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Carlos “El Chacal”: El venezolano más buscado en la historia

Luis Alber­to Per­o­zo Padua
Peri­odista espe­cial­iza­do en cróni­cas históricas
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Ilich Ramírez Sánchez asesinó a dos mil per­sonas en más de cien aten­ta­dos. Este ter­ror­ista y rev­olu­cionario está encar­ce­la­do en Fran­cia des­de 1994 y suma tres sen­ten­cias a prisión de por vida

París, 15 de agos­to de 1994. En una con­fer­en­cia de pren­sa abar­ro­ta­da, el min­istro del Inte­ri­or francés, Charles Pasqua, hizo un anun­cio que estreme­ció al mun­do: Ilich Ramírez Sánchez, alias “Car­los, el Cha­cal”, había sido cap­tura­do en Sudán y traslada­do a Francia.

En Venezuela, el diario El Nacional lo desplegó en su primera plana del martes 16 de agos­to de 1994: Pre­so en Fran­cia el vene­zolano más temi­do en todo el mun­do. Y como antetí­tu­lo: Sudán cap­turó a Car­los “El Cha­cal”. Exten­di­en­do así dos fotografías y un exten­so sumario.

Para entonces, su nom­bre era sinón­i­mo de ter­ror. Durante más de dos décadas, la som­bra de Car­los se había exten­di­do por Europa, Ori­ente Medio y Améri­ca Lati­na, dejan­do a su paso un reguero de san­gre. Su lista de crímenes era larga y atroz: aten­ta­dos con bom­bas, asesinatos, secue­stros y opera­ciones encu­bier­tas que costaron la vida a unas dos mil personas.

Pero aho­ra, el hom­bre que había desafi­a­do a las poten­cias mundi­ales se encon­tra­ba esposa­do en una cel­da france­sa, sin más armas que su retóri­ca revolucionaria.

Car­los El Cha­cal fue su juven­tud el crim­i­nal más bus­ca­do del mun­do y tam­bién el más temido

Orí­genes del terrorista

Ilich Ramírez Sánchez nació el 12 de octubre de 1949 en Miche­le­na, esta­do Táchi­ra, Venezuela. Su padre, José Alt­a­gra­cia Ramírez, era un abo­ga­do y fer­viente diri­gente del Par­tido Comu­nista de Venezuela, PCV, que bau­tizó a sus hijos con nom­bres de líderes soviéti­cos: Ilich, Lenin y Vladimir. Su madre, Elba María Sánchez, era una devota católi­ca que inten­tó ale­jar a sus hijos de la influ­en­cia ide­ológ­i­ca de su esposo.

Ilich Ramírez Sánchez,
de niño

Des­de tem­prana edad, Ilich y sus her­manos fueron edu­ca­dos en pres­ti­giosos cole­gios británi­cos. En Lon­dres, Ilich asis­tió al exclu­si­vo Worth­gate School y luego ingresó a la Uni­ver­si­dad de Londres. 

Más tarde, en 1968, se trasladó a la Uni­ver­si­dad Patrice Lumum­ba en Moscú, un cen­tro de for­ma­ción de cuadros rev­olu­cionar­ios. Pero su paso por la acad­e­mia fue efímero. Expul­sa­do en 1970 por con­duc­ta indis­ci­plina­da, su des­ti­no ya esta­ba traza­do lejos de los libros y las aulas.

Ese mis­mo año, Ilich via­jó a Jor­da­nia y se inte­gró al Frente Pop­u­lar para la Lib­eración de Palesti­na (FPLP). Allí recibió entre­namien­to mil­i­tar y cono­ció a Wadih Had­dad, quien lo bau­tizó con su nom­bre de com­bate: “Car­los”.

El salto a la clandestinidad

Su primera gran mis­ión se pro­du­jo el 30 de diciem­bre de 1973. Su blan­co era Joseph Sieff, mag­nate judío y líder del movimien­to sion­ista en Gran Bre­taña. Car­los irrumpió en su man­sión en Lon­dres y le dis­paró en el ros­tro con una pis­to­la Tokarev. Sin embar­go, el arma se atascó, per­mi­tien­do que Sieff sobreviviera.

Pero su golpe más audaz lle­garía en diciem­bre de 1975: el asalto a la sede de la OPEP en Viena. Jun­to a un coman­do del FPLP, tomó 42 rehenes, incluyen­do a var­ios min­istros de petróleo de país­es árabes. Tres per­sonas murieron en el ataque.

La operación fue un éxi­to mediáti­co. El nom­bre de Car­los apare­ció en tit­u­lares de todo el mun­do. Se con­vir­tió en una leyenda.

Ilich Ramírez Sánchez, cono­ci­do como ´Car­los el cha­cal´ en una fotografía de la CIA

El apo­do del Chacal

En 1975, tras escapar de un inten­to de arresto en París, las autori­dades france­sas alla­naron una de sus res­i­den­cias y encon­traron un ejem­plar de la nov­ela El Día del Cha­cal, de Fred­er­ick Forsyth. El per­iódi­co británi­co The Guardian pub­licó la his­to­ria, y des­de entonces, el mun­do lo cono­cería como Car­los “el Chacal”.

Des­de su base en Yemen, Car­los con­tin­uó su cam­paña de ter­ror. En 1982 y 1983, orga­nizó aten­ta­dos en Fran­cia que dejaron once muer­tos y 150 heri­dos. En 1984, lanzó un ataque con grana­da en un cen­tro com­er­cial de París, matan­do a dos per­sonas e hirien­do a 34 más.

