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Los archivos de Miranda y Bolívar, patrimonio histórico de los venezolanos

Inés Quintero
Directora de la Academia Nacional de la Historia

Fran­cis­co de Miran­da y Simón Bolí­var tuvieron ple­na con­scien­cia de la trascen­den­cia históri­ca de los hechos en los cuales fueron pro­tag­o­nistas de primera línea, de allí que ambos, en vida, pusier­an espe­cial empeño en reunir y preser­var los doc­u­men­tos que daban cuen­ta de sus actua­ciones públi­cas y tam­bién de sus asun­tos privados


En 1805, antes de ini­ciar su expe­di­ción lib­er­ta­do­ra a las costas de Venezuela, Miran­da redac­tó su tes­ta­men­to y dejó estable­ci­do que todos sus pape­les y man­u­scritos fue­sen envi­a­dos a Cara­cas y colo­ca­dos en los archivos de la ciu­dad, cuan­do Venezuela fuese inde­pen­di­ente; de esta man­era quedaría tes­ti­fi­ca­do «el amor sin­cero de un fiel ciu­dadano y los esfuer­zos con­stantes que ten­go prac­ti­ca­dos por el bien públi­co de mis ama­dos compatriotas».

En 1810, al regre­sar a Venezuela para incor­po­rarse a la inde­pen­den­cia, después de cuarenta años de ausen­cia, trasladó a Cara­cas todos sus doc­u­men­tos orga­ni­za­dos y encuader­na­dos en 63 tomos. Cuan­do era inmi­nente la der­ro­ta de la Primera Repúbli­ca, en julio de 1812, lo primero que hizo Miran­da fue pon­er a sal­vo su archi­vo. Ordenó que fuese colo­ca­do en el bar­co en el cual tenía dis­puesto salir de Venezuela, después de fir­mar la capit­u­lación. Pero, como es ampli­a­mente cono­ci­do, Miran­da fue someti­do a prisión por sus com­pañeros de armas y entre­ga­do a las autori­dades real­is­tas de man­era que, cuan­do el bar­co zarpó, los doc­u­men­tos se fueron sin su dueño. El des­ti­no final de sus pape­les fue Lon­dres, allí quedaron des­de 1814 bajo cus­to­dia de lord Bathurst, min­istro inglés para las colo­nias. Al con­cluir sus fun­ciones min­is­te­ri­ales, en 1827, decidió llevárse­los a su res­i­den­cia, local­iza­da en Cirences­ter, y los guardó en su biblioteca.

Gen­er­alísi­mo Fran­cis­co de Miranda

En 1926, cien­to catorce años después de que los doc­u­men­tos fueron embar­ca­dos en La Guaira, el his­to­ri­ador Carac­ci­o­lo Par­ra Pérez tuvo conocimien­to de la exis­ten­cia del archi­vo en la casa de la famil­ia Bathurst y ade­lan­tó las ges­tiones que per­mi­tieron su adquisi­ción por el Esta­do vene­zolano. Ese año, los 63 tomos regre­saron tal cual como los había deja­do Miran­da en 1812. Des­de ese momen­to estu­vieron bajo la cus­to­dia de la Acad­e­mia Nacional de la His­to­ria (ANH), se hizo una primera pub­li­cación de su con­tenido y pos­te­ri­or­mente se llevó a cabo otra edi­ción bajo el títu­lo Colombeia, aus­pi­ci­a­da por la Pres­i­den­cia de la Repúbli­ca, la cual quedó inter­rump­i­da el año 2006. Has­ta ese momen­to se habían edi­ta­do 20 tomos. Una detal­la­da his­to­ria de todos estos recor­ri­dos fue real­iza­da por Glo­ria Hen­ríquez en su libro His­to­ria de un archi­vo. Fran­cis­co de Miran­da. Recon­sti­tu­ción de la memo­ria, edi­ta­do por la Fun­dación de la Cul­tura Urbana (Cara­cas, 2008). En el 2007, por ini­cia­ti­va de la ANH, de la Bib­liote­ca Nacional y de otras insti­tu­ciones, el Archi­vo de Miran­da fue reg­istra­do por la UNESCO en la Memo­ria del Mundo.

