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La extradición de Pérez Jiménez, el dictador que cayó en manos de la justicia

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista especializado en crónicas históricas
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@LuisPerozoPadua

Tras su derrocamiento en 1958, el hombre fuerte de Venezuela creyó que el exilio le aseguraría impunidad. Sin embargo, una inédita solicitud de extradición, un proceso judicial sin precedentes y una larga reclusión en prisiones de Estados Unidos terminaron por devolverlo a Caracas esposado. Esta es la historia completa de su captura, juicio y entrega, el primer caso de extradición de un exjefe de Estado en América

El amanecer del 23 de enero de 1958 sel­ló el des­ti­no de Mar­cos Evan­ge­lista Pérez Jiménez, el gen­er­al tachirense que durante una déca­da gob­ernó Venezuela bajo la féru­la del mil­i­taris­mo, la repre­sión y el boato.

Cer­ca­do por un estal­li­do cívi­co-mil­i­tar, huyó al exilio en un avión de la Fuerza Aérea apo­da­do La Vaca Sagra­da, sin saber que el mun­do se prepara­ba para ajus­tar­le cuen­tas. Su primera escala fue la Repúbli­ca Domini­cana, donde encon­tró refu­gio bajo el ala del dic­ta­dor Rafael Leónidas Tru­jil­lo. Después, se instaló en los Esta­dos Unidos, ini­cial­mente en Mia­mi, donde vivió en la opu­len­cia durante casi cin­co años.

Poseía bienes, cuen­tas ban­car­ias y la pre­sun­ción —tan propia de los déspotas— de que jamás enfrentaría a la jus­ti­cia. Pero las heri­das abier­tas por su rég­i­men no cica­triz­a­ban. En Venezuela, la Jun­ta Patrióti­ca y el gob­ier­no de Rómu­lo Betan­court impul­saron la causa judi­cial más ambi­ciosa de la época: la extradi­ción inter­na­cional de un dic­ta­dor por cor­rup­ción admin­is­tra­ti­va y pec­u­la­do de fon­dos públicos.

En 1963 las autori­dades de EE.UU. acep­taron la solic­i­tud de Venezuela y extra­di­taron a Pérez Jiménez, quien fue juz­ga­do y con­de­na­do por cor­rup­ción en Venezuela
El 12 de agos­to de 1963, el Sec­re­tario de Esta­do norteam­er­i­cano Dean Rusk autor­izó for­mal­mente la extradi­ción del dic­ta­dor venezolano

De 105 mil a casi 80 millones

El 14 de mar­zo de 1949, el gen­er­al reti­ra­do Mar­cos Pérez Jiménez pre­sen­tó una declaración jura­da ante el Juz­ga­do Primero de Primera Instan­cia en lo Civ­il del Dis­tri­to Fed­er­al. En ella afirma­ba que su pat­ri­mo­nio líqui­do ascendía a 105.000 bolí­vares. Este trámite obe­decía a lo estip­u­la­do en la Ley con­tra el Enriquec­imien­to Ilíc­i­to de Fun­cionar­ios y Emplea­d­os Públi­cos, y el mon­to declar­a­do incluía tan­to los bienes de su acti­vo como las par­tidas de su pasivo.

Durante la déca­da sigu­iente —años en los que ocupó los más altos car­gos del poder políti­co y admin­is­tra­ti­vo en Venezuela— Pérez Jiménez percibió legal­mente un total de 1.283.233,15 bolí­vares, pro­duc­to de suel­dos y asi­gna­ciones espe­ciales con­tem­pladas en las leyes de Pre­supuesto de Egre­sos y Gas­tos Públi­cos entre el 25 de noviem­bre de 1948 y el 23 de enero de 1958.

Juicio a Mar­cos Pérez Jiménez. Revista Elite

Sin embar­go, al momen­to de su caí­da, la real­i­dad financiera del exman­datario era muy dis­tin­ta. Una inves­ti­gación for­mal rev­eló que, medi­ante la comisión de diver­sos deli­tos con­tra el erario públi­co, acu­muló una for­tu­na despro­por­ciona­da y escan­dalosa: 79.936.802,50 bolívares. 

Ese cap­i­tal esta­ba dis­tribui­do den­tro y fuera del país, a nom­bre suyo y tam­bién bajo fig­uras inter­pues­tas —per­sonas nat­u­rales y jurídi­cas que actu­a­ban como testa­fer­ros—, según se com­pro­bó durante el juicio que se le sigu­ió tras su derrocamiento.

El 6 de febrero de 1958, la Jun­ta de Gob­ier­no de la Repúbli­ca, ampara­da en el Decre­to-Ley N° 28, ordenó la ocu­pación pre­ven­ti­va de todos los bienes reg­istra­dos a nom­bre de Mar­cos Pérez Jiménez y de aque­l­las per­sonas o enti­dades que los detenta­ban en su lugar. 

