Fray Marcelino de San Vicente y su acción misionera en el Valle de Yaracuy
Mario R. Tovar G
mtovar60@hotmail.com
“Pocos seres humanos tienen conciencia de que son, a la vez, seres históricos, figuras de la memoria, tatuajes en el tiempo.”
Tomás Eloy Martínez
El Nacional (06–06-2004)
Marcelino de San Vicente, laborioso misionero capuchino nació en la población de San Vicente de Sesierra España, en el año de 1637 y tomó el hábito franciscano bajo la rectoría de los capuchinos de las dos Castillas. Tiempo después, específicamente un 16 de diciembre de 1698 se embarca con destino al territorio venezolano, para encargarse de las misiones en los llanos, encomendada a los capuchinos de Andalucía, junto a los padres Pedro de Alcalá la Real, Antonio de Castilleja y Antonio de Sanlúcar, respectivamente.
Posteriormente, el 14 de julio de 1700 resultó elegido como Prefecto de aquella misión y un año más tarde, estando bien informado de todo lo concerniente al desarrollo de los pueblos indígenas, al igual que de todos sus problemas, le llevan a emprender un viaje a España, en búsqueda de acciones a favor de los aborígenes del territorio.
En este sentido, en la Madre Patria conseguiría Fray Marcelino unas 25 reales cédulas en orden a que cuantos ocupasen a los indígenas en algún trabajo, les pagasen en dinero y no en especies, que los aborígenes reducidos por los misioneros no comenzasen a tributar antes de los 20 años después de su bautismo; que las entradas a los indígenas pudieran hacerse igual en el invierno que en el verano; que el gobernador de la provincia los proveyese de barcos para estas entradas; que se fundase en el Pao y en Paraima una villa de españoles para servir de freno a los aborígenes para que no huyesen a los montes, que en sus pueblos pudieran crearse haciendas de cacao y hatos de ganado, entre otras acciones a favor de la población autóctona de la región.
Por su parte, el padre Buenaventura de Carrocera, quien estudió con tanto detenimiento la vida de todos los misioneros de los llanos, escribe que el padre Marcelino: “(…) fue el iniciador de las entradas, que a partir de 1706, al regresar de España, dieron comienzo y que luego se continuaron anualmente con éxito extraordinario de reducciones y fundación de poblaciones (…)”. Entre los pueblos misionales fundados o ayudados a fundar e impulsar por el padre Marcelino estuvieron: San Francisco Javier de Agua de Culebras en 1709, Algaride en 1717, San Felipe de Buría en 1722, Todos los Santos de Calabozo en 1723 y Cerritos de Cocorote en 1724.
Demás está decir, que durante 30 años Fray Marcelino de San Vicente se entregó a su noble misión con grandes dificultades y exponiéndose varias veces a la muerte, hizo entradas a la reducción de los naturales, con los que logró fundar las antedichas poblaciones y aumentar considerablemente otras. Por su parte, en nuestra región yaracuyana luchó a brazo partido por el bien de los indígenas y otros agricultores del valle del río Yaracuy, para que les fuese permitida la libre navegación por dicho río, en su tránsito comercial para llevar los productos a Puerto Cabello.
En diciembre de 1723, se traslada ante el obispo de Caracas y otras autoridades, para llevar una serie de denuncias y alegatos, con el objeto de defender a la región ante los desmanes cometidos por el cabildo de Barquisimeto, de destruir al pueblo de Cerritos de Cocorote y perseguir a sus habitantes, bajo la acusación de proteger el contrabando.
En relación a la fundación de la misión de San Felipe de Buría, ésta la realizó Fray Marcelino con sus misioneros capuchinos, llevando al lugar indígenas de las familias de los Achaguas, Guaranaos y Taparitas, traídos de los llanos para tales efectos; pero los vecinos de Barquisimeto, entraron en disputa con los religiosos, razón por la cual dicha misión virtualmente se encontraba desaparecida hacia el año de 1740. Por último, este aguerrido misionero de noble corazón, quedaría sembrado en suelo yaracuyano, al producirse su deceso en la misión de San Francisco Javier de Agua de Culebras, el 08 de diciembre de 1727.