En el caso de Simón Bolí­var, la his­to­ria de sus doc­u­men­tos fue difer­ente, aunque igual­mente acci­den­ta­da. En diciem­bre de 1830, poco antes de morir y en medio de la amar­gu­ra y la desilusión que le oca­sion­aron su der­ro­ta políti­ca y la inmi­nente dis­olu­ción de Colom­bia, ordenó en su tes­ta­men­to que todos sus pape­les fue­sen que­ma­dos. Sus albaceas tes­ta­men­tar­ios no cumpli­eron su últi­ma vol­un­tad, pero deci­dieron dividir­los en tres partes. Una primera sec­ción con doc­u­men­tos cor­re­spon­di­entes a los años de 1813 a 1818 se le entregó al gen­er­al Pedro Briceño Mén­dez, quien tenía la idea de escribir una his­to­ria de la guer­ra de inde­pen­den­cia. Otro seg­men­to con los doc­u­men­tos de los años 1819 a 1830 quedó en manos de Daniel Flo­ren­cio O´Leary; su proyec­to era redac­tar una biografía del Lib­er­ta­dor, encar­go que le había hecho el pro­pio Bolí­var en vida. La ter­cera parte, en la cual había doc­u­men­tos ofi­ciales y cor­re­spon­den­cia con fun­cionar­ios de difer­entes país­es des­de 1813 a 1830, quedó bajo cus­to­dia de Juan Fran­cis­co Martín.

Cada sec­ción tuvo dis­tin­tos recor­ri­dos. Briceño Mén­dez murió en 1835 sin escribir la his­to­ria de la guer­ra que se había prop­uesto. Sus famil­iares, años después, le hicieron entre­ga de los doc­u­men­tos al señor Ramón Azpurúa quien se encon­tra­ba orga­ni­zan­do, jun­to con el sac­er­dote e his­to­ri­ador José Félix Blan­co, una ambi­ciosa com­pi­lación de doc­u­men­tos sobre la inde­pen­den­cia. Esta pub­li­cación, en 15 tomos, se hizo entre 1876 y 1879 durante el gob­ier­no de Anto­nio Guzmán Blan­co bajo el títu­lo Doc­u­men­tos para la vida públi­ca del Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var. Allí se incluyeron muchos de los orig­i­nales que le fueron entre­ga­dos a Briceño Mén­dez. Pero en 1888, al morir Azpurúa, sus famil­iares vendieron los orig­i­nales a un alemán que tra­ba­ja­ba en la empre­sa del fer­ro­car­ril Cara­cas-Valen­cia. Al ter­mi­nar sus labores en Venezuela, el nue­vo dueño se llevó los doc­u­men­tos a su país natal de for­ma tal que la sec­ción entre­ga­da a Briceño Mén­dez ter­minó en algu­na ciu­dad de Alemania.

En el caso de O’Leary, éste se ocupó en vida de aumen­tar la doc­u­mentación ini­cial y de escribir sus memo­rias, pero tam­bién fal­l­e­ció antes de ver cul­mi­na­da su obra; fue su hijo Simón Bolí­var O’Leary quien se encar­gó de traer a Venezuela todos los doc­u­men­tos acopi­a­dos por su padre y de orga­ni­zar y coor­di­nar su pub­li­cación con el apoyo del pres­i­dente Anto­nio Guzmán Blan­co. Entre 1879 y 1888 se imprim­ieron 32 volúmenes, dos tomos con las nar­ra­ciones del pro­pio O´Leary y el resto con la cor­re­spon­den­cia escri­ta y recibi­da por Simón Bolí­var. Los orig­i­nales quedaron en manos del Esta­do vene­zolano con­sti­tuyen­do el pun­to de par­ti­da del Archi­vo del Libertador.

