucumbe tras el des­pre­cio abom­inable de las autori­dades guber­na­men­tales pese a que es Pat­ri­mo­nio Históri­co de la nación, bajo declara­to­ria del Insti­tu­to de Pat­ri­mo­nio Cul­tur­al de Venezuela y la Orde­nan­za sobre Pro­mo­ción, Pro­tec­ción y Con­ser­vación del munici­pio Palave­ci­no. Pero el mar­co legal es letra muer­ta en la Venezuela actu­al. Ya no nos que­da his­to­ria, solo las cróni­cas que se podrán preser­var en estos espacios.

El antiguo Caserío Tara­bana, hoy solo quedan sus ruinas

Fotos: Archi­vo Diario EL IMPULSO / CorreodeLara.com / José Luis Sotil­lo, Cro­nista de Agua Viva
CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

Ver comentarios

  • Es una verdadera tragedia cómo se pierde en el olvido lo que es patrimonio histórico. Ni siquiera para dar a conocer a las generaciones futuras lo hechos del pasado asociados con mucho de lo que aún perdura en este tiempo. Son consecuencias de la ignorancia que ondea las banderas de la indolencia y el menosprecio de la historia, mediante la falsa imagen de progreso que patea todo lo que se atraviese en su camino.

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