De los Cerritos de Cocorote a San Felipe “El Fuerte”
Fue difícil el ascenso a ciudad del antiguo poblado de “Los Cerritos de Cocorote”; convertida luego en la histórica ciudad de “San Felipe El Fuerte”, durante las primeras décadas del siglo XVIII, tras duras luchas de su población para exigir ser elevados a la categoría de ciudad, por parte del rey de España. En tal sentido, es pertinente acotar el recelo mostrado por parte de las autoridades de la vecina ciudad de Barquisimeto, para lograr ese cometido, quienes a su vez acusaban a los moradores de estas tierras de ejercer el comercio ilegal con contrabandistas extranjeros, entre los que destacaban franceses, holandeses e ingleses; motivo por el cual en varias ocasiones dichas autoridades procedieron a quemar las casas de los prósperos habitantes del lugar.
Pero como lo reseña el eminente médico e historiador yaracuyano Plácido Daniel Rodríguez Rivero en su destacada obra Orígenes y Desarrollo de San Felipe “El Fuerte”, el mismo Fray Marcelino de San Vicente, tal vez arrepentido de aquel error, tomó empeño en mover sus influencias con el Gobernador interino Don Gerónimo de Rada, para fundar de nuevo “El Cerrito”, lo cual consiguió el 07 de marzo de 1725, y posteriormente le sería ratificada esa medida por el propio Gobernador Capitán Don Diego de Portales y Meneses, en su tercer periodo de mando, específicamente el 25 de febrero de 1726.
Los vecinos del lugar elevarían sus múltiples quejas ante la Corte de Madrid, donde daban cuenta de las terribles acciones acometidas por los enemigos de la comunidad del Cerrito y a su vez pedían el consentimiento para habitar el pueblo, pero emancipado de la Nueva Segovia, asunto que sería recomendado desde Caracas al Gobernador Portales, quien personalmente apoyaría ante dicha Corte a una comisión enviada por los cerritenses.
Finalmente, el Rey Don Felipe V, en Real Cédula fechada en Sevilla el 6 de noviembre de 1729, aceptaría la transformación del pueblo en ciudad, asignándole a su vez autoridades propias. La creación de esta nueva ciudad, coincidiría con la constitución de la Compañía Guipuzcoana, y se decidió establecer una de las primeras agencias de dicha compañía en estos territorios, dando lugar a que en el primer viaje de los futuros empleados de la Compañía, embarcaran treinta familias, quienes partieron rumbo a Venezuela. En suma, tal como lo reseña el historiador Eduardo Arcila Farías, con manifiesto desagrado vio Venezuela llegar a sus costas las naves de la Compañía en 1730 y su primera respuesta violenta fue la sublevación de Andresote, zambo del Yaracuy, quien se levantó en armas en 1732, apoderándose del control de los caminos de Nirgua y San Felipe, manteniendo el comercio con los holandeses.
León Trujillo y las Misiones Capuchinas en San Felipe
Sea propicia la ocasión para reflexionar sobre algunas ideas expuestas por el reconocido escritor yaracuyano Dr. León Trujillo, expuestas en su agudo trabajo sobre la Biografía de Albarico (1962), donde aporta abundantes datos sobre el establecimiento de los Misioneros Capuchinos en el Yaracuy, específicamente en las misiones de Nuestra Señora de la Caridad de Tinajas (Albarico), San Francisco Javier de Aguas de Culebras (San Javier) y Nuestra Señora del Carmen, en San Felipe; producto de la labor misionera emprendida por los padres capuchinos andaluces en el Valle del Río Yaracuy, en los albores del siglo XVIII; región perteneciente para ese entonces a los llamados Llanos de Caracas.
Como bien lo apunta en el prólogo de su obra este ilustre yaracuyano, con esta obra se propuso “Rendir el tributo que se merecen Fray Marcelino de San Vicente, Fray Pedro de Alcalá y Fray Pedro de Ubrique, los mansos, los bravos, los tesoneros fundadores de Tinajas, Capuchinos Andaluces, extraños y nuestros, que entregaron todo, cabeza, corazón y manos sin esperar nada (…)”.
