Fray Marcelino de San Vicente y su acción misionera en el Valle de Yaracuy

Mario R. Tovar G
mtovar60@hotmail.com

“Pocos seres humanos tienen conciencia de que son, a la vez, seres históricos, figuras de la memoria, tatuajes en el tiempo.”

Tomás Eloy Martínez
El Nacional (06–06-2004)


Marceli­no de San Vicente, labo­rioso misionero capuchi­no nació en la población de San Vicente de Sesier­ra España, en el año de 1637 y tomó el hábito fran­cis­cano bajo la rec­toría de los capuchi­nos de las dos Castil­las. Tiem­po después, especí­fi­ca­mente un 16 de diciem­bre de 1698 se embar­ca con des­ti­no al ter­ri­to­rio vene­zolano, para encar­garse de las misiones en los llanos, encomen­da­da a los capuchi­nos de Andalucía, jun­to a los padres Pedro de Alcalá la Real, Anto­nio de Castille­ja y Anto­nio de San­lú­car, respectivamente. 

Pos­te­ri­or­mente, el 14 de julio de 1700 resultó elegi­do como Pre­fec­to de aque­l­la mis­ión y un año más tarde, estando bien infor­ma­do de todo lo con­cerniente al desar­rol­lo de los pueb­los indí­ge­nas, al igual que de todos sus prob­le­mas, le lle­van a empren­der un via­je a España, en búsque­da de acciones a favor de los aborí­genes del territorio.

Ima­gen referencial

En este sen­ti­do, en la Madre Patria con­seguiría Fray Marceli­no unas 25 reales cédu­las en orden a que cuan­tos ocu­pasen a los indí­ge­nas en algún tra­ba­jo, les pagasen en dinero y no en especies, que los aborí­genes reduci­dos por los misioneros no comen­za­sen a trib­u­tar antes de los 20 años después de su bautismo; que las entradas a los indí­ge­nas pudier­an hac­erse igual en el invier­no que en el ver­a­no; que el gob­er­nador de la provin­cia los proveyese de bar­cos para estas entradas; que se fun­dase en el Pao y en Paraima una vil­la de españoles para servir de freno a los aborí­genes para que no huye­sen a los montes, que en sus pueb­los pudier­an crearse hacien­das de cacao y hatos de gana­do, entre otras acciones a favor de la población autóc­tona de la región. 

Por su parte, el padre Bue­naven­tu­ra de Car­ro­cera, quien estudió con tan­to deten­imien­to la vida de todos los misioneros de los llanos, escribe que el padre Marceli­no: “(…) fue el ini­ci­ador de las entradas, que a par­tir de 1706, al regre­sar de España, dieron comien­zo y que luego se con­tin­uaron anual­mente con éxi­to extra­or­di­nario de reduc­ciones y fun­dación de pobla­ciones (…)”. Entre los pueb­los mision­ales fun­da­dos o ayu­da­dos a fun­dar e impul­sar por el padre Marceli­no estu­vieron: San Fran­cis­co Javier de Agua de Cule­bras en 1709, Algar­ide en 1717, San Felipe de Buría en 1722, Todos los San­tos de Cal­abo­zo en 1723 y Cer­ri­tos de Cocorote en 1724.

Demás está decir, que durante 30 años Fray Marceli­no de San Vicente se entregó a su noble mis­ión con grandes difi­cul­tades y exponién­dose varias veces a la muerte, hizo entradas a la reduc­ción de los nat­u­rales, con los que logró fun­dar las ante­dichas pobla­ciones y aumen­tar con­sid­er­able­mente otras. Por su parte, en nues­tra región yaracuyana luchó a bra­zo par­tido por el bien de los indí­ge­nas y otros agricul­tores del valle del río Yaracuy,  para que les fuese per­mi­ti­da la libre nave­gación por dicho río, en su trán­si­to com­er­cial para lle­var los pro­duc­tos a Puer­to Cabello.

En diciem­bre de 1723, se trasla­da ante el obis­po de Cara­cas y otras autori­dades, para lle­var una serie de denun­cias y ale­gatos, con el obje­to de defend­er a la región ante los des­man­es cometi­dos por el cabil­do de Bar­quisime­to, de destru­ir al pueblo de Cer­ri­tos de Cocorote y perseguir a sus habi­tantes, bajo la acusación de pro­te­ger el contrabando. 

