Allí, en esa obra, comento que estando reunidos en la Academia Nacional de la Historia, una de las personas que tenía a su cargo la limpieza y conservación del Archivo, nos llevó un tomo en el cual se encontraba un sobrecito que tenía adentro un mechón de pelos, el sobre tenía afuera el nombre de una mujer.
Tampoco hay ningún documento ni testimonio que certifique está resolución. Lo cierto es que allí había permanecido inadvertido por más de 200 años ese mechoncito perteneciente a una dama francesa del siglo XVIII. Más allá de lo anecdótico, esta historia es expresión de la vida íntima y de las maneras en las cuales quedó registrada por una figura de nuestro historia, pero también nos remite a las distintas manera como nos hemos apropiado y hemos valorado ese pasado común.
La imagen recoge una miniatura de Miranda que se encuentra en la colección del Museo Nacional de Colombia y que sirvió de portada a mi libro El hijo de la panadera.
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