Sobre la entrada de los padres capuchinos a esta inhóspita región yaracuyana de entonces, nos cuenta el Dr. León Trujillo, se debió a la solicitud de un permiso que éstos hicieran a los Reyes Españoles, para reducir indígenas a misiones cercanas al mar, en la llamadas “montañas que demoran en los Valles de Barquisimeto”, donde había tierras fértiles y pueblos suficientes para contener la huida de dichos aborígenes.
Una vez concedido el permiso real, se inicia la colonización de los Valles del Yaracuy, específicamente en la región que iba desde San Felipe hasta el mar, lo cual comienza con el viaje que en el año de 1700 hace Fray Marcelino de San Vicente a España, cuando contaba con aproximadamente 45 años de edad, donde logra la aprobación de una Real Cédula fechada el 7 de agosto de 1702, que en opinión de León Trujillo: “Abre a la colonización misionera las tierras de Yaracuy y sus resultados serán San Felipe El Fuerte, como ciudad que servirá de base para las entradas a los llanos y misiones y pueblos que hasta Puerto Cabello fueron regando los Capuchinos”.
Por su parte, Fray Marcelino de San Vicente regresa de España en 1706, trayendo consigo ocho religiosos a saber: Fray José Francisco de Cádiz, Fray José de Isnaxan, Fray José de Sevilla, Fray Crisóstomo de Granada, Fray Gerónimo de Madrid, Fray Antonio de Benaocaz, Fray Antonio de Ubrique y Fray Arsenio de Sevilla, quienes pretenden iniciar de inmediato su obra, pero un levantamiento de los indios Gayones, que se extendía por montes, sabanas y caminos, les impidió tal labor.
Tiempo después, serían pacificados y reducidos estos indígenas, tras lo cual se logran poblar en la región otros pueblos tales como: El Cerrito de Santa Rosa, San Juan Bautista de Duaca y el Pueblo de Santa Lucía de Yaritagua, mientras que el naciente poblado de los “Cerritos de Cocorote”, serviría de base para la inminente colonización misionera de Yaracuy
Con este propósito en 1709, Fray Marcelino de San Vicente y con ayuda del capitán Don Juan Fernández de la Fuente, vecino de Guanare, reclutaron 160 soldados y con ellos penetraron por los ríos Guanare, Boconó, Portuguesa y Masparro, quienes al cabo de dos meses y medio, capturaron 216 indígenas, suficientes como para iniciar la obra misional propuesta, en “Tierras tan fecundas y desiertas que hay en los Valles de Barquisimeto”, junto a una quebrada con el nombre de “Agua de Culebras”; a veintidós leguas de Barquisimeto y como a dos leguas del “Cerrito de Cocorote”, donde fundan en 1710 la primera misión llamada “Misión de San Francisco Javier de Aguas de Culebras”.
Posteriormente en 1714, funda la misión de “Nuestra Señora de la Caridad de Tinajas”, poblada con indios de nación Atatures, traídos de Portuguesa y en 1720, se funda la tercera misión capuchina que recibe por nombre “Misión de Nuestra Señora del Carmen”, de poca duración, situada entre los ríos Yurubí y Cocorotico, en jurisdicción de los Cerritos de Cocorote; territorio para el cual en 1724 solicita Fray Marcelino de San Vicente a sus Majestades, una Real Cédula para establecer un pueblo de españoles, finalmente otorgada el 6 de noviembre de 1729, con lo cual se eleva este territorio a la categoría de ciudad, con el nombre de San Felipe El Fuerte; importantes hechos reseñados por el Dr. León Trujillo en esta obra, donde analiza la actuación de las misiones capuchinas en el Valle del Yaracuy.
