Categorías: Crónicas

Juan Vicente Bolívar, la terrible verdad del padre del Libertador

Efraín Jorge Acevedo
Historiador y escritor
efrainjorge@yahoo.es

La his­to­ria vene­zolana tiene muchos episo­dios oscuros que han per­maneci­do ocul­tos para la inmen­sa may­oría, episo­dios que a la his­to­ri­ografía ofi­cial no les ha resul­ta­do con­ve­niente difundir. Episo­dios que sue­len encer­rar his­to­rias muy trág­i­cas, ter­ri­ble­mente dolorosas para las per­sonas que en su tiem­po debieron vivir­las o sufrirlas.

Como todo el mun­do sabe Juan Vicente Bolí­var y Ponte fue el padre de Simón Bolí­var, pero lo que pocos cono­cen es la ver­dad sobre este oscuro y polémi­co per­son­aje naci­do el 15 de octubre de 1726 en la ciu­dad aragüeña de La Vic­to­ria, una ver­dad espeluznante.

 

 

 


Don Juan Vicente Bolí­var, Teniente de Jus­ti­cia Mayor

 

 

 

 

 

 

En 1756, Diego Anto­nio Díez Madroñero fue nom­bra­do Obis­po de Venezuela. Nat­ur­al de la ciu­dad de Talar­ru­bias, en Extremadu­ra, España; tomó pos­esión de su car­go al año sigu­iente, 1757, al lle­gar a Caracas.

En aque­l­los tiem­pos era oblig­a­to­rio que los obis­pos de la Igle­sia Católi­ca efec­tu­aran la visi­ta pas­toral; un recor­ri­do por todas y cada una de las local­i­dades o par­ro­quias de su dióce­sis, y en cada local­i­dad vis­i­ta­da debía hac­er una rig­urosa y exhaus­ti­va inves­ti­gación del esta­do de la Igle­sia en el lugar y de la salud espir­i­tu­al de los feli­gre­ses de la par­ro­quia, com­pro­ban­do el respeto a la moral cris­tiana y a las “bue­nas cos­tum­bres”, y tratan­do de cor­re­gir situa­ciones graves que lesion­aran dicha moral.

Aunque en esa época la Provin­cia de Venezuela sola­mente abar­ca­ba el cen­tro-norte y parte del occi­dente de la actu­al Venezuela, debido a la exten­sión rel­a­ti­va­mente grande del ter­ri­to­rio y los rudi­men­ta­r­ios medios de trans­porte de la época, la visi­ta pas­toral del obis­po Díez Madroñero se extendió durante var­ios años, unos años en los que el obis­po debió vivir hospedán­dose de man­era itin­er­ante en todas las ciu­dades y pueb­los de la provincia. 

Y al lle­gar al pueblo de San Mateo, el 14 de mar­zo de 1765 se pre­sen­ta una denun­cia ante el obis­po Díez Madroñero; la denun­ciante era una seño­ra de ori­gen humilde, una viu­da de la local­i­dad lla­ma­da María Jose­fa Fer­nán­dez, quien tenía tres hijas lla­madas Jac­in­ta, Mar­gari­ta y Rita. 

En la denun­cia la seño­ra relata­ba al obis­po como Juan Vicente Bolí­var (un hom­bre de 39 años de edad en ese momen­to), val­ién­dose de su poder y de su riqueza, había inten­ta­do poseer a sus tres hijas, había inten­ta­do con­ver­tir­las en sus amantes a cualquier pre­cio, inclu­so val­ién­dose de los ser­vi­cios de ter­ceras per­sonas, de otras mujeres del pueblo que servían como celestinas.

Él había inten­ta­do con­vencer­las para que dejaran que se lle­vara a la menor de las hijas con la prome­sa de pon­er­le una maes­tra para que le enseñara y man­ten­er­la, todo ello a cam­bio de que fuera su amante; pero no qued­a­ba ahí la cosa, puesto que el acoso que había man­tenido hacia las hijas de aque­l­la seño­ra había sido tan inten­so que había desem­bo­ca­do en un suce­so en el que Juan Vicente Bolí­var había inten­ta­do vio­lar a Mar­gari­ta, la segun­da de las tres hijas de la seño­ra, al pre­sen­tarse en la casa de esta famil­ia y encon­trar a la chi­ca sola, y como la joven no cedía vol­un­tari­a­mente a sus pre­ten­siones, la había toma­do del bra­zo y había inten­ta­do meter­la a la fuerza al dor­mi­to­rio para vio­lar­la, pero ante la resisten­cia de la muchacha, ante sus gri­tos y por la opor­tu­na lle­ga­da de una pri­ma de la víc­ti­ma, él había tenido que desi­s­tir en sus pre­ten­siones e irse enfure­ci­do por no haber podi­do salirse con la suya.

