CrónicasHistoria

El abrazo de Ayacucho y la Tregua de Navidad

Luis Heraclio Medina Canelón
Historiador

En estos días de diciem­bre o prin­ci­p­ios de año se pro­du­jeron con noven­ta años de difer­en­cia y en lugares enorme­mente dis­tantes dos hechos que demues­tran las con­tradic­ciones del ser humano, la frater­nidad, el amor y el entendimien­to entre los hom­bres en el ter­ri­ble esce­nario de la guer­ra: Son el “Abra­zo de Ayacu­cho” en los tiem­pos finales de las guer­ras de inde­pen­den­cia de His­panoaméri­ca en 1824 y la “Tregua de Navi­dad” en la Europa que esta­ba sien­do arrasa­da por la Primera Guer­ra Mundi­al en 1914.


En el primer episo­dio, el 9 de diciem­bre de 1824 esta­ban frente a frente los ejérci­tos de España y de los inde­pen­den­tis­tas (Colom­bia, Perú y Argenti­na) frente a frente lis­tos para el com­bate final. Cer­ca de siete mil sol­da­dos por cada ban­do van a enfrentarse, cuan­do a eso de las ocho de la mañana un jinete soli­tario sale de las filas real­is­tas a par­la­men­tar con los con­trar­ios. Es el gen­er­al Juan Anto­nio Mon­et, uno de los coman­dantes real­is­tas que pide entre­vis­tarse con el gen­er­al colom­biano José María Cór­do­va, uno de los coman­dantes republicanos.

Mon­et le expone a Cór­do­va que aque­l­los catorce mil hom­bres están a pun­to de verse cara a cara con la muerte y que entre las filas de ambos ban­dos hay mil­itares que tienen seres queri­dos en el otro ban­do. Pide Bonet a Cór­do­va que se pacte una tregua por unos min­u­tos, para que los sol­da­dos de cada ban­do bajen a verse y abrazarse con sus queri­dos en el otro ban­do. Cór­do­va luego de obten­er el vis­to bueno de Sucre accede.

Cen­tenares de mil­itares salen al dramáti­co encuen­tro de sus famil­iares que vis­ten el uni­forme ene­mi­go. Her­manos abrazan a her­manos, pri­mos se salu­dan, cuña­dos se reen­cuen­tran. Lágri­mas risas y recuer­dos es lo que se ve en el cam­po que en pocas horas se teñirá de sangre.

Para citar a algunos ejem­p­los ten­emos que el ofi­cial patri­o­ta Ramón Castil­la, que años más tarde sería pres­i­dente del Perú sale a encon­trar y abrazar a su her­mano Lean­dro, que era ofi­cial real­ista. Tam­bién el teniente coro­nel Pedro Blan­co (futuro pres­i­dente de Bolivia) sale a abrazar a su her­mano quien era jefe de la caballería real­ista. El brigadier Anto­nio Tur tam­bién fue a abrazar a su her­mano. Los her­manos Mel­chor e Igna­cio Alvarez Thomas, en ban­dos con­trar­ios hicieron lo mis­mo. Con los her­manos Pío y Domin­go Tristán ocur­rió igual. En el Perú, igual que en Venezuela o Colom­bia, la guer­ra de inde­pen­den­cia fue una guer­ra entre her­manos, no una invasión de una poten­cia extran­jera como algunos manip­u­ladores quieren hac­er ver.

Sol­da­dos ale­manes e ingle­ses inter­cam­bian taba­co y otros rega­los en la Navidad.

Noven­ta años mas tarde, en diciem­bre de 1914 la primera guer­ra mundi­al está en su pleno apo­geo en el frente occi­den­tal (Fran­cia y Bél­gi­ca). Aque­l­la era una guer­ra de trincheras, sep­a­radas de unas fran­jas cono­ci­das como la “tier­ra de nadie”, donde se avan­z­a­ba, se toma­ba la trinchera ene­mi­ga, pero a los pocos días el adver­sario con­traat­a­ca­ba, recu­per­a­ba su trinchera y hacía retro­ced­er a los otros.

Sol­da­dos ale­manes e ingle­ses jue­gan fút­bol en pleno cam­po de batalla.

Pero sucedió en los días de Navi­dad, no se sabe exac­ta­mente cómo ni cuan­do empezó. Lo cier­to que en sus abur­ri­das trincheras los sol­da­dos empezaron a can­tar vil­lan­ci­cos. Los de la otra zan­ja tam­bién canta­ban los suyos. Ocur­rió que sol­da­dos ale­manes empezaron a con­frat­er­nizar con ingle­ses y france­ses. Empezaron a con­ver­sar y alguien dio el primer paso y fue a salu­dar a los de la otra trinchera. Inter­cam­biaron los pocos rega­los que podían: cig­a­r­ros, algo de licor o choco­late. Luego sigu­ieron otros sol­da­dos y otros y más y más. Se cal­cu­la que en un momen­to había has­ta cien mil sol­da­dos con­frat­er­nizan­do entre ellos. Has­ta orga­ni­zaron jue­gos de fút­bol. Esta his­to­ria, que pare­cería increíble quedó reg­istra­da en innu­mer­ables fotografías, prue­ba de uno de los hechos más con­move­dores de la historia.

Sol­da­dos ale­manes e ingle­ses con­frat­er­nizan durante la tregua

En el frente ori­en­tal, entre rusos y aus­tro­hún­garos tam­bién ocur­rieron hechos similares.

La cen­sura en tiem­pos de guer­ra trató de que la ciu­dadanía no se enter­ara de la tregua espon­tánea prac­ti­ca­da por los sol­da­dos, pero mas tem­pra­no que tarde la noti­cia y las fotos se fil­traron y el mun­do vio con asom­bro algo tan sen­cil­lo como que  los hom­bres no se querían matar entre ellos sino que querían vivir en paz.

Los altos man­dos pusieron fin a la tregua y con­tin­uaron con la guer­ra cua­tro años más.

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

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