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Patepalo, el antiguo elevado de Barquisimeto

 

Omar Garmendia
Cronista e investigador

Patepalo es el nombre de un conocido sitio de Barquisimeto y también el de un personaje de nuestra microhistoria citadina. El nombre le viene por un antiguo soldado que participó en la llamada Revolución Libertadora en nuestra región, por parte del general González Pacheco y Argenis Asuaje. Su verdadero nombre era Fermín Puertas y, al contrario a lo que se pudiera pensar, no le faltaba ninguna de sus dos extremidades inferiores.


En sus días de sol­da­do fue un hábil fran­coti­rador y muy exper­to en el uso del fusil. El sobrenom­bre de “Patepa­lo” le viene del hecho de que en sus acciones en batal­la se colo­ca­ba detrás de un árbol y des­de esa trinchera veg­e­tal elim­ina­ba a los ene­mi­gos de un cert­ero fogonazo.
 
Cuan­do le gri­ta­ban: “Patepa­lo”, le dis­gusta­ba de tal man­era, que ponía pre­so a todo aquel que lo mencionara
Él mis­mo con­ta­ba que nun­ca fue heri­do en batal­la y que se la pasa­ba dis­paran­do patepa­lo todo el día, sin com­er ni beber, indi­can­do con ello la indifer­en­cia y despre­ocu­pación por tal acción. Y así fue como le colo­caron el sobrenom­bre de “Patepa­lo”. Años después tra­ba­jó como policía y la gente lo seguía lla­man­do de ese modo, cosa que le dis­gusta­ba de tal man­era que ponía pre­so a todo aquel que lo nom­brara de esa forma.
 
Vivía en una humilde vivien­da de bahareque en los alrede­dores de lo que hoy en el cruce de la Aveni­da Lib­er­ta­dor con la vía que con­duce a la población de Dua­ca y demás comu­nidades del norte de la ciu­dad. Ahí, frente a un árbol de cují, tenía una muy cono­ci­da y con­cur­ri­da ven­ta de empanadas que hacía su mujer.
 
Sec­tor Patepa­lo durante la con­struc­ción del desa­pare­ci­do ele­va­do (1978)
Déca­da 70. Ele­va­do Pata e’ Palo de Barquisimeto
El autor Alfre­do Aguilar (2013) en una sabrosa cróni­ca bar­quisimetana refiere la anéc­do­ta que les sucedió a unos via­jeros que venían de Cara­cas y lle­garon al nego­cio porque querían com­er las muy nom­bradas y exquis­i­tas empanadas de Patepalo. 
 
Era de noche y el nego­cio esta­ba cer­ra­do. Como ninguno de los con­cur­rentes sabía su ver­dadero nom­bre, pero sabían que no le gusta­ba que le dijer­an Patepa­lo porque se eno­ja­ba y podía acar­rear desagrad­ables con­se­cuen­cias, el más osa­do de los recién lle­ga­dos tocó la puer­ta y pre­gun­tó con timidez: -¿Será que aún le quedan unas empana­di­tas? señor “pie de madera”?.
 
Foto de por­ta­da: Ele­va­do de Patepa­lo luego de su con­struc­ción del desa­pare­ci­do ele­va­do. Daniel Terraza
 

CorreodeLara

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