En la denun­cia la mujer deja­ba con­stan­cia del pro­fun­do miedo que sen­tían todos en aque­l­las tier­ras a don Juan Vicente Bolí­var por su inmen­so poder y su increíble tenaci­dad para odi­ar y ven­garse de todos aque­l­los que le llev­a­ban la con­traria, e inclu­so aque­l­las mujeres que le servían de celesti­nas lo hacían en con­tra de su vol­un­tad, sola­mente por el temor que sen­tían hacia él.

La mujer decía que inclu­so después del inci­dente en el que inten­tó vio­lar a su hija, Juan Vicente Bolí­var seguía insistien­do en el acoso a las hijas de la famil­ia, por lo cual ella había recur­ri­do al obis­po pidi­en­do ayu­da frente al poderoso terrateniente.

Ante la gravedad de las acusa­ciones, el obis­po abrió un sumario, un expe­di­ente de inves­ti­gación que denom­inó ofi­cial­mente “Autos y Sumarias con­tra don Juan Vicente de Bolívar”.

El Obis­po Diez Madroñero le dió el nom­bre de Nues­tra Seño­ra de Venezuela a la calle entre la Cat­e­dral y la Obis­palía. Fuente Gran Fer­ro­car­ril de Venezuela

Antes de seguir con la nar­ración de los suce­sos recogi­dos en el expe­di­ente es pre­ciso explicar breve­mente el con­tex­to; el pueblo de San Mateo era un pueblo que nació como una encomien­da de indios a uno de los primeros ance­s­tros de la famil­ia Bolí­var en Venezuela, y que des­de 1620 era un “pueblo de doc­t­ri­na”, o sea, un pueblo for­ma­do por una comu­nidad de indí­ge­nas que esta­ba bajo encar­go de la famil­ia Bolí­var para que fuer­an adoc­tri­na­dos en la religión cristiana.

Sin embar­go, para cuan­do suce­den los acon­tec­imien­tos que se arraigan en el expe­di­ente con­tra el padre de Bolí­var, ya la may­oría de la población no esta­ba for­ma­da por indios, sino por blan­cos, negros y par­dos (mes­ti­zos), y de los indios puros qued­a­ban más bien pocos; sobre este pueblo el padre de Bolí­var tenía plenos poderes en cal­i­dad de Teniente de Jus­ti­cia May­or, es decir, como rep­re­sen­tante ofi­cial en todo en todas las mate­rias del Gob­er­nador de la Provin­cia. Además era el hacen­da­do o ter­rate­niente más rico y poderoso de la región. 

El obis­po Díez Madroñero comen­zó a instru­ir el sumario del pro­ced­imien­to y citó a declarar a las hijas de la seño­ra; en sus tes­ti­mo­nios ellas cor­rob­o­raron lo dicho por su madre, empezan­do por Mar­gari­ta, la que había sido víc­ti­ma del inten­to de vio­lación y que efec­ti­va­mente nar­ró como una tarde del año ante­ri­or, encon­trán­dose sola en casa, llegó don Juan Vicente Bolí­var y tomán­dola de la mano force­jeó con ella para meter­la en el dor­mi­to­rio, has­ta que la puso en tér­mi­nos de gri­tar y ante la resisten­cia de ella tuvo que desi­s­tir, pero lo hizo furioso y ame­nazán­dola dicien­do: “algún día… algún día”. Mar­gari­ta había tenido que ter­mi­nar casán­dose con un hom­bre que conocía toda la his­to­ria, pero que la defendía y la rep­uta­ba por mujer hon­es­ta, y se había casa­do con él en parte para escapar de la per­se­cu­ción del terrateniente.