[drop­shad­ow­box align=“none” effect=“lifted-both” width=“auto” height=”” background_color=“#e7dad1” border_width=“1” border_color=”#dddddd” inside_shadow=“false” ]Foto de por­ta­da: De izquier­da a derecha: «Retra­to de Simón Bolí­var», de José Gil de Cas­tro; «Retra­to del Gen­er­al Fran­cis­co de Miran­da», de Martín Tovar y Tovar[/dropshadowbox]

En 1914, por ini­cia­ti­va del his­to­ri­ador Vicente Lecu­na y con el apoyo de César Zumeta, Min­istro de Rela­ciones Exte­ri­ores del gen­er­al Juan Vicente Gómez, se hicieron las ges­tiones que per­mi­tieron localizar y com­prar los doc­u­men­tos que esta­ban en Ale­ma­nia. De man­era que solo esta­ba pen­di­ente recu­per­ar la sec­ción entre­ga­da a Juan Fran­cis­co Martín, la cual esta­ba en París en manos de sus herederos. Esta últi­ma sec­ción fue recu­per­a­da por el gob­ier­no vene­zolano entre 1923 y 1926. Fue así como, a par­tir de este últi­mo año y luego de todas estas acci­den­tadas peripecias, los doc­u­men­tos que había orde­na­do que­mar el Lib­er­ta­dor se encon­traron reunidos en Caracas.

La sede del archi­vo fue la Casa Natal del Lib­er­ta­dor, adquiri­da por el Esta­do vene­zolano en 1921; allí, bajo la curaduría de Vicente Lecu­na, se orga­nizó, encuadernó y enrique­ció notable­mente el archi­vo orig­i­nal con la adquisi­ción de nuevos doc­u­men­tos; tam­bién se ini­ció la pub­li­cación de los Escritos del Lib­er­ta­dor. Esta activi­dad no tuvo la mis­ma con­tinuidad luego de la muerte de Lecu­na en 1954; los doc­u­men­tos se con­ser­varon en la mis­ma sede, se man­tu­vo la tran­scrip­ción y pub­li­cación de la doc­u­mentación, pero las condi­ciones de la casa no eran las mejores y los doc­u­men­tos cor­rían peli­gro de deteriorarse.

Des­de la déca­da del noven­ta (siglo XX), la Acad­e­mia Nacional de la His­to­ria hizo las ges­tiones para recu­per­ar el archi­vo y con­seguir un local más ade­cua­do; se lle­varon ade­lante las dili­gen­cia para que el Archi­vo del Lib­er­ta­dor fuese inclu­i­do en el reg­istro de la Memo­ria del Mun­do por la Unesco, lo cual se logró en 1997 y, dos años después, con el apoyo del Ban­co Vene­zolano de Crédi­to, con­cluyó la ade­cuación de un espa­cio expre­sa­mente acondi­ciona­do para su fun­cionamien­to, en la mis­ma calle donde están el Museo Boli­var­i­ano y la Casa Natal. En enero de 1999, por decre­to del pres­i­dente Rafael Caldera, se le otorgó a la Acad­e­mia Nacional de la His­to­ria la cus­to­dia y curaduría del archivo.

Una déca­da después, un nue­vo decre­to del Ejec­u­ti­vo, fir­ma­do por el pres­i­dente Hugo Chávez el 13 de abril de 2010, ordenó que ambos archivos, el del Lib­er­ta­dor y el de Miran­da, fue­sen traslada­dos al Archi­vo Gen­er­al de la Nación. La razón fun­da­men­tal que sus­tenta­ba la decisión era que el pen­samien­to uni­ver­sal de ambos per­son­ajes rep­re­senta­ba «la base ide­ológ­i­ca de la Rev­olu­ción Boli­var­i­ana, en con­se­cuen­cia, sus archivos, con­tienen la doc­u­mentación fun­da­men­tal de su lega­do rev­olu­cionario lib­er­ador para los pueb­los de nues­tra Améri­ca y el Mundo».

Acto segui­do añadía que esta doc­u­mentación debía estar al ser­vi­cio de insti­tu­ciones del Esta­do que «ver­dadera­mente desar­rollen sus fun­ciones con el obje­to de rescatar la memo­ria históri­ca de las luchas de lib­eración del pueblo vene­zolano las cuales han sido ocul­tadas por fac­tores públi­cos con­trar­ios al pro­ce­so revolucionario».

