Los colegios hace 100 años: exámenes y premios

 

Luis Heraclio Medina Canelón
Historiador

En estos días que se ha puesto en boga hablar sobre los estudiantes que están haciendo tareas y evaluaciones desde casa, con motivo de la cuarentena, me puse a revisar un antiguo libro que encontré en la vieja biblioteca de mi abuelo: Se trata de “ANALES DEL COLEGIO CAJIGAL” (viejo instituto de Valencia, de principios del siglo pasado)  donde, entre otras cosas, se hablaba de los “exámenes y premios”.  Al leer esos textos pude recordar las conversaciones de niño con mis abuelos y quiero compartir estos recuerdos


 Aunque todos sabe­mos a qué se refieren los “exámenes” pocos enten­derán lo de “los pre­mios”. A finales del siglo XIX y has­ta prin­ci­p­ios del XX los exámenes en los cole­gios eran bas­tante dis­tin­tos a lo que son hoy.  Según recuer­do comenta­ba mi abue­lo, estu­di­ante de otro famoso cole­gio: el “Cole­gio Reque­na” de Valen­cia y mi abuela en algún cole­gio o escuela de Tinaquil­lo, cuyo nom­bre se me perdió de la memo­ria, la cuestión de los exámenes era algo bas­tante for­mal y un asun­to impor­tante para toda la familia. 

Por lo menos en los gra­dos supe­ri­ores los exámenes eran tres: escrito, oral y prác­ti­co, y con ese orden de prelación: si no pasabas el escrito no accedías al oral y si te ras­pa­ban en el oral no ibas para el prác­ti­co que era el últi­mo. Es innece­sario explicar la for­ma de los dos primeros, el prác­ti­co era gen­eral­mente en el pizarrón resolvien­do prob­le­mas matemáti­cos, o frente a un mapa seña­lan­do país­es, ciu­dades, cordilleras y ríos. 

Los exámenes se pre­senta­ban ante un jura­do, com­puesto por el pro­fe­sor y varias otras per­son­al­i­dades de recono­ci­da cul­tura, o espe­cial­is­tas en la mate­ria. El cúmu­lo de mate­rias que cursa­ban los estu­di­antes más avan­za­dos era impre­sio­n­ante:  quími­ca inorgáni­ca, arit­méti­ca razon­a­da y arit­méti­ca mer­can­til, his­to­ria nat­ur­al, físi­ca, inglés, francés y latín y griego, religión, tene­duría de libros, gramáti­ca, retóri­ca, his­to­ria uni­ver­sal, gim­na­sia y esgri­ma, zoología, botáni­ca, geometría, etc. Con razón, un bachiller de esos tiem­pos era un “SEÑOR BACHILLER”. 

Los exámenes se hacían en el pro­pio insti­tu­to, que se engalan­a­ba espe­cial­mente para el even­to,  a puer­tas y ven­tanas abier­tas, para que los com­pañeros, famil­ia y públi­co en gen­er­al pudier­an pres­en­ciar el desar­rol­lo del estu­di­ante, el cual se pre­senta­ba con su mejor flux. Has­ta los mucha­chos más modestos iban de tra­je y cor­ba­ta. Todo se hacía en un cli­ma de respeto y orden. El acto era ameniza­do por jóvenes que demostra­ban sus apti­tudes artís­ti­cas, bien sea tocan­do al piano, recitan­do, o cantando. 

Tam­bién algún dis­cur­so del direc­tor o algún pro­fe­sor y el cor­re­spon­di­ente turno a uno de los exam­i­nan­dos y se entre­ga­ban medal­las y diplo­mas. Así mis­mo había la entre­ga de pre­mios: En un lugar del salón, esta­ba una mesa bel­la­mente dec­o­ra­da, con una serie de pre­mios o rega­los, debida­mente envuel­tos, que una vez super­a­dos los exámenes serían entre­ga­dos por sus padres a los mucha­chos. Los pre­mios eran apor­ta­dos por los padres y famil­iares de los examinados…imagino cual sería la emo­ción y el entu­si­as­mo de los mucha­chos al ver aque­l­los paque­tes mis­te­riosos, envuel­tos en papel,  con los que serían galar­don­a­dos una vez ter­mi­nara el examen.