En relación a la fun­dación de la mis­ión de San Felipe de Buría, ésta la real­izó Fray Marceli­no con sus misioneros capuchi­nos, lle­van­do al lugar indí­ge­nas de las famil­ias de los Ach­aguas, Guaranaos y Tapari­tas, traí­dos de los llanos para tales efec­tos; pero los veci­nos de Bar­quisime­to, entraron en  dis­pu­ta con los reli­giosos, razón por la cual dicha mis­ión vir­tual­mente se encon­tra­ba desa­pare­ci­da hacia el año de 1740. Por últi­mo, este aguer­ri­do misionero de noble corazón, quedaría sem­bra­do en sue­lo yaracuyano, al pro­ducirse su dece­so en la mis­ión de San Fran­cis­co Javier de Agua de Cule­bras, el 08 de diciem­bre de 1727.

De los Cer­ri­tos de Cocorote a San Felipe “El Fuerte”

Fue difí­cil el ascen­so a ciu­dad del antiguo pobla­do de “Los Cer­ri­tos de Cocorote”; con­ver­ti­da luego en la históri­ca ciu­dad de “San Felipe El Fuerte”, durante las primeras décadas del siglo XVIII, tras duras luchas  de su población para exi­gir ser ele­va­dos a la cat­e­goría de ciu­dad, por parte del rey de España. En tal sen­ti­do, es per­ti­nente aco­tar el rece­lo mostra­do por parte de las autori­dades de la veci­na ciu­dad de Bar­quisime­to, para lograr ese cometi­do, quienes a su vez acus­a­ban a los moradores de estas tier­ras de ejercer el com­er­cio ile­gal con con­tra­ban­dis­tas extran­jeros, entre los que desta­ca­ban france­ses, holan­deses e ingle­ses; moti­vo por el cual en varias oca­siones dichas autori­dades pro­cedieron a que­mar las casas de los prósper­os habi­tantes del lugar.

Pero como lo reseña el emi­nente médi­co e his­to­ri­ador yaracuyano Plá­ci­do Daniel Rodríguez Rivero en su desta­ca­da obra Orí­genes y Desar­rol­lo de San Felipe “El Fuerte”, el mis­mo Fray Marceli­no de San Vicente, tal vez arrepen­ti­do de aquel error, tomó empeño en mover sus influ­en­cias con el Gob­er­nador interi­no Don Gerón­i­mo de Rada, para fun­dar de nue­vo “El Cer­ri­to”, lo cual con­sigu­ió el 07 de mar­zo de 1725, y pos­te­ri­or­mente le sería rat­i­fi­ca­da esa medi­da por el pro­pio Gob­er­nador Capitán Don Diego de Por­tales y Mene­ses, en su ter­cer peri­o­do de man­do, especí­fi­ca­mente el 25 de febrero de 1726.

Los veci­nos del lugar ele­varían sus múlti­ples que­jas ante la Corte de Madrid, donde daban cuen­ta de las ter­ri­bles acciones acometi­das por los ene­mi­gos de la comu­nidad del Cer­ri­to y a su vez pedían el con­sen­timien­to para habitar el pueblo, pero eman­ci­pa­do de la Nue­va Segovia, asun­to que sería recomen­da­do des­de Cara­cas al Gob­er­nador Por­tales, quien  per­sonal­mente apo­yaría  ante dicha Corte a una comisión envi­a­da por los  cerritenses. 

Final­mente, el Rey Don Felipe V, en Real Cédu­la fecha­da en Sevil­la el 6 de noviem­bre de 1729, acep­taría la trans­for­ma­ción del pueblo en ciu­dad, asignán­dole a su vez autori­dades propias. La creación de esta nue­va ciu­dad, coin­cidiría con la con­sti­tu­ción de la Com­pañía Guipuz­coana, y se decidió estable­cer una de las primeras agen­cias de dicha com­pañía en estos ter­ri­to­rios, dan­do lugar a que en el primer via­je de los futur­os emplea­d­os de la Com­pañía, embar­caran trein­ta famil­ias, quienes partieron rum­bo a Venezuela. En suma, tal como lo reseña el his­to­ri­ador Eduar­do Arcila Farías,  con man­i­fiesto desagra­do vio Venezuela lle­gar a sus costas las naves de la Com­pañía en 1730 y su primera respues­ta vio­len­ta fue la sub­l­e­vación de Andresote, zam­bo del Yaracuy, quien se lev­an­tó en armas en 1732, apoderán­dose del con­trol de los caminos de Nir­gua y San Felipe,   man­te­nien­do el com­er­cio con los holan­deses.   

