Categorías: Crónicas

Esclavos en Barquisimeto

Omar Garmendia
Cronista y escritor

La institución de la esclavitud es de muy antiguos orígenes. Desde mucho antes de los griegos y los romanos, en Egipto, Mesopotamia, los países mediterráneos y en general en todo el mundo antiguo, la esclavitud fue un factor importante en el funcionamiento de la sociedad y las economías, por lo que la existencia de los esclavos se justificaba para esos fines de acuerdo con la mentalidad de esas épocas


Con la expan­sión del com­er­cio, las guer­ras, ocu­pa­ciones y con­quis­tas, los pri­sioneros de guer­ra eran oblig­a­dos a servir a un amo. El con­cep­to de “escla­vo” residía, para el mun­do antiguo, en el hecho de que cier­tos gru­pos étni­cos eran con­sid­er­a­dos “prim­i­tivos” y sin dere­chos, quienes esta­ban oblig­a­dos a tra­ba­jar en labores pesadas e intensivas.

Grupo de esclavos en una plantación de Car­oli­na del Sur, 1862

Aunque hubo esclavos de dis­tin­tas etnias y proce­den­cias, inclu­so de raza blan­ca, fue la raza negra la que en may­or gra­do y rig­or fue obje­to de com­er­cio y tra­ba­jos forza­dos “de sol a sol” en la cría de gana­do, planta­ciones de caña de azú­car, taba­co, minas, fundi­ciones de oro y otras activi­dades en los trapich­es y ser­vi­cios domés­ti­cos como hac­er man­da­dos, limpiar cabal­ler­izas y casas, car­gadores, abrir y reparar caminos y aun otros ofi­cios como bar­beros, plateros, tejeros y fab­ri­cantes de ladril­los, her­reros, albañiles, carpin­teros, zap­a­teros, sepul­tureros, ver­du­gos y has­ta de mae­stros de escuela.

Las mujeres esclavas efec­tu­a­ban ofi­cios domés­ti­cos por lo gen­er­al en casas grandes, lo que requería de un cier­to número de lavan­deras, cocin­eras, plan­chado­ras, cri­ado­ras, ayeras, cuidado­ras de niños y has­ta nodrizas. Los hom­bres de la casa se aprovech­a­ban y se refocil­a­ban en opor­tu­nidades con algu­nas de ellas como queri­das y amantes, tal como lo denun­cia­ba el obis­po Martí en 1799 en su visi­ta a Barquisimeto.

Se ocu­pa­ban de la limpieza y man­ten­imien­to de las casas, pisos, mue­bles, lám­paras, quitar telarañas, vaciar y limpiar vasos de cama y escu­pi­deras, ocu­parse del jardín y huer­ta de la casa, así como de los ani­males domés­ti­cos y de cor­ral, ordeñar vacas y cabras, ir al mer­ca­do y algunos otros oficios.

Muchos de esos esclavos eran muy apre­ci­a­dos por sus dueños y se con­sid­er­a­ban como parte de la famil­ia, has­ta el pun­to de que, en con­tra lo que pudiera pen­sarse, recibían una paga por sus ser­vi­cios, eran inclu­i­dos en los tes­ta­men­tos y les con­cedían cier­tas gra­cias como car­tas de lib­er­tad y bienes mate­ri­ales, inclu­so pequeñas hacien­das y propiedades.

Com­er­cio de esclavos

Luego de la lle­ga­da de los españoles a tier­ras amer­i­canas e ini­ci­a­da la con­quista y col­o­nización, arrib­aron a nues­tras tier­ras una gran var­iedad de etnias africanas., bien sea de man­era “legal” o por medio del contrabando. 

A ello se le suma la uti­lización de indí­ge­nas como mano de obra escla­va, aunque en menor pro­por­ción debido a su escasa resisten­cia, por la dis­min­u­ción de su población a causa de las guer­ras, abu­sos y mal­tratos recibidos. Con el tiem­po las expre­siones “negro” y “escla­vo” o inclu­so “piezas” pasaron a ser sinón­i­mos (Pol­lak-Eltz, 2000, p. 29, Tro­co­nis de Ver­a­coechea, 1984, p. 229).

Luego de la fun­dación de Nue­va Segovia y la intro­duc­ción de los primeros esclavos, el tra­to que se le dio en aque­l­las primeras épocas era el de hac­er­los servir por la fuerza, sobre todo en los tra­ba­jos de las minas y por esa razón algunos se sub­l­ev­a­ban en sus ansias de lib­er­tad, como lo fuera el caso del negro Miguel en 1552 y en 1732 con el zam­bo Andresote, cuyo nom­bre era Andrés López del Rosario y negros cimar­rones que huían a las mon­tañas y hacían “cumbes” a las oril­las de los ríos y otros lugares. 

Sin embar­go, en Bar­quisime­to, a pesar de la no exis­ten­cia de doc­u­mentación del siglo XVI, se puede deter­mi­nar que la vida de los esclavos en la ciu­dad y su comar­ca fue menos sev­era e inhu­mana que en otros ter­ri­to­rios de Hispanoamérica.

