Maracaibo fue la primera ciudad de Venezuela con alumbrado eléctrico
En 1888 y por iniciativa privada, se instaló en la ciudad de Maracaibo la compañía The Maracaibo Electric Light, poseedora de un capital social de 336.000 dólares (dividido en 3.360 acciones de 100 dólares cada una) y cuyo asiento estaba en Nueva York, con domicilio en Venezuela.
Fungió como presidente Jaime Felipe Carrillo, natural de Maracaibo y con destacada experiencia en el ramo eléctrico. El edificio donde funcionaba la empresa eléctrica, fue construido en un terreno donado por el gobierno municipal.
Medía 44,60 metros de este a oeste y 51 metros de fondo. Estaba ubicado en la calle Industria de la ciudad de Maracaibo y hacía esquina con la calle El Milagro (hoy avenida El Libertador).
Este establecimiento, propiedad de la empresa, contaba con departamentos para oficinas, habitaciones para empleados, y un taller de herrería y otro de carpintería, que permitían con toda facilidad hacer casi todas las reparaciones necesarias en el local.
Suscriben contrato para la ciudad
Jaime Felipe Carrillo y el gobernador seccional Alejandro Andrade suscribieron un contrato para la instalación del alumbrado público en Maracaibo, el cual se comenzó a discutir en el mes de mayo de 1888 y la firma se concretó definitivamente el 1 de junio de ese mismo año.
Mediante este documento se acordó alumbrar con luz eléctrica la parte central de la ciudad y con lámparas de kerosén los barrios Santa Lucía, Guárico, Saladillo, San Juan de Dios y el caserío de Los Haticos.
El valor de la suscripción
También establecía el contrato que dicho alumbrado se empataría entre La Marina y Los Haticos, formando una sola línea de luces en la distancia de 3.350 metros que había entre el principio de la calle La Marina por el este, que quedaría iluminada con luz eléctrica, y la estación del tranvía en Los Haticos, a donde llegaría el nuevo alumbrado por kerosén.
Tal iluminación, tan superior y completa en todas las calles delineadas de la ciudad, tendría un costo de 7.000 bolívares mensuales, y una rebaja de 10 pesos al contar el contratista con un número de suscritores en el alumbrado privado que alcanzara para la colocación de 2.000 luces eléctricas, cobrando los siguientes precios, según el caso: en un primer caso, se cobrarían 15 céntimos de bolívar a cada suscriptor por una hora de alumbrado con lámparas incandescentes de 12 bujías, si la empresa llegase a tener una cantidad de suscriptores que permitiera la colocación de 500 a 1000 luces; en un segundo caso, se cobrarían 10 céntimos de bolívar, si el número de suscriptores alcanzara para la colocación de 1.100 a 2.000 luces; y en un tercer caso, se pagarían 7 céntimos de bolívar, si la cantidad de suscriptores era suficiente como para colocar de 2.100 a 3.000 luces en adelante, según reseña de El Fonógrafo, diario de la época, el 28 de mayo de 1888.
El gran aparato
En el edificio antes descrito, se instaló entonces una planta movida por dos motores de vapor, uno de 400 caballos de doble expansión y otro sencillo de un solo cilindro, los cuales funcionaban con su escape al condensador.
Contaba además con cinco calderas: dos en batería de la fábrica Abendroth & Root Mfg. Co., de 248 caballos cada una; dos en batería de la fábrica Babcock Wilcox, de 122 caballos cada una, y otra de la misma fábrica, de 125 caballos.
Novedoso acontecimiento
En la víspera del 24 de octubre de 1888, según informaciones de prensa, todos los edificios públicos de Maracaibo, presentaban sus frentes decorados; también ofrecían igual aspecto varias casas de particulares, tales como las de los señores Minlos, Brener y Ca., la botica Vargas y otras.
En la plaza Bolívar, la cantidad de personas era inmensa y la banda seccional amenizaba, con el toque de escogidas piezas, las primeras horas de la noche de la víspera, se leyó en El Fonógrafo, el 9 de noviembre de 1888.
Junto al edificio donde se había instalado el aparato destinado a producir la luz eléctrica, se veían nutridos grupos de hombres y muchachos que querían satisfacer la natural curiosidad de ver brotar la primera chispa. +
Mientras el incansable Jaime Carrillo se movía en todas direcciones para examinar alambres y lámparas, poniendo todo su empeño para satisfacer la ansiedad pública, la noche del 24 de octubre de 1888, finalmente se iluminó con gran solemnidad la plaza Bolívar, la cual estaba espléndidamente adornada con banderas y otros accesorios de singular belleza.
A juicio de los testigos que describieron el singular evento, narran que: “Sobre la iluminación esplendida que decoraba los balcones i cornisas de la casa del Gobierno y el frontis del palacio de la Exposición, i los edificios que rodean la plaza, i el jardín en donde las luces irradiaban a manera de ramilletes de mil colores, acababa de aparecer brillante, fascinadora i pura, la rútilamente luz eléctrica, tímida al principio como si titilase un saludo con cariñosos ojos, intensa enseguida con todo el fulgor de su deslumbrante claridad”.
Asimismo, las bandas de música llenaban el aire con sus dulces y vibrantes melodías, y los fuegos artificiales lanzaban al mismo tiempo mil cohetes que nublaban el espacio adornándolo con clarísimas luces.
Esto significaría para Maracaibo y un poco después para Venezuela, un avance trascendental que marcaría un hito dado el país comenzaría a salir de la era rural para adentrarse a la modernidad.
LAPP
Fuente: Revista de Artes y Humanidades UNICA Volumen 11 Nº 2 / Mayo-Agosto 2010, pp. 15 — 30Universidad Católica Cecilio Acosta ISSN: 1317–102X