Detalle del Mapa de las Juris­dic­ciones de las Vic­arías de San Felipe, Bar­quisime­to, Tocuyo, Caro­ra y Coro, prob­a­ble­mente de 1785. AAC, Epis­co­pales, Mapas y Planos

León Tru­jil­lo y las Misiones Capuchi­nas en San Felipe

Sea prop­i­cia la ocasión para reflex­ionar sobre algu­nas ideas expues­tas por el recono­ci­do escritor yaracuyano Dr. León Tru­jil­lo, expues­tas en su agu­do tra­ba­jo sobre la Biografía de Albari­co (1962), donde apor­ta abun­dantes  datos sobre el establec­imien­to de los Misioneros Capuchi­nos en el Yaracuy, especí­fi­ca­mente en las misiones de Nues­tra Seño­ra de la Cari­dad de Tina­jas (Albari­co), San Fran­cis­co Javier de Aguas de Cule­bras (San Javier) y Nues­tra Seño­ra del Car­men, en San Felipe; pro­duc­to de la labor mision­era empren­di­da por los padres capuchi­nos andaluces en el Valle del Río Yaracuy, en los albores del siglo XVIII; región perteneciente para ese entonces a los lla­ma­dos Llanos de Caracas. 

Como bien lo apun­ta en el pról­o­go de su obra este ilus­tre yaracuyano, con esta obra se pro­pu­so “Rendir el trib­u­to que se mere­cen Fray Marceli­no de San Vicente, Fray Pedro de Alcalá y Fray Pedro de Ubrique, los man­sos, los bravos, los tesoneros fun­dadores de Tina­jas, Capuchi­nos Andaluces, extraños y nue­stros, que entre­garon todo, cabeza, corazón y manos sin esper­ar nada (…)”. 

Sobre la entra­da de los padres capuchi­nos a esta inhóspi­ta región yaracuyana de entonces, nos cuen­ta el Dr. León Tru­jil­lo, se debió a la solic­i­tud de un per­miso que éstos hicier­an a los Reyes Españoles, para reducir indí­ge­nas a misiones cer­canas al mar, en la lla­madas “mon­tañas que demor­an en los Valles de Bar­quisime­to”, donde había tier­ras fér­tiles y pueb­los sufi­cientes para con­tener la hui­da de dichos aborígenes. 

Una vez con­ce­di­do el per­miso real, se ini­cia la col­o­nización de los Valles del Yaracuy, especí­fi­ca­mente en la región que iba des­de San Felipe has­ta el mar, lo cual comien­za con el via­je que en el año de 1700 hace Fray Marceli­no de San Vicente a España, cuan­do con­ta­ba con aprox­i­mada­mente 45 años de edad, donde logra la aprobación de una Real Cédu­la fecha­da el 7 de agos­to de 1702, que en opinión de León Tru­jil­lo: “Abre a la col­o­nización mision­era las tier­ras de Yaracuy y sus resul­ta­dos serán San Felipe El Fuerte, como ciu­dad que servirá de base para las entradas a los llanos y misiones y pueb­los que has­ta Puer­to Cabel­lo fueron regan­do los Capuchinos”.

Por su parte, Fray Marceli­no de San Vicente regre­sa de España en 1706, trayen­do con­si­go ocho reli­giosos a saber: Fray José Fran­cis­co de Cádiz, Fray José de Isnax­an, Fray José de Sevil­la, Fray Crisós­to­mo de Grana­da, Fray Gerón­i­mo de Madrid, Fray Anto­nio de Benao­caz, Fray Anto­nio de Ubrique y Fray Arse­nio de Sevil­la, quienes pre­tenden ini­ciar de inmedi­a­to su obra, pero un lev­an­tamien­to de los indios Gay­ones, que se extendía por montes, sabanas y caminos, les impidió tal labor. 

