Juan Alonso Molina Morales
Historiador y escritor
En los convulsos y cambiantes tiempos de la prolongada guerra independentista venezolana, hasta donde nos permiten afirmar las fuentes disponibles, los siguientes debieron ser los platos e ingredientes de consumo más generalizados en nuestro país:
Estos platos se alternaban a lo largo del año, algunos de ellos, como por ejemplo el pavo o gallina rellenos, reservados para ocasiones de mucha significación, en parte por lo laborioso de su preparación, o, por esta misma razón, preparados casi exclusivamente por cocineras de oficio para su venta en mercados y pulperías o por encargo, como era el caso de las hallacas. Se prefería la gallina al pollo por su mayor gusto y rendimiento.
Para todos ellos, se elaboraba un sofrito que constituía la base o elemento principal de su sazón, compuesto en su versión más elemental por cebolla o cebollín, ajos y tomate sofritos en manteca de cochino onotada con cominos y su sal respectiva.
Naturalmente, de una a otra cocina variaba el gusto de sus sofritos por el agregado de alguna que otra hierba o especia, la proporción de sus diversos ingredientes o el grado de cocción. El nombre común que recibía en la época era el de “ajogao”. No había preparación salada en la que no entrara este sofrito, el cual solía realizarse en cantidad que permitiera guardarlo para su uso durante varios días.
Sin embargo, para efectos de desayunos y cenas, algunos de estos “panes” adquirían un papel principal en compañía de huevos y derivados lácteos. Dependiendo de la zona y la temporada del año, en las sopas y guisos se podían dar cita, además de yuca dulce y papas, batata, apio, auyama, zanahoria, mapuey, ocumo, ñame, quimbombó y trozos de maíz jojoto. El consumo de hortalizas frescas en forma de ensaladas era sumamente excepcional.
Para la realización de banquetes y de forma eventual en la mesa campesina, se solían servir carnes de cacería, generalmente asadas a las brasas sobre fuego de leña, especialmente venados, báquiros, lapas y conejos, pero para eventos oficiales o de mayor prestancia social se preferían las terneras de vacuno.
En aquella época, ya el chocolate había sido desplazado en muchos ámbitos por el café como bebida cotidiana y del intercambio social. Tan sólo mantenía su predominio en las regiones productoras de cacao. Otras bebidas de frecuente consumo eran los zumos de frutas, guarapos, “aguas frescas” (es decir, ligeramente saborizadas), chichas y caratos, algunos de estos fermentados.
Las bebidas alcohólicas de mayor consumo eran el guarapo fuerte (es decir, de papelón o zumo de caña fermentado, a veces con la adición de conchas de piña) y el aguardiente de caña. Para las celebraciones importantes, se prefería, sin embargo, el vino y el brandy.
Bibliografía mínima:
Lovera, José Rafael. Historia de la alimentación en Venezuela. Caracas: Monte Ávila Editores, 1988.
Gastronáuticas. Ensayos de cultura gastronómica. Caracas: Fundación Bigott, 2006.
Núñez de Cáceres, J. M. La comida en Caracas. De “Memoria sobre Venezuela y Caracas”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, N° 85, tomo XXII, enero-marzo de 1939, pp. 148–157.
Quintero, Inés (Coord.). Más allá de la guerra. Venezuela en tiempos de la Independencia. Caracas: Fundación Bigott, 2008.
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