Interesante interpretación de este médico al señalar que “no basta estar cargado de añoranzas patéticas, ni de nostálgicas evocaciones” para el ejercicio del Cronista Oficial de la ciudad, porque muchos aspirantes no pasan de esas añoranzas y nostalgias, pues son insuficientes al requerirse experiencia en investigación y formación científica para tan alta responsabilidad. A continuación el texto de la reflexión de Montenegro:
Apenas comenzaba su vida la Ciudad de Caracas cuando el Cabildo decidió nombrar un cronista que debía escribir los principales acontecimientos sucedidos en la pequeña villa. La designación recayó sobre un soldado versado en letras, de apellido Ulloa. Este fue el primer Cronista de la ciudad de Caracas.
En tiempos posteriores, caraqueños y extranjeros escribieron sobre la historia, las tradiciones, hábitos, idiosincrasia y folklore de la ciudad, casi siempre como espontáneos y muy pocos por remuneración. Todos esos escritores fueron y son cronistas; unos observadores, otros estudiosos profundos pero todos tenían por carácter común, su amor por Caracas y el deseo de hacerle homenaje con sus letras, muchas veces felices.
Algunos nombres de cronistas debemos mencionar: Oviedo y Baños, entre los más antiguos, Arístides Rojas y Teófilo Rodríguez en el pasado siglo XIX. No nombramos los de este siglo por ser legión, y porque no sería lícito omitir a algunos de estos escritores enamorados de la ciudad.
Poetas, periodistas, historiadores, ensayistas, literatos, académicos, políticos, arquitectos, antropólogos, sociólogos, gerentes, proyectistas y otros intelectuales que han abordado el tema de Caracas, son cronistas legítimos, y algunos de ellos tienen suficiente soltura para usar libremente ese título.
Pero fue sólo cuatro siglos después de Ulloa, precisamente en 1945, cuando el Ayuntamiento de Caracas crea oficialmente la figura del Cronista de la Ciudad de Caracas. El primero en recibir ese honor fue Enrique Bernardo Núñez, quien mantuvo muy en alto el distintivo al igual que su sucesor Mario Briceño Iragorry. Estos en su prolongada gestión, sostuvieron la “Crónica de Caracas” en una verdadera época de oro. Le siguieron el famoso Guillermo Meneses y el prolífico Guillermo José Schael, quien sumó a su pasión caraqueña la perseverancia de su estirpe tudesca.
El suscrito es el quinto Cronista de la Ciudad de Caracas llamado a soportar el peso de sus predecesores y a responder a los retos y las invocaciones de sus fantasmas. Pese a su condición honorífica y a que la tradición lo ha hecho vitalicio, el cargo obliga a cumplir –entre otras– con las siguientes atribuciones:
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Organizando un archivo encontré casi ilegible un interesante artículo del Dr Juan Ernesto Montenegro, titulado LA NEGRA MATEA.
Si lo tienen electrónicamente les agradecería enviármelo, pues voy a escribir un artículo para EL ESPECTADOR de Bogotá, so re. Área y José Palacios Antunes, singular mayordomo del Libertador.
Fue decano de la Facultad de Medicina durante el interinato de autoridades cuando la intervención de 1970 (Caldera 1). Montenegro, excelente clínico del servicio dirigido por Enrique Benaím Pinto, trabajó calladamente y sostuvo la Facultad funcionando. Pocos saben que donó el salario como decano (en una época que ese salario era de verdad) a la principal biblioteca de la Facultad. Fue un gran valor para la UCV y como cronistas de Caracas