El Congreso de Panamá en el año 1826 que fue la “reunión de la hermandad” de todos los nuevos territorios liberados fue un rutilante fracaso. Inglaterra y Estados Unidos enviaron sus embajadores para sabotear ésta peligrosa iniciativa continental de alto calado geopolítico con una base militar nada desdeñable. Bolívar les había demostrado unas capacidades militares de altos vuelos y la derrota de España trastocaba el equilibrio de una América siempre apetecida por Europa como territorios aptos para el saqueo. Y para su alegría, estos diplomáticos, se dieron cuenta de que sólo había señales de humo. Las nuevas repúblicas independientes desde México hasta Argentina eran todas aéreas y prisioneras de la calamidad. Los “Libertadores” resultaron ser peores que los virreyes españoles.
Inglaterra y los Estados Unidos estimularon la balcanización de la América del Sur para de ésta forma caer sobre los despojos de unos territorios maltrechos por una transición de colonia a república (1750–1830) realizada de una forma violenta y traumática. En realidad la separación de España se hizo sin un plan y propósito convenido antes de llevar a cabo esto de parte de sus impulsores. 1808 fue el año de la inflexión. Y 1830, cuando ya todo estaba consumado, el año de la desesperación: de asumir el proyecto republicano/liberal bajo un diseño bien intencionado aunque sin las habilidades para concretarlo. Los viejos materiales de la fragua colonial hispánica de trescientos años demostraron una terca resistencia a ceder.
El sueño de Bolívar nunca fue un sueño romántico. John V. Lombardi reivindica a un Bolívar romántico, idealista, desprendido y soñador. Ese Bolívar que él vio yo no lo veo así. Bolívar buscó la unidad por otra cosa muy diferente. Bolívar sabía bien que el nuevo status político implicaba preservar lo ganado y que desde Europa y la misma América (Brasil fue otro gigante territorial que acechaba mientras que Cuba y Puerto Rico seguían siendo dominio de España y los Estados Unidos ya en 1823 con la Doctrina Monroe “marcaron el territorio”) le iban a disputar esos dominios.
Además, su otro gran temor fue la guerra civil permanente entre los mismos libertadores, algo que vivió en carne propia y con resultados trágicos. Bolívar pensó en grande aunque no fue capaz de materializar la unidad americana. Se desvivió por Bolivia que le infló su desmedido ego y se olvidó de legislar y gobernar en la construcción de la paz. Sus coqueteos con la dictadura y el poder absoluto y sin contrapesos apoyado por el partido militar fueron su perdición.
Para John V. Lombardi lo que quedó del “sueño” de Bolívar, y esto lo señala con admiración, fue el panamericanismo que derivó en la OEA que en realidad fue un organismo tutelado por los mismos Estados Unidos y que cuando ocurrió la Guerra de las Malvinas en el año 1982 demostró su inoperancia casi total hasta el día de hoy.
Lo que quedó del sueño de Bolívar de una “América Unida” fue sólo eso: un sueño. Que aquí CAP I y Chávez a fuerza de realazos pretendió darle alguna forma de tipo artificial comprando apoyos políticos y regalando nuestro dinero de una forma irresponsable dentro de una América Latina prisionera del desorden.
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