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Andrés María Verde, un intelectual que fomentó la educación en Los Rastrojos

 

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista

UN HOMBRE CAMINA amparado por las pálidas luces de los pocos candiles que hay apostados en la calle Real del pueblito de Los Rastrojos, a nueve kilómetros de Cabudare. Su sombra es más grande que él. Lo acompañan el silbido del viento, el grillar ensordecedor de un centenar de grillos y sus pensamientos

Son las siete de la noche. Ya es tarde para aque­l­la sociedad de finales del siglo XIX. El hom­bre mis­te­rioso acel­era el paso y atraviesa la pla­zo­le­ta del tem­p­lo María y José. Dos cam­panadas le advierten que el pueblo se apres­ta a des­cansar, pero para él, la noche recién comienza.

Ya en su casa, sen­ta­do en un corre­dor con vista al jardín cen­tral, el mae­stro Andrés María Verde, se dispone a pros­eguir su tra­ba­jo arte­sanal, ese que uti­liz­a­ba en sus clases para estim­u­lar la cre­ativi­dad de los niños, un nove­doso méto­do –muy crit­i­ca­do por las san­tur­ronas de aque­l­los remo­tos años‑, pero que según la expe­ri­en­cia del mae­stro, era impactante.

Des­cub­ri­mos a Andrés María Verde, con una trayec­to­ria voca­cional como mae­stro durante 30 años en Los Rastrojos

Sil­va Uzcátegui afir­ma, que Andrés María Verde con­struía “sóli­dos geométri­cos de cartón y salía con sus alum­nos en excur­siones por el cam­po, para hablar­les de las plan­tas, los ani­males, los min­erales, etc”, agre­gan­do que el mae­stro se ade­lan­tó a los méto­dos de enseñan­za de su tiem­po, emple­an­do en su escuela el sis­tema obje­ti­vo que muchas décadas después, se decretó para su uso.

“Toma­ba por ejem­p­lo, un vaso de agua y espar­cía ésta por el sue­lo, para que con la man­cha que se forma­ba, dar una lec­ción obje­ti­va de geografía, indi­can­do a sus alum­nos, cuáles eran las islas, las penín­su­las, los cabos, etc”.

Vocación por más de tres décadas

La his­to­ri­ado­ra Yolan­da Aris, encon­tró rev­e­ladores datos en donde se topa con el mae­stro que nos ocu­pa, apun­tan­do que en 1882, la Memo­ria del Min­is­te­rio de Instruc­ción Públi­ca, (ente crea­do en 1881), especi­fi­ca que en Cabu­dare las escue­las eran aten­di­das por los mae­stros Juan Vicente González y Mer­cedes de Meleán; en Los Ras­tro­jos por, Andrés María Verde y Petrona V. Oroz­co; en Sarare por, Guadalupe de J. Peña y Con­cep­ción S. de Blas­co; en Buría por Nicolás Quin­tero; en El Altar por José L. Arana; y en Carauya por Anto­nio María Peraza.

Once años más tarde (1893) la Memo­ria del Min­is­te­rio de Instruc­ción Públi­ca men­ciona 4 escue­las en Cabu­dare, aten­di­das por Car­los Gue­vara, Clodomiro Oje­da, Mer­cedes de Meleán y Ana M. Par­ra; en Los Ras­tro­jos Andrés María Verde y Petra de Aular; y en Sarare Nicolás Quin­tero y Petra M. de Orozco.



De acuer­do a la memo­ria que pre­sen­ta el Min­istro de Instruc­ción Públi­ca al Con­gre­so en 1896, fun­ciona­ban en el esta­do Lara 47 escue­las fed­erales, (cono­ci­das hoy como nacionales), de las cuales 8 esta­ban ubi­cadas en el espa­cio políti­co ter­ri­to­r­i­al que nos ocu­pa, dis­tribuidas así: dos de varones en Cabu­dare regen­tadas por Isaac Rojas y Jacobo Acuña y una de hem­bras a car­go de Mer­cedes de Meleán; en Los Ras­tro­jos fun­ciona­ba una de varones a car­go de Andrés María Verde; En Sarare están Guadalupe Peña y Petrona de Oroz­co; en La Miel, Fran­cis­co Ramírez y en La Mon­taña una de varones cuyo pre­cep­tor era Fran­cis­co Vásquez. Para 1897, la escuela de La Mon­taña había desa­pare­ci­do y en Cabu­dare Ramón Suárez susti­tuía a Isaac Rojas.

En 1898, este mis­mo organ­is­mo da cuen­ta sobre los cen­tros de enseñan­za en Cabu­dare, imprim­ien­do que en Cabu­dare fun­ciona­ban 3 escue­las aten­di­das por Ramón Suárez, Jacobo Acuña y Mer­cedes de Meleán; en Los Ras­tro­jos Andrés María Verde atendía una escuela; en Sarare con­tinu­a­ban Guadalupe Peña y Petrona de Oroz­co; en La Miel la dirigían Fran­cis­co Ramírez y la escuela de La Mon­taña era regen­ta­da por Alquímides Teobol­do Sánchez.

Y así des­cub­ri­mos a Andrés María Verde, con una trayec­to­ria voca­cional como mae­stro durante 30 años en Los Ras­tro­jos, pero tam­bién como con­se­jero del gob­ier­no munic­i­pal y local, activi­dad por la cual siem­pre se negó a recibir algu­na con­tribu­ción económi­ca. Y no hubo quien no lo exhor­tara a aven­tu­rarse a algún car­go de elec­ción públi­ca, debido a su capaci­dad int­elec­tu­al y su conocimien­to gen­er­al de los prob­le­mas que aque­ja­ban a la población, pos­tu­lación que rebatió acep­tar en todo momento.

Había naci­do en Caro­ra, pero se trasladó a El Tocuyo para ingre­sar al Cole­gio La Con­cor­dia de don Egidio Mon­tesinos, en donde adquir­ió conocimien­tos en Filosofía y Leyes, a pesar de no ter­mi­nar el cur­so, datos que no hemos podi­do precisar.

Fal­l­e­ció en 1903. Un epitafio der­rui­do en el Cemente­rio de Los Ras­tro­jos, señala el lugar de su últi­mo descanso.

Foto de por­ta­da: Alum­nos del antiguo Dis­tri­to Palave­ci­no. Colec­ción de la Ofic­i­na del Cro­nista Ofi­cial de Palavecino

Fuente: Rafael Domin­go Sil­va Uzcátegui. Enci­clo­pe­dia Larense. Tomo II. Cara­cas 1969
Yolan­da Aris. La edu­cación públi­ca en el Munici­pio Palave­ci­no https://www.concejodepalavecino.org.ve/2019/01/la-educacion-publica-en-el-municipio.html

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