La lista de crímenes crecía. Europa, Esta­dos Unidos e Israel lo tenían en la mira.

Un escape dig­no de Hollywood

Meses después, Ramírez pro­tag­o­nizó una fuga digna de una pelícu­la de acción cuan­do la policía france­sa inten­tó deten­er­lo en su domicilio.

En aquel entonces, el vene­zolano de 26 años vivía en un aparta­men­to com­par­tido con var­ios estu­di­antes sudamer­i­canos en la calle Toul­liers, en el Bar­rio Lati­no de París. Su paradero fue des­cu­bier­to por agentes de la Direc­ción de Vig­i­lan­cia del Ter­ri­to­rio (DST) tras inter­rog­ar a Michel Moukhar­bal, un líder del FPLP, quien con­fesó que el ver­dadero cabecil­la era “Car­los”.

Ilich Ramírez Sánchez en el aerop­uer­to de Argel el 22 de diciem­bre de 1975

Acom­paña­dos por Moukhar­bal, tres policías de la DST irrumpieron en el aparta­men­to, donde encon­traron a Ramírez en ple­na reunión con ami­gos. Sin embar­go, este esta­ba arma­do y abrió fuego con­tra los agentes antes de escapar.

El tiro­teo dejó como sal­do la muerte de dos policías y de Moukhar­bal, asesinatos que, años más tarde, con­tribuirían a que “Car­los” fuera con­de­na­do a su primera cade­na per­pet­ua tras su captura.

Caí­da del terrorista

A finales de los 80, la Guer­ra Fría esta­ba lle­gan­do a su fin. Sin el respal­do de regímenes ali­a­dos, Car­los perdió su red de pro­tec­ción. Sus antigu­os bene­fac­tores le dieron la espalda.

En 1994, en una operación de la inteligen­cia france­sa con apoyo esta­dounidense, fue cap­tura­do en Jar­tum, Sudán. Dro­ga­do y enca­pucha­do, fue traslada­do a París.

Car­los estaría impli­ca­do en mul­ti­tud de acciones, entre ellas la toma de rehenes en la emba­ja­da france­sa en La Haya, y un fal­li­do ataque con mis­iles en el aerop­uer­to parisi­no de Orly. Bertrand Guay. AFP

El juicio desar­rol­la­do en 1997 fue un espec­tácu­lo mediáti­co y tras más de dos horas de delib­era­ciones fue con­de­na­do a cade­na per­pet­ua por el asesina­to de dos policías y un infor­mante en 1975. En 2011, recibió una segun­da con­de­na por los aten­ta­dos de 1982 y 1983. 

En 2017, una ter­cera sen­ten­cia lo respon­s­abi­lizó por el ataque mor­tal con grana­da con­tra el restau­rante Drug­store Pub­li­cis de París el 15 de sep­tiem­bre de 1974. “Muchas gra­cias”, con­testó el vene­zolano con voz neu­tra des­de el ban­quil­lo de los acu­sa­dos al escuchar su sentencia.

En total, tres cade­nas per­pet­uas lo sepulta­ban tras las rejas. Allí escribió dos libros que pudo feliz­mente pub­licar: Car­los. Lo sci­a­cal­lo, de su autoría y de Mar­co Dol­cetta, (1998) y Rev­o­lu­tion­ary Islam, pub­li­ca­do en 2003 por Édi­tions du Rocher.

Elo­gios de Hugo Chávez

A pesar de haber admi­ti­do su respon­s­abil­i­dad en cer­ca de dos mil muertes —ochen­ta de ellas cometi­das con sus propias manos—, Ramírez negó cualquier impli­cación en los aten­ta­dos de 1982 y 1983. “No soy un ter­ror­ista, no somos ter­ror­is­tas. Somos luchadores por la lib­er­tad”, declaró ante la corte.

Uno de sus más vehe­mentes defen­sores fue Hugo Chávez, quien no dud­a­ba en exal­tar su figu­ra. “Lo acu­san de ter­ror­ista, pero Car­los fue un ver­dadero rev­olu­cionario. Yo lo reivin­di­co, no me impor­ta lo que digan en Europa”, expresó el entonces pres­i­dente de Venezuela en trans­misión con­jun­ta de radio y televisión.

Con­de­na­do a desvanecerse

Diez de los 31 años que lle­va en prisión fueron en ais­lamien­to abso­lu­to. A pesar de su encar­ce­lamien­to, Car­los sigu­ió proclamán­dose un “luchador por la lib­er­tad”. Des­de prisión, se casó con su abo­ga­da, Isabelle Coutant-Peyre, quien defendió su causa has­ta el final.

Pero el tiem­po no per­dona. El viernes 12 de abril de 2024, Isabelle murió de cáncer a los 70 años. Para Car­los, fue un golpe devastador.

Hoy, con 75 años, el hom­bre que desafió a las poten­cias mundi­ales enfrenta su may­or batal­la: la del olvi­do. En su cel­da, solo le que­da el eco de su pro­pio nom­bre, con­de­na­do a desvanecerse en la historia.

FILE PHOTO: Ilich Ramirez Sanchez, bet­ter known as “Car­los the Jack­al” ® seat­ed next to his lawyer Fran­cis Vuillemin (L) in court in Paris, France Novem­ber 28, 2000. REUTERS/RTV/Thierry Chiarello/File Photo

CorreodeLara

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