CrónicasHistoria

Simón Bolívar en West Virginia

Luis Alber­to Per­o­zo Padua
Peri­odista espe­cial­iza­do en cróni­cas históricas
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@LuisPerozoPadua

A Martín Rodil, 
vene­zolano admirable y faro en tiem­pos de sombras.
Por con­ver­tir cada día en un acto de resistencia, 

por asumir la pal­abra “patria” como compromiso 
y no como consigna, y por hac­er de la lucha 
por la democ­ra­cia un deber indeclinable.
Tu ejem­p­lo —firme, sereno y tenaz— nos recuerda 
que el país que soñamos aún res­pi­ra en quienes se niegan 
a renun­ciar. Gra­cias por tu amis­tad y por tu batalla 
incans­able, que tam­bién es la nuestra

En 1825, cuan­do Simón Bolí­var era el per­son­aje más admi­ra­do de todo el con­ti­nente, una pequeña vil­la de Vir­ginia Occi­den­tal decidió bau­ti­zarse “Boli­var” en su hon­or. Hoy, dos bus­tos del Lib­er­ta­dor —uno frente al Potomac Bank y otro en los jar­dines de la Bib­liote­ca Públi­ca— mantienen viva esa conex­ión transna­cional. La obra prin­ci­pal, ded­i­ca­da en 1956 y real­iza­da por Felix George de Wel­don, mez­cla piedra vene­zolana y esta­dounidense, y encar­na la sor­pren­dente pres­en­cia sim­bóli­ca de Bolí­var en Esta­dos Unidos, donde al menos 42 local­i­dades, edi­fi­cios y espa­cios públi­cos lle­van su nombre

En 1825 Simón Bolí­var era el hom­bre más influyente del con­ti­nente amer­i­cano. Des­de los per­iódi­cos de Buenos Aires has­ta los despa­chos políti­cos de Wash­ing­ton, su nom­bre se pro­nun­cia­ba con una rev­er­en­cia que trascendía idiomas y fron­teras. Era el lib­er­ta­dor de medio hem­is­fe­rio, el artí­fice de nuevas repúbli­cas y el sím­bo­lo viviente de la rup­tura con el dominio español.

En ese mis­mo año, una pequeña comu­nidad en el con­da­do de Jef­fer­son —entonces parte de Vir­ginia— tomó una decisión extra­or­di­nar­ia: reba­u­ti­zarse en hon­or a ese hom­bre que des­de el sur cam­bi­a­ba el des­ti­no políti­co del con­ti­nente. La vil­la, cono­ci­da has­ta entonces como Mud­fort, un nom­bre hereda­do de las algazarras infan­tiles de mucha­chos que lan­z­a­ban bolas de bar­ro des­de la col­i­na hacia quienes venían de Harpers Fer­ry, adop­tó otro rumbo.

Simon Boli­var Monument
Bus­to de Bolí­var en West Virginia

El 29 de diciem­bre de 1825, la Asam­blea Gen­er­al de Vir­ginia incor­poró ofi­cial­mente la local­i­dad bajo el nom­bre Boli­var. No fue un gesto menor: fue una declaración de admiración direc­ta hacia el Lib­er­ta­dor en el pre­ciso momen­to de su may­or glo­ria. Esta­dos Unidos veía en Bolí­var un espe­jo de sus propias luchas, y aque­l­la pequeña vil­la quiso inscribir ese par­entesco sim­bóli­co en su pro­pio nombre.

Dos bus­tos, dos guardianes

Hoy, casi dos sig­los después, dos escul­turas del Lib­er­ta­dor dan tes­ti­mo­nio de esa relación transna­cional. La primera, la más cono­ci­da, se encuen­tra frente al antiguo Potomac Bank, sobre la aveni­da que une Harpers Fer­ry con la villa.

Es una obra de 1948, mod­e­la­da por el céle­bre escul­tor Felix George Weihs de Wel­don (1907–2003), el mis­mo autor de varias piezas mon­u­men­tales en Esta­dos Unidos, inclu­idas rep­re­senta­ciones del pro­pio Bolí­var. Según el reg­istro del Smith­son­ian Amer­i­can Art Muse­um, esta escul­tura fue ded­i­ca­da el 14 de octubre de 1956, con una base com­pues­ta por piedra de Indi­ana y piedra blan­ca vene­zolana: un sím­bo­lo per­fec­to de dos mun­dos puestos en diálogo.

Su inscrip­ción frontal es clara y solemne:

“Simón Bolí­var (1783–1830) Lib­er­a­tor of Venezuela, Colom­bia, Ecuador, Peru, Pana­ma and founder of Bolivia.

Pre­sent­ed by the Pres­i­dent of Venezuela to Boli­var West Virginia.”

Todo indi­ca que el obse­quio provi­no del gob­ier­no del gen­er­al Mar­cos Pérez Jiménez, gran impul­sor de la proyec­ción mon­u­men­tal del Lib­er­ta­dor en el extran­jero durante la déca­da de 1950, coin­ci­di­en­do con otras dona­ciones sim­i­lares a ciu­dades estadounidenses.

