Manuela Victoria Mujica: la Miss Venezuela que desafió al poder, y era larense
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista especializado en crónicas históricas
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@LuisPerozoPadua
En 1905, Barquisimeto dio a Venezuela su primera reina nacional de belleza. Pero aquella corona no fue solo adorno: también fue un gesto de resistencia en tiempos de dictadura
Una corona en tiempos de humo y censura Cuando pensamos en los certámenes de belleza en Venezuela, vienen a la mente luces de televisión, fanfarrias, lentejuelas y nombres como Susana Duijm, Irene Sáez o Alicia Machado.
Pero mucho antes, cuando el siglo XX apenas comenzaba a desperezarse, la belleza femenina ya había subido a escena, aunque en otro tono y con otro trasfondo. El año era 1901. Mientras Europa celebraba las virtudes físicas de sus mujeres en concursos en París, Hungría y otras capitales, en Venezuela la moda comenzaba a encontrar terreno fértil, entre rumores de modernidad y resistencia a los viejos moldes sociales.

En ese mismo año se realizaron certámenes en Maracaibo, Valencia y Caracas. No se trató de una iniciativa nacional sino de eventos aislados, organizados localmente y por motivaciones distintas.
En Caracas, el concurso fue patrocinado por la fábrica de cigarrillos La Hidalguía, que promovía sus productos a través de eventos sociales. A diferencia de lo que podría esperarse en un país conservador y aún rural, el certamen permitió la participación de señoritas, casadas y viudas.
Pero la corona en cada ciudad recayó, quizá inevitablemente, sobre jóvenes solteras: Ana Teresa La Hoz en Valencia, María Teresa Wilson en Maracaibo y Luisa Amelia Azerm en Caracas.
La elección de una reina… y un mensaje al dictador
Sin embargo, el certamen de 1905 fue el que realmente marcó un hito. Ya no fue una actividad dispersa sino una convocatoria de alcance nacional, otra vez impulsada por La Hidalguía y su propietario, don Ángel D. Volcán, un comerciante hábil que sabía mezclar publicidad con oportunidad política.
La estructura del evento fue novedosa: se imprimían en el periódico de la empresa boletas de votación que los lectores llenaban y enviaban para apoyar a su candidata favorita. Fue, en efecto, un ejercicio cívico en un país donde las elecciones eran, en el mejor de los casos, restringidas y manipuladas. El resultado fue la elección de Manuela Victoria Mujica, joven barquisimetana de porte sereno y belleza criolla, quien fue proclamada reina nacional.
Barquisimeto, tierra de poetas y cañamelares, había dado al país su primera Miss antes incluso de que existiera el concepto. Pero más allá de la anécdota estética, el concurso de 1905 adquirió un sentido político inesperado.
En esos días, el general Cipriano Castro, presidente de la República, había comenzado a monopolizar el comercio de productos clave, entre ellos el del tabaco. Volcán, el empresario detrás del certamen, se encontraba claramente en desacuerdo con esta política restrictiva. A través de este concurso nacional de belleza —aparentemente inocuo— logró captar atención pública, promover su empresa y, de paso, lanzar una sutil pero directa crítica al régimen.
La votación popular, celebrada y comentada en toda la prensa de la época, fue más que una elección simbólica: fue una pedagogía de democracia en tiempos de censura y autoritarismo. El gobierno de Castro, centrado en sofocar rebeliones, no percibió la profundidad del gesto. Pero allí estaba: la belleza femenina venezolana como recurso para comunicar descontento.
Caracas: Luisa Amelia Azerm
Valencia: Ana Teresa La Hoz
Maracaibo: María Teresa Wilson
Participaban señoritas, casadas y viudas, pero solo triunfaron las primeras.
No hubo conexión entre los certámenes: fueron organizados por actores locales. El de Caracas fue patrocinado por la fábrica de cigarrillos La Hidalguía

La sombra de la historia
No hay muchas imágenes de Manuela Victoria Mujica, y menos aún testimonios directos. Como tantas mujeres de su época, su gloria fue efímera y su voz no dejó registro. Sin embargo, su nombre quedó grabado en los archivos como la primera mujer en ser reconocida públicamente como la más bella de Venezuela. No desfiló por una pasarela televisada ni fue portada de revistas, pero su elección en 1905 tuvo un eco mucho más profundo.
El gesto de votar por una reina fue, entonces, una forma de recordar que el pueblo tenía derecho a elegir. Que podía opinar. Que incluso en tiempos oscuros, las formas más inesperadas —una boleta impresa, una sonrisa femenina, una foto en sepia— podían expresar anhelo de libertad.

El dictador Castro no entendió el mensaje. Persistió en su intento de perpetuarse en el poder hasta que la historia lo expulsó del Palacio de Miraflores. Los certámenes de belleza, por su parte, continuaron su camino —a veces frívolo, otras simbólico— pero siempre profundamente venezolano.
Y así, en el recuerdo de Manuela Victoria Mujica, no solo habita la figura de una reina de comienzos de siglo. También permanece el eco de un país que, aún entre coronas, cigarros y recortes de papel, seguía ensayando su derecho a elegir.
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Excelente bello y despertador de conocimiento de nuestra historia cívica lo mejor que sea publicado que bjueno conocer nuestro pasado