La muerte de Eustoquio Gómez
Omar Garmendia
Escritor e investigador
Desde mediados de diciembre de 1935 ya se sabía de la gravedad e inminente muerte de Juan Vicente Gómez. Por los noticieros radiales nacionales y extranjeros se escuchaban las noticias y la gente esperaba expectante el desenlace.
Las intrigas palaciegas comenzaron a contar los pollos antes de nacer y se hablaba del posible sucesor de Gómez. Vicencio Pérez Soto, Rafael María Velasco, Eustoquio Gómez y el más seguro Eleazar López Contreras, Ministro de Guerra y Marina, son los candidatos a la sucesión.
El 17 de diciembre se conoce la noticia: murió Juan Vicente Gómez. El general López Contreras asume el mando y le lleva la delantera a Eustoquio, quien todavía era Presidente del estado Lara. Desde el 16 de diciembre corría el rumor de que Eustoquio Gómez sería el próximo presidente y se temía por el regreso de este a Barquisimeto.
La ciudad es una olla de presión ante los comentarios. Se hacen reuniones en el Centro Social con el fin de solicitarle al general López Contreras que no permitiera el regreso de Eustoquio a Barquisimeto y además sugerir nombres para nombrar al nuevo presidente del estado Lara, entre ellos al doctor Honorio Sigala.
Habían comenzado las misas de aguinaldo en Altagracia, San Francisco, San José y La Concepción. Con la gente trasnochada, se efectúa una gran reunión pública en el Parque Ayacucho el 19 de diciembre en la tarde y desde la mañana todo el mundo estaba en la plaza Germán Roscio (hoy Alberto Ravell) para esperar la liberación de los presos políticos de Las Tres Torres, lo que se efectuaría al día siguiente, 20 de diciembre.
Los rumores crecen en cuanto a que Eustoquio había decidido regresar a Barquisimeto. El jefe de la guarnición militar se pone al lado del pueblo y se propone impedir que Eustoquio entre a la ciudad. En las carreteras se aposta gente armada para impedirle el paso. Sale para Caracas el general Eloy Montenegro, Jefe Civil de Barquisimeto para avisarle a Eustoquio que no se venga pues lo esperan para matarlo.
No regresó
Llega el 21 de diciembre y Eustoquio no regresó. Se había quedado en Caracas luego de las exequias de Juan Vicente y para tratar de adueñarse de la presidencia. Lo que sigue es lo que más tarde relataría el propio López Contreras en palabras de Lameda Acosta un tiempo después: ese día 21 de diciembre llega Eustoquio a la Gobernación del Distrito Federal con su hermano Fernando Gómez, con su yerno Leopoldo Briceño Torres, esposo de su hija Josefita y algunos oficiales que lo acompañaban. Como un loco, Eustoquio entra al despacho del general Félix Galavís, nombrado por López Contreras como Gobernador del Distrito Federal, a exigirle que le entregue el mando de la guardia “para barrer al pueblo a balazos”. Galavís le dice que se vaya y esto enfurece aún más a Eustoquio. Hay agitación entre los presentes y va llegando más gente. El pueblo está alzado. Quieren muerto a Eustoquio o que se vaya del país.
Suena el teléfono. “Llaman de Miraflores”, dice alguien. Galavís atiende la llamada. Era López Contreras que le ordenaba detener a Eustoquio y lo trasladara a Maracay. Galavís le comunica a Eustoquio que es conveniente que se vaya o lo pone preso. Eustoquio se enfurece y como hiena herida trata de sacar su revólver, pero Galavís lo impide al saltar sobre él. En el tumulto que se formó suenan dos disparos y Eustoquio sale herido de gravedad. Intentan llevarlo a una clínica, pero la multitud llena de venganza lo impide. No había nada qué hacer. Ya estaba muerto.
Devoto de la Virgen del Carmen , expresó una última invocación, antes de morir a las 3:30 de la tarde del 21 de diciembre de 1935. Fue enterrado en la madrugada del 22 en el Cementerio General del Sur en Caracas.
Ningún cortejo fúnebre, sólo su amigo Eloy Tarazona y unas patrullas de la policía lo acompañaron. Así como en su infancia en La Mulera buscaba al diablo, ese día de diciembre el diablo se lo llevó