Los esclavos tenían gran val­or económi­co como bienes de for­tu­na y eran obje­to de transac­ciones com­er­ciales de com­pra-ven­ta, true­ques, garan­tías y nego­cia­ciones de todo tipo. Ten­er esclavos era una inver­sión segu­ra y repro­duc­ti­va que, aun en cir­cun­stan­cias de pre­cariedad e insalu­bri­dad podían sub­si­s­tir y si se les pro­por­ciona­ban buenos tratos, como ali­mentación y cier­tas con­sid­era­ciones podían ten­er descen­den­cia y esta con­tinu­a­ba en su condi­ción escla­va, por lo que era una ganan­cia segu­ra y conveniente. 

Los pre­cios de los esclavos vari­a­ban de acuer­do con las car­ac­terís­ti­cas de los mis­mos. Los esclavos jóvenes, fuertes y salud­ables eran los de más valía, sobre todo si conocían algún ofi­cio. Las mujeres podían equipararse en pre­cio con los hom­bres y los mucha­chos y niños eran de menor pre­cio y los ancianos y enfer­mos, por su menor util­i­dad, valían menos

Esclavos en Barquisimeto

En Bar­quisime­to puede con­statarse en los archivos, reg­istros notar­i­ales y escrib­anías a par­tir del siglo XVII la exis­ten­cia de doc­u­men­tos de ven­tas, tes­ta­men­tos, dotes de mat­ri­mo­nios, opera­ciones mer­can­tiles e hipote­carias y otros por el esti­lo donde fig­u­ran negros esclavos como “bienes muebles”.

Tales repos­i­to­rios doc­u­men­tales mues­tran las transac­ciones efec­tu­adas entre los veci­nos de la ciu­dad, tales como las del capitán Tomás López Cre­spo, su esposa Catali­na de Llovera y Úrsu­la Sánchez, madre de la últi­ma nom­bra­da, donde se par­tic­i­pa la ven­ta de una escla­va angoleña de 35 años de edad jun­to con sus dos menores hijos y de un escla­vo negro de 32 años.

Asimis­mo, los doc­u­men­tos indi­can las for­mas de pago de algunos com­er­ciantes, quienes hacían true­ques de mer­cancías lle­vadas al puer­to de La Guaira por esclavos negros. En 1665 se consigna que un veci­no de Bar­quisime­to, el alférez Alon­so Gutiér­rez de Aguilar, desem­peña­ba el ofi­cio de com­er­ciante de taba­co y diver­sos géneros entre Bari­nas y Barquisimeto. 

Al trasladarse al puer­to de La Guaira per­mutó las mer­cancías por otros bienes y un escla­vo mula­to que luego llevó a Bar­quisime­to y fue ven­di­do luego al capitán Bar­tolomé López de Mesa (Avel­lán de Tamayo, N. 2002, p. p. 280–281)

En 1632, en com­pra hecha de un escla­vo negro criol­lo de 28 años de nom­bre Juan Amaro, “mae­stro de hac­er azú­car”, por parte de Este­ban de Castil­lo, se especi­fi­ca­ba el pago en base a una cier­ta can­ti­dad de azú­car cor­re­spon­di­ente a 120 arrobas (1.380 kg) prove­nientes de un trapiche, lo cual se tra­ducía en unos 450 pesos de pla­ta de a ocho reales, can­ti­dad esta que indi­ca­ba la cal­i­dad del escla­vo y sus idóneas condi­ciones físi­cas, pues el pre­cio de tales “piezas” se cal­cu­la­ba como cualquier otra especie comercial.

 Era común la com­pra-ven­ta de esclavos entre veci­nos de difer­entes local­i­dades o juris­dic­ciones, o com­prar­los direc­ta­mente en las islas de las Antil­las, como la efec­tu­a­da en 1773 por don Anto­nio de Vil­la­lon­ga, veci­no de Bar­quisime­to o de Juan de Salazar, de Caro­ra, de un escla­vo criol­lo mula­to azam­ba­do, de 30 años de edad, el cual había sido adquiri­do a otro com­er­ciante caroreño.

Tam­bién se acuer­da la ven­ta de una mula­ta criol­la de unos 30 años de nom­bre María Dion­i­cia al teniente de jus­ti­cia may­or don Tomás Pací­fi­co de Berroterán, la cual pertenecía a don Juan de Salazar por haber­la com­pra­do a don Gerón­i­mo González de Cas­tro por 250 pesos de pla­ta (Avel­lán de T. op. cit. p. 281).

Los esclavos eran ven­di­dos a buenos pre­cios por piratas que incur­sion­a­ban en las costas caribeñas, de man­era que los encomenderos y los com­er­ciantes bar­quisimetanos no desaprovech­a­ban esta opor­tu­nidad, que des­de luego no era de carác­ter legal, y así se evita­ban los molestos trámites buro­cráti­cos y ofi­ciales que las leyes colo­niales españo­las aplic­a­ban y sin ten­er que pagar impuestos. 