El decre­to fac­ulta­ba al Procu­rador de la Nación para tomar pos­esión de esos bienes, iden­ti­ficar su ubi­cación, declarar for­mal­mente a los testa­fer­ros, reunir las prue­bas nece­sarias y deve­lar el entra­ma­do financiero con el que se amasó aque­l­la for­tu­na desproporcionada.

La caí­da del dic­ta­dor, ape­nas sem­anas antes, ya había abier­to las com­puer­tas de los tri­bunales. Aho­ra, comen­z­a­ba a desple­garse el largo inven­tario de los excesos.

Mar­cos Pérez Jiménez el 25 de agos­to de 1959 al ser cap­tura­do en Mia­mi, en camino a la cár­cel del Con­da­do de Dade. Des­de allí sería extra­di­ta­do a Venezuela en 1963
Pérez Jiménez perdió más de 22 kilo­gramos durante su cau­tive­rio en la cár­cel de Mia­mi Dade. En la grá­fi­ca del 17 de agos­to de 1963, se obser­va a un dic­ta­dor faméli­co. Iba rum­bo al aerop­uer­to para ser extra­di­ta­do a Venezuela 

Históri­ca solic­i­tud de extradición 

El 21 de agos­to de 1959, el gob­ier­no vene­zolano pre­sen­tó ante las autori­dades de Wash­ing­ton una solic­i­tud for­mal de extradi­ción. El caso se fun­da­men­ta­ba en el Trata­do de Extradi­ción de 1922 entre Venezuela y los Esta­dos Unidos, ale­gan­do que Pérez Jiménez había saque­a­do al Esta­do y enrique­ci­do ilíci­ta­mente a través de sobre­pre­cios, desvíos de fon­dos y con­tratos amaña­dos durante su mandato.

El 25 de agos­to de 1959, ape­nas cua­tro días después de la solic­i­tud, agentes del Ser­vi­cio de Inmi­gración y Nat­u­ral­ización de los Esta­dos Unidos arrestaron al exman­datario en Mia­mi Beach. Allí comen­zó una larga y tor­tu­osa batal­la judi­cial en la que su defen­sa agotó todos los recur­sos posi­bles para impedir la entrega.

Los abo­ga­dos de Pérez Jiménez ale­garon, una y otra vez, que las acusa­ciones en su con­tra eran “deli­tos políti­cos” y, por ende, exclu­i­dos del trata­do. Argu­men­taron que las supues­tas malver­sa­ciones esta­ban lig­adas a sus fun­ciones como gobernante.

La jus­ti­cia esta­dounidense no les dio la razón. Un juez fed­er­al, segui­do luego por la Corte de Apela­ciones del Quin­to Cir­cuito, dic­t­a­m­inó que los deli­tos por los cuales Venezuela reclam­a­ba su extradi­ción eran “deli­tos comunes” y no podían ser con­sid­er­a­dos actos políti­cos. La Supre­ma Corte de Jus­ti­cia de los Esta­dos Unidos rec­hazó su últi­ma apelación el 17 de junio de 1963.

Mar­cos Pérz Jiménez arribó a Car­cas el 17 de agos­to de 1963, proce­dente de Esta­dos Unidos. Primera Pag­i­na de Ulti­mas Noticias

La cel­da de Miami

Des­de diciem­bre de 1962, Pérez Jiménez fue traslada­do a la Cár­cel Fed­er­al del Con­da­do de Dade, en Mia­mi, bajo el número de pre­so 1.374. Allí, en una cel­da de 6×10 pies, per­maneció en rég­i­men de ais­lamien­to por casi nueve meses. El hom­bre que había des­fi­la­do en Rolls Royce por las avenidas de Cara­cas aho­ra vestía el uni­forme carce­lario y soporta­ba las inclemen­cias del encierro.

Su figu­ra comen­zó a encogerse. Durante su cau­tive­rio, perdió cer­ca de 22 kilos. Las cróni­cas de la época reg­is­tran que, a pesar de las condi­ciones, su tra­to fue dig­no y den­tro de las nor­mas esta­dounidens­es. Su esposa, Flor María Chal­baud, llegó a declarar que las condi­ciones de su deten­ción eran “extra­or­di­nar­i­a­mente supe­ri­ores a las que hubiese tenido en una cár­cel venezolana”.

Pero la humil­lación era inevitable. Por primera vez en la his­to­ria con­tem­poránea, un dic­ta­dor caí­do en des­gra­cia per­manecía con­fi­na­do a la espera de ser envi­a­do al país que había gob­er­na­do con puño de hierro.