San Javier de Agua de Culebras y otros Pueblos de Misión
Muchas de las poblaciones venezolanas tuvieron su origen en las misiones asentadas en estos territorios durante el periodo colonial. Dentro de este contexto, un grupo de órdenes religiosas resultaron autorizadas por la Corona Española para predicar la doctrina cristiana entre los aborígenes, intentando hacerles comprender sus fundamentos esenciales, les obligaron a usar los vestidos españoles y se les conminó a entrar poco a poco en la “civilización”.
En tal sentido, las diversas comunidades así establecidas como pueblos de misión, eran gobernadas desde la capital misional, llamada Prefectura; lugar en que residía la autoridad superior de la Orden y desde donde salían los misioneros a fundar poblados. Mientras el grupo aborigen estaba en proceso de evangelización, gobernaba allí el fraile misionero, intentando formar en teoría un autogobierno entre los indígenas, lo cual por supuesto, fue más aparente que real. Una vez catequizado el pueblo, éste se convertía en Pueblo de Doctrina y podía pasar a la autoridad del Ordinario (el Obispo y la autoridad civil), de acuerdo con las leyes de patronato.
Como bien lo apunta el Dr. Reinaldo Rojas en su reconocida obra “Historia Social de la Región de Barquisimeto en el Tiempo Histórico Colonial 1530–1810”, la otra jurisdicción atendida por los capuchinos a partir de Barquisimeto es la Vicaría de San Felipe, la cual, al igual que la de Araure, será el producto de una desagregación de la jurisdicción barquisimetana donde jugarán papel central los misioneros capuchinos y su acción pobladora y organizativa. Posteriormente agrega, que cuando el Obispo Martí visita esta Vicaría, nos vamos a encontrar con casos como la propia ciudad de San Felipe, y los pueblos de Cocorote, San Javier y Tinajas, en cuyos orígenes y desarrollo mucho tendrán que ver los misioneros capuchinos, quienes fundaron la misión de San Francisco Javier de Agua de Culebras en 1709, la Purísima Concepción de Tinajas en 1714 y la misión de Nuestra Señora del Carmen en 1720, respectivamente. Para la fundación de la misión de San Francisco Javier, el Padre Marcelino de San Vicente emplearía 216 aborígenes Atures y Masparros, traídos de una entrada a los ríos Guanare, Boconó, Portuguesa y Masparro; mientras que para la misión de la Purísima Concepción de Tinajas, el padre Pedro de Alcalá traería aproximadamente unos 232 indígenas de nación Guaricos.
Esta información es compartida por don Nicolás Perazzo (1982), quien apunta que a principios de la segunda década del siglo XVIII comenzó a florecer la misión de San Francisco Javier de Agua de Culebras, que dio paso al pueblo de San Javier, hoy integrado al municipio del mismo nombre; sólo difiere en el año de fundación, expresando que fue en 1710. Sobre la fundación de la misión de la Purísima Concepción de las Tinajas, señala el historiador yaracuyano que se hizo “con indios gentiles, de nación Guaricos, a una legua de San Javier, pero sus pobladores, reducidos en números por efecto de la deserción de indígenas… dándole así vida al pueblo de Albarico…”. Ya para 1781, en un censo realizado por la Vicaría de San Felipe, estos pueblos misionales contaban con una población total de 9091 habitantes, lo cual evidenciaba el logro alcanzado por los capuchinos como fundadores y organizadores de una porción significativa de nuestras comunidades locales.
Es importante agregar que los capuchinos no sólo orientaron sus esfuerzos hacia las tareas evangelizadoras, ya que decididamente se apoyaron en su estructura misional para dedicarse a la explotación del cultivo del cacao y su posterior exportación a través del Río Yaracuy, lo cual les generó serios conflictos a partir de 1724 con las autoridades vecinas de la ciudad de Nueva Segovia de Barquisimeto; hecho que dio origen al movimiento autonomista de los Cerritos de Cocorote.