Tiem­po después, serían paci­fi­ca­dos y reduci­dos estos indí­ge­nas, tras lo cual se logran poblar en la región otros pueb­los tales como: El Cer­ri­to de San­ta Rosa, San Juan Bautista de Dua­ca y el Pueblo de San­ta Lucía de Yaritagua, mien­tras que el naciente pobla­do de los “Cer­ri­tos de Cocorote”, serviría de base para la inmi­nente col­o­nización mision­era de Yaracuy

Con este propósi­to en 1709, Fray Marceli­no de San Vicente y con ayu­da del capitán Don Juan Fer­nán­dez de la Fuente, veci­no de Gua­nare, reclu­taron 160 sol­da­dos y con ellos pen­e­traron por los ríos Gua­nare, Boconó, Por­tugue­sa y Mas­par­ro, quienes al cabo de dos meses y medio, cap­turaron 216 indí­ge­nas, sufi­cientes como para ini­ciar la obra mision­al prop­ues­ta, en “Tier­ras tan fecun­das y desier­tas que hay en los Valles de Bar­quisime­to”, jun­to a una que­bra­da con el nom­bre de “Agua de Cule­bras”; a vein­tidós leguas de Bar­quisime­to y como a dos leguas del “Cer­ri­to de Cocorote”, donde fun­dan en 1710 la primera mis­ión lla­ma­da “Mis­ión de San Fran­cis­co Javier de Aguas de Culebras”. 

Pos­te­ri­or­mente en 1714, fun­da la mis­ión de “Nues­tra Seño­ra de la Cari­dad de Tina­jas”, pobla­da con indios de nación Atatures, traí­dos de Por­tugue­sa y en 1720, se fun­da la ter­cera mis­ión capuchi­na que recibe por nom­bre “Mis­ión de Nues­tra Seño­ra del Car­men”, de poca duración, situ­a­da entre los ríos Yurubí y Cocoroti­co, en juris­dic­ción de los Cer­ri­tos de Cocorote; ter­ri­to­rio para el cual en 1724 solici­ta Fray Marceli­no de San Vicente a sus Majes­tades, una Real Cédu­la para estable­cer un pueblo de españoles, final­mente otor­ga­da el 6 de noviem­bre de 1729, con lo cual se ele­va este ter­ri­to­rio a la cat­e­goría de ciu­dad, con el nom­bre de San Felipe El Fuerte; impor­tantes hechos reseña­dos por el Dr. León Tru­jil­lo en esta obra, donde anal­iza la actuación de las misiones capuchi­nas en el Valle del Yaracuy.

Provin­cia de Barquisimeto

San Javier de Agua de Cule­bras y otros Pueb­los de Misión

Muchas de las pobla­ciones vene­zolanas tuvieron su ori­gen en las misiones asen­tadas en estos ter­ri­to­rios durante el peri­o­do colo­nial. Den­tro de este con­tex­to, un grupo de órdenes reli­giosas resul­taron autor­izadas por la Coro­na Españo­la para predicar la doc­t­ri­na cris­tiana entre los aborí­genes, inten­tan­do hac­er­les com­pren­der sus fun­da­men­tos esen­ciales, les obligaron a usar  los vesti­dos españoles y se les con­minó a entrar poco a poco en la “civ­i­lización”.

En tal sen­ti­do, las diver­sas comu­nidades así estable­ci­das como pueb­los de mis­ión, eran gob­er­nadas des­de la cap­i­tal mision­al, lla­ma­da Pre­fec­tura; lugar en que residía la autori­dad supe­ri­or de la Orden y des­de donde salían los misioneros a fun­dar pobla­dos. Mien­tras el grupo abori­gen esta­ba en pro­ce­so de evan­ge­lización, gob­ern­a­ba allí el fraile misionero, inten­tan­do for­mar en teoría un auto­go­b­ier­no entre los indí­ge­nas, lo cual por supuesto, fue más aparente que real.  Una vez cate­quiza­do el pueblo,  éste se con­vertía en Pueblo de Doc­t­ri­na y podía pasar a la autori­dad del Ordi­nario (el Obis­po y la autori­dad civ­il), de acuer­do con las leyes de patronato.

