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Los cuadernos de música de José Antonio Páez (Fotos+Música)

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
luisperozop@hotmail.com
En las redes sociales: @LuisPerozoPadua

El gen­er­al José Anto­nio Páez, figu­ra sobre­saliente de la Guer­ra de Inde­pen­den­cia de Venezuela y primer pres­i­dente de la Repúbli­ca ha tran­si­ta­do caminos en extremo pre­juiciosos tan­to ayer como hoy.

Allí está Páez, entre los detrac­tores del Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var, esce­nario cier­to, pero que le costó la exe­cración his­to­ri­ográ­fi­ca por más de un siglo y que a la sazón sigue sien­do con­sid­er­a­do como un hom­bre traicionero, sober­bio, ambi­cioso, tosco y sin modales, áspero e ignorante.

No obstante, en la lit­er­atu­ra detrac­to­ra dirigi­da con­tra Páez, se soslaya, ‑obvi­a­mente y con inten­cional­i­dad tendenciosa‑, que fue un hom­bre que logró super­arse a sí mis­mo, emergien­do de un ori­gen oscuro que pre­tendió negar­le casi todo méri­to como pro­mo­tor del republicanismo.

José Anto­nio Páez. Postal. Buenos Aires

Entonces resul­ta intere­sante como José Anto­nio Cal­caño, en su libro La ciu­dad y su músi­ca cita con elocuen­cia que Bar­bari­ta Nieves, amante y com­pañera insep­a­ra­ble del Cen­tau­ro llanero por más de 20 años, fue la respon­s­able de des­per­tar en Páez su afi­ción a la lit­er­atu­ra, el teatro, la pin­tu­ra y la música.

Es cono­ci­do que Bar­bari­ta toca­ba el piano y canta­ba con bue­na voz de sopra­no. Moti­vo por el cual Páez ‑como obse­quio para ella‑, encar­gó a Lon­dres un piano de cola, que sería insta­l­a­do en su res­i­den­cia caraque­ña de La Viñe­ta.

El cón­sul británi­co Sir Robert Ker Porter apun­ta en su esclare­ci­do diario algu­nas veladas en donde desta­ca que las sobri­nas de Páez canta­ban con «gran dulzu­ra y tal­en­to» y que las chi­cas Bar­bari­ni, apo­do con el que se refer­ían a las hijas del Gen­er­al, «bail­a­ban la Cachucha y el Bolero con gra­cia y destreza.»

Después de la batal­la de Carabobo en 1821, Páez instaló en su res­i­den­cia un pequeño teatro en el patio, donde, entre otras cosas, en 1829, rep­re­sen­taron La trage­dia de Ote­lo, obra teatral de William Shake­speare escri­ta alrede­dor de 1603; en esa opor­tu­nidad, Páez inter­pretó el papel prin­ci­pal; el gen­er­al Car­los Sou­blette a Bra­van­cio y el Dr. Miguel Peña a Iago.

Tam­bién son cono­ci­das las veladas musi­cales en las que Páez canta­ba ópera a dúo con Bar­bari­ta, además de tocar el vio­lín y el violonchelo.

No está claro de cuán­do y dónde Páez aprendió a tocar estos instru­men­tos. Hay quienes afir­man que aprendió a tocar el vio­lín en sus ratos de ocio durante la Guer­ra Independentista.

El mae­stro Vicente Emilio Sojo reseña que, en 1829, Daniel Flo­ren­cio O´Leary, edecán del Lib­er­ta­dor, fue envi­a­do por Bolí­var para per­suadir Páez en lo rela­ciona­do a los des­ti­nos de la guer­ra. O´Leary lo encuen­tra en casa del coro­nel José Cor­ne­lio Muñoz tocan­do el vio­lín «con un negri­to que lo acom­paña­ba al piano sen­ta­do en un taburete.»

La pasión por la músi­ca clási­ca llevó a Páez a patroci­nar la pre­sentación de recono­ci­dos músi­cos en el Teatro Cara­cas, inau­gu­ra­do en 1853 con una com­pañía de ópera reclu­ta­da en París por Car­los Páez.

