Una parada en la carretera Trasandina Carora-El Trentino
Omar Garmendia
En los viajes por los polvorientos caminos de la aridez larense, era toda una proeza emprender un viaje por las llamadas carreteras, que en realidad, para esa época no eran más que angostos caminos hechos al paso. Los conductores deben ingeniárselas para sortear los innumerables e inesperados obstáculos y situaciones a los que era esperable enfrentarse.
En la estación lluviosa los lodazales y los ríos crecidos podían interrumpir el paso durante semanas enteras. Además había que parar constantemente debido a distintas averías o peripecias del camino.
Diseñados para resistir las toscas trochas, los primeros vehículos a motor tenían necesariamente que estar adaptados para los malos caminos, por lo que, por ese motivo, los carros debían tener más fuerza que velocidad.