San Felipe de Buría
El actual Arenales de Buría en jurisdicción de Nirgua, constituyó un pueblo de misión fundado durante la colonia por el fraile capuchino Marcelino de San Vicente, específicamente en el año de 1722, con indígenas de las familias de los Achaguas, Guaranaos y Taparitas provenientes de los llanos; pero los vecinos de Barquisimeto, que tenían hacienda en esos predios entran en disputa con los religiosos, razón por la cual hacia el año de 1740, virtualmente estaba ya desaparecida dicha misión. Sin embargo, es menester destacar que esta rica región ya era conocida desde 1545, cuando los españoles sospechan la existencia de unas ricas minas de oro en el sector, las cuales serían finalmente descubiertas por Damián del Barrio en 1551, lo cual llevaría a Juan de Villegas a fundar en 1552 la ciudad de Nueva Segovia de Buría.
Cuentan los cronistas de la época, que para 1553 el pueblo tenía 40 casas, 200 vecinos y 200 esclavos, que laboraban en las minas, hasta que ocurre el célebre alzamiento del negro Miguel, quien se corona rey y establece un cumbe que azota toda la región, hasta que es derrotado poco tiempo después. Sin embargo, a partir de 1554 se inician las revueltas indígenas de los Jirajaras, que haría de esta región la más peligrosa de la provincia de Venezuela, frustrando por lo demás, todos los intentos poblacionales para la época, tales como el de Diego de Osorio, quien en 1595 logra reanudar la explotación de las minas, en 1601 pidió y obtuvo autorización para fundar, por intermedio del capitán Pedro de Castillo, la villa de Nueva Londres, que serviría de bastión en la defensa de las minas; pero finalmente, el estado de guerra terminó en 1628 con la fundación de Nuestra Señora de la Victoria del Prado de Talavera de Nirgua, por parte del colonizador español Juan de Meneses y Padilla.
Tal como lo refiere el Diccionario Multimedia de Historia de Venezuela de la Fundación Polar (1998), para 1749 un grupo de naturales de Cubiro acudió voluntariamente ante el prefecto de los capuchinos de nombre fray Miguel de Cádiz, para que les enviara misioneros y los poblara en Buría, donde ya había más de 100 de ellos establecidos, entre Ajaguas, Caquetíos y mestizos. A este respecto, el prefecto comisionó el 11 de febrero de 1750 a fray Diego Agustín de Ubrique para fundar Nuestra Señora del Carmen de Buría, después de obtener el permiso de los cabildos eclesiásticos y de Barquisimeto; sin embargo, a esto se oponen las autoridades del cabildo de Nirgua, quienes reclamaban los derechos sobre esa jurisdicción, lo cual fue desestimado, enviándose al capitán Juan José de Andrade para posesionarse del lugar, marcar linderos, plaza y calles; dicho pueblo sería de los llamados: “de la Real Corona”, es decir, de indígenas libres no tributarios, quienes habitarían en unas tierras cedidas por el regidor y alcalde de Barquisimeto Lope Galindo; el 5 de septiembre se reconoce el lugar y el día 09 se levanta el acta de demarcación. Como responsable del pueblo quedaría el capitán de origen Ajagua, Pedro de Mendoza y como misionero fundador quedaría el padre Gabriel de la Higuera.
Para 1761, el poblado contaba con 273 habitantes; tres años después de 483 habitantes, 183 de ellos serían mestizos libres y en 1770 llegaba a 500 habitantes y tenía una iglesia grande y ornamentada; tras lo cual sería elevado el poblado a la categoría de parroquia el 7 de enero de 1771 por el obispo Mariano Martí, quien lo visita el 16 de febrero de 1779 y refleja en su censo 73 casas con 453 habitantes, predominando por sobre los indígenas originales, más españoles y pardos.
El curato de Buría aún existía a principios del siglo XIX, como un lugar de tránsito en la ruta entre Valencia, Barquisimeto y los llanos. Finalmente, los restos de la vieja iglesia estuvieron en pie hasta 1994, cuando se derrumbaron definitivamente; tras lo cual el área ha sido propuesta como monumento histórico, sin mucho éxito; sólo custodiada por sus escasos 106 moradores reseñados en el censo de 1990; herederos silentes de un pasado olvidado.
Excelente información. Me gustaría colaborar en investigaciones de lugares y sitios históricos de mi estado yaracuy.
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