Hallaron sus manuscritos en Argentina

Pocos días después de su 78° cumpleaños, conc­re­ta­mente en junio de 1868, el gen­er­al Páez abor­dó en New York un vapor con des­ti­no a Buenos Aires. Iba acom­paña­do de su sec­re­taria miss Warn­er, y de un per­ro de pela­je blan­co lla­ma­do Pink.

En Esta­dos Unidos, a donde llegó en 1850, vive en pre­carias condi­ciones económi­cas, por lo que decide realizar un via­je a la Argenti­na con el obje­ti­vo de vender una máquina inven­ta­da y paten­ta­da por el norteam­er­i­cano Hora­cio Lewis, para des­ol­lar las reses y obten­er el cuero.

Nece­sita­ba recur­sos para pagar a los edi­tores de su Auto­bi­ografía recién con­clu­i­da pero no tiene éxi­to en esa empre­sa. Durante casi tres años per­manecerá en Buenos Aires y allí recibirá hon­ores cor­re­spon­di­entes al gra­do de Brigadier Gen­er­al del Ejérci­to que le con­cedió el Con­gre­so del país austral.

Gen­er­al José Anto­nio Páez. Bib­liote­ca del Con­gre­so de Esta­dos Unidos

A medi­a­dos del siglo XX, fue ras­trea­da infor­ma­ción inédi­ta acer­ca del gen­er­al José Anto­nio Páez durante su estadía en Argenti­na, especí­fi­ca­mente la exis­ten­cia de un «Cuader­no de Música». 

Estos man­u­scritos fueron hal­la­dos por un diplomáti­co vene­zolano en ser­vi­cio en Buenos Aires.

Resul­ta que el his­to­ri­ador y peri­odista Adol­fo Car­ran­za, fun­dador y primer direc­tor del Museo Históri­co Nacional de Argenti­na, escribió una acer­ta­da y elocuente biografía del gen­er­al Páez que con­tenía anéc­do­tas per­son­ales de él con el Cen­tau­ro llanero.

El pro­pio Páez le había deja­do a Car­ran­za, cuan­do éste era ape­nas un niño, un can­cionero de piezas musi­cales inédi­tas de su autoría y, que hoy, per­manecen en el cita­do museo. 

Car­ran­za era hijo de Don Pedro Car­ran­za, un rico com­er­ciante y gran ami­go del prócer venezolano.

Páez sería huésped fre­cuente de esta acau­dal­a­da famil­ia con la que man­ten­dría una gran amis­tad y mucha empatía, a quienes escribiría y dedi­caría piezas musi­cales, can­ciones al niño Adol­fo y a su her­mana la niña María Euge­nia, además de pasar momen­tos agrad­ables con­tan­do anéc­do­tas de su juven­tud en los llanos vene­zolanos y de sus haz­a­ñas militares.

La flor del Rit­mo, una de las piezas del gen­er­al José Anto­nio Páez rescata­da y graba­da en 1973. Letra y músi­ca José Anto­nio Páez. Sopra­no: Veri­na G. de Gómez. Piano: José Anto­nio Calcaño

Interpretado por la OSV

Juan de Dios López Maya y Alfre­do Tinoco, ambos músi­cos e inves­ti­gadores, recopi­laron la infor­ma­ción en cuestión y gran esfuer­zo, inter­pre­taron musi­cal­mente estos man­u­scritos, que orig­i­nal­mente esta­ban escritos para can­to y piano, logran­do que la pres­ti­giosa Orques­ta Sin­fóni­ca de Venezuela (OSV), la más antigua de Lati­noaméri­ca, pudiera tocar­los en una extra­or­di­nar­ia presentación. 

Que­da demostra­do que José Anto­nio Páez logró com­pon­er melodías de muy buen gus­to, apoyán­dose en los insond­ables conocimien­tos y la direc­ción magis­tral del arreglista Charles Lam­bra en Argenti­na, que lo asis­tió en los rudi­men­tos musi­cales, pues sen­tía una admiración pro­fun­da por el héroe vene­zolano que se había super­a­do a sí mismo.

Extrac­to de una com­posi­ción real­iza­da por el gen­er­al Páez inter­pre­ta­da por la Orques­ta Sin­fóni­ca de Venezuela 

CorreodeLara

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