La ayuda extranjera a la causa republicana nunca fue desinteresada. Y además, tampoco fue todo lo efectiva y deseable en algunas especiales circunstancias de la lucha, sobretodo, en lo atinente a las bárbaras jaurías, sobre personas y propiedades, de algunos regimientos insubordinados ante el retraso de la paga.
No hay duda que Bolívar aprovechó la presencia de oficiales extranjeros para disciplinar mejor al ejército, y que utilizó desde entonces a los regimientos legionarios, como soporte fundamental en campañas decisivas como la que se hizo en la Nueva Granada en 1819 y luego sobre Venezuela en 1821.
Ahora bien, sostener la excusa de Morillo, acerca de la participación de las fuerzas extranjeras como factor decisorio en el resultado final de la guerra, es algo difícil de compartir.
Inglaterra prestó una inestimable ayuda, militar y logística, pero fueron Bolívar, Páez, Mariño, Bermúdez y los soldados venezolanos y neogranadinos quienes inclinaron la victoria a favor de su propio bando.
El número total de extranjeros que combatieron al lado de los independentistas en Venezuela fue de un número aproximado de 5.000 voluntarios entre los años 1817 y 1820
Desde Margarita, el General Rafael Urdaneta junto con las fuerzas de voluntarios británicos bajo el comando de James English, desembarcaron el 16 de julio en la ciudad de Barcelona, ocupándola y llevando a cabo un feroz saqueo violando las órdenes de los principales líderes republicanos.
No fueron pocos los problemas de insubordinación que estos voluntarios extranjeros le crearon a Bolívar.
Morillo tenía ahora que atender el frente oriental y acusó a Inglaterra por el descarado auxilio que brindaba a los rebeldes.
Las operaciones militares se realizaron bajo la misma tónica que en el resto de los escenarios del país, donde la precariedad de las fuerzas de ambos bandos era insuficiente para decretar una manifiesta superioridad respecto al otro.
En Venezuela la guerra se había estancado y ninguno de los dos ejércitos estuvo en capacidad de poder infligir una derrota decisiva sobre su adversario.
Bolívar, entendió adecuadamente las especiales circunstancias de la lucha en ese momento, y ya al tanto de las noticias peninsulares que referían sobre los preparativos de una nueva expedición militar sobre América, decidió cambiar el escenario de la lucha con un sorprendente como audaz plan militar: avanzar con un ejército a la conquista del Nuevo Reino de Granada atravesando desde Angostura todos los llanos ubicados en el Sur del país y los difíciles pasos de la escarpada cordillera andina por los lados del páramo de Pisba. Este inesperado movimiento divergente cambió el curso de la guerra e inclinó la balanza del triunfo a favor de Bolívar.
No les quedó, a los encargados de difundir la propaganda realista en aquel entonces, que sobredimensionar el paso del Arauca por parte de Morillo como un auténtico éxito logístico. Aunque en el fondo hoy sabemos que no le condujo a nada positivo.
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