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Una parada en la carretera Trasandina Carora-El Trentino

 

Omar Garmendia


En los viajes por los polvorientos caminos de la aridez larense, era toda una proeza emprender un viaje por las llamadas carreteras, que en realidad, para esa época no eran más que angostos caminos hechos al paso. Los conductores deben ingeniárselas para sortear los innumerables e inesperados obstáculos y situaciones a los que era esperable enfrentarse. 

 
En la estación llu­viosa los lodaza­les y los ríos cre­ci­dos  podían inter­rum­pir el paso durante sem­anas enteras. Además había que parar con­stan­te­mente debido a dis­tin­tas averías o peripecias del camino. 
 
Dis­eña­dos para resi­s­tir las toscas tro­chas, los primeros vehícu­los a motor tenían nece­sari­a­mente que estar adap­ta­dos para los mal­os caminos, por lo que, por ese moti­vo, los car­ros debían ten­er más fuerza que velocidad. 
 

Foto: Benet años 30

CorreodeLara

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