Las mis­mas autori­dades a veces se hacían de la vista gor­da a la hora de con­seguir mano de obra escla­va por este medio, pues era la úni­ca for­ma de adquirir las “piezas” acor­dan­do con los piratas el pago de un solo impuesto de almo­jar­i­faz­go. Querales (2003: p.p. 302–303), citan­do a Miguel Acos­ta Saignes, indi­ca que el pira­ta John Hawkins en 1565 en Bor­bu­ra­ta vendió 162 esclavos, mer­cancías y géneros por un total de 12.528 pesos y pagó de impuestos de “38 pesos, 4 tomines y 6 granos”.

En esa opor­tu­nidad en Bor­bu­ra­ta adquirieron los bar­quisimetanos Alon­so Bernáldez y Quirós 1 mucha­cho y una muchacha por 120 pesos; Juan Gar­cía una negra enfer­ma por 35 pesos; Alon­so de León 1 negra y 4 mucha­chos por 290 pesos y 2 negras con 2 niños por 250 pesos. Asimis­mo, Diego Montes 1 mucha­cho por 50 pesos; Jerón­i­mo de la Par­ra 3 negros chicos y grandes por 250 pesos y Vicente de Rues­ga 6 negros y negras por 540 pesos y 1 mucha­cho por 50 pesos.

En defin­i­ti­va, la insti­tu­ción esclav­ista en Venezuela y par­tic­u­lar­mente en Bar­quisime­to tuvo una gran impor­tan­cia económi­ca, pues des­de aquí se proveían pro­duc­tos y mate­rias pri­mas de pri­mor­dial con­ve­nien­cia para el mun­do europeo. El escla­vo bar­quisimetano de algu­na man­era, pese al des­pre­cio y la descon­sid­eración infligi­da a su lib­er­tad fue un fac­tor deci­si­vo en la riqueza de algunos propi­etar­ios y ter­rate­nientes y la vida social de la ciu­dad,  pues de ella se derivó el mes­ti­za­je y las innu­mer­ables mez­clas que hoy nos definen como pueblo..


Ref­er­en­cias
Avel­lán de Tamayo, Nieves (2002). La Nue­va Segovia de Bar­quisime­to. T. II. 3ra. Ed. Cara­cas: Acad­e­mia Nacional de la Historia
Pol­lak-Eltz, Angeli­na (2000). La esclav­i­tud en Venezuela: un estu­dio históri­co-cul­tur­al. Cara­cas: Uni­ver­si­dad Católi­ca Andrés Bello.
Querales, Ramón (2003). La comar­ca man­cil­la­da. Bar­quisime­to: Fon­do Edi­to­r­i­al Río Ceni­zo. Con­ce­jo Munic­i­pal de Iribarren.
Tro­co­nis de Ver­a­coechea, Ermi­la (1984). His­to­ria de El Tocuyo Colo­nial. Cara­cas: Uni­ver­si­dad Cen­tral de Venezuela. Edi­ciones de la Biblioteca.

Omar Garmendia

Escritor. Ensayista. Cronista de libre ejercicio. Profesor Titular UCLA, Doctor en Educación y Magister Scientiarum en Lingüística blogculturaomar.blogspot.com

Ver comentarios

  • Hay que considerar que los esclavos eran un bien de lujo y entre los mismos ricos de la provincia de Venezuela eran raros.

    Otro tip.importante es que los indígenas de estas tierras practicaban la esclavitud tomando botines de guerra entre los diferentes clanes.

    y por último es debatible la supuesta debilidad de los indios y es más probable que la gran protección de las leyes de indias halla hecho inviables a los indígenas

Entradas recientes

Botica del Carmen y Farmacia Lara, historia de la antigua botiquería tradicional

Luis Alberto Perozo Padua Periodista y escritor luisperozop@hotmail.com En las redes sociales: @LuisPerozoPadua a Botica…

3 días hace

La esclavitud en la Provincia de Carabobo

Carlos G. Cruz H Historiador y escritor galeno1999@yahoo.com ien pudiéramos decir que el tema de…

3 días hace

Masacre de Pasto: la maldición infame de Bolívar y Sucre

Efraín Jorge Acevedo  Historiador y escritor efrainjorge@yahoo.es X: @efrainjorge ay episodios terribles y dolorosamente trágicos…

1 semana hace

El exilio perpetuo de Manuela Sáenz

iene que ser, el destierro, de las condenas más feroces e inhumanas. Una mezcla de separación…

1 semana hace

Notas del pueblo de doctrina de indios del Cerrito de Santa Rosa y referencias de Cabudare

Yolanda Aris Cronista Oficial del Municipio Palavecino arisyoli1@yahoo.es l pueblo de Santa Rosa está históricamente…

2 semanas hace

El archivo del Libertador se salvó “de milagro”

os papeles del Libertador Simón Bolívar, resguardados y embalados por Manuela Sáenz en 10 baúles,…

2 semanas hace