Juicio a Mar­cos Pérez Jiménez-Revista Elite

Del exilio dora­do al ban­quil­lo de los acusados 

El 12 de agos­to de 1963, el Sec­re­tario de Esta­do norteam­er­i­cano Dean Rusk autor­izó for­mal­mente la extradi­ción, después de que Venezuela garan­ti­zara que Pérez Jiménez sería proce­sa­do solo por los car­gos financieros y que su vida no cor­rería peligro.

El 16 de agos­to, el juez Arthur Gold­berg rec­hazó un últi­mo inten­to deses­per­a­do de su defen­sa por blo­quear la entre­ga. Al día sigu­iente, el 17 de agos­to de 1963, un avión del gob­ier­no vene­zolano despegó des­de Mia­mi rum­bo a Cara­cas, lle­van­do a bor­do al hom­bre que había deten­ta­do el poder abso­lu­to y que aho­ra via­ja­ba esposa­do, cus­to­di­a­do por ofi­ciales vene­zolanos. La esce­na de su lle­ga­da fue histórica.

Des­de el aerop­uer­to, lo trasladaron bajo estric­tas medi­das de seguri­dad has­ta la Cár­cel Mod­e­lo de Cara­cas, para luego ser envi­a­do a la Pen­i­ten­cia­ría de San Juan de los Mor­ros. Allí comen­zó el juicio que pasaría a la his­to­ria como el primer pro­ce­so judi­cial con­tra un dic­ta­dor por cor­rup­ción en Améri­ca Latina.

Extradi­ción de Mar­cos Pérez Jiménez

La jus­ti­cia escribe un capí­tu­lo inédito 

El pro­ce­so judi­cial fue un acon­tec­imien­to sin prece­dentes. Pérez Jiménez fue acu­sa­do de pec­u­la­do, malver­sación de fon­dos públi­cos y enriquec­imien­to ilíc­i­to por con­tratos mil­lonar­ios otor­ga­dos a empre­sas ali­adas durante su rég­i­men, entre ellos los rela­ciona­dos con la con­struc­ción de la Autopista Caracas–La Guaira, la Ciu­dad Uni­ver­si­taria y el Tele­féri­co de Mérida.

El juicio se desar­rol­ló entre 1963 y 1968, y aunque no se le imputaron car­gos por vio­la­ciones a los dere­chos humanos —ni por los asesinatos cometi­dos por la Seguri­dad Nacional durante su dic­tadu­ra—, el impacto sim­bóli­co fue profundo.

El 9 de abril de 1968, el Tri­bunal lo con­denó a cua­tro años, un mes y quince días de prisión. Paradóji­ca­mente, al haberse con­sid­er­a­do que ese tiem­po ya lo había cumpli­do entre su deten­ción en Esta­dos Unidos y en Venezuela, Pérez Jiménez fue lib­er­a­do de inmedi­a­to. La noti­cia estreme­ció al país. Su lib­eración fue vista por muchos como una burla al pueblo y al sis­tema judicial.

Sin embar­go, la his­to­ria había cam­bi­a­do para siem­pre: el hom­bre que creyó ser dueño del des­ti­no nacional había sido juz­ga­do y ven­ci­do por la justicia.

Mar­cos Pérez Jiménez-Revista Elite

Epíl­o­go inesperado

Tras su lib­eración, Pérez Jiménez se exil­ió en España, bajo la pro­tec­ción del rég­i­men fran­quista. Vivió en Madrid, en el exclu­si­vo bar­rio de Chamartín, lle­van­do una vida cómo­da y ale­ja­da de la políti­ca vene­zolana, aunque nun­ca aban­donó su ambi­ción de regre­sar al poder.

Inten­tó pos­tu­larse a la pres­i­den­cia en 1968 y 1973, pero sus aspira­ciones fueron blo­queadas por la Corte Supre­ma debido a su antecedente penal. Murió en Madrid en 2001, sin haber regre­sa­do jamás a su patria.

Su extradi­ción mar­có un antes y un después en la políti­ca lati­noamer­i­cana. Fue la primera vez que un dic­ta­dor enfrenta­ba un pro­ce­so judi­cial por deli­tos económi­cos fuera de su país y luego era extra­di­ta­do para ser juz­ga­do en su propia tierra.

El eco del caso Pérez Jiménez sigue res­o­nan­do en las aulas de dere­cho y en las cróni­cas políti­cas del con­ti­nente. Su his­to­ria desmiente la vie­ja máx­i­ma de que el poder garan­ti­za la impunidad.

Cuan­do aquel avión despegó de Mia­mi en agos­to de 1963, lle­van­do a bor­do al hom­bre que una vez mandó sobre mil­lones, la his­to­ria lati­noamer­i­cana cam­bió su cur­so. La jus­ti­cia, aunque lenta, había exten­di­do su mano más allá de las fron­teras. El dic­ta­dor cayó. Y con él, la certeza de que ningún poder es eter­no. ¿Quién será el próx­i­mo en el banquillo?

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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