Como bien lo apun­ta el Dr. Reinal­do Rojas en su recono­ci­da obra “His­to­ria Social de la Región de Bar­quisime­to en el Tiem­po Históri­co Colo­nial 1530–1810”, la otra juris­dic­ción aten­di­da por los capuchi­nos a par­tir de Bar­quisime­to es la Vic­aría de San Felipe, la cual, al igual que la de Arau­re, será el pro­duc­to de una desagre­gación de la juris­dic­ción bar­quisimetana donde jugarán papel cen­tral los misioneros capuchi­nos y su acción poblado­ra y orga­ni­za­ti­va. Pos­te­ri­or­mente agre­ga, que cuan­do el Obis­po Martí visi­ta esta Vic­aría, nos vamos a encon­trar con casos como la propia ciu­dad de San Felipe, y los pueb­los de Cocorote, San Javier y Tina­jas, en cuyos orí­genes y desar­rol­lo mucho ten­drán que ver los misioneros capuchi­nos, quienes fun­daron la mis­ión de San Fran­cis­co Javier de Agua de Cule­bras en 1709, la Purísi­ma Con­cep­ción de Tina­jas en 1714 y la mis­ión de Nues­tra Seño­ra del Car­men en 1720, respec­ti­va­mente. Para la fun­dación de la mis­ión de San Fran­cis­co Javier, el Padre Marceli­no de San Vicente emplearía 216 aborí­genes Atures y Mas­par­ros, traí­dos de una entra­da a los ríos Gua­nare, Boconó, Por­tugue­sa y Mas­par­ro; mien­tras que para la mis­ión de la Purísi­ma Con­cep­ción de Tina­jas, el padre Pedro de Alcalá traería aprox­i­mada­mente unos 232 indí­ge­nas de nación Guaricos.

Esta infor­ma­ción es com­par­ti­da por don Nicolás Per­az­zo (1982), quien  apun­ta que a prin­ci­p­ios de la segun­da déca­da del siglo XVIII comen­zó a flo­re­cer la mis­ión de San Fran­cis­co Javier de Agua de Cule­bras, que dio paso al pueblo de San Javier, hoy inte­gra­do al munici­pio del mis­mo nom­bre; sólo difiere en el año de fun­dación, expre­san­do que fue en 1710. Sobre la fun­dación de la mis­ión de la Purísi­ma Con­cep­ción de las Tina­jas, señala el his­to­ri­ador yaracuyano que se hizo “con indios gen­tiles, de nación Guari­cos, a una legua de San Javier, pero sus pobladores, reduci­dos en números por efec­to de la deser­ción de indí­ge­nas… dán­dole así vida al pueblo de Albari­co…”.  Ya para 1781, en un cen­so  real­iza­do por la Vic­aría de San Felipe, estos pueb­los mision­ales con­ta­ban con una población total de 9091 habi­tantes, lo cual evi­den­cia­ba el logro alcan­za­do por los capuchi­nos como fun­dadores y orga­ni­zadores de una por­ción sig­ni­fica­ti­va de nues­tras comu­nidades locales.

Es impor­tante agre­gar que los capuchi­nos no sólo ori­en­taron sus esfuer­zos hacia las tar­eas evan­ge­lizado­ras, ya que deci­di­da­mente se apo­yaron en su estruc­tura mision­al para dedi­carse a la explotación del cul­ti­vo del cacao y su pos­te­ri­or exportación a través del Río Yaracuy, lo cual les gen­eró serios con­flic­tos a par­tir de 1724 con las autori­dades veci­nas de la ciu­dad de Nue­va Segovia de Bar­quisime­to; hecho que dio ori­gen al movimien­to auton­o­mista de los Cer­ri­tos de Cocorote.

San Felipe de Buría

El actu­al Are­nales de Buría en juris­dic­ción de Nir­gua, con­sti­tuyó un pueblo de mis­ión fun­da­do durante la colo­nia por el fraile capuchi­no Marceli­no de San Vicente, especí­fi­ca­mente en el año de 1722, con indí­ge­nas de las famil­ias de los Ach­aguas, Guaranaos y Tapari­tas prove­nientes de los llanos; pero los veci­nos de Bar­quisime­to, que tenían hacien­da en esos pre­dios entran en dis­pu­ta con los reli­giosos, razón por la cual hacia el año de 1740, vir­tual­mente esta­ba ya desa­pare­ci­da dicha mis­ión. Sin embar­go, es men­ester destacar que esta rica región ya era cono­ci­da des­de 1545, cuan­do los españoles sospechan la exis­ten­cia de unas ric­as minas de oro en el sec­tor, las cuales serían final­mente des­cu­bier­tas por Damián del Bar­rio en 1551, lo cual lle­varía a Juan de Vil­le­gas a fun­dar en 1552 la ciu­dad de Nue­va Segovia de Buría. 

