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Divina Pastora: cómo inició una devoción que cruza fronteras

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisperozop@hotmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

Este 14 de enero, como en cada año, la sagrada imagen de la Divina Pastora recorre Barquisimeto. Esta es la historia de una devoción de siglos


La devo­ción a la Div­ina Pas­to­ra en Bar­quisime­to es una heren­cia de la orden capuchi­na. Los misioneros tra­jeron de Sevil­la, España la ima­gen a comien­zos del siglo XVIII, para evan­ge­lizar a los indí­ge­nas de las lla­nuras de Cara­cas y par­tic­u­lar­mente, a los indios gay­ones alza­dos en las sabanas y mon­tañas de Bar­quisime­to, El Tocuyo, Quí­bor y Carora.

 

Vir­gen Div­ina Pas­to­ra en una estam­pa de 1905. Colec­ción Ricar­do Valecillo

Esta ima­gen mar­i­ana fue deter­mi­nante para paci­fi­car­los y some­ter­los en un pueblo de mis­ión denom­i­na­do: San­ta Rosa del Cer­ri­to. Cuen­tan las cróni­cas que, en el tem­p­lo de aquel pueblo, una ima­gen de María San­tísi­ma bajo la advo­cación de Div­ina Pas­to­ra fue des­per­tan­do una devo­ción insospech­able, que cre­ció luego que el sac­er­dote Bernal efec­tu­ara solemne ben­di­ción, colocán­dola en el altar de una de las naves lat­erales de la igle­sia de San­ta Rosa.

Las inves­ti­gado­ras María Matilde Suárez y Car­men Bethen­court, demostraron con váli­dos argu­men­tos que la ima­gen llegó a San­ta Rosa entre 1715 y 1724, “Des­de entonces se esforzó (el padre Bernal) en incul­car la devo­ción a la Div­ina Pas­to­ra entre todos sus feli­gre­ses, en su may­oría indios”, afir­ma Sil­va Uzcátegui y agre­ga: “Des­de que cesó como por encan­to la epi­demia del cólera en Bar­quisime­to al lle­var en pro­ce­sión a la Div­ina Pas­to­ra de San­ta Rosa, se le pro­fe­sa allí una devo­ción tal, que es difí­cil expre­sar­la en una man­era exacta”.

Sin embar­go, his­to­ri­adores y cro­nistas difieren de Sil­va Uzcátegui con razon­ables argu­men­tos exponien­do que en agos­to de 1856 todavía se reg­is­tra­ban defun­ciones a causa del cólera, enfer­medad que en Lara pro­du­jo un total de 837 víc­ti­mas: 633 en Bar­quisime­to; 51 en Dua­ca; 26 en Las Ver­i­tas; 17 en Bobare; 63 en San­ta Rosa; 1 en Algar­ide y 46 en Cer­ri­tos Blan­cos, asien­ta Ramón Querales, desa­pare­ci­do cro­nista de Barquisimeto.

Div­ina Pas­to­ra, una tradi­ción de siglos

A primera hora del día

A par­tir de aquel 14 de enero de 1856, Eliseo Sotel­do añade: “A las cin­co de la mañana sale de Bar­quisime­to una pere­gri­nación, a pie, has­ta San­ta Rosa, para traer en la tarde a su queri­da ima­gen de la Div­ina Pastora”.

“Ese día la ciu­dad se engalana para recibir­la. En las calles por donde ha de pasar, se lev­an­tan arcos tri­un­fales con pal­mas, flo­res y cin­tas celestes. Muchas per­sonas colo­can can­diles y bris­eras con cebo en las ven­tanas de sus casas para alum­brar, así como platil­los en donde quema­ban incien­so al pasar la Vir­gen. Los frentes de las casas eran dec­o­ra­dos con ban­der­ines blan­cos y azules, y muchas pal­mas”, asien­ta en sus cróni­cas Soteldo.

Coin­ci­den quienes han recogi­do las cróni­cas de la pro­ce­sión de la Div­ina Pas­to­ra que, des­de la víspera, se escuch­a­ban repiques de cam­panas en todos los tem­p­los para expre­sar la ale­gría de la población por tan digna visita.

