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El estreno de las ametralladoras en Venezuela

Luis Heraclio Medina Canelón
Miembro de la Academia de Historia del Estado Carabobo

 Nuestra historia ha sido una historia de violencia. No podemos sustraernos a ello. Si queremos estudiar historia ineludiblemente tenemos que hablar de la guerra, y el que estudia la guerra tiene que estudiar las armas.


El gen­er­al Joaquín Cre­spo había lle­ga­do al poder en a fines de 1892 por medio de la Rev­olu­ción Legal­ista y se había legit­i­ma­do pos­te­ri­or­mente por medio de elec­ciones. Reor­ga­nizó las fuerzas armadas y las equipó con mod­er­nos arma­men­tos, entre los que se cuen­tan las primeras ame­tral­lado­ras lle­gadas al país, en 1896: una pequeña can­ti­dad de armas norteam­er­i­canas Gatling cal­i­bre 45 pro­vis­tas de ruedas y otras pocas Colt/Browning de trípode que se trans­porta­ban por medio de mulas jun­to a la caballería.

Gral. Joaquin Crespo

Al ter­mi­nar su perío­do con­sti­tu­cional el gen­er­al Cre­spo impone fraud­u­len­ta­mente a su títere Igna­cio Andrade, despo­jan­do del tri­un­fo al evi­dente ganador real, el pop­u­lar gen­er­al José Manuel “El Mocho” Hernández.

A prin­ci­p­ios de mar­zo de 1898 “El Mocho” Hernán­dez viene a Valen­cia y des­de el hato “Queipa” al sur de nues­tra ciu­dad se alza en armas con su famosa “Procla­ma de Queipa”, donde exige la resti­tu­ción de la vol­un­tad pop­u­lar man­i­fes­ta­da en el sufra­gio burlado.

El “Mocho” ini­cia su cam­paña con ape­nas 45 seguidores que ráp­i­da­mente se van mul­ti­pli­can­do has­ta lle­gar a cen­tenares de hom­bres a medi­da que los alza­dos van aden­trán­dose en las praderas y llanos carabobeños y cojedeños. Ape­nas tienen pocas y vie­jas armas, pero fér­rea vol­un­tad hereda­da de sus antepasa­dos, los llaneros de la inde­pen­den­cia y de las guer­ras civiles de todo el siglo XIX.

El Gral. José Manuel Hernán­dez “El Mocho” líder de la Rev­olu­ción Nacionalista

Los alza­dos tienen var­ios com­bat­es menores con las tropas del gob­ier­no, ganan­do unos y per­di­en­do otros, pero logran hac­erse con algunos fusiles máuser quita­dos al ene­mi­go y algunos cien­tos de car­tu­chos. Ante la avan­za­da de la rev­olu­ción el pro­pio gen­er­al Cre­spo asume el man­do de todo ejérci­to y sale a enfrentar al “Mocho”.

El 28 de mar­zo a horas de mediodía el ejérci­to de Cre­spo se encuen­tra des­cansan­do en el hato “Totu­mo Bar­retero”. Son cen­tenares de hom­bres y lle­van con­si­go la nue­va adquisi­ción del ejérci­to: las relu­cientes ame­tral­lado­ras Colt, que jamás se han usado.

Mien­tras unos sol­da­dos se bañan en el río para apaciguar el calor del llano, otros asan una vaca vie­ja y algunos des­cansan aquí y allá, Los cabal­los del ejérci­to guber­na­men­tal pas­tan todos juntos.

(Edi­ción artís­ti­ca por Juan Bel­lo Osío de @genealogíailustrada)

A lo lejos, sin ser vis­tos está uno de los más bravos gen­erales mochis­tas, vet­er­a­no de muchos com­bat­es. Es lla­ma­do el hom­bre de las “cin­co L”: Luis Lore­to Lima “Lan­za Libre”. Lo acom­pañan otros ofi­ciales no menos valerosos: Leopol­do Orte­ga Bar­reto, Sal­vador Bar­reto, Evaris­to Lima, Julio Sánchez, Cipri­ano Blan­co, Nicolás Rivero y otras leyen­das vivientes del llano de mitad del siglo XIX. En total son ape­nas 55 jinetes.

Con la veloci­dad del rayo el medio cen­te­nar de cen­tau­ros mochis­tas caen sobre el cam­pa­men­to del gob­ier­no. Los cen­tinelas no tienen tiem­po de reac­cionar cuan­do Lore­to Lima y sus hom­bres azuzan a los cabal­los y se lle­van a unos cuarenta ani­males con ellos.

Alguien da el gri­to de alar­ma y sue­nan algunos tiros de fusil. Un ofi­cial, lo más rápi­do que puede, arma la ame­tral­lado­ra colt y la dis­para hacia donde galopan cien cabal­los con cin­cuen­ta llaneros alza­dos. Los inex­per­tos artilleros ape­nas alcan­zan las copas de unos arbus­tos, tum­ban­do ramas y hojas,  pero no acier­tan a ningún ene­mi­go ni a sus cabal­los. Al ver lo ocur­ri­do, el pro­pio gen­er­al Cre­spo elo­gia­rá la auda­cia y val­or de los que se han atre­v­i­do a la osa­da operación. Pre­ocu­pa­do por la intre­pi­dez de sus ene­mi­gos Cre­spo en per­sona empren­derá una implaca­ble per­se­cu­sion al ejérci­to del gen­er­al Hernán­dez, estando siem­pre a la cabeza de sus tropas.

Ame­tral­lado­ra colt brown­ing seme­jante a las adquiri­das por el gob­ier­no de Venezuela

Por fin el 16 de abril, luego de cor­retear a Hernán­dez por todo el llano, Cre­spo con su ejérci­to nacional se encuen­tra frente a las fuerzas del “Mocho”. El lugar, en las sabanas de Cojedes, es cono­ci­do como la “Mata Carmel­era”. El gen­er­al, al frente de su ejérci­to, obser­va los movimien­tos del ene­mi­go a lo lejos. Es un hom­bre muy alto y muy fornido. Cabal­ga un exce­lente cor­cel y viste con una rua­na llan­era  que ondea como una ban­dera con la brisa  y luce un vis­toso som­brero de panamá. Mejor blan­co, imposi­ble. Un buen tirador sobre un árbol al otro lado del cam­po de batal­la no pierde opor­tu­nidad. Sue­na un dis­paro y cae de su cabal­lo el gen­er­al Joaquín Cre­spo con el pecho atrav­es­a­do por un bal­a­zo. Ha muer­to “El Tai­ta” Crespo.

FUENTES

Alcán­tara Borges, Arman­do “Evolu­ción Históri­ca de las armas pro­tátiles de la Fuerza Arma­da de Venezuela”

BOLETÍN DEL ARCHIVO HISTÓRICO DE MIRAFLORES

Lecu­na, Vicente. “La Rev­olu­ción de Queipa”

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

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