Cuando Obando se rindió ante Pedro León Torres
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista especializado en crónicas históricas
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@LuisPerozoPadua
El 7 de febrero de 1822, el coronel realista José María Obando se entregó en Popayán al general patriota Pedro León Torres. Años después, lo evocaría como “valiente” y sin temor, en una de las páginas más humanas de la guerra independentista.
A veces la historia se condensa en una escena, en un acto silencioso que transforma para siempre el curso de una vida y la percepción de un país. En la ciudad de Popayán, al pie de los Andes colombianos, un joven coronel realista —José María Obando— rindió su espada el 7 de febrero de 1822 al general venezolano Pedro León Torres, jefe de la División del Sur, enviado por Bolívar para despejar el camino hacia Quito.
Obando, que hasta ese momento servía a la causa del rey, se rindió sin combate. Pero ese acto no fue de cobardía: fue de visión. Porque en ese instante, al entregar sus fuerzas, comenzó el proceso que lo llevaría a convertirse en uno de los próceres de la nueva Colombia.
El hombre que recibió su rendición, Pedro León Torres, había venido desde Venezuela con las heridas del llano abiertas, con el rostro curtido por las campañas, y con la espada erguida en nombre de la libertad.

El día que Obando se rindió
La campaña del Sur exigía precisión y audacia. Bolívar lo sabía. Por eso confió a Torres la tarea de avanzar desde Cali y tomar Popayán. Cuando sus tropas llegaron a las afueras de la ciudad, Obando comprendió que su posición era insostenible. No hubo gloria en la derrota ni sangre en vano: hubo una entrega digna.
Lo que siguió fue uno de esos extraños giros de la historia. Obando no sólo fue perdonado, sino que en pocos meses se uniría al Ejército Libertador. Y no como soldado raso, sino como oficial de confianza. Años después, aquel joven rendido sería presidente de la Nueva Granada y uno de los protagonistas de la vida política del siglo XIX colombiano.
“El valiente Torres” en palabras de Obando
En sus Apuntamientos para la historia, escritos años más tarde, Obando recordó a Torres no con amargura, sino con respeto. Lo llamó “valiente”, destacó su “altivez republicana” y dijo de él que “no conocía el temor”. Son palabras que no se otorgan fácilmente entre antiguos enemigos.
La escena que describe es especialmente vívida: Bolívar, molesto con la actitud desafiante de Torres, le retira el mando. Pero Torres, en lugar de claudicar, desmonta de su caballo y con voz firme se planta ante el Libertador. “Estas divisas… las debo a mi valor… la sangre de mi familia me reclama…”, diría. Aun censurado, Torres era todo fuego. Todo coraje.
Obando, testigo y narrador, retrata a Torres como un soldado que no se doblega ni ante el más alto poder. En esas líneas hay algo más que respeto militar: hay una íntima y silenciosa admiración.
“Entonces tuve el honor de conocer y tratar al general colombiano Pedro León Torres que mandaba en Popayán: este ilustre y malogrado guerrero a quien no puedo recordar sin sentirme conmovido, reunía a la gallardía de su presencia el singular conjunto de valor, talentos, modestia y sobre todo el trato más dulce que la imaginación puede concebir.

¡Qué impresión tan profunda debía causar en un hombre como yo, prevenido tan solo para ver en el ejército patriota a los que rivalizaban en iniquidad a los guerrilleros de Patía, la vista de un genio como aquel!
Mi primer sentimiento fue el de reconocer en él a un conciudadano mío para enorgullecerme de ello; y en seguida el de la necesidad de no tener espada para desenvainarla contra él. Él lo conoció, sin duda, y desde entonces se empeñó en manifestarme con la mayor finura sus deseos de que yo dejase de prestar mis servicios a los españoles, y se los consagrase a mi patria, convenciéndome con aquella dulce y sencilla elocuencia que hacía su más bello adorno.
¡Patria, libertad, estímulos tan nuevos para mí! Jamás he concebido más hermosas estas deidades que cuando de la boca del culto Torres, oía salir los encantos y atributos que les pertenecen”.