En el caso de los títu­los otor­ga­dos por la uni­ver­si­dad la cuestión era más rig­urosa aún.  En “Gentes y Cosas de Valen­cia” del Dr. Fabián de Jesús Díaz, se men­ciona el exa­m­en de otro pari­ente, mi tío-bis­abue­lo el far­ma­ceu­ta Temís­to­cles López:

Cursó las asig­nat­uras rela­cionadas con la far­ma­cia en el Cole­gio Don Bosco…allí se le enseñó la físi­ca ele­men­tal, que se leía en dos años, y que aprobó el 28 de julio de 1899…la His­to­ria Nat­ur­al (zoología y botáni­ca) el 8 de julio de 1900, la quími­ca orgáni­ca e inorgáni­ca  el 7 de julio de 1900…Era cat­e­dráti­co de estas asig­nat­uras el pres­bítero Víc­tor Julio a}rocha, el exam­i­na­do fue siem­pre cal­i­fi­ca­do de “Bueno” La con­stan­cia de su larga pas­an­tia por la Bot­i­ca Cen­tral indis­pens­able para la obten­ción del títu­lo fir­ma­da por el regente, quien ates­tiguó que el joven López había dado siem­pre prue­bas de “inteligente, con­traí­do y estu­dioso”… Ape­nas lle­ga­do a la may­oría de edad el bachiller López solic­itó ante el rec­tora­do de la uni­ver­si­dad fijar el día y hora para pre­sen­tar el exa­m­en final para obten­er el títu­lo de far­ma­céu­ti­co.  El jura­do exam­i­nador estu­vo inte­gra­do por el vice-rec­tor Car­los San­da, y cua­tro pro­fe­sores: tres médi­cos y un far­ma­ceu­ta, con pres­en­cia del sec­re­tario de la uni­ver­si­dad de Valen­cia, Pedro Ale­jo Macha­do. Luego de dos horas y media de rig­uroso exa­m­en, el aspi­rante fue cal­i­fi­ca­do de Sobre­saliente, con 96 puntos. 

 Aque­l­la era una edu­cación exi­gente, se pre­mi­a­ba al que estu­di­a­ba duro y aprob­a­ba su cur­so, pero el que no se esforz­a­ba, no estu­di­a­ba y no aprendía no podía imag­i­nar pasar al próx­i­mo año.  A difer­en­cia de sus her­manos que cul­mi­naron sus estu­dios y se grad­uaron pos­te­ri­or­mente de médi­cos y odon­tól­o­gos mi abue­lo Luis Eudoro no ter­minó el bachillerato…le pare­ció más emo­cio­nante lle­varse la espa­da y el revólver de su papá e irse con una mon­ton­era “mochista” que se había alza­do con­tra la tiranía de Gómez en esos momen­tos, pero me pude sor­pren­der de sus avan­za­dos conocimien­tos de quími­ca, lit­er­atu­ra, his­to­ria, gramáti­ca y latín en mis con­ver­sa­ciones de ado­les­cente con él. 

En cuan­to a mi abuela, Trinidad, las chi­cas en aque­l­los tiem­pos no acos­tum­bra­ban a grad­uarse, sino que final­iz­a­ban sus estu­dios una vez cul­mi­na­do el peri­o­do de la escuela de señoritas…recuerdo su bel­la caligrafía, sus conocimien­tos de francés, poesía, religión y me impre­sion­a­ba como recita­ba el nom­bre de todos los aflu­entes del Orinoco, en la rivera occi­den­tal y  en la rivera oriental.

 Hoy en día la may­oría de los bachilleres no saben dónde que­da el  Orinoco, ni tam­poco qué sig­nifi­ca rivera, ni donde quedan el ori­ente y el occi­dente.  En ben­efi­cio de una lla­ma­da “masi­fi­cación” se ha sac­ri­fi­ca­do la cal­i­dad académi­ca. Vale pre­gun­tarse ¿de qué sirve entre­gar títu­los de bachilleres y has­ta grad­uar uni­ver­si­tar­ios si no tienen un mín­i­mo de conocimien­tos? ¿no es una burla y un fraude? Que difer­en­cia con los tiem­pos que han sobrevenido¡

La foto que acom­paño, no es tan antigua, data de aprox­i­mada­mente 1936, es la Escuela Rafael Arvelo, donde el cur­so de los primeros años de pri­maria de mi mamá, Ana Cecilia
CorreodeLara

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