Casa de la hacien­da de la famil­ia Bolí­var en San Mateo, esta­do Aragua. Venezuela

Por su parte la hija menor de la seño­ra, Rita, en su tes­ti­mo­nio relató como Juan Vicente Bolí­var, por sí mis­mo o a través de las dos mujeres que oblig­a­ba a actu­ar como sus inter­me­di­arias o alc­ahue­tas, le había ofre­ci­do lle­var­la a la local­i­dad de La Vic­to­ria para pon­er­le una maes­tra que la enseñara, y dar­le una vida de como­di­dades y capri­chos a cam­bio de que fuera su amante, pero ella se había resis­ti­do a esas pretensiones.

Pero sin duda el tes­ti­mo­nio más sobrecoge­dor de las tres hijas de la viu­da fue el de la hija may­or, Jac­in­ta, que relató como a ella Juan Vicente Bolí­var si había con­segui­do vio­lar­la, hacía algún tiem­po. Efec­ti­va­mente él la había toma­do por la fuerza, la había vio­la­do, y luego de esto la había oblig­a­do durante un año a con­vivir con él como su amante, como su con­cu­bi­na, has­ta que final­mente ella con­tra­jo mat­ri­mo­nio con otro hom­bre, e inclu­so después de casa­da la sigu­ió obligan­do a man­ten­er rela­ciones sex­u­ales con él, y ella no se nega­ba por el inmen­so temor que sen­tía hacia el Bolívar.

El obis­po tam­bién citó a declarar a las mujeres de las que se servía Juan Vicente Bolí­var como alc­ahue­tas o celesti­nas, y ellas en sus tes­ti­mo­nios cor­rob­o­raron en todo lo que había sido afir­ma­do por las otras tes­ti­gos, e inclu­so apor­taron más infor­ma­ción y una de ellas rev­eló como el ter­rate­niente Juan Vicente Bolí­var le había dicho en más de una ocasión con des­fachatez que a él lo que más le gusta­ba era quitar­le la vir­ginidad a las muchachas, desvir­gar­las, y luego juga­ba con ellas durante algún tiem­po pero se abur­ría rápidamente.

De los tes­ti­mo­nios de la denun­ciante y de las tes­ti­gos había sali­do a relu­cir tam­bién el caso de una india lla­ma­da María Bernar­da, que Juan Vicente Bolí­var la tenía como concubina.

El obis­po como primera medi­da ordenó que esta india le fuera quita­da a Bolí­var y que fuera lle­va­da al hos­pi­cio de la ciu­dad de Cara­cas, para man­ten­er­la así ale­ja­da de él y que no sigu­iera pecan­do y pudiera lle­var una vida decente.

Este es el comien­zo de una enrevesa­da “sub­tra­ma” den­tro de lo que sería la tra­ma prin­ci­pal del expe­di­ente, por cuan­to esta india María Bernar­da, sería pro­tag­o­nista de varias fugas y varias veces recap­tura­da, has­ta que final­mente con el paso del tiem­po ter­mi­naría casán­dose, en lo que var­ios sac­er­dotes sospecharían y así se lo harían saber al obis­po que se trató de un mat­ri­mo­nio con­cer­ta­do por el pro­pio Juan Vicente Bolí­var para poder así seguir dis­fru­tan­do de sus favores sex­u­ales, pero al mis­mo tiem­po pro­por­cionán­dole a un mari­do que fuera complaciente. 

A todas éstas Juan Vicente Bolí­var dio mues­tras de su pro­fun­da arro­gan­cia, de su carác­ter despóti­co a la hora de tratar con inclu­so fun­cionar­ios públi­cos como un notario y unos alguaciles que obe­decían órdenes del obis­po, y mien­tras daba mues­tras de ese carác­ter explo­si­vo y vio­len­to de déspota, al mis­mo tiem­po se pre­senta­ba frente al obis­po como víc­ti­ma de fal­sas acusa­ciones, pero siem­pre con esa pos­tu­ra altan­e­ra y arrogante.

La Rotun­da, antigua cár­cel de Caracas

Pasan los meses, y Jac­in­ta, la hija may­or de la viu­da que había con­ta­do en su tes­ti­mo­nio cómo había sido vio­la­da por Juan Vicente Bolí­var y forza­da por él a ser su escla­va sex­u­al, escribió una car­ta al obis­po denun­cian­do como éste sigue insistien­do y acosán­dola, y ante la ret­i­cen­cia de ella, que quiere defin­i­ti­va­mente cor­tar cualquier relación con él y ser fiel a su mari­do, ante esto Juan Vicente Bolí­var la ame­naza con acabar con ella y con toda su famil­ia, y de hecho a un tío de ella lo man­da encar­ce­lar y pon­er­le los cepos.

