José María Vargas: médico y estadista, el orden para hacer República

 

Carlos Giménez Lizarzado
Historiador, miembro del personal docente y de investigación de la UPTAEB y de la UCLA. Director Fundación Buría


Si algún aspecto define la personalidad de José Vargas, como solía firmar todos sus documentos, es su entrega personal-intelectual a la mejora en todo aquello que le estuvo dado hacer, eficiente administrador de los bienes que el país colocó en sus manos, cada vez que desempeño algún cargo público, cualquiera fuera su magnitud.

La ref­er­en­cia a sus aportes como impul­sor social del bien­es­tar y el pro­gre­so, la encon­tramos en su labor docente, su activi­dad admin­is­tra­ti­va como Rec­tor y trans­for­mador de la Uni­ver­si­dad Cen­tral de Cara­cas, su desem­peño como Con­sti­tuyen­tista,   Pres­i­dente de la Repúbli­ca, Pres­i­dente de la Direc­ción de Instruc­ción Públi­ca, y su fun­ción como direc­tor de la Sociedad Económi­ca de Ami­gos del País.

En la labor docente, lle­va­da a cabo en la hoy cono­ci­da Uni­ver­si­dad Cen­tral de Venezuela, desar­rol­ló las Cát­e­dras de Anatomía, Cirugía y Quími­ca des­de 1827 has­ta 1853, cuan­do tiene que irse a Nue­va York por razones de salud. Se desem­peñó como rec­tor de ésta uni­ver­si­dad logran­do orga­ni­zar la estruc­tura admin­is­tra­ti­va y académi­ca, ini­cian­do la aper­tu­ra a las rela­ciones interin­sti­tu­cionales y fraguan­do el pres­ti­gio de esta casa de estudios.

José María Var­gas ten­drá una sig­ni­fica­ti­va par­tic­i­pación en la dis­cusión de aque­l­los asun­tos que le van a dar con­fig­u­ración al Esta­do que se instau­ra con la Con­sti­tu­ción de 1830

En 1835 es elegi­do pres­i­dente de Venezuela, es el primer civ­il que inviste este car­go, aunque inten­ta dejar­lo, debido a la pugna que se man­tenía entre civiles, mil­itares y caudil­los regionales con respec­to, a quién podía o no, estar en la mag­i­s­tratu­ra. Ini­cial­mente no le acep­tan la renun­cia, luego lo depo­nen y exil­ian (Rev­olu­ción de las Refor­mas) y   seguida­mente lo vuel­ven a resti­tuir, has­ta que él renun­cia de for­ma irrev­o­ca­ble. Porque has­ta para renun­ciar se nece­si­ta efi­cien­cia, y más en los tiem­pos de efer­ves­cen­cia en la que los gru­pos políti­cos bus­can más su bien­es­tar par­tic­u­lar, que las del pueblo en gen­er­al y se hace inútil, ir con ellos o con­tra ellos.

Pero esto no ami­lana su pasión de servi­dor, lo vamos a con­seguir en otras activi­dades no menos educa­ti­vas, dirigi­das hacia la sociedad y sus dis­tin­tas for­mas orga­ni­za­ti­vas, así lo encon­tramos en el  desem­peño de la direc­ción de la Sociedad Económi­ca Ami­gos del País,  en la Direc­ción de Instruc­ción Públi­ca y como políti­co en el par­la­men­to de entonces, es aquí en  donde se per­fi­la el Estadista que com­bi­nan­do la Cát­e­dra y  éstas instan­cias logra su may­or aporte como docente e inves­ti­gador en la búsque­da del pro­gre­so que era el sen­ti­do dado a la his­to­ria en su momento.

Var­gas ten­drá una sig­ni­fica­ti­va par­tic­i­pación en la dis­cusión de aque­l­los asun­tos que le van a dar con­fig­u­ración al Esta­do que se instau­ra con la Con­sti­tu­ción de 1830, que con todas las lim­ita­ciones y pre­juicios del momen­to dejara su huel­la como con­struc­tor de un Esta­do que bus­ca su per­fil lib­er­al, sobre todo en la sep­a­ración de poderes y a su vez el “mutuo respec­to que debe exi­s­tir entre los poderes públi­cos” y den­tro de este orden le da peso a la tol­er­an­cia políti­ca y a la lib­er­tad de pen­samien­to y de opinión.

El tema del sis­tema fed­er­al no le es ajeno apun­ta a esta direc­ción en el sen­ti­do que hace a este sis­tema como sinón­i­mo de orden y paz; y al referirse al con­cep­to de sober­anía parte del clási­co mod­e­lo rep­re­sen­ta­ti­vo para señalar que está en el pueblo del­e­gar en sus rep­re­sen­tantes la fac­ul­tad de hac­er leyes.  Abo­ga por no for­t­ale­cer la impunidad por crímenes y robo, así como el respeto a quienes no son afec­tos al Gobierno. 

El asun­to de la mili­cia lo define a par­tir de que para él, los sol­da­dos son ciu­dadanos arma­dos al ser­vi­cio del Esta­do y deben prop­i­ciar la seguri­dad y la paz. El Albacea de la Angus­tia lo llamó Andrés Eloy Blan­co en 1947, aque­l­la angus­tia no fue otra que por las de las vir­tudes civiles ante el poder del caudil­lo mil­i­tar y los poderes teji­dos en sí mis­mo; ten­emos los vene­zolanos, el pat­ri­mo­nio int­elec­tu­al, políti­co y éti­co en hom­bres como Var­gas y Cecilio Acos­ta cuyas obras aún esper­an ser cono­ci­das en los retos del presente.

CorreodeLara

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