Crónicas

Agua Viva fue un pueblo de Escobas

José Luis Sotillo J
aguavivajose@hotmail.com
Twitter: @aguavivajose

Carac­terís­ti­co de tiem­pos pretéri­tos son las escobas de mil­lo de Agua Viva, especie de arte util­i­tario que remem­o­ra la com­ple­ji­dad que sig­nifi­ca el hecho creador y tradi­cional de una época. Tra­ba­jo muy noto­rio de su exis­ten­cia de finales del siglo XIX, y parte del siglo XX, por tratarse de un ele­men­to no muy común en el resto de la geografía local. 

María Mag­dale­na son­ri­ente con una esco­ba de mil­lo. Cortesía de Enmanuel Sorge

Des­de el año 2000, hemos esta­do al tan­to de saber que den­tro del cúmu­lo de anéc­do­tas con­tadas por los viejos pobladores de Agua Viva; usual­mente exalta­ban el inmen­so poten­cial arte­sanal exhibido años antes del establec­imien­to de la ruta y la con­sol­i­dación de Agua Viva como área urbana.

Una gama com­ple­ja de hace­dores ded­i­ca­dos a la fab­ri­cación ances­tral de escobas de mil­lo, la cual era defini­da por la muchacha­da de sus tiem­pos, cómo escobas de bru­jas, por su noto­ria iden­ti­dad con estos imag­i­na­dos per­son­ajes, sien­do parte quizás del sostén económi­co famil­iar de Agua Viva de vie­jas épocas.

Datos precisos

Según refieren sus cono­ce­dores, existían per­sonas o gru­pos famil­iares entre­ga­dos no solo a su con­fec­ción, sino tam­bién vol­ca­dos a cul­ti­var esta especie de gramínea muy pare­ci­da a la plan­ta de maíz, sin olvi­dar que entre las per­sonas más desta­cadas den­tro del esforza­do ofi­cio esta­ban: Juan Pas­tor Guedez, prin­ci­pal hace­dor y com­er­cial­izador en pulperías muy con­cur­ri­das de la época, como la de Augus­to Casamay­or y Car­los Rondón en Cabu­dare; lle­gan­do inclu­so a sur­tir expen­dios más remo­tos, como la bode­ga de Lucio Per­aza en el caserío Tere­paima, quien se proveía para ali­men­tar la deman­da de los pobladores de los caseríos cercanos.

María Mag­dale­na jun­to a sus her­mano Cán­di­do Rivero en su huer­ta de Mil­lo. Cortesía Diario El Impulso
María Mag­dale­na con­fec­cio­nan­do una esco­ba de mil­lo. Cortesía Diario El Impulso

Dato curioso reseña­do en una mono­grafía elab­o­ra­da por Ramón Díaz Giménez, para el entonces estu­di­ante de la escuela de Agronomía de la UCLA; donde indi­ca­ba para 1960, la exis­ten­cia en el caserío Agua Viva de  9.5 hec­táreas de tier­ras cul­ti­vadas de mil­lo; ale­gan­do a su vez “según cal­en­dario agrí­co­la se cul­tiva­ba entre los meses de abril has­ta agosto”. 

En la memo­ria de la opor­tu­na tradi­ción oral, salen a relu­cir nom­bres como el de: Vicente Anto­nio Rodríguez Pérez, Car­los Espinoza, Fer­nan­do Vásquez, Sebastián Yépez, Anto­nio Alvara­do, Ben­i­to Oropeza jun­to a sus her­manos: Gumersin­do Sil­va, Juanci­to Rodríguez, Víc­tor Antiche; y así otros per­son­ajes entre­ga­dos a tra­ba­jar y con­fec­cionar estas curiosi­dades artesanales. 

Como fuente de apunte enfa­ti­zan: “para su elab­o­ración se uti­liz­a­ban cier­tos imple­men­tos tales como una agu­ja de arria, para coser la tri­pa de la parte exter­na, un machete de sier­ra y algunos palos de árboles autóctonos como: vera, flor de ángel, bosu­go, guáci­ma, jebe, fru­ti­co, cau­jaro, flor amar­il­lo, entré otras especies propias de estos lugares”.

María Mag­dale­na, Can­di­do Rivero jun­to a su nieto; y quien escribe esta colum­na. año 2001. Cortesía Diario El Impulso

Rev­e­lando que una vez cor­ta­do los palos un tan­to dere­cho, se pro­cedía a hac­er un fogón y con las brasas, se reca­lenta­ban, has­ta descon­char y dejar la super­fi­cie de los palos blan­ca para un mejor agarre.

 En el remo­to Gua­macire se comenta­ba que Juan Bautista Sosa, pro­ducía estás casi desa­pare­ci­das curiosi­dades, al igual que Dáma­so Cortez en el caserío El Peñus­co y la propia famil­ia Delgado. 

Hoy en día la seño­ra María Mag­dale­na Rivero y sus her­manos, ate­so­ran los hábitos creadores de su elab­o­ración, parte de un lega­do de la cul­tura tradi­cional  de Agua Viva en un tiempo.

CorreodeLara

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