La segun­da escultura—menos men­ciona­da, pero quizás más poéti­ca— está ubi­ca­da en un pedestal en los jar­dines frontales de la Bib­liote­ca Públi­ca de Boli­var, como cus­to­dio silen­cioso de las letras y de la lec­tura, una pasión pro­fun­da que Bolí­var com­partía con George Wash­ing­ton, su mod­e­lo políti­co y moral más constante.

Fue insta­l­a­da el 24 de julio de 1988, cuan­do se con­mem­o­ra­ban 205 años del nata­l­i­cio del Lib­er­ta­dor. Allí, al pie del pedestal, una pla­ca recoge una frase que parece escri­ta para resi­s­tir los sig­los: “As the shad­ows length­en in the set­ting sun, so too, for­ev­er shall thy glo­ry increase…” La sen­ten­cia es una evo­cación direc­ta de la céle­bre procla­ma de José Domin­go Choque­huan­ca, jurista y senador peru­ano quien, al recibir a Bolí­var en Pucará, tras la vic­to­ria de Ayacu­cho, dejó una de las imá­genes más lumi­nosas de la ora­to­ria lati­noamer­i­cana: “…Con los sig­los cre­cerá vues­tra glo­ria, como crece el tiem­po con el tran­scur­rir de los sig­los, y así como crece la som­bra cuan­do el sol declina.”

Ese eco andi­no, incrus­ta­do hoy en una pla­ca de West Vir­ginia, une de man­era insóli­ta dos geografías que jamás se encon­traron, pero que siguen dialo­gan­do a través de la som­bra cre­ciente de la glo­ria del Libertador.

Boli­var en Bib­liote­ca de West Virginia

La pres­en­cia de Bolí­var en Esta­dos Unidos

Un dato sor­pren­dente —y fun­da­men­tal para com­pren­der la dimen­sión sim­bóli­ca del Lib­er­ta­dor— es que se esti­ma que 42 local­i­dades en Esta­dos Unidos lle­van el nom­bre Bolí­var. A esto se suman escue­las pri­marias y secun­darias, esta­ciones de bomberos, comis­arías poli­ciales, bib­liote­cas públi­cas, teatros, calles, avenidas, plazas y par­ques, aviones, buques y has­ta un sub­mari­no nuclear que hon­ran al caraque­ño a lo largo del territorio.

La obra de De Wel­don en Boli­var, WV, además, no es la úni­ca rep­re­sentación mon­u­men­tal del Lib­er­ta­dor crea­da por el artista. 

El mis­mo escul­tor real­izó el impo­nente mon­u­men­to ecuestre de Simón Bolí­var en Wash­ing­ton, D.C., insta­l­a­do en la aveni­da Vir­ginia, cer­ca del Depar­ta­men­to de Esta­do, y don­a­do por el gob­ier­no vene­zolano en 1959. Esta con­tinuidad entre ambas escul­turas rev­ela el alcance diplomáti­co y cul­tur­al de Venezuela durante aque­l­los años y la pro­fun­da admiración históri­ca que diver­sos sec­tores esta­dounidens­es han sen­ti­do por la figu­ra del Libertador.

El silen­cio que tam­bién cuenta

Aunque se con­ser­va la ficha museís­ti­ca, no existe reg­istro públi­co dig­i­tal de la cer­e­mo­nia de ded­i­cación de 1956 en Boli­var, West Vir­ginia. No hay fotografías cono­ci­das del acto, ni recortes de pren­sa disponibles en línea. Este vacío doc­u­men­tal, lejos de restar fuerza a la his­to­ria, añade un velo lit­er­ario: el bus­to está allí, firme y oxi­da­do por el tiem­po, pero su lle­ga­da per­manece envuelta en un silen­cio casi mítico.

Ese vacío con­vierte a la pieza en un tes­ti­go soli­tario, como si la his­to­ria se hubiera susurra­do entre montes y no en titulares.

Bolí­var frente al Potomac

Quien se detiene hoy frente al antiguo Potomac Bank ve el per­fil sereno del Lib­er­ta­dor miran­do hacia las col­i­nas que bajan a Harpers Fer­ry. Es un gesto ines­per­a­do en un paisaje esta­dounidense: un héroe lati­noamer­i­cano acom­pañan­do la vida cotid­i­ana de una vil­la que decidió abrazar su nom­bre hace dos siglos.

En Boli­var, West Vir­ginia, la figu­ra de Simón Bolí­var no es un recuer­do dis­tante sino una pres­en­cia acti­va, un lazo entre pueb­los y memorias.

Una panorámi­ca de los pueb­los de Harpers Fer­ry-Bolí­var en West Virginia

En la bib­liote­ca, el bronce cus­to­dia las letras. En la aveni­da prin­ci­pal, obser­va el trán­si­to del tiem­po. Ambos bus­tos nar­ran una his­to­ria pro­fun­da: la de un hom­bre cuyo eco fue tan grande que alcanzó, inclu­so, a las col­i­nas tran­quilas del río Potomac.

Allí, entre árboles, vien­to y casas de madera, el Lib­er­ta­dor sigue cruzan­do con­ti­nentes, no con ejérci­tos, sino con sím­bo­los. Y su nom­bre, graba­do en piedra y bronce, recuer­da que cier­tas vidas —y cier­tas ideas— pueden unir mun­dos enteros mucho después de haber pasa­do a la historia.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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