Lib­er­ta­dor Simón Bolívar

Que­da abso­lu­ta­mente trans­par­ente que no fue una medi­da de carác­ter admin­is­tra­ti­vo cuyo obje­ti­vo era sim­ple­mente trasladar y reubicar los archivos, sino que se trató de una decisión sosteni­da en una clara instru­men­tal­ización del pasa­do, medi­ante la cual se establecía la con­tinuidad históri­ca entre el pen­samien­to y la acción de Bolí­var y Miran­da con el proyec­to políti­co del gob­ier­no de la rev­olu­ción boli­var­i­ana. Una prác­ti­ca que, por lo demás, fue recur­rente en el dis­cur­so del pres­i­dente Chávez. De esta for­ma, tan­to las ideas como las acciones de ambos per­son­ajes, dejan de ser parte de nues­tra his­to­ria –sus­cep­ti­bles de ser inter­pre­tadas y anal­izadas de man­era abier­ta, críti­ca y plur­al– y se con­vierten en apéndice y fuente de un proyec­to rev­olu­cionario total­mente ajeno, no sola­mente a sus pen­samien­tos y propósi­tos políti­cos, sino a sus condi­ciones y cir­cun­stan­cias históri­c­as. Además, tam­bién se descal­i­fi­ca y se desconoce cualquier otra insti­tu­ción que no ten­ga como final­i­dad sosten­er los obje­tivos del pro­ce­so rev­olu­cionario. Estos planteamien­tos y muchos otros se expusieron ampli­a­mente en su momen­to a fin de debatir y dejar en evi­den­cia las moti­va­ciones políti­cas que estu­vieron pre­sentes en la decisión.

El 5 de junio de 2010, luego de un acu­cioso tra­ba­jo de revisión e inven­tario por­menoriza­do de toda la doc­u­mentación, se llevó a cabo la entre­ga y el trasla­do de ambas colec­ciones a la sede del Archi­vo Gen­er­al de la Nación. El hecho se con­vir­tió en un acto políti­co que cel­e­bra­ba su recu­peración para el pueblo vene­zolano y los rev­olu­cionar­ios, con el fin de escribir una «his­to­ria fidedigna e insurgente».

Los doc­u­men­tos como fuente indis­pens­able para la inves­ti­gación históri­ca no están al ser­vi­cio de ningún proyec­to políti­co, su riqueza y poten­cial­i­dades rad­i­can pre­cisa­mente en la posi­bil­i­dad que ofre­cen para ser inter­pre­ta­dos de man­era diver­sa, a fin de abrir espa­cios de debate y dis­cusión que con­tribuyan con la reflex­ión y com­pren­sión de nue­stro pasa­do. No tienen, por tan­to, un propósi­to ide­ológi­co deter­mi­na­do y mucho menos con­sti­tuyen lega­do rev­olu­cionario lib­er­ador de nadie.

El Archi­vo Gen­er­al de la Nación, como ente rec­tor del Sis­tema Nacional de Archivos, tiene entre sus respon­s­abil­i­dades la guar­da, cus­to­dia, con­ser­vación y divul­gación del Pat­ri­mo­nio Doc­u­men­tal, con el fin de preser­var la memo­ria históri­ca y la cul­tura de nues­tra nación. Así que­da reg­istra­do en su por­tal web. Sería bueno que lo ten­gan pre­sente, no sólo para pro­te­ger y con­ser­var los doc­u­men­tos de dos pro­tag­o­nistas de excep­ción de nues­tra his­to­ria como lo fueron Fran­cis­co de Miran­da y Simón Bolí­var, sino tam­bién para garan­ti­zar la libre inter­pretación de éstos y muchos otros doc­u­men­tos, que son pat­ri­mo­nio cul­tur­al e históri­co de los vene­zolanos, sin que estén suje­tos a los propósi­tos y designios del pro­ce­so rev­olu­cionario. No se tra­ta sim­ple­mente de un deber que les cor­re­sponde como insti­tu­ción del Esta­do, sino del dere­cho que ten­emos los vene­zolanos de inter­pre­tar, dis­cu­tir y dis­cur­rir libre­mente sobre nue­stro pasado.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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