Cuen­tan los cro­nistas de la época, que para 1553 el pueblo tenía 40 casas, 200 veci­nos y 200 esclavos, que lab­ora­ban en las minas, has­ta que ocurre el céle­bre alza­mien­to del negro Miguel, quien se coro­na rey y establece un cumbe que azo­ta toda la región, has­ta que es der­ro­ta­do poco tiem­po después. Sin embar­go, a par­tir de 1554 se ini­cian las revueltas indí­ge­nas de los Jira­jaras, que haría de esta región la más peli­grosa de la provin­cia de Venezuela, frus­tran­do por lo demás, todos los inten­tos pobla­cionales para la época, tales como el de Diego de Oso­rio, quien en 1595 logra reanudar la explotación de las minas, en 1601 pidió y obtu­vo autor­ización para fun­dar, por inter­me­dio del capitán Pedro de Castil­lo, la vil­la de Nue­va Lon­dres, que serviría de bastión en la defen­sa de las minas; pero final­mente, el esta­do de guer­ra ter­minó en 1628 con la fun­dación de Nues­tra Seño­ra de la Vic­to­ria del Pra­do de Talav­era de Nir­gua, por parte del col­o­nizador español Juan de Mene­ses y Padilla.

Tal como lo refiere el Dic­cionario Mul­ti­me­dia de His­to­ria de Venezuela de la Fun­dación Polar (1998), para 1749 un grupo de nat­u­rales de Cubiro acud­ió vol­un­tari­a­mente ante el pre­fec­to de los capuchi­nos de nom­bre fray Miguel de Cádiz, para que les enviara misioneros y los poblara en Buría, donde ya había más de 100 de ellos estable­ci­dos, entre Ajaguas, Caque­tíos y mes­ti­zos. A este respec­to, el pre­fec­to comi­sionó el 11 de febrero de 1750 a fray Diego Agustín de Ubrique para fun­dar Nues­tra Seño­ra del Car­men de Buría, después de obten­er el per­miso de los cabil­dos ecle­siás­ti­cos y de Bar­quisime­to; sin embar­go, a esto se opo­nen las autori­dades del cabil­do de Nir­gua, quienes reclam­a­ban los dere­chos sobre esa juris­dic­ción, lo cual fue deses­ti­ma­do, envián­dose al  capitán Juan José de Andrade para pos­e­sion­arse del lugar, mar­car lin­deros, plaza y calles; dicho pueblo sería de los lla­ma­dos: “de la Real Coro­na”, es decir, de indí­ge­nas libres no trib­u­tar­ios, quienes habitarían en unas tier­ras cedi­das por el regi­dor y alcalde de Bar­quisime­to Lope Galin­do; el 5 de sep­tiem­bre se reconoce el lugar y el día 09 se lev­an­ta el acta de demar­cación. Como respon­s­able del pueblo quedaría el capitán de ori­gen Ajagua, Pedro de Men­doza y como misionero fun­dador quedaría el padre Gabriel de la Higuera. 

Para 1761, el pobla­do con­ta­ba con 273 habi­tantes; tres años después de 483 habi­tantes, 183 de ellos serían  mes­ti­zos libres y en 1770 lle­ga­ba a 500 habi­tantes y tenía una igle­sia grande y orna­men­ta­da; tras lo cual sería ele­va­do el pobla­do a la cat­e­goría de par­ro­quia el 7 de enero de 1771 por el obis­po Mar­i­ano Martí, quien lo visi­ta el 16 de febrero de 1779 y refle­ja en su cen­so 73 casas con 453 habi­tantes, pre­dom­i­nan­do por sobre los indí­ge­nas orig­i­nales, más españoles y pardos. 

El cura­to de Buría aún existía a prin­ci­p­ios del siglo XIX, como un lugar de trán­si­to en la ruta entre Valen­cia, Bar­quisime­to y los llanos. Final­mente, los restos de la vie­ja igle­sia estu­vieron en pie has­ta 1994, cuan­do se der­rum­baron defin­i­ti­va­mente; tras lo cual el área ha sido prop­ues­ta como mon­u­men­to históri­co, sin mucho éxi­to; sólo cus­to­di­a­da por sus esca­sos 106 moradores reseña­dos en el cen­so de 1990; herederos silentes de un pasa­do olvidado.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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  • Excelente información. Me gustaría colaborar en investigaciones de lugares y sitios históricos de mi estado yaracuy.

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