En esa car­ta des­gar­rado­ra pidi­en­do ayu­da al obis­po, Jac­in­ta denom­i­na a Juan Vicente Bolí­var “un lobo infer­nal” y es tan­ta su deses­peración que lle­ga a decir que ha pen­sa­do en hac­er­le creer al Bolí­var que va a acced­er a sus pre­ten­siones, y cuan­do ven­ga al encuen­tro de ella, ten­er un cuchil­lo prepara­do para quitar­le la vida al depredador sex­u­al, aunque eso sig­nifique que ella tam­bién la pier­da (dan­do por hecho que en ese caso sería con­de­na­da a muerte por asesina­to) pero de esa man­era ten­er la glo­ria de lib­er­tar a ese pueblo de aquel cru­el tirano.

En otra car­ta pos­te­ri­or­mente Jac­in­ta tam­bién le rela­ta al obis­po como Juan Vicente Bolí­var había orde­na­do arrestar tam­bién al mari­do de su her­mana Mar­gari­ta y a un pri­mo de este hom­bre, como repre­salias con­tra la familia.

El obis­po ten­dría la opor­tu­nidad de pres­en­ciar de cer­ca la bru­tal­i­dad y el despo­tismo de Juan Vicente Bolí­var, cuan­do otra india lla­ma­da María Juliana, a la que el Bolí­var man­tenía en su casa tam­bién como escla­va sex­u­al, aprovechan­do la pres­en­cia del obis­po se escapó de la casa de Bolí­var y cor­rió a la casa donde se alo­ja­ba el obis­po para pedir su amparo o pro­tec­ción, pero Juan Vicente Bolí­var per­sigu­ió a la india María Juliana y, a pun­to estu­vo de con­seguir evi­tar que obtu­viera refu­gio en la casa del obis­po, pues la inter­cep­tó en la puer­ta y force­jeó con ella tratan­do de llevársela por la fuerza; pero ante el escán­da­lo que se sus­citó salieron el obis­po y sus sirvientes de la casa, y no le quedó más alter­na­ti­va que dejar que ella se quedara refugiada.

Mien­tras él tenía una entre­vista con el obis­po en la cual se mostró bas­tante alter­ado y dan­do gri­tos decía que era víc­ti­ma de calum­nias y de infamia, aunque el obis­po lo recon­vi­no en un tono sereno pero firme. 

El caso se fue hacien­do cada vez más com­ple­jo y tur­bio has­ta el pun­to de que cuan­do el obis­po aban­donó el pueblo de San Mateo tuvo que seguir instruyen­do el pro­ce­so, pues le sigu­ieron lle­gan­do denun­cias y tes­ti­mo­nios de la cru­el dic­tadu­ra y del sadis­mo de Juan Vicente Bolívar.

Es así como tam­bién lle­ga a sus manos el tes­ti­mo­nio de otra de las numerosas víc­ti­mas, se trata­ba de otra mujer de san­gre india de la doc­t­ri­na, Jua­na Anto­nia Cama­cho; como venía sien­do tris­te­mente recur­rente, ella nar­ró otra his­to­ria pare­ci­da a la de las demás, que Juan Vicente Bolí­var la había oblig­a­do a ir a su casa, y val­ién­dose de su fuerza físi­ca y de la ame­naza de su poder, la había vio­la­do, y a par­tir de esa vio­lación la con­vir­tió tam­bién en una más de sus esclavas sex­u­ales, has­ta dejar­la embaraza­da, y peor aún, después había inten­ta­do que ella abor­tara el hijo que llev­a­ba de él. 

Esquinas de la Plaza Bolí­var de #Cara­cas cap­tadas por un tur­ista francés 1890–91 Ear­ly Latin Amer­i­can Pho­tog­ra­phy Blog by Gre­go­ry Leroy

En un momen­to dado el obis­po Díez Madroñero pide un informe al sac­er­dote al cuidad de San Mateo, el mae­stro don Fran­cis­co Javier Siso, y éste escribe una con­tun­dente car­ta donde nar­ra de for­ma escalofri­ante toda la ver­dad acer­ca de Juan Vicente Bolí­var, y así le nar­ra como éste se ded­i­ca a perseguir a las niñas del pueblo des­de que cumplen los 10 años de edad para inten­tar ten­er rela­ciones sex­u­ales con ellas, y que no des­cansa has­ta que lo con­sigue por las bue­nas o por las malas, y gen­eral­mente es medi­ante la vio­len­cia, el chan­ta­je y la extorsión.