No era nutrida

Sil­va Uzcátegui reseña que, durante las primeras pro­ce­siones, trasporta­ban la ima­gen en un pesa­do mesón, por lo que era nece­sario emplear 12 hom­bres, cada uno con tres rodetes de trapo sobre la cabeza para poder sopor­tar el peso, agre­gan­do que en dicha cam­i­na­ta “sola­mente acom­paña­ban la ima­gen un grupo de per­sonas, y en el trayec­to se le iban suman­do creyentes”, lo que demues­tra que, durante los primeros años, la pro­ce­sión no era nutrida.

Delante iban dos hom­bres más lev­an­tan­do el paño que cubría el mesón, a fin de que pudier­an ver el camino los car­gadores y les entrara aire fres­co. Siem­pre va un sac­er­dote a bus­car la ima­gen a San­ta Rosa, “y des­de que fue des­ig­na­do cura de Alt­a­gra­cia has­ta su muerte, lo hacía todos los años el pres­bítero Juan Fal­cón, quien reunía a la feli­gresía en la madru­ga­da de cada 14 de enero y ya a la cin­co se iban cam­i­nan­do has­ta San­ta Rosa. A mediodía salían de regre­so con la sagra­da ima­gen para estar a las cua­tro de la tarde en la entra­da de Bar­quisime­to, que entonces era una plazuela frente a la casa del señor Casimiro Casamay­or, muy devo­to de la Vir­gen”; el referi­do sitio es hoy la Plaza Macario Yépez.

Ano­ta el cro­nista, que has­ta ese sitio traían la ima­gen tapa­da con “un cubre pol­vo” para pro­te­gerla de la tier­ra del camino, y allí, en ese lugar, le colo­ca­ban al Niño Jesús en los brazos.

“Al des­cubrir­la, el sac­er­dote enton­a­ba una Salve que acom­paña­ban en coro un grupo de can­tantes ensaya­dos por él”, aco­ta. Luego con­tinu­a­ba la pro­ce­sión has­ta la Cat­e­dral (hoy tem­p­lo de San Fran­cis­co) en donde recibían la ima­gen con inten­sos repiques de cam­panas y toda la solem­nidad y majes­tu­osi­dad que requiere un acto religioso.

Retorn­a­ba a San­ta Rosa

Pasa­do los años, y ya entra­do el siglo XX, cada domin­go, saca­ban la ima­gen en pro­ce­sión, paseán­dola por las calles para lle­var­la a las difer­entes igle­sias de man­era que las per­sonas pudier­an en cada par­ro­quia expre­sar­le su devo­ción y acer­carse a ella.

Se acos­tum­bra­ba a regre­sar­la al pueblo de San­ta Rosa una vez con­clu­i­do el recor­ri­do, antes del domin­go de car­naval, para evi­tar el juego calle­jero que usual­mente tenía lugar en estas fiestas.

A su regre­so, pasa­ba de nue­vo por el mon­u­men­to a la Cruz Sal­vado­ra y para­ba en saca de Casimiro Casamay­or, para cubrir­la con el camarín que la protegería.

Quién llevó la ima­gen a Barquisimeto

Ramón Querales escribe que, en 1919 el cólera una vez más comen­zó a diez­mar a la población de Bar­quisime­to, por lo que resonó con más ímpetu el nom­bre de la Div­ina Pastora.

Fue entonces cuan­do dos pia­dosa mujeres ‑sub­raya el cronista‑, que se enro­laron como vol­un­tarias para com­bat­ir el mal; lla­madas Can­de­lar­ia y María de los Ánge­les Per­aza, recor­daron que quien hizo las ges­tiones ante las autori­dades civiles para traer a la Div­ina Pas­to­ra a Bar­quisime­to en 1856, fue el señor Anto­nio J. Per­aza, padre de la primera y abue­lo de la segunda.

Prosigue Querales detal­lan­do que la infor­ma­ción en cuestión fue pub­li­ca­da por el per­iódi­co Notas, que dirigía Juan Guiller­mo Mendoza.


Fuente: Eliseo Sotel­do. Cróni­cas de Bar­quisime­to 1801–1854. Edi­ciones de la Casa Lara de Cara­cas 1952
Rafael Domin­go Sil­va Uzcátegui. Bar­quisime­to, His­to­ria Pri­va­da. Cara­cas 1959
Ramón Querales. Re-Visión apuntes para la his­to­ria del munici­pio Irib­ar­ren. Tipografía Hor­i­zonte C. A. 1995
Dic­cionario de His­to­ria de Venezuela. Fun­dación Polar. Tomo A‑D

CorreodeLara

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