Tesoros de la vida erótica de Francisco de Miranda
Inés Quintero
Historiadora. Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia, ocupando el Sillón L. Directora de la Academia Nacional de la Historia
Entre los comentarios y preguntas que suelen hacerse sobre la vida íntima del generalísimo Francisco de Miranda, sale siempre a relucir su colección de vellos púbicos. Sobre esto el testimonio que puedo aportar está referido en mi libro El hijo de la panadera
Allí, en esa obra, comento que estando reunidos en la Academia Nacional de la Historia, una de las personas que tenía a su cargo la limpieza y conservación del Archivo, nos llevó un tomo en el cual se encontraba un sobrecito que tenía adentro un mechón de pelos, el sobre tenía afuera el nombre de una mujer.
No pudimos determinar cuál podía ser la procedencia del trofeo, pero cabe la posibilidad de que pudiese ser una de las piezas sobrevivientes de esta famosa colección. Existe la versión según la cual, cuando el Archivo de Miranda llegó a la Academia en 1926, fue revisado minuciosamente por una comisión y que, ante el hallazgo de esta llamativa colección, la decisión fue incinerarlos. Uno de los miembros de la comisión era monseñor Nicolás Navarro.
Tampoco hay ningún documento ni testimonio que certifique está resolución. Lo cierto es que allí había permanecido inadvertido por más de 200 años ese mechoncito perteneciente a una dama francesa del siglo XVIII. Más allá de lo anecdótico, esta historia es expresión de la vida íntima y de las maneras en las cuales quedó registrada por una figura de nuestro historia, pero también nos remite a las distintas manera como nos hemos apropiado y hemos valorado ese pasado común.
La imagen recoge una miniatura de Miranda que se encuentra en la colección del Museo Nacional de Colombia y que sirvió de portada a mi libro El hijo de la panadera.