De esta man­era le rela­ta que, en él sepa, hay al menos 12 niñas a las que ha vio­la­do, a las que les ha quita­do la vir­ginidad; y nar­ra la deses­peración de sus feli­gre­ses, de los padres y madres humildes que tratan de preser­var la hon­ra de sus hijas, y cómo tienen que enfrentarse a la furia, el despo­tismo y la cru­el­dad de Juan Vicente Bolí­var, que no duda en recur­rir a los méto­dos más inhu­manos, a meter en la cár­cel a los famil­iares que se opo­nen a que sus hijas sean víc­ti­mas de este depredador y nar­ra como siem­pre lo con­sigue al final, aunque sea apelando a la fuerza bruta.

Cuen­ta cómo Bolí­var con­sigue casi siem­pre vio­lar a las chiquil­las, cómo se lle­va a muchas de ellas a sus propiedades, a su hacien­da o a sus hatos, y ahí las mantiene prác­ti­ca­mente como esclavas sex­u­ales con la excusa de ten­er­las como servidum­bre, y men­ciona con nom­bre y apel­li­do a cada víctima.

Igual­mente cita el caso de de un mula­to (un par­do pro­duc­to de la mez­cla de blan­co y negro) que tuvo que irse del pueblo a pesar de su mala situación económi­ca para evi­tar que Juan Vicente Bolí­var pudiera ter­mi­nar abu­san­do de su hija de 11 o 12 años, lla­ma­da María Vic­to­ria; y es que la úni­ca for­ma en que las famil­ias pueden pon­er a sal­vo a sus hijas es pre­cisa­mente huyen­do del pueblo y de las tier­ras que están bajo la juris­dic­ción políti­ca y económi­ca de Juan Vicente Bolívar. 

Ante el obis­po seguían des­fi­lan­do mul­ti­tud de tes­ti­gos que van dejan­do con­stan­cia de los actos mon­stru­osos y aber­rantes de Juan Vicente Bolí­var, de su activi­dad como lo que hoy lla­maríamos un delin­cuente sex­u­al, un depredador que se ded­i­ca­ba a vio­lar a todas las chi­cas del pueblo, que tam­bién tenía rela­ciones con mujeres casadas y por si fal­tara algo, el hecho de que solía tam­bién mal­tratar a algu­nas de sus amantes o esclavas sex­u­ales a las cuales propin­a­ba pal­izas o golpizas. 

La instruc­ción del expe­di­ente ter­minó aprox­i­mada­mente siete meses después, en octubre de 1765; al final de todo aque­l­lo lam­en­ta­ble­mente el obis­po no tenía poder para impon­er un cas­ti­go penal a Juan Vicente Bolí­var, pero es de supon­er que con la ame­naza de exco­mu­nión haya con­segui­do algu­na mod­eración o rec­ti­fi­cación de su conducta.

El expe­di­ente de los “Autos y Sumarias con­tra don Juan Vicente de Bolí­var” con todos sus 72 folios y 143 pági­nas está disponible en los archivos históri­cos de la Arquidióce­sis de Cara­cas, y fue ampli­a­mente reseña­do en la mag­ní­fi­ca obra “Pas­tor celes­tial, Rebaño ter­re­nal, Lobo infer­nal: Expe­di­ente a don Juan Vicente de Bolí­var” (pub­li­ca­do en 2006), del pres­ti­gioso académi­co vene­zolano Ale­jan­dro Moreno Olme­do, licen­ci­a­do en psi­cología y doc­tor en cien­cias sociales. Un tes­ti­mo­nio descar­na­do de unos hechos terribles. 

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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  • Examinemos esto. El padre de El Marqués de Sade hacìa lo mismo. La mayor parte de miembros de la direcciòn de la revoluciòn Francesa han dejado testimonio de esa conducta, hay màs de mil reportes iguales por toda Amèrica Hispana, los españoles en al menos el 60% hacìan esto, en la familia de clase media del 80% de hispanoaericanos hay una sirvienta como abuela suya, los hombres en esa època tenìan el absoluto y total poder de tomar mujeres aunque no estuviera escrito en papel, y esas costumbres